21
¿Por qué la vida era tan cruel? Le daba oportunidades maravillosas, pero luego se las arrebataba de la misma manera como llegó, tan imprevistas y tentadoras.
—Cero y van dos —se quejó Derek en sus adentros.
Una vez más tenía la posibilidad a solo centímetros, y estaba casi seguro que ella también lo quería tanto como él. Más que quererlo, Derek lo ansiaba, deseaba cada vez con más desespero poder besarla, devorar sus labios hasta enrojecerlos y seguir haciéndolo mil veces más. Pero el destino, el universo y todos los dioses estaban en su contra. Primero el teléfono y luego ella, nada más y nada menos que Tamara, a quien menos quería ver en ese preciso momento.
Pese a ello, no quiso quedarse con las ganas de sentir su piel y plasmó en su mejilla un lento, suave y dulce beso, uno que deseaba en sus labios, pero con más tiempo a su disposición. Ese, más que cualquier otra cosa, quería disfrutarlo segundo a segundo y a su máximo esplendor. Por primera vez en su vida quería que algo tan simple como un beso, fuese especial e inolvidable. Pero por el momento se conformaría con algo más sencillo, en su mejilla, coloreando su rostro de rojo carmesí y deleitándose con su cautivadora expresión.
A regañadientes, solo se dirigieron a la sala de reuniones donde Noa los esperaba. Por más emoción que aquello le haya provocado, debía adueñarse de su seriedad y ser el vicepresidente de la empresa. En especial en esos días, cuando la cuerda estaba a pocos hilos de romperse.
—Bien, esto debe ser rápido, mi vuelo sale en dos horas —apresuró Noa inquieto—. ¿Qué tienen para mí?
Con calma explicó todos los detalles nuevos del progreso del proyecto, anotando cada cosa que él mismo comentaba y enumerando los siguientes pasos a seguir.
—¿Están totalmente seguros que se puede dar una primera versión para solo dos semanas? —indagó Noa escéptico—. Recuerden que estarán los inversores, si algo falla retirarán todo el apoyo que han tenido hasta ahora, y eso no te conviene, Derek.
—Se puede tener una primera versión limitada, solo para probar las herramientas básicas y el funcionamiento de algunos de los juegos que se agregarán —intervino Anaira viendo la duda en Derek.
—¿Y nuestro juego? —insistió.
—Está en desarrollo y le aseguro que va por muy buen camino, pero necesita un poco más de tiempo —continuó Anaira con gran seguridad—, sin embargo, para el día del evento podrá estar listo.
—Perfecto, para ese día debe estar por lo menos el 90% de la funcionalidad de la página web —reiteró Noa—. Recuerden que ese día se lanzará al mercado con los demás productos, como un plus por el aniversario de la empresa, así que es de vital importancia. ¿Entendido?
—Sí señor, cuente con ello —aseguró Anaira.
—Y, por cierto, An, ¿me permites un momento con tu jefecito? —se burló.
—Con gusto —contestó tratando de evitar reírse.
Salió de la oficina sin ocultar demasiado la diversión en su rostro, sabiendo que eso solo podría molestarlo, ya que no solo era ella quien lo usaba para fastidiarlo. Y solo ese gesto volvió a dejar en otro lugar, tanto que se idiotizó observándola mientras salía de la habitación.
—Veo que la cosa va en serio, ¿no? —comentó Noa con sorpresa— ¿Eso es lo que te ha traído tantos problemas últimamente?
—¿Para eso me retienes? —replicó Derek.
—Solo quiero asegurarme antes de irme que, para cuando regrese, tu vida no esté debajo de un precipicio, porque al borde ya estás —aseguró Noa.
—No tienes que estar recordándolo, ya eso lo sé —gruñó con fastidio—. Y no, An no es parte del problema. Es lo único bueno entre tanta basura.
—Me alegro, en serio —añadió—. ¿Cómo vas con Patricia?
—Hoy me reúno con ella, hablaremos personalmente a ver si puedo solucionarlo a las buenas, no quiero hacerle más daño —explicó sin muchas ganas—, ya llevó demasiado de mí como para agregar algo más.
Noa solo asentía, sopesaba cada una de sus palabras sin terminar de creérselo, lo observó con detenimiento mientras analizaba sus gestos esperando ver la mentira en él. Pero Derek se mantuvo tranquilo, firme en sus convicciones, seguro de sí mismo tratando de reflejarlo en su rostro. Siendo su hermano era quien más lo conocía incluso más que Luis, por ello creía que, si él podía creer en su palabra, Anaira también.
—¿Y Luis? —preguntó con severidad— ¿Tampoco tiene que ver en esto?
—¿Qué te dijo? —preguntó con aparente calma.
—Tú solo contesta, ¿vale la pena todo lo que estás haciendo? —exigió saber cada vez con más severidad— Es tú mejor amigo, no creo que puedas darte el lujo de decir que tienes de sobra.
—Por primera vez estoy tratando de poner orden en mi vida, como tanto me lo pidieron tú, el viejo y él también —reiteró exasperado, cansado de no ser tomado en serio—, ¿por qué es cuando más me juzgan?
—Porque estas llevándote gente inocente por delante.
¿De verdad lo hacía? Siempre era consciente de sus injusticias, pero nunca se detuvo a pensar en ellas por creerlas ridículas o por justificar los medios basado en el fin a lograr. Sin embargo, esa vez estaba seguro que no habrían heridos de ninguna forma. Salvo, claro está, Luis. Pero eso era inevitable, a menos que sea él mismo quien se retire porque él no pensaba hacerlo.
—Luis no es tan inocente —dijo con indignación.
—Según tú, ¿por qué? ¿Porque también está interesado en ella? —le retó— ¿De verdad te interesa Anaira o solo...?
—Es real, maldita sea —estalló con rabia—. Anaira me gusta de verdad y trato de demostrárselo, por eso estoy haciendo todo lo posible por arreglar el desorden de mi vida. ¿Sí? Literalmente por ella es que lo estoy haciendo.
Lo hizo, por fin aceptó lo que sucedía dentro suyo en voz alta y para alguien más, pero eso no bastaba para que le creyeran y el milagro sucediera. Ese solo era un paso y el más fácil, faltaban muchos más para lograr algo.
—En ese caso te daré unos cuantos consejos, para empezar, debes: uno, dejar a tus «amigas» como parte de tu diversión, en especial a Tamara —empezó a enumerar—; dos, hacerte la idea de estar con una sola, no más mujeres a la loca, la idea es coger juicio; tres, resuelve las cosas con Luis, el merece saber la verdad o por lo menos el por qué su relación se deterioró de esa manera.
—¿Y si no me cree? Estoy más que seguro de que no estará dispuesto a aceptar esto, está empeñado en quitarme a An...
—Cuatro —añadió con reproche—, empieza a ver a las mujeres de otra forma, no son de tu propiedad por más que quieras hacerlo creer. Deberías saber eso ya, Anaira te lo ha dejado muy en claro, ¿no? Por algo te gusta.
No pudo negar nada, tenía mucha lógica si lo pensaba bien. Uno de sus defectos era ese precisamente, se creía un macho alfa dominante capaz de doblegar a todos, más a las mujeres hasta hacerlas babear por él. Y sabía que estaba mal, así que por él mismo debía cambiar esa percepción.
—Si de verdad la quieres para algo serio, digamos, matrimonio en un futuro, tal vez Luis entienda y arreglen este malentendido —continuó con seriedad.
—¿Matrimonio? —exclamó perplejo.
—Sí, deberías pensar en eso antes de iniciar cualquier cosa con Anaira, no estás para juegos de noviazgo sin futuro, ¿sabes? —reprochó con más severidad—. El tiempo apremia.
Se levantó de su asiento en busca de la salida, ya era hora de dejar la oficina y poner manos a la obra. Derek debía hacerlo igual, pero la conversación no estaba ni cerca de terminar para él.
—Pero sería muy pronto para...
—Es eso o aléjate de ella, te lo pongo así de fácil —le interrumpió, mirándolo con firmeza—. Anaira no merece una decepción de ese calibre y tú no estás para perder el tiempo.
Eso sí lo tenía más que seguro, lo que menos deseaba era lastimarla de cualquier forma posible. Pero, ¿matrimonio? A duras penas podía pensar en una relación con una única mujer, peor todavía, sería un milagro si Anaira le aceptara de esa manera. ¿Estaría ella dispuesta a casarse con él si llegase a pedírselo?
—Piénsalo bien, Derek, en este juego es todo o nada y solo tú decides.
—¿Por qué siempre te ves tan hermosa? —preguntó Luis en tono pícaro.
—¿Por qué siempre eres tan mentiroso? —le reprochó ella con diversión.
—Solo acepto lo que mis ojitos ven, eso es todo —se burló.
Se había dirigido a ese mismo restaurante como prometió, aprovechando la reunión urgente de Derek con su abogado para escaparse de él. Esta vez tenía seguro que no se aparecería por allí, no solo porque el lugar de la cita era bastante alejado, sino porque su misma expresión de pánico le decía que el problema era más que serio. Así que gozaría de ello, del tiempo disponible para conversar y aclarar su cabeza. Solo Luis podría ayudarla, siendo sincera él era uno de los implicados.
—Debo aceptar que sí me hacías un poquito de falta, no más —suspiró Anaira con dramatismo.
—¿Solo un poquito? —se quejó con fingida indignación.
—Sí, solo un poquito porque ya te estas poniendo odioso —añadió con falsa inocencia—, nada bueno se pega, ¿no?
—Lo mismo te digo, ¿no?
—Touché —estalló en risas.
Ordenaron y comieron con calma, disfrutando de la tranquilidad y los deliciosos sabores mientras podían. Se deleitaron conversando de su día a día, riendo de vez en cuando de las típicas ocurrencias de ambos. Pero poco a poco, la calma se transformó en nervios que afloraron a la superficie hasta no poder evitarlos. La tormenta debía empezar.
—Ahora sí, ¿cuál es el problema esta vez? —indagó Luis más preocupado que curioso.
—Por dónde empezar... —suspiró resignada, pero para eso lo había citado.
Esperaba poder conversar ese tema como de costumbre, demostrando el fastidio y la impotencia que Derek causaba en ella con cada una de sus infantiles rabietas. Pero los acontecimientos de los últimos días, en especial el de esa misma mañana, cambiaban toda su percepción. Estaba demasiado confundida.
—Te juro que hace pocos días tenía las cosas claras con respecto a Derek, seguía viéndolo como el idiota que casi arruina mi vida hace siete años, pero...
—¡Espera, ¿qué?! ¿Hace siete años? —le interrumpió anonadado— ¿Cómo es eso? Recapitulemos, por favor, me perdí.
—En resumidas cuentas, ya nos conocíamos, pero al parecer él no me recuerda de esa época.
A veces olvidaba que no siempre soltaba su historia y desgracias a la ligera, como aquel inconveniente en la universidad, por ejemplo. A duras penas Matthew lo sabía, e incluso se enteró al darse cuenta que trabajaría directamente para su ex verdugo. Con calma y saltando algunos detalles, le explicó lo sucedido en ese único semestre que compartió con él.
—En ese momento no sé si llegó a gustarme, era más la ira que sentía hacia él que ni lo pensé —añadió—. Trataba de hacer lo mismo, coquetearme y ser amable, pero por la espalda seguía jugando sucio. Ahora creo que está usando la misma técnica, tratándome bien y siendo igual de conquistador, el problema es que no veo la trampa en este juego por más que la busque.
—¿Eso te tiene confundida? —preguntó preocupado— ¿Quieres saber si es en serio o sigue con la misma estupidez?
—Sí, más que nada es eso —aceptó Anaira—. Solo quiero saber si todo lo que ha dicho es real, o simplemente sigue con la idea de verme renunciar.
—Ok, en ese caso... ¿podría decirse que te...? —sugirió con temor.
La expresión de Luis le dolió más de lo pensado, sabía que lo estaba lastimando de cierta manera, aunque no fuese su intención. Si pudiera elegir a quién querer, por razones más que obvias sería él el ganador. Pero, ¿por qué lo empezaba a dudar?
—No sé... solo no lo sé, no entiendo que está sucediendo con él o conmigo —titubeaba casi con desesperación—. Hace poco tenía otro interés, cuando pensaba en él solo quería arrancarle la cabeza y ponerle una nueva, pero...
—Ahora es diferente —suspiró con desgana.
—No es... no quiero que... es que tú me... —balbuceó, se sentía culpable— ¡Dios, lo siento!
—No tienes por qué disculparte, no es la primera vez que pasa, ¿sabes? Aunque esta sí fue adrede y es lo que más me molesta —trató de tranquilizarla, pero en su voz se notaba un deje de decepción.
—¿A qué te refieres?
La sorpresa de escuchar aquello la dejó más que perpleja, pero se limitó a escuchar con atención un poco más de la historia de ambos, de su relación y algunos altibajos en ella.
—No es la primera vez que uno de mis intereses amorosos cambia de idea al conocer al gran e irresistible Derek Fox —expresó con un toque de rabia—, pero en aquella ocasión, ninguno de los dos se enteró de eso. Simplemente se conocieron y ella cayó en su maldito encanto.
—Lu... no estoy diciendo que me gusta, es solo...
—Pero vas por ese camino y tratas de evitarlo porque sabes que sigue siendo un problema, se ha convertido en alguien tan volátil que es difícil saber cuándo es sincero —le interrumpió con más calma, viendo la culpa brillar en sus ojos casi como lágrimas—. Créeme, se supone que soy o fui su mejor amigo y no lo reconozco. Creo que esta vez puede que sea en serio, siempre fue caprichoso, pero no a este nivel, aunque guardaría mis dudas por si acaso.
A esas alturas de la conversación, ninguno de los dos tenía seguro nada más que lo irreal de la situación. Estaban frente a un Derek nuevo, diferente al que habían conocido, si para bien o para mal estaba por verse.
—No te preocupes, hermosa —dijo con una sonrisa tranquila—, y tampoco te disculpes por algo que no puedes controlar.
—Yo quería que... las cosas terminaran diferentes.
—Me alegra que digas eso, porque tampoco se la dejaré tan fácil —aseguró con confianza—, no esta vez.
Estaba más que claro que alguien iba a salir lastimado, pero aún no estaba predicho quien o cuantos de los implicados se quemarían en ese absurdo juego.
Real o no, todos pagarán un precio.
Hay una clara diferencia entre deseo y suceso, entre lo que uno quiere que pase y lo que termina por suceder, entre realidad y fantasía. Anaira, por una larga y casi eterna hora estuvo pensando en ello; por un lado, quería que las cosas regresaran a como era antes, la clara rivalidad y el odio entre ella y Derek respirándose en el aire, sus discusiones hasta por existir cada cinco minutos, porque por lo menos ante esa situación sabía cómo actuar; pero por el otro lado, tenía la confusa realidad en la cual Derek había mantenido su palabra.
Había demostrado un cambio bastante notorio; seguía siendo amable y a veces cariñoso con ella, había rechazado las visitas de Tamara y Penélope a lo largo de esa semana, la defendía de ellas cuando se les iba la lengua en insultos y, por si fuera poco, era considerado con los demás, sobre todo con quienes sabía eran sus amigos dentro de la empresa. Excepto, claro está, con Matthew, era el único que no toleraba aún.
Le parecía gracioso la forma casi obligada en que interactuaban, porque Derek trataba de evitarlo y Matthew se aprovechaba de ello para burlarse.
—Es tan divertido verlo muriéndose de celos sin que pueda hacer algo al respecto, que no puedo evitar sacar todo el jugo posible —había dicho entre risas.
Por más que ella asegurara no ser ese el motivo, nadie le creía cuando decía no haber ningún interés de por medio, más con la evidencia hecha hombre frente a ellos. No solo era eso, las miradas y sonrisas no había quien las camuflara. Derek estaba siendo cada vez más obvio, más descarado en sus acercamientos a Anaira; y esta, sin poder controlarlo, sentía crecer el calor en su pecho con más intensidad. Aún no la besaba más allá de suaves picos en la mejilla, pero si era sincera consigo misma, estaba deseando que lo hiciera de una buena vez, pero no se lo diría jamás, aún tenía dignidad.
El viernes había llegado por fin, sintiendo el cansancio de la semana acumularse en su espalda en solo las primeras dos horas de trabajo. Estaba cerca el primer gran momento, la presentación de los avances del proyecto a los inversionistas y solo ellos dos debían encargarse de eso. Tenían que estar preparados para todo, ser lo suficientemente persuasivos y seguros de su trabajo para lograr enamorarlos de los resultados.
Y por ello, solo porque quería relajarse un rato y trabajar en compañía de alguien, se refugió en la sala de trabajo común donde casi siempre encontraba a su equipo dinámico. Claro está, también aprovecharía que Derek estaba en una nueva reunión con su abogado para despegarse de su sagrado escritorio.
—An, ¿hay algo que no nos estas diciendo? —indagó Camilo con seriedad.
Al legar solo encontró a Camilo y Matthew como se estaba siendo costumbre, Alice aún estaba en viaje de negocios con Noa y apenas regresaban ese día por la tarde. Sí, justo y convenientemente después de la reunión con los inversionistas.
—¿De qué o qué? —preguntó de regreso sin entender nada, pero con una preocupación creciente.
—A Derek le pasa algo —insistió.
A su lado, Matthew trató de disimular una sonrisa cómplice y burlona. Miró de reojo a Camilo, quien se la devolvió con reproche.
—No que yo sepa —contestó dudosa—, ¿por qué, qué paso?
—¿En serio no te diste cuenta? —insistió esta vez Matthew sin ocultar la diversión en su gesto.
—¿De qué, joder?, ya hablen —exigió con fastidio.
—Está siendo amable con todos —comentó Camilo con gran y fingida sorpresa—, creo que cayó bajo el encanto Baret.
—Menos conmigo, solo porque cree que nos damos cariñito en exceso —aseguró Matthew con un puchero.
—¿Qué, es solo eso? —les reprochó—. Serán idiotas, me asustaron.
Los golpeó a ambos por el mal chiste, habiéndola casi convencido de haber sucedido algo de verdad serio. Pudo con facilidad hacer una larga de lista de posibilidades, empezando por sea cual sea el problema legal en el que esté metido, por ello sus constantes reuniones con el abogado, ¿no?
—Te preocupas por él, ¿desde cuándo? —se burló Camilo.
—Y no lo niega —se carcajeó Matthew.
—Desde que necesito que viva para tener trabajo, sin vicepresidente no hay asistonta de vicepresidencia, ¿quedó claro?
—Y yo me casaré con Camilo, claro —ironizó Matthew.
Había sido la conversación y la broma más absurda que ellos dos, desde que se conocen, habían ideado para ella. Se llevaban más que bien, cosa que ella misma creyó era de esperarse. Matthew siempre fue extrovertido, muy confianzudo a veces y amigable, todo un tipo buena onda como dirían muchos. Y Camilo, más hiperactivo e infantil, era como un niño muy feliz caminando por la vida. Esos dos juntos, se estaban convirtiendo en una pesadilla para Anaira.
—El hambre y la comida se juntaron, que gracia —replicó ella.
Demasiadas bromas en una sola semana, muchas de ellas tan malas como esa. Sin embargo, su interactuar le era de vez en cuando bastante peculiar. En especial, por parte de Camilo. Siempre era cariñoso, pero ya en algunos casos se tornó diferente, con otras intensiones.
—Buenos días, ¿cómo vamos por acá? —saludó con tono jovial.
—Hola, Lu —dijo Matthew imitando la voz de Anaira.
—¿Cómo es que dices, An? —preguntó Luis divertido—. Y vuelve la burra al trigo, ¿no?
Se dio de topes mentales en la cabeza, Luis también se unía a las bromas como si los tres fuesen mejores amigos de toda la vida. No estaba de más, le encantaba que Luis dejara a un lado su rencilla con Derek e hiciera nuevos amigos, siempre y cuando ella no sea el blanco predilecto de sus bromas, obviamente.
—Ustedes tres son una pesadilla con patas, ¿saben? —se quejó—. Déjenme trabajar, yo sí vine a eso.
—Hablando de trabajo y cosas serias, ¿hoy es la primera presentación? —indagó tomando asiento con toda tranquilidad—. Preciso vine para eso, quiero saber que tan millonario me van hacer ustedes.
—Créeme que quiero seguirles el chiste, pero estoy que mato y como del muerto, no molesten —replicó Anaira.
Centró su mirada con cierto enfado en el computador, tecleando celosamente mientras descargaba parte de su estrés y frustración con el pobre teclado, su víctima.
—¿Derek volvió a ser Derek? —preguntó Luis con ilusión.
—Ojalá, eso sería menos problema —suspiró con cansancio—, han estado viniendo toda la semana para hacer los preparativos del gran evento, necesitan hacer todo desde ahora y no desaprovechan una oportunidad para enloquecerme.
—¿Quiénes?
—Las Moiras... —contestó, mordiéndose la lengua al usar ese calificativo— Quiero decir, Tamara y Penélope.
—¿Moiras? —se burló, seguido de las risas de sus dos compañeros.
Matthew y Camilo ya sabían esa parte de la historia, la misma Alice se había encargado de revelarse ese mismo detalle sobre las tres hermosas y fastidiosas amantes de Derek.
—Sí, como sea, lo peor es que por el momento Derek no está y se ponen peores, por lo menos aún tiene cierto control sobre ellas y le hacen caso... —hizo una pequeña pausa detallando sus propias palabras— Eso sonó terrible, pero, en fin.
—¿Y él ha seguido...? —insinuó, sin decir la palabra exacta, pero entendiendo la referencia.
—No, por eso están furiosas —se burló con cierta emoción mal camuflada—, menos Cristal, ella es... ella. Me sigue coqueteando.
—Sí, también está loca —intervino Matthew entre risas.
Sabía lo de ellos dos, por eso no se extrañó ante su reacción, pero alguien más pareció afectarle tal información. Y lo lamentó en su nombre.
—Y hablando de las locas de roma —añadió Camilo con fastidio—, adivina quienes se asoman.
Con frustración y pesar, Anaira desvió su atención a la entrada de la sala, mismo lugar del que iban entrando las tres mencionadas, una tras otra.
Inserten Crazy in love de fondo, porque las cosas se ponen cada vez más feas.
Uy, alguien se nos une al drama rompe corazones
¿Será que alguien en esta historia tendrá una vida normal?
Pero primero...
Definamos normal, porque no creo que lo sean.
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