23
Faltaba poco para terminar la jornada, ir a casa a descansar un poco, comer algo y prepararse para la gran fiesta de celebración. Estaban todos invitados, la mayoría de los implicados en el desarrollo del proyecto. Habían trabajado muy duro y muy bien, así que lo tuvieron más que merecido. Sin embargo, había algo que debía hacer antes de eso y no esperaba dejarlo para después.
«Tenemos una reunión pendiente, las espero en mi oficina en media hora, sé que siguen en la empresa».
Mensaje enviado, las tres lo vieron y solo quedó esperar. Pero antes, debía poner sobre aviso a Anaira para evitar otra discusión innecesaria. En cierto modo lo encontraba divertido, porque siempre le encantó verla defenderse y burlarse como si nadie pudiese con ella. Pero debía ser sensato, ya se estaba haciendo tedioso, en especial para ella.
—An, cariño, ¿podrías entrar un momento, por favor? —solicitó por el intercomunicador con dulzura.
—Ok —contestó entre risas.
La vio entrar y observarlo detenidamente desde la puerta, cerrándola tras de sí con ciertas sospechas. ¿Cómo no hacerlo cuando la miraba con esa cara de idiota enamorado?
—¿Puedo saber que te ocurre justo ahora? —indagó con diversión.
—Acércate —dijo, apoyándose en el frente de su escritorio.
Esperó hasta tenerla frente a él, tomó su mano con delicadeza y de paso, solo por puro gusto, acaricio su mejilla con suavidad hasta hacerla sonrojar. ¡Tal y como le encantaba!
—Ese tono rojo te queda tan bien, eres hermosa, ¿sabes? —murmuró ido.
—¿Qué necesitas? Ya me preocupas —expresó nerviosa.
—Nada complicado, solo un poco de paciencia —la desconfianza empieza a cubrir su rostro, pero él continuó—. Dentro de un rato vendrán ellas otra vez y...
—¡Ay, no! —exclamó con fastidio, alejándose de él—. Olvídalo, me largo.
Una vez más toma su mano y la jala hacia sí, en un cálido abrazo que tanto había fantaseado. Tenerla entre sus brazos, con sus preciosas mejillas sonrojadas y la respiración tan acelerada como sus mismos corazones. Continuó con sus caricias en la mejilla, tratando de calmarla y que escuchara sus razones.
—Eso era lo que quería, que por este tiempo en que ellas vengan descanses un rato, ya tuviste mucho de las tres por un día —comentó sin dejar de acercarse a ella.
—Para toda una vida, querrás decir —replicó, dejándose llevar por las sensaciones que crecían en su interior.
—Esta será la última, te lo prometo —añadió con seguridad—, hoy se acaba este problema. ¡No más Moiras!
—¿En serio? —indagó Anaira emocionada, pero reaccionando y regresando al tema—. Digo, la del apodo no fui yo, que conste.
—Ya lo sé —susurró a solo centímetros de su rostro.
Una nueva oportunidad, un beso tan esperado que casi podía sentirlo en sus labios. Y ella, al igual que él, esperaba hacerlo con gran deleite. Pero...
—¿Interrumpo algo? —exclamó Luis, visiblemente enojado.
—Cero y van tres —se quejó para sus adentros.
—¡Cielos! —gritó Anaira por lo bajo con un sobresalto, alejándose de Derek como si su cuerpo quemara.
De todas las personas posibles, de todos los cientos de empleados en esa empresa, tuvo que ser preciso él quien viera la escena. Con enojo, Derek vio la vergüenza y culpa en el rostro de Anaira por lo que pudieron haber hecho. Le pareció absurdo que, aun cuando él la quería y ella parecía mostrar interés, aún se sintiera así por Luis. De todas formas, es su culpa y solo de él.
—Sí y mucho, ¿qué quieres? La reunión terminó y ya no tienes nada que hacer aquí, no eres mi empleado después de todo —reclamó Derek.
—¡Derek! —le reprochó Anaira.
—Tranquila, cielo, ya sé que no soy bienvenido —anunció—, aunque no te creas, jefecito, no vengo por ti tampoco.
—¡No otra vez! —exclamó ella—. Me voy, tengo cosas que hacer, ¿vienes, Lu?
Anaira recobró la postura y empezó a caminar a la salida, no sin dejar de sentir ambas y pesadas miradas sobre su espalda.
—¿Por qué tendrías que...? —empezó a quejarse Derek.
—Te alcanzo luego, hermosa —contestó Luis interrumpiéndolo—, ahora sí me surgió algo con el señor dramas.
—¿Seguro? —inquirió preocupada.
—Tranquila, mi amor, te veo en la sala de siempre —aseguró.
—Está bien, los dejo solos —dijo con resignación—, solo espero que se comporten, y eso te incluye, jefecito.
—No prometo nada —expresó Derek encogiéndose de brazos.
Solo lo miró con reproche, amenazas impresas en sus ojos para que sea él, el más factible busca pleitos, quien modere sus acciones mientras ella no estaba. En esas, un estruendoso teléfono empieza a sonar. Anaira mira el reloj de pared, suspira con cansancio y añade:
—Llegó la hora —se quejó.
—¿Sabes quién llama? —se burló Luis.
—Lo sospecho casi con certeza, ¿quieres apostar? —comentó con fastidio, desviando su atención a Derek—. Apuesto el almuerzo de un mes a que es tu noviecita, Tamara. Con permiso, fue un gusto conocerte, Lu, iré a suicidarme.
Sale de la oficina dejando la puerta abierta, descuelga el teléfono y sin decir nada, solo escucha atenta cada cosa que resuena. Con expresión de fastidio, solo dice una única frase y cuelga. Nuevamente se asoma a la oficina, esta vez con la expresión llena de rabia y mirando a Derek con fastidio.
—Renuncio —y cierra de un portazo.
En el interior de la sala, un divertido Derek suspira sabiendo sobre que va la rabieta, pero estaba seguro que sería la última al dar por terminado ese circo ese mismo día.
—¿Ella acaba...? —murmuró Luis confundido.
—No, hace eso últimamente después de hablar con Tamara.
—Sabes que eso está lejos de ser gracioso, ¿verdad? —le reclamó.
—Lo sé, no tienes que repetirlo —replicó.
—Entonces haz algo, imbécil —exigió
—Lo he intentado varias, pero cada vez está más insoportable y...
—Díselo directamente si es que ya no quieres nada con ellas, con ninguna —le interrumpió—. Si de verdad quieres me haga a un lado, te reto a hacerlo y darle a Anaira el lugar que según tú le corresponde en tu vida, el que se merece. Si no, con toda facilidad del mundo puedes irte al carajo.
Derek suspiró, se tranquilizó y evitó sacar una retahíla de groserías que con toda probabilidad Anaira le reclamaría después, mucho más tratándose de Luis.
—Te voy informando algo, imbécil —empezó—. Dentro de un rato vienen las tres para acá, aprovecho que aún estaban rondando para dejarles eso mismo en claro. Llevo semanas sin estar con ellas, aunque no me creas, lo veo innecesario y solo me trae problemas. Tú mismo me lo sugeriste miles de veces, te haré caso, siéntete orgulloso.
—Y yo tengo dientes de leche, ¿crees que te creeré así de fácil? —se burló escéptico.
—Para tú información, estoy aplicando algo llamado abstinencia porque An quiere alguien que le sea fiel y yo quiero serlo —aseguró con convicción—. Ese estúpido plan de antes se acabó, y tuviste toda la razón, terminé enamorándome yo. Pero, ¿sabes?, agradezco que haya sucedido así, sino es por ella, no estaría tratando de arreglar mi vida.
En el rostro de Luis, por más remordimiento que le haya causado, pudo ver que le dolía cada una de sus palabras, pero al mismo tiempo las entendía. ¿Cuántas veces podía pasar eso? Derek jamás pensó enamorarse, pero sucedió, y no podía solo dejarlo pasar como si nada. Sería como dejar de respirar al descubrir el botón de modo manual.
—Solo te diré una cosa, Derek —dijo Luis, con la rabia refulgiendo en sus ojos—. Defráudala una vez, solo una, y te juro que yo mismo te reviento la cara.
—Te quedarás con las ganas, porque no está en mis planes —refutó él.
Luis no tuvo más remedio que irse, con las ilusiones hechas polvo y una llamarada de fuego en su interior. Debía hacerse a un lado, por lo menos por ahora y hasta tenerlo seguro. No confiaba en Derek algo tan importante, por ello y por su palabra de hombre, se mantendría solo como un espectador.
—¿Alguien por acá nos necesita? —indagó Cristal seductora, entrando con las dos restantes.
—Sí, siéntense, por favor —esperó y respiró para empezar a hablar—. Como deben saber, la situación de dos de ustedes con An está saliéndose de control, así que tomé una decisión al respecto.
—Por fin —expresó Tamara con emoción—, me parece perfecto que la despidas. Es más, desde hoy podría...
—No he dicho que la despediré y tampoco pienso hacerlo, así que mejor déjame terminar de hablar, ¿sí? —le recriminó y continuó—. Hemos pasado demasiado tiempo en un juego sin fin, y dadas las nuevas circunstancias es mejor darlo por terminado. Esto solo quedará en lo profesional, nada más allá de eso.
Las expresiones de desconcierto de las tres fueron las esperadas, pero poco a poco fueron transformándose en rabia e incredulidad. Menos en Cristal, ella se veía muy risueña como si disfrutara del espectáculo.
—¿Qué? Pero... —exclamó Tamara alarmada.
—No estás hablando en serio, ¿verdad? —indagó Penélope mostrando algo de indignación.
—Sí, es en serio y definitivo, así que espero sean adultas serias y acepten mi decisión, ¿quieren? —exigió Derek.
—Fue muy rico mientras duró —bromeó Cristal—, pero alguien se enamoró.
—No sea ridícula, eso no es...
—Sí, Cristal no se equivoca y preciso por eso es que quiero que esto se acabe aquí —le interrumpió con severidad—. La pasé muy bien con ustedes, no lo voy a negar, pero a decir verdad eso solo me ha traído problemas que ahora estoy pagando, así que quiero empezar de cero y solo lo haré con Anaira.
Como era de esperarse, no pensaban aceptar. Así que, por última vez y por un bien mayor, usaría sus dotes controladores.
—¿Ella te pidió que lo hicieras? ¿Desde cuándo te dejas dar órdenes? —replicó Penélope.
—Esto no tiene nada que ver con órdenes, es algo que debo hacer si quiero remediar todo —replicó enojado—, además y sin ánimos de ofender, a diferencia de ustedes Anaira quiere algo serio y eso incluye ser fiel. Yo quiero darle eso, no veo ningún problema en hacerlo y ustedes tampoco lo serán.
—Bien, haz lo que quieras —expresó ofendida, levantándose hasta casi tirar su silla—. Pero verás como te arrepientes dentro de poco, y nos llamarás para que regresemos a tu cama. Te doy un mes, no soportas estar con una sola. Aquí solo somos tres, quien sabe cuántas hay por fuera.
—Lo siento si esto no te gusta, pero es lo mejor que puedo hacer. Ustedes no quieren nada conmigo a futuro, ¿por qué les afecta? —replicó Derek sin entender sus razones—. Seguirán trabajando para Fox Technology, eso no cambia.
—Eres un imbécil —se marchó dando un portazo.
—Bien hecho, ya era hora que hablaras —añadió Cristal.
—Gracias, supongo.
Salió más calmada que Penélope, por suerte sabía que era sensata y tenía los pies sobre la tierra respecto a su relación. Por ello, y solo por esa razón, era la única que consideraba una amiga. Sin embargo, Tamara era el verdadero problema. Seguía allí, sentada y mirándolo ceñuda.
—Estas muy callada, eso me preocupa. ¿Algo que decir? —indagó esperando otro reclamo.
—¿Por qué haces esto?
—Porque quiero, porque me enamoré, porque es lo correcto —contestó con soltura.
—Eso de amor es una basura, sabes que soy la más indicada para ti, Derek, nos llevamos bien —expresó insistente.
Él solo se acomodó, empezó a ordenar su escritorio y casi desinteresadamente contestaba con vagas expresiones sin mirarla a la cara.
—Ajá —se limitó a decir.
—Nos entendemos más que bien en la cama —continuó ella.
—Ajá.
—Te satisfago en muchos sentidos —añadió con desesperación.
—Ajá.
—¿Entonces por qué me rechazas? —insistió.
—Porque no eres Anaira —aseguró, mirándola fijo a los ojos con severidad.
—¿Por esa? ¿Es en serio?
—Sí, y ahora retírate, yo sí debo trabajar.
Tranquilidad y emoción, dos cosas de las cuales había dejado de saber desde que se mudó de forma definitiva a la capital, pero que ese día podía disfrutar a gusto. ¿Por qué? A petición de su querido jefecito se retiró a la sala de descanso, esa donde poco había podido estar y que era mil veces más cómoda que la sala de trabajo común. A diferencia de aquella, esta tenía varios sofás y algunos pubs acolchonados dispuestos para que, con toda confianza, descansaran en la comodidad de su esponjosidad.
Anaira se había adueñado de uno de aquellos pubs, morado claro y extra grande, perfecto para recostarse mientras se tomaba una deliciosa taza de café cremoso y espumoso tamaño Goliat.
—¿Muy cómoda? —Se burló Alice—. ¿Algo más, unas galletas tal vez?
—No estaría nada mal, ¿sabes? —contestó entre risas.
—Frescaleche, ¿por qué no estás trabajando? —replicó con tono divertido—. Ser la novia del vicepresidente no te dan tantos lujos, ¿sabes?
—¿Y a ti quien te dijo que soy novia de eso? —le reprochó—. Sigo soltera, gracias.
—¿Ah no? Esas miraditas y sonrisitas no me engañan, más bien cuenta el chisme —exigió, sentándose a su lado en el mismo pub.
Hablar con ella era gratificante, casi como si estuviese charlando con Matthew, pero con un poco más de libertad al ser igual que ella una mujer. Estaba esa complicidad de chicas, una que no sintió cuando adolescente. Nunca se es tarde, ¿no?
—No hay chisme, es solo... una tregua para poder trabajar mejor, ya casi se acerca el lanzamiento y debe salir perfecto, sabe que no le conviene estar jodiendo —explicó, mentira mezclada con algo de verdad, pero que le hacía sentir una inusitada calma y cierta emoción.
—Y... ¿Luis? —indagó entre titubeos nerviosos.
—¿Qué pasa con Luis? —repitió confundida.
—Bueno, con eso de que le gustas y eso...
Notó cierto tono en su voz al decir aquellas palabras, pero no supo cómo identificarlo. Además, al mencionarlo evitaba todo contacto visual con ella. ¿Qué estará ocultando?
—Pues, no lo sé, nos llevamos bien y es muy dulce, pero... —dudó, como lo estaba haciendo los últimos días con el tema— no es lo mismo, ¿sabes? Estaba convencida de que era él quien me gustaba, y ahora....
—No estás segura, ¿eh? —terminó Alice por ella.
—Ya no sé ni qué pensar, Derek parece estar cambiando, incluso ha intentado besarme y yo... —suspiró—. Solo no quiero que sea parte de su estúpido juego, te juro que le pongo campeón en su café.
—Estamos violentas —se burló.
—Eso es lo que provoca, en su mayoría.
—¿Y el resto de ocasiones? —preguntó con picardía.
—Sin comentarios —dijo entre risas.
—No seas así, cuenta, pervertida.
—Tú, sucia chismosa, cierra el hocico.
Entre jugueteos infantiles, ambas se reprochaban el ser demasiado chismosas o ser muy poco informativas para con las amigas. Eran dos adultas, pero que de vez en cuando dejaban salir esa niña interior con juegos y conversaciones disparatadas. ¿Qué mejor para relajarse y descansar que eso? Sin embargo, eso era lo último que harían.
—¡Ahí estás, zorra! —gritó desde la entrada.
Ahí, de pie y con la expresión más furiosa que alguna vez le pudo ver, estaba la inexpresiva Penélope de brazos cruzados.
—¡Santa mierda! —exclamó Anaira con fastidio.
—Llamaré a seguridad, solo por si acaso —susurró Alice a su lado.
—¿Cómo te atreves? —inquirió Penélope, entrando como una fiera—. Todo estaba perfecto hasta que llegaste de ofrecida, ¿ya estás contenta?
—Espero que no sea conmigo —dijo Anaira con hastío.
Ambas se levantaron con cansancio, sabiendo que aquello no resultaría nada bien viendo el semblante y expresión de su... invitada.
—No esperes mucho, porque sí es contigo, Anaira —replicó Penélope apretando los dientes—. ¿Cómo lo engatusaste, qué le quieres sacar? ¿Acaso quieres todo el dinero de los Fox? Porque llevártelo a la cama no es lo único que...
—A ver un momentico —le interrumpió con severidad, el fastidio se convirtió en rabia—, antes de llegar a gritar como loca de mercado, primero cálmate y explica que demonios quieres, no te estoy entendiendo ni mierda.
—¿Ahora no sabes? —objetó con sarcasmo—. Esa cara de mosca muerta solo te la cree ese idiota, yo no, así que deja de actuar.
—Señorita Penélope —intervino Alice—, le recuerdo que está dentro de una compañía en horario laboral y...
—Cállate que nadie ha pedido tu opinión, el problema es con la payasa, no con el resto del circo.
—A mí me respetas, hija de...
Con un suave agarrón de manos, Anaira evitó que Alice se fuera contra Penélope, reteniéndola para evitar más desastre. Bien merecido se lo tendría, pero no permitiría que su amiga se rebajara a tal nivel.
—Alice, déjame esto a mí, ¿sí? —sugirió con más calma, retomando su atención en la otra—. Sea lo que sea que hay entre tú y Derek, no es mi problema ni tiene que ver conmigo. Tú misma quisiste meterte en ese disparate, ahora arréglalo y deja de culpar a otros por eso.
—Casi me convences, hasta parece que de verdad no sabes de que hablo —se cruzó de brazos y soltó una risotada sarcástica.
—Al grano, mamita, no leo entre líneas —exigió harta.
—Por tu maldita culpa Derek terminó con nosotras, me vale mierda lo que haga con las demás, pero no conmigo y todo porque se enamoró de ti —confesó con rabia creciente—. Esa basura no me la creo, ¿con qué lo estas chantajeando?
La incredulidad cubrió sus rostros, tanto Alice como Anaira no terminaban de creer aquello que escucharon. Sin embargo, por la misma expresión y la mirada asesina de Penélope, sabían que no estaba mintiendo.
—¡No inventes! —exclamaron al unísono y estallaron en risas.
—¡Dios, esto no es posible! —expresó Alice entre risas.
—¿Por qué rayos te ríes? Acaso...
—Mira, niña —le interrumpió Anaira más calmada, pero sin dejar de sonreír con suficiencia—, quisiera decir que siento que haya pasado eso, pero mentiría, aun así, créeme que no tenía ni idea de eso. Sabía que las citó para algo, pero no para que exactamente. Y... bueno, culpa mía no es.
—Aunque seas la razón —murmuró Alice.
—Ya eso es otra cosa —le contestó y volvieron a reír.
—Y te burlas... eres una zorra...
Trató de hacer lo mismo que Alice, lanzarse a los golpes contra Anaira con tanta rabia que, si no es por la fuerza de sus brazos, tal vez no hubiese podido detenerla. Para todos fue una sorpresa su llegada, nadie lo esperaba ni mucho menos verlo llegar con tanta seriedad y el equipo de seguridad tras él.
—¿Qué crees que haces, Penélope? —replicó con voz profunda, alejándola de Anaira.
—No puedes hacer esto, Derek, ella no merece...
—No es quien merezca nada —le interrumpió con autoridad—, entiéndelo de una vez, es mi decisión y ustedes no van a cambiarla por más que lo intenten.
—No puedes....
—Ya lo hice —afirmó—. ¡Seguridad! De ahora en adelante no podrás entrar a la empresa a menos que sea obligatorio, te quiero lejos de Anaira y de mí.
—Te va costar caro, a los dos.
Con esa amenaza, se marchó de la sala guiada por aquellos dos hombres de seguridad, replicando por todo el camino en voz baja. Derek se asomó, verificando que no regresara y solo así pudo suspirar de alivio. Con preocupación, se acercó hasta Anaira tomando con ambas manos su rostro.
—¿Estás bien, no te hizo nada? —preguntó casi entre susurros, muy cerca de su rostro.
—Todo bien, solo... —titubeó, sintiendo ese calor subirse por su cuerpo hasta sonrojar su rostro— se puso a gritar como loca y eso, nada del otro mundo.
—Este... —carraspeó Alice muy divertida— a mí también me gritó e insultó, ¿sabe?
—Siento que hayan pasado por eso —expresó, alejándose de ella a regañadientes—, pero no volverá a pasar, ninguna tendrá acceso a la empresa, no se preocupen.
—Ya era hora —suspiraron ambas al mismo tiempo.
Sin importarle la presencia de Alice, Derek solo se deja llevar por las enormes ganas de sentir su aroma, limitándose a solo un suave beso en la mejilla.
Largo y embriagante, sintiendo la suavidad de sus labios en su piel, Anaira retuvo la respiración tratando, a duras penas, controlar todo el meollo que provocaba en su interior. Mientras una muy divertida Alice se burlaba de la escena, deseando poder tomar evidencia de ello, sin atreverse a tanto.
—Puedes volver a tu puesto cuando quieras, te espero —susurró a su oído.
—Claro, solo un rato —titubeó, terminando en un carraspeo.
—Ok, hasta pronto Alice —expresó, notando su mal disimulada sonrisa.
—Hasta pronto, señor —contestó ella.
Solo espero un par de minutos, hasta dejar de escuchar sus fuertes pisada por el pasillo, solo eso bastó para que, con una gran exclamación en su rostro, Alice estallara en carcajadas. Anaira por su parte, se sentía un poco avergonzada por aquello, más por tener espectadores que por el suceso en sí. Eso, más que avergonzarle, le dejó una semillita de ansias dentro suyo.
—Lo tienes comiendo de tu mano —comentó Alice con diversión.
—¿Será? —dudó, pero se sentía esperanzada.
—Y te tiene babeando —continuó con más risas.
—Cierra el hocico.
Y mientras eso pasaba, fuera de la empresa ya había tres hermosas mujeres deseadas por muchos con expresiones de rabia, Penélope y Tamara estaban indignadas por todo lo ocurrido. Pero Cristal, algo confundida aún, no terminaba de entender que sucedió.
—Tenía que ser el perro de Derek —bufó—, yo sí me porté bien.
La jornada terminó con extraña tranquilidad, siendo Derek quien la llevara a casa ese día para evitar inconvenientes si alguien no deseado seguía por los alrededores. Después de ese espectáculo, ninguno de los dos se fiaba de ellas ni mucho menos bajaban la guardia.
—¿Vas a la reunión de Noa? —indagó Derek con curiosidad.
—Sí, solo como algo y me alisto, aun es temprano —contestó distraída.
—Perfecto, entonces nos vemos allá.
—Claro, nos...
Fue interrumpida, una vez más le había besado en la mejilla largo y tendido, solo que esta vez no había espectadores que pudieran, salvo María José. Esta, muy risueña y burlona, se asomaba con descaro por la ventana dañando su momento.
—Nos vemos allá —terminó Anaira, recobrando la compostura.
En medio de regaños, un sinfín de preguntas y más reclamos, Anaira cenó y esperó el momento para empezar a alistarse. Matthew llegó en contados minutos, por desgracia a él le tocaba seguir tomando el servicio público de ida y vuelta. Y entre quejas, exigía tener un poco de esa misma suerte, algún pretendiente millonario con carro que le sirviera de chofer.
Entre risas, Anaira y María José solo lo observaban y escuchaban su indignado discurso. Sin embargo, el teléfono resuena en señal de mensaje seguido de la alarma para alistarse.
(L) ¿Lista, preciosa? Estoy cerca de tu casa, ¿los recojo para ir a la reunión?
Un mensaje de Luis salva la noche, siendo el indignado de Matthew el primero en celebrar.
—Porque claro, al desparchado de Matt ni las moscas se le pegan —se quejó.
—No estaría tan segura, pero bue... —se burló Anaira— Tenemos poco tiempo para alistarnos.
Media hora después ya estaban embarcados en el auto de Luis, y después de unos veinte minutos de viaje entre risas y bromas, llegaron a la discoteca en la que acordaron celebrar el primer triunfo del más innovador proyecto de Fox Technology. Además de eso, del gran progreso que su vida ha tenido en un mes. Todos habían sido invitados, incluso Luis pese a los reclamos de Derek.
Sin embargo, aunque en apariencia estaba todo bien, Anaira sabía que algo había sucedido con Luis después de su conversación con Derek. Lo notaba en sus ojos, estaba afligido y veía que trataba de ocultar muy dentro de él, pero no le funcionaba. Aun así, no pudo sacarle ninguna información más que un:
—Estoy bien, no te preocupes, cariño.
Entraron y sintieron de lleno en sus rostros el fresco aire de la discoteca, la elegancia y exquisitez de la decoración los sorprendió. No era cualquier establecimiento, era de clase y estilo, muy al estilo VIP. Y dentro, ya se encontraban muchos de sus compañeros y el mismo anfitrión de la fiesta.
—Bienvenidos a esta fiesta, pónganse cómodos y disfruten, va por cuenta de la casa —anunció Noa.
Estaba Alice, conversando muy jocosamente con Luis al solo verlo llegar; Matthew buscó de inmediato a Camilo, quien se encontraba en la barra en solitario y algo cabizbajo. Sin embargo, no aparecía quien esperaba ver.
—¿Tan bonita y solita? —indagó burlón a su espalda.
—Ya me extrañaba no verte molestando, casi me emociono, ¿sabes? —se burló de vuelta.
Se giró y se cruzó de brazos, mirando con el ceño fruncido al apuesto hombre que tenía en frente. Por primera vez lo veía vestido de forma casual, pero al tiempo sin perder la elegancia de su porte.
—Pues yo sí te extrañé, ¿sabes? —Derek se acercó rodeando su cintura con sus brazos, dando un delicado beso en su frente.
—No hagas eso —exigió separándose de él—, estamos rodeados de tus empleados, respeta las políticas.
—Bien, hagamos esto —la tomó de la mano y buscó centrar sus ojos en los de él—. Sé que no empezamos muy bien, acepto la culpa, y aunque trato por todos los medios en mejorar eso, siempre hay uno que otro pequeño roce.
—Porque eres insoportable —sugirió con diversión.
Era cierto, él lo sabía y ella quería que lo aceptara. Una prueba más a su paciencia, pero se trataba más para divertirse un rato ya que, muy a su beneficio, había superado muchas de las pruebas de carácter. Ya no le gritaba, no estallaba con cualquier cosa y se contenía en sus discusiones. Aunque siga sin recordarla de ese tiempo, todo estaba mejorando y veía incensario revivir esos momentos. ¿Para qué? Mejor crear nuevos recuerdos.
—Sí, lo soy, un poquito —sonrió—. Pero esta noche, al igual que la vez pasada, espero no ser tu jefecito. Además, siendo el vicepresidente de la empresa, puedo mandar a volar esas estúpidas políticas.
—¿De verdad harías eso? No te creo capaz —le retó con una leve sonrisa.
—Por ti lo que sea, de verdad quiero hacerlo —continuó, hablando muy cerca de su rostro—, quiero estar contigo, An, de todas las formas posible y por todo el tiempo que me reste de vida.
—En ese caso... —contestó, dejándose llevar por ese calor que la envolvía— Espero mantengas tu palabra, Derek.
—Desde luego, así que, ¿qué tal si empezamos de cero? —sugirió, besando sus nudillos sin apartar sus ojos de ella—. Soy Derek, un placer conocer a una señorita tan hermosa como tú.
No pudo aguantarlo más, estalló en sonoras carcajadas que opacó en su pecho. Se dejó llevar por un abrazo tan cálido como dulce, una sensación que no había experimentado antes. Una vez más, en sus adentros, solo rezaba para que esta vez sea tan real como él mismo se lo juraba con la emoción de sus ojos.
De momento nada ocurriría, estaban en una fiesta y solo se centrarían en eso. Buscaron una mesa, siendo llamados por sus amigos para acercarse a ellos. Todos estaba allí, incluso Noa, conversando muy fluido con Matthew y Camilo. Luis seguía un poco cabizbajo, y ella no se iría sin saber la verdadera razón.
—¿Qué tal todo por acá? —preguntó.
—Esperando que pongan algo bueno, porque me duermo —expresó con fingido aburrimiento.
—No es para tanto —se burló.
—Baila eso, te veo —le reprochó.
De fondo, un suave vallenato de los viejos que ella misma apodaría corta venas, sonaba en todo el local. Era cierto, si seguía así podría dormirse ahí mismo.
—Así estoy bien, gracias —se carcajeó.
—¿Si ves? —replicó, dirigiendo su mirada a Derek—. ¿Hiciste eso?
—Sí, resuelto, no están nada felices, pero era de esperarse —contestó con seriedad.
—¿De qué hablan?
—Sobre sacar la basura —ironizó Luis, ofreciéndole su mano para bailar al escuchar una nueva melodía, esperando escapar de una nueva discusión con Derek—. ¿Me concedes esta pieza?
—Procura no pisarme, ¿sí? —aceptó.
—Con esa estatura, es complicado —bromeó entre risas.
—Retráctate —exigió entre risas, reclamándole en todo el camino hacia la pista de baile.
De fondo, un merengue bien movido y enérgico motivó a muchos a empezar la faena. Por un instante Anaira olvidó su aflicción, su preocupación por él, dado que en ese justo momento lo veía tan sonriente y bromista que no parecía la misma persona. De todas formas, mantendría las alertas encendidas.
A medida que la noche avanzaba, cada quien iba formando sus grupos predilectos. Matthew, por suerte para él, esa noche no se despegó de Camilo, bebieron y disfrutaron sin disimulo entre evidentes coqueteos. Por otra parte, los tres desparchados se reunieron para conversar entre ellos. Porque Claro, Noa estaba casado y Alice no era capaz de dejarlo solo en medio de la fiesta. Sin embargo, Luis decidió por cuenta propia alejarse para darle su espacio y unirse a ellos dos. Uno que, muy a gusto, estaba pasando con Derek.
Por primera vez hablaron de ellos, aprovechando esa pizca de sinceridad que había surgido, ya sea por el alcohol o por sus evidentes cambios. Charlaron de sus gustos de lo que detestan más que cualquier cosa; conoció mucho de Derek, sus miedos y la tristeza que lo embargaba. Por fin, y después de todo ese tiempo, entendió por qué esa necesidad de buscar atención en cuanta mujer podía. Sus padres, el mismísimo Daniel que tanto la protegía, había sido una persona muy cruel y desentendida de sus propios hijos. Derek buscaba lo que no había tenido de ellos en su infancia, solo Noa fue quien estuvo con él y cuido hasta que pudo valerse por sí mismo. De ahí que solo sea a él a quien escuche, porque se lo debía.
—Pero no nos lamentemos, estamos en una fiesta, pasado pisado, ¿no? —concluyó—. ¿Qué tal si mejor bailamos?
—Bien, jefecito —se burló.
Una vez más en la pista de baile, los roces cuerpo a cuerpo no estuvieron de más. Derek aprovechaba cada mínima oportunidad para enterrar su rostro en su cuello, aspiraba su olor y dejaba salir su cálido aliento haciéndola estremecer. Anaira no podía evitarlo, y ya no se quejaba por ello.
Después de dos canciones más, mucha bebida y algunos pasabocas después, el descontrol llegó a la fiesta. La media noche se apoderó de ellos, y la música empezó a variar. Junto a Matthew, cantaron a todo pulmón un reggaetón de los viejos, uno de sus clásicos favoritos.
—Hoy pienso en el momento en que te conocí, me di cuenta que perdí todo sin ti —canturreaba Anaira—. La vida me enseño que pa' amarte nací, más no aprendí a olvidarte y como hacer sin ti.
—Lo tengo todo más de lo que yo soñé, más siento que sin ti perdí, que fracasé —continuó Mathew—, saqué la puntuación más alta en el amor, pero de nada vale.
Empezaron a bailar muy a lo loco, siendo seguidos por todos los demás mientras Derek solo la observaba con esa cara de idiota que últimamente tenía, pero eso le encantaba a ella, ser por completo el centro de su atención. Luego, muy emocionados por las vibras, Matthew y Anaira se juntaron para bailar una canción más, una que para ellos no podía pasar desapercibida por lo que representaba. Aunque sea una broma, era su canción predilecta.
—Amiga déjame decirte todo lo que siento, que ya no puedo más vivir con este amor secreto, amiga muero sin tener el beso de tu boca —cantaba Matthew a Anaira mientras ella reía y le seguía el paso—, soñando el roce de tu piel amor.
Con diversión, Anaira vio el cambio en la expresión de Derek. No por el baile, no por la cercanía con Matthew, sino por la letra de la canción y la extraña similitud con su relación. Pero no quiso evitarlo, el divertido reproche en su gesto le pareció de lo más adorable, tanto que abusó de él.
—Y esta es para ti, jefecito de mi alma —expresó Anaira—, ustedes me siguen.
Espero un interludio de la canción, es espacio sin letra en la que poder cantar libremente sin confundir la letra.
—¡Vamos a bailar! —canturreó Anaira mirándolo con diversión.
—Vamos a bailar —repitió Matthew y Camilo.
—El mono de alambre —continuó Anaira, notando la mirada escrutadora de Derek sobre ella.
—El mono de alambre —volvieron a repetir.
—Que el Derek insoportable se vaya a chingar a su madre —exclamó y estallaron todo en risas—. Sin ofender a Noa, claro, eres buena gente.
—¡Que creatividad! —le reclamó, pero sonreía—. Me alegra que te diviertas a costa mía.
—Se hace lo que se puede, jefecito de mi alma.
Después de eso, por más que tratara de no reírse, Derek lo hacía casi imposible. Con los efectos del alcohol, se había convertido en un borracho bromista. Bailaba bien, podía caminar todavía, pero se reía cada dos por tres. Se acercaba cada vez más a ella y la besaba en las mejillas sin disimulo alguno, acercándose muy peligrosamente a la comisura de sus labios.
—No sabes cuanto me muero por besarte, pero en esa linda boquita que solo usas para reprocharme —dijo a su oído—. Te confieso algo, muchas de aquellas veces solo lo hice para verte enojada, eres tan tierna y me gusta que me regañes.
—Me salió masoquista, el niño —se burló—. ¡Quién te viera!
—Pero solo contigo, nadie más —hipó.
—¡Ay, no! Cero alcohol para ti, por favor, toma agua.
Y eso ya le empezaba a preocupar. Trató, muchas veces lo intentó, pero no logró evitar que bebiera hasta colársele al cerebro. Derek estaba ebrio y casi no podía con su vida. Sin embargo, y al momento de buscar una voz de auxilio o algún conocido, solo estaba uno de sus compañeros de Marketing cerca. Los demás, como por arte de magia, se habían perdido.
Con su ayuda, logró meter a Derek en un taxi que los llevara a su casa. En su billetera encontró lo necesario, la dirección y algo de efectivo para pagarle al conductor. Con ayuda de uno de los guardias de seguridad del edificio, logró meterlo hasta su apartamento. Era demasiado pesado para moverlo por sí misma.
—Dios, ¿en qué momento bebiste tanto? —le reprochó—. Esto te saldrá caro, Derek, no soy niñera de borrachos por gusto.
—An, dime algo —balbuceo aun riendo, muy cerca de ella y sentados en el sofá de la sala—. ¿Besarte es con B o contigo?
—Con b de borracho fastidioso, mejor te doy un café —dijo y trató de levantarse, pero un suave agarrón en su mano y un abrazo la detuvieron, sentándola en su regazo—. ¿Qué haces, Derek?
—Lo de besarte es en serio, quiero hacerlo, ¿me dejarías? —suplicó, dando un suave rose de sus labios sobre su mejilla.
—¿Me estas pidiendo permiso? —se sorprendió—. Lo has intentado tres veces sin preguntar, ¿sabes?
—¿O sea que puedo? —insistió emocionado como un niño.
—Cuando quieres eres una dulzura —murmuró siguiéndole la corriente y dejando un beso en su mejilla—. ¡Ven!
Lo llevó trastabillando a su habitación, le quitó el calzado y la chaqueta. Incluso, con toda la calma que pudo, le quitó la camisa dejando su marcado torso descubierto. No pudo evitar acariciarlo, escuchando suaves jadeos de su boca y un gruñido de excitación.
Por ello, trató de controlarse y solo hacer lo que tenía planeado, sin desviarse. Una vez más lo levantó, entrando con él al baño, lo dejó sobre la pared de la ducha y abrió la llave en agua fría. Después de su inesperada conversación, se enteró que no había nada que odiara más que el agua fría, pero también sabía que con ella se le quitaría un poco lo borracho, que era lo importante en el momento.
—Disfrutas haciendo esto, ¿no? —replicó entre temblores.
—Sí, es el precio a pagar, eres muy pesado, ¿sabes? —contestó con suficiencia.
—Bien, paguemos juntos.
La tomó por la cintura abrazándola, mojándola hasta empaparla y pegarla todo lo que podía a su cuerpo. Con rapidez, Anaira cerró la llave y se quedó allí, castañeando los dientes mientras el calor compartido va de un cuerpo a otro.
—Eso no fue divertido, animal...
No pudo seguir hablando, la mirada de Derek era tan intensa y demandante que solo dejó sucediera lo inevitable, lo que ella misma quería que sucediera. Tomó con delicadeza su rostro y la besó, lento y dulce, tan cálido y tierno como nunca había sido. Sus labios, tan suaves y carnosos, electrizaban con su sabor todo su cuerpo. El movimiento de su lengua explorándola, degustándola como el más exquisito manjar que había probado, fue delirante. Opacó sus propios jadeos con los de él, en una sinfonía de perfecto placer y sensaciones arrolladoras. La cargó sobre su cadera, abrazándola cada vez más fuerte mientras ella se aferraba a su cuello.
—Agárrame fuerte y no me sueltes —susurró con voz grave a su oído—, nunca me sueltes, por favor.
La llevó de nuevo a su cuarto, donde la recostó sobre la cama sin importar estar por completo mojados. Lo único que les interesaba en ese momento era seguir tan delicioso beso, explorando el sabor y suavidad del otro con cada rose de sus cuerpos. Mientras más intenso se ponía la batalla en sus bocas, las suaves caricias en su piel los calentaba.
Sintió como Derek recorría su pierna descubierta, subiendo hasta apretar su mulso y dejándola con ansias de más caricias. Se deleitó con el destello de emociones que su tacto en el cuello envió por todo su cuerpo, sin evitar gemir a su oído. La mordía y lamia, como nunca antes lo habían hecho.
Giró sobre su cuerpo, dejándola a ella sobre él en completa sumisión, dándole a entender que era ella quien tenía el control de su vida ahora. Esperaba no se arrepintiera de eso, solo quería que no fuese por efectos del alcohol en su sistema. Y siguió besándola, hasta enrojecer sus labios, sin lograr saciar sus ansias porque solo iban en aumento.
—Te amo —susurró entre jadeos—, te amo más de lo que pensé amar a nadie, An.
Derek lo había logrado, se había calado hasta lo más profundo de su corazón, pero así mismo él había caído en su propio juego.
Ambos decidieron jugar con fuego, ahora deben luchar con las ardientes llamas.
La tolerancia se acabó, su fingida indiferencia se fue corriendo y que quedó...
Una segunda Tamara ¡Ja!
Que gustos raros los del Derek
En fin...
Un capítulo picante de verdad.
Y no, no le crean al Mano con sus ships todo raros y nada canon
En fin X2
Como va todo hasta aquí, mis pulguitas?
Los leo
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