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22

—La arrastrada y sus perros guardianes, ¿se te acabó la protección de tu jefecito? —pregonó Tamara con altanería.

—Te mandaría al infierno, pero el diablo no tiene la culpa, ¿sabes? —contestó Anaira con calma sin siquiera mirarla.

Tamara había llegado para lo único que sabía hacer, fastidiar la existencia de Anaira y los que estuviesen a su alrededor. Menos Derek, claro, con él se le iba la actuación en ser la víctima del espectáculo. Sin embargo, hasta ese momento ninguno de sus intentos le había funcionado, él no duda en quien era la mala la película, mucho menos si Anaira usaba una de sus caritas tiernas para convencerlo.

—¡Mosca muerta!

—Me surge una duda, Tamara —dijo Anaira ignorando su prepotencia—, si se supone que tienes un increíble trabajo más importante que el de una simple asistonta como yo, ¿qué tanto haces perdiendo tu tiempo conmigo? ¿No tienes nada de servicio que hacer muy lejos de aquí?

Los cuchicheos se escucharon por toda la sala, encolerizándola aún más. Por ello, el ambiente empezó a poner un tanto pesado, como si se dividiera en dos bandos. Por un lado, estaban los amigos de Anaira, todos burlándose de las expresiones de Tamara al no conseguir los resultados que esperaba; y por el otro, era aún más extraño. Penélope seguía siendo indiferente en apariencia, pero seguía observándola con desprecio e incluso llegó hacer algunos cometarios hacia Anaira. Y Cristal, ella solo era una espectadora burlona, no apoyaba a nadie en específico pese a las quejas de Tamara.

—Eso no te incumbe, puedo y hago lo que me da la gana —expresó con rabia, cruzándose de brazos y abultando de más sus pechos.

—¡Eso se nota! —se burló Anaira y con ello más risas.

—No sé cómo es que le gustas a Derek, siendo tan ordinaria y vulgar —añadió Tamara observándola de pies a cabeza con asco.

—No ando por la vida insultando gente, así que la vulgar no soy yo —refutó con inocencia e indiferencia.

—Sin clase, sin estilo, sin nada atractivo, solo una gata callejera —continuó.

—¡Ja! Ahora soy una gata rompe hogares, que cruel de mi parte —teatralizó con gracia.

Desde que empezaron los conflictos, trataban de no aportar leña al fuego a menos que sea estrictamente necesario. Darle cuerda a Tamara para discutir era de los peores errores, más si estaban en medio de su jornada laboral, así que optaban por ignorarla pese a resultar peor. Sin embargo, Anaira no podía quedarse callada cuando era hacia ella que dirigía todos sus insultos.

—Mira niña, si sabes lo que te conviene es mejor que te alejes de Derek —exigió Tamara alterada—, solo te aprovechas de su situación para llevártelo a la...

—Cuidado con lo que insinúas, Tamara, si no tienes pruebas de nada solo es difamación —intervino Luis amenazante.

—Tú no te metas, deberías estar de mi lado —le reprochó—, ¿no estabas interesado en la pulgosa esta? Te estoy haciendo un favor, alejándola de mi Derek.

—Pulgosas tus nalgas, en primer lugar, y segundo, no te metas con él ni con nadie más si no sabes la situación real —expresó Anaira esta vez enojada—. ¿Ahora me vas a decir que estas preocupada por Derek?, creí que era solo por su dinero o los favorcitos especiales.

—Repito, no te incumbe —reiteró, recobrando un poco de su porte elegante y seductor—. Pero sabes, ahora que lo dices, sí me preocupo por él porque a diferencia de ti, voy más en serio que tú y las demás. Son solo un juego de niños, en cambio, seré la futura señora Fox. Que te quede claro.

—Dios, ¿en serio ves eso como un logro de vida? —exclamó con fingido terror—. Me preocupas de verdad.

—Ridícula...

—¿Y ustedes se dejan tratar así? —le interrumpió hablando a las demás tras ella—. ¿No se supone que son amigas o algo? Barbara la cosa contigo.

Penélope solo puso los ojos en blanco, pero notó cierta rabia en su expresión al escuchar las palabras de su supuesta amiga. Era casi imposible analizarla, a veces parecía tener interés, pero luego regresaba su expresión de indiferencia y todo se perdía. ¿Cuál era la verdadera razón para estar en esa situación?

—No te soporto, en serio —se quejó—. Cuando sea su esposa me haré cargo personalmente de tu despido, así que ve preparando tus porquerías, niña, no duraras mucho aquí.

—¿Sí sabes que, casándote con Derek si es que pasa, seguirás siendo solo una de tantas? —insinuó con indiferencia.

—¿Y crees que me importa? —se burló con sarcasmo—. No le puedo pedir fidelidad a alguien que lleva en la sangre ser mujeriego, solo quiero lo que puede darme. Posición, clase, apellido y riquezas, pero no sabes lo que es eso porque no puedes ver más allá de tus narices.

Con aquello Anaira no pudo sino reírse largo y tendido, mientras que los demás miraban la escena y tras ella con cierta mezcla de diversión y pena ajena.

—Que conste que no son cuentos míos ni me lo estoy inventando, tú mismo lo acabas de escuchar palabra a palabra —se mofó Anaira entre risas—, solo para aclarar.

—¿Con quién...?

—Sí, lo venía sospechando, pero ya está claro como el agua —le interrumpió con un deje de diversión en su voz.

Detrás de ellas, apoyado sobre la pared de la entrada tan casual y sonriente, se encontraba Derek escuchando cada una de las palabras que ambas decían. Con un sobresalto, Tamara se giró espantada al verse expuesta ante él. Sin embargo, más fue su rabia al notar que su atención y esa misma sonrisa seguía fija en la misma persona, Anaira. Al mismo tiempo, Luis se mostraba disgustado ante el cambio de rumbo que tomó aquello.

—Derek, cariño, menos mal llegas —actuó Tamara recobrando el juicio, lanzándose a los brazos de Derek—. Esta arpía como siempre tratándome como se le da la gana, es tan injusto.

—Malévolo cucarachón se nos puso sentimental —se burló Anaira al ver el espectáculo.

—Hija de...

—A ver, Tamara —le interrumpió Derek con seriedad, alejándola de su cuerpo—, ya lo he dicho muchas veces, déjala en paz. Si vas a venir a la empresa, que sea solo a trabajar y deja que los demás hagan lo mismo, ¿quieres? No quiero tener que volver a repetirlo.

—Pero...

—Y si ya no tienes más nada que hacer aquí, adiós —concluyó, abriendo espacio para que las tres salieran.

—¡Esto te va pesar! —expresó mirando con desprecio a Anaira.

A regañadientes y con la ira explotando en su rostro, se fue contoneando exageradamente sus caderas mientras por el pasillo solo se escuchaban sus tacones. Detrás de ella, Penélope vagaba como un fantasma y Cristal se hacía la tonta. Sin embargo, Derek le reiteró con solo una mirada que era con ella también. Con un puchero, se despidió de los presentes siendo en extremo coqueta con Matthew.

—Nos vemos luego, guapo —le dio un muy candente beso en los labios.

—Con gusto —contestó Matthew guiñándole el ojo.

—Yo también tengo algunos pendientes, nos vemos después, An —se despidió Camilo un poco apresurado.

—Claro, hasta luego —contestó Anaira con cierto pesar.

Cada vez era más notable, aunque por un momento solo creyó estar divagando más de la cuenta, pero como dice el dicho: «ojo de loca no se equivoca», y esa loca estaba casi segura que algo sucedía allí.

—Diría que es un milagro verte por acá, Luis, pero sabemos que no es así —reprochó Derek con cierta calma—. ¿A que debemos esta visita en particular?

—Siempre vengo por trabajo, o, ¿se te olvida que soy inversionista en tu preciado proyecto? —reiteró con tedio—. Aunque si te soy sincero, a veces vengo a visitar.

—No se permiten visitas, ¿sabes? Y la reunión está bastante lejos de ser pronto, así que ya sabes que hacer —anunció señalando la puerta.

—Soy libre de hacer lo que quiera así que no puedes darme ordenes, no soy tu empleado.

—¡Dios, que karma estoy pagando! —exclamó Anaira con un largo y pesado suspiro mirando al cielo como en un suplica—. Saben que, par de niñitos, ustedes sigan en lo suyo que yo me largo a trabajar.

Empezó a caminar a la salida sin prestarle atención a nadie, salvo claro a las risillas mal disimuladas de un Matthew en aparente estado de concentración. De todos fue el único en quedarse, ya saben para que fue.

—Espera, An —dijo Luis tomándola de la mano—, lo siento, hay cosas que aún no cambian.

—Eres un bebé —se burló—, pero igual debo seguir trabajando, de lo contrario no puedo exigir bonos extra.

—Está bien, nos vemos al rato, preciosa —se despidió con un suave beso en la mejilla.

—Idiota —murmuró Derek.

—Te escuché, imbécil —respondió mirándolo con un brillo de amenaza en sus ojos.

—Me alegro, ya largo —exigió con fastidio.

Con un gruñido de fastidio, Luis salió de la sala no sin antes girar sobre sus talones y enviar al aire un dulce beso para Anaira. Solo por eso y por contestarle con una radiante sonrisa, Derek la miró con reclamo mientras se cruzaba de brazos y ladeaba la cabeza. Toda una ternura, para seguir riéndose por horas.

Ignorándolo, Anaira salió de la sala rumbo a su lugar de trabajo, esperando él entendiese el mensaje y solo la siguiera. Cualquier reclamo que quiera hacer, incluso si es injustificado e infantil, es mejor en la privacidad de su oficina y no con el chismoso mayor cerca. Y estando allí, apoyada sobre su escritorio, fue su turno de mirarlo con reproche.

—Derek, ¿sabes el significado de la palabra compórtate? —replicó Anaira ignorando su berrinche.

—Te estaba coqueteando en mis narices, no iba a quedarme de brazos cruzados —se defendió con el ceño fruncido.

—Porque tú nunca lo hiciste, ¿verdad? —ironizó entre risas viendo cómo se quedaba sin palabras— ¿Si ves? Niñito berrinchudo.

—Por favor, a estas alturas ya debería rendirse si no quiere terminar lastimado y se lo he dicho —explicó con seriedad.

—¿A las buenas o a tú manera? —replicó.

—¿Cómo que a mi manera?

A los gritos, por ejemplo —dijo, y se mofó libremente de la indignación en su rostro—. Además, créeme que tú menos que nadie puede ponerse en esas, ¿o acaso tenemos alguna relación que te dé derecho a celarme así? No y no sucederá.

Zanjó el tema esperando que hasta allí llegara la conversación, acomodándose en su asiento y preparándose para seguir trabajando. Sin embargo, él seguía allí con la intención de seguir. Lo observó una vez más y suspira con pesadez.

—¿Qué debo hacer para que puedas creerme o intentarlo, por lo menos? —suplicó Derek.

—¿Quieres que te crea?

—Sí —aseguró.

—Entonces ve acostumbrándote a la abstinencia —sugirió con firmeza, sabiendo que no aceptaría.

—¿Qué? —exclamó.

El estupor reflejado en su rostro fue como un poema para Anaira, pero muy en el fondo pudo sentirlo como una puñalada en el pecho. ¿De verdad era tan difícil para él hacerlo? Era consciente de eso, así que no le quedaba más que simplemente olvidarlo y seguir su vida.

—Así como escuchas, si de verdad quieres que confíe en ti debes tener en cuenta que me gusta algo llamado fidelidad —debía ser severa en sus palabras, y firme en su posición cuando con él hablaba—. Puedes ponerlo en práctica desde antes porque para tu desgracia no soy como Tamara, no abro las piernas con tanta facilidad.

—Eso ya lo sé, y me gusta que no seas como ellas, pero... —dudó, y eso le bastó a Anaira.

—Tranqui, bombón —le interrumpió—, no tienes que hacer tal cosa.

—¿En serio? —exclamó con rareza.

—Claro, demasiado esfuerzo para un tonto juego, ¿no crees? —reiteró, como en muchas de sus conversaciones anteriores—. Es innecesario así que olvídalo, ya deja eso así.

Casi con desespero en su rostro, Derek suspira y pasa sus manos por su cabello, despeinándose sin eliminar esa aura sexy que siempre lo rodeaba. Pero en ese momento, cansada de la misma historia, decidió ignorarlo y centrar su mirada en el computador frente a ella y no en la profundidad de sus ojos.

—¡Dios, An! —suspiró abatido—. No es un juego, ya no, de verdad quiero que me creas.

—Derek por favor, seamos sinceros —argumentó—, un mujeriego como tú no se convierte en hombre fiel de la noche a la mañana, tendrías que hacer magia para que crea eso —algo de culpa atravesó su corazón cuando vio el dolor en sus ojos, pero debía ser inflexible si quería evitar más que eso—. Entiéndelo, no eres de una sola mujer y no soy de estar compartiendo lo que se supone es mío.

—Ok, entiendo —dijo, para luego agregar con convicción—. Si es lo que quieres, lo haré.

—No es gracioso, Derek —le reprochó con molestia—. No te creo.

—¿Quieres apostar? —insistió con firmeza—. Puedo ser capaz de dejar de ser el sinvergüenza que tanto me reprochas, si eso me da la oportunidad que busco, entonces lo haré a como dé lugar. ¿Qué dices?

Casi un mes de trabajar con Derek, de soportarlo y analizarlo con cierto detenimiento, pero nada de eso la preparó para la gran convicción que se reflejó tanto en sus palabras como en sus ojos. Y sin evitarlo, un poco de ilusión creció en su interior, solo esperando no arrepentirse de eso.

—¿Ahora dejarás vicio de las mujeres por el de las apuestas? —bromeó.

—Solo si apuesto contigo —sugirió coqueto, acercándose cada vez más a ella.

—¿De casualidad no me habrás apostado a mí? —advirtió con fingido reproche, pero sin dejar de sonreír—. Te creo capaz, muy capaz.

—An, mi amor —susurró, contemplando y acariciando sus mejillas con dulzura—, no eres un objeto que puede apostar y ganar, aunque miedo sí me da el perderte, ¿sabes? Eso sí, quien logre ganarse tu corazón tendrá un muy valioso trofeo, pero eres más que eso. Aunque espero ser yo el afortunado.

—¡Vaya! —exclamo conmovida y sorprendida a partes iguales—. Te salió bonito el piropo.

—¿Quieres otro? —expresó con cierta emoción.

—Resérvalo por favor —se burló.

—Si fuera joyero te regalaría una joya —recitó con solemnidad—, pero como soy pollero te regalo...

—¡Derek! —le interrumpió espantada.

Patatas fritas, porque sé que te encantan —terminó con una amplia y brillante sonrisa burlona—. ¿Qué pensaste qué diría?

—Eres un grandísimo idiota —estalló en risas—. ¡Suficiente, no me obligues a tomar las riendas y obligarte a trabajar! Sé un adulto responsable, ¿quieres?

En conjunto y guiados por la misma Anaira, pulieron su presentación arreglando los posibles errores y prediciendo dudas al respecto. Faltaba poco para darlo por terminado, solo unos cuantos detalles y aún tenían tiempo para estudiarlo con más detenimiento. Si querían tener éxito, debía ser mejor que perfecto. Todavía no sabía sobre las advertencias que había sobre Derek, pero notando la preocupación de los últimos días podía asegurar que era más que serio.

La hora del almuerzo llegó con cansancio, y como era de esperarse, Derek volvió a reunirse con sus abogados para dar por terminado aquel asunto. Un completo misterio para ella, pero con esperanzas de verlo culminado. Y por ello, Luis aprovechó para volver a unirse. Como dice el dicho, «cuando el gato no está, los ratones hacen fiesta» y él no iba a perder esa oportunidad.

De todas formas, no era la primera ni la última vez que sucedería. Con sus visitas constantes, se estaba haciendo cada vez más cercano a muchos de ellos, ya era un amigo más del grupo casi igual de chismoso. Sin embargo, incluso él notaba ciertos detalles que para ella también se hacían cada vez más obvios.

¿Qué estaba sucediendo realmente con Camilo?

Por más que sabía merecer todo lo que le sucedía, ya estaba más que harto de hacer aquello casi todos los días. Por más que se disculpara y se tragara su orgullo en el proceso, por más que quisiera compensarle todo lo que le hizo pasar, ella seguía queriendo una única cosa: anillo en mano. Y eso sí jamás, no con ella. Patricia podía ser inteligente, hermosa y una buena chica, pero estaba rayando en la obsesión y no era sano para nadie. Debía aceptarlo, ella no estaba dispuesta a negociar. No había más que hacer.

—Lo siento, intenté hacer por las buenas porque sé que te traté mal, pero me obligas a esto —le había dicho en su última reunión—, de ahora en adelante te entiendes con mis abogados. No estoy para perder más tiempo, y tú tampoco quieres colaborar.

Regresó después de almuerzo esperando poder relajarse un poco antes de la presentación, debía resultar perfecto sino quería caer al vacío. Ver a Anaira, conversar y bromear un rato con ella sería medicinal, últimamente le funcionaba de maravilla.

Pasando por la sala de trabajo común, sus melodiosas risas atrajeron su atención. Allí estaba conversando con Camilo, riendo a carcajadas.

—¿No me crees? Es lo más obvio del universo, cariñito —se quejó Camilo mientras él seguía solo observando con disimulo—. Si media empresa no se ha dado cuenta, son igual de ciegos que tú.

—Es lo más absurdo que has dicho en la vida, ¿sabes? —replicó ella entre risas—. Tan absurdo como ciertos celos que noto hacia otro alguien que es medio exasperante, ¿me equivoco?

—Pues no, y yo si soy lo suficientemente valiente para aceptarlo, no como otras —aseguró sin titubeos.

—¿De qué habla? —murmuró para sí mismo.

—Espera, ¿en serio? —exclamó anonadada—. Solo eran suposiciones mías, pero...

—Sí, es cierto —suspiró—. Pero no tiene ni inicio ni fin, es una pérdida de tiempo.

—Lo dudo, pero bueno, en ese caso me sirves como espía para marketing y sistemas, ¿qué tal? —bromeó.

—¿Me darás un aumento por eso? —la miró con sarcasmo.

—Si fuese la jefa sí —se burló.

—Pero serás la esposa del jefe, ¿no?

Incluso él, lejos donde estaba escuchando toda la absurda conversación se sobresaltó con ello. Pero a diferencia de otras ocasiones, por muy extraño que le parezca, el tema ya no le era tan delirante como antes. Incluso, si era Anaira la implicada, podía imaginárselo casi perfectamente. ¿Un vestido blanco y elegante, con encajes y todas esas cosas para resaltar más su belleza?

—Sería increíble —murmuró con ilusión.

—¿De qué rayos hablas? —le reprochó.

—Oh, vamos, con esa extraña forma de llevarse terminarán casados, ¿quieres apostar?

—Yo sí —susurró con emoción.

—Eso es un insulto para mí, te retiraré mis afectos —bufó indignada.

—Pero si yo... —decía Camilo, acercándose a ella para darle un abrazo demasiado afectuoso para su gusto.

Por ello, y porque ya no deseaba ser solo un espectador después de semejante sugerencia, decidió hacer acto de presencia.

—¿Qué bonitos se ven trabajando? —ironizó Derek.

—Yo mejor me voy —dijo Camilo, agregando en susurros—. ¡Suerte, bombón!

Camilo sale de la sala como si nasa, dándole una última sonrisa apenada a Derek y alejándose como alma que lleva el diablo mientras trata de evitar reírse a carcajadas. ¿Desde cuándo esas confianzas? ¿Se ablandó demasiado acaso?

—¿De verdad? —indaga con seriedad, pero ella lo observa con extrañeza—. ¿En serio crees que es un insulto ser mi esposa?

—Claro que no —contestó segura y él sonríe con suficiencia—, sería una pesadilla.

Sabía que era broma, pero no podía evitar mirarla con reproche ante aquellas palabras. ¿Estaba jugando con sus ilusiones acaso?

—¡Auch!

—Y hablando de pesadillas —continuó—, Tamara no se ha cansado de llamar diciendo que es urgente que hable contigo, algo relacionado a hacer bebes.

—¿Podrías...?

—Mándala a volar o lo hago yo, y no será bonito —exigió, dejándolo solo en aquella sala.

Anaira lo había dicho por la rabia del momento, pero Derek sabía que era lo que debía hacer. Es más, se le estaba haciendo tarde, si de verdad quería convencerla debió hacerlo desde que se convenció a sí mismo sobre sus sentimientos, ¿Cómo había sido tan estúpido como para no hacerlo? Por eso ella dudaba de él, pero ya no.

Pero primero lo primero. Se centraron en la presentación, recogieron el material que necesitaban y prepararon la sala. Uno a uno los inversionistas fueron llegando, siendo, como era de esperar, Luis el primero en entrar. Los saluditos y confiancita con Anaira eran más que evidentes, pero no podía hacer nada si era observado por los demás empresarios. De momento, debía tragarse todos sus celos hasta poder vomitárselo en la cara al salir.

La reunión empezó, dio su discurso con tal fluidez que parecía uno con el tema. Era un profesional en ello, sus nervios anteriores fueron más por la presión que por cualquier otra cosa, pero no se dejó vencer por ellos. Por el contrario, con algo de ayuda de Anaira y sus eficaces respuestas a ciertas preguntas, fue fácil convencerlos y enamorarlos del proyecto. Menos Luis, sabía que aceptaría tan solo si ella se lo pedía. Y eso le enojaba.

—¡Felicidades! —exclamó Noa entrando a la oficina—. No me sorprende, pero igual es bueno que estes aterrizando de una buena vez, ya era hora, ¿no?

Él y Alice, muy sonrientes y bronceados habían entrado como perros por su casa a la oficina. No era de extrañarse, mala costumbre de Noa para con su pequeño hermanito. Sin embargo, sus expresiones burlonas eran para preocuparse.

—¿Desde cuando estás aquí? —inquirió Derek curioso.

—Eso es irrelevante —se burló—, por cierto, gracias por todo, An, te debo una grande. ¿Sabes?

—¿Por qué? —expresó confundida.

—Porque los milagros existen, ¿no? —volvió a burlase, mirando a su hermano de soslayo— Pero, en fin, esta vez y solo esta vez, creo que hay que celebrar.

—¿Noche de disco? —sugirió Alice con alegría.

—Noche de disco —aceptó Noa.

Tanto Anaira como Derek no sabían cómo llegó el tema a colación, lo que sí sabían era que no desaprovecharían tal oportunidad que el mismo presidente de la empresa les daba en bandeja de plata. ¿Qué tanto podía pasar? El filtro más importante había sido superado con creces, se lo merecían.

Además, era viernes, último día de la semana laboral, y el cuerpo lo sabía.

#NuevaUrnaVirtual

¿La Pat de merece eso o se hizo lo posible?

¿Como va la historia hasta aquí?

De viene noche de disco

¿Nuevo desmadre?

Los leo mis pulguitas

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