19
—Sí lo eres, por esa misma actitud rebelde, la forma en que me contestas, como te enojas, todo eso me tiene loco y lo peor es que aun así me encantas...
Aún no podía creer que se le haya salido tal cosa, justo en frente de ella y en medio de una discusión. Una que, por más que quiera justificarse, fue innecesaria e injusta. Derek sabía que el verdadero peligro no era Matthew, sino Luis, y aun así no pudo controlar esa llama de celos que creció demasiado rápido dentro de él. Fue asfixiante.
Sin embargo, aquello le dio un vistazo de lo mal que estaba la situación. Su dichoso plan, aunque ya eliminado, se le había invertido bien fuerte. No era Anaira quien había caído en su juego, sino él mismo, y si ella quisiese, podría tenerlo comiendo de su mano con toda facilidad.
—¡Mierda! —suspiró abatido.
Los problemas solo se le acumulaban; su padre presionándolo, Patricia filtrando información intima de él, el proceso legal en su contra, Noa decepcionado por ese mismo motivo, Luis a punto de romper lazos con él y ahora eso, cegado por una mujer. Lo único positivo, el proyecto iba viento en popa, de lo contrario ya podía darse de baja de la vida antes que Daniel lo hiciese personalmente.
¿Qué más podía salir mal? Estaba a punto de perderlo todo.
Para coronar el pastel, mientras caminaba por lo extensos pasillos en busca de paz mental, se topó con el principal motivo de aquella rencilla. Matthew. Se encontraba en la sala de descanso, tomando un café muy tranquilo junto a quien se supone ya debería estar lejos, Cristal. Con un gesto de cabeza y una mirada penetrante, le hizo señas para que se acercara a él.
—¿Martín es que te llamas? —indagó con altanería.
—Matthew, señor, es Matthew —replicó este con aparente calma.
—Sí, como sea, como vicepresidente de esta empresa debo darte algunas advertencias —empezó su retahíla—. Tienes terminantemente prohibido dar espectáculos cursis con Anaira, ella está protegida por Daniel, pero no tú, serás fácil de despedir si vuelves hacer semejante espectáculo. Si vas a trabajar aquí, debes ser profesional. ¿Entendido?
—Con todo respeto, señor, no era nada cursi, puedo asegurarle que usted es el único que está malinterpretando la situación —explicó él.
—Sí, claro, y me dirás que ustedes no son más que mejores amigos y todo ese rollo —rebatió con exasperación—. Me estoy hartando de esa historia, sea cual sea esa relación que se traen ustedes, se va a acabar.
Pese a la seriedad de la conversación, Matthew solo sonrió con una extraña mezcla de molestia y diversión.
—A ver, Derek, relaja la raja, ¿quieres? —se burló— Aunque no lo creas mi relación con Anaira no es de ese tipo, es hermosa y una persona increíble, pero no todo en la vida es sexo. Por más cariñoso que sea con ella, no lo hago con esa malicia, conozco mis límites.
—¿Ahora me darás clases de relaciones interpersonales? —replicó indignado.
—Debería, bastante que te hacen falta —contestó con firmeza—. Es más, ahora soy yo quien te dará una advertencia. Antes de irte a los gritos con An, pregúntale y escúchala, estará encantada de contestar todas tus dudas. Ella no se merece ese trato, además, tampoco es la manera correcta de ligar, solo harás que se aburra de ti y Luis te gane.
—¿De qué mierda estás hablando? —balbuceó.
—Hasta pronto, jefecito, tengo trabajo que hacer —salió de sala sonriendo divertido.
—Luis, claro, eso jamás pasará —replicó entre murmullos.
Por más que discutan, no tenía planeado dejarse vencer por Luis. Podía ser su mejor amigo, pero por primera vez en su vida quería algo tan desesperadamente, que no dejaría que nadie se la arrebatara de las manos. Aún tenía la posibilidad, pequeña pero latente, y quería usar todas las herramientas que tenía para conquistarla.
Mientras, debía hacer lo posible por relajarse y no dejar que su temperamento estallara tan seguido.
—¿Qué haces por aquí todavía? —indagó, sabiendo que Cristal estaba detrás de él burlándose de la escena.
—Mirando lejos, solo trato de despejar un poquito la mente —dijo entre risas—, deberías hacerlo de vez en cuando.
—Piensa más antes de decirme excusas, tal vez te crea —bufó.
—Pero que amargado estás, ¿Anaira no te presta atención? —comentó con un tono coqueto— Con ese genio mucho menos lo hará.
—Deja esos juegos, Cristal, An no tiene nada que ver en esto.
—¿An? —se burló— Empiezo a ponerme celosa, ¿sabes? A mí no me pones diminutivos.
De cierto modo, y si buscara una ayuda para su mal de cabeza, sería con Cristal. Sin embargo, también la creía capaz de burlarse el resto de su existencia de todo aquello, por lo que siempre se reservaba muchos detalles de su vida, cosas que solo contaba a una única persona. Luis, pero dada su rencilla, le tocaba tragarse todos sus males.
—Estamos tratando de llevar la fiesta en paz, ¿sabes? —contestó con un suspiro— Es difícil trabajar con alguien con quien solo discutes.
—Culpa de ella no es, eso lo puedo asegurar —añadió ella entre risas.
—Sí claro, ya puedes retirarte, no haces más que distraer a mis empleados con tus coqueteos —exigió con severidad.
—No seas así, solo es un poco de diversión, a menos que quieras divertirte conmigo esta noche, ¿qué dices? —sugirió con gesto provocativo— Hace tiempo que no nos alocamos un poco.
—Y se quedará de esa forma hasta nueva orden, así que no, y ahora vete —insistió cada vez más exasperado.
La tomó de la mano para llevarla directo a la salida, pero una loca y descabellada idea fue formándose en su cabeza.
—Aunque... —murmuró— si quieres coquetear con alguien, deja a Anaira en paz, la incomodas, no tiene tus mismos gustos.
—Qué lástima, sería un delicioso manjar —se lamentó Cristal.
—Eres peor que pervertida —se quejó.
—Gracias.
—¿Sabes? Te sugiero alguien, ese chico que salió hace un rato, se llama...
—Matty... —le interrumpió con cierta emoción— tienes razón, es un buen prospecto, ya lo conocí hace un rato y se ve deliciosamente interesante.
—Sí, como sea, ahora largo —insistió.
Retomó su caminar con ella, llevándola hasta la salida como quien lleva a su hermana intensa al rincón del castigo.
—Aguarda ahí, solo quiero que contestes algo —exigió Cristal antes de irse—. ¿Tiene que ver con Anaira?
—¿Por qué razón debería tener relación con ella? No todo es ella, contrólate —indagó alarmado.
—Porque no me pides que coquetee con alguien a menos que quieras sacarlo de tu territorio, ¿no? —explicó interpretando a la perfección la situación, poniendo un tanto nervioso a Derek— ¡Justo en el clavo!
—Solo hablas incoherencias, Tamara te está afectando el cerebro —se defendió a duras penas.
—Para nada, ella no entra en mi menú, muy amarga para mi gusto —dijo entre risas—. De todos modos, tú solo cálmate que igual Matty no tiene intención de entrar en tu terreno, ellos sí saben lo que es tener una amistad entre hombre y mujer sin sexo de por medio.
—¡Cristal! —exclamó como advertencia.
—Hasta pronto, cielito.
«Me encantas», aquellas dos palabras habían tomado un nuevo y extraño significado. No por lo que denotaban, sino por quien las dijo y el modo en que lo hizo. Para Anaira estaba más que seguro que no fue intensional, al gran y orgulloso Derek se le escapó aquello con la exaltación del momento. Pero, ¿era real? No podía solo soltarla de sopetón, arrepentirse de ello e irse como alma que lleva el diablo.
—A alguien le hacen falta más pantalones de lo que creí —se burló Matthew.
—Deja de reírte, esto ya es más serio —reprendió Anaira.
Aprovechando el lapsus de locura repentino de su jefe, tomó sus cosas y se dirigió a la sala de trabajo común donde, para su mayor suerte, se encontró con Matthew. Estaba solo esperando a Beatriz para continuar su trabajo, y ella necesitaba desahogarse con urgencia. Como era de esperarse, le contó todo lo sucedido y de la misma forma, él le contó su parte del chisme.
—Pisa el freno, ¿me estás diciendo que apenas conociste a Cristal y ya van a salir? —expresó Anaira impactada— ¿Si sabes que es una de las...?
—Sí, eso ya lo sé, pero eso no quiere decir que sean pareja o tengan algo serio —se quejó él—. Tampoco es como si yo quisiera algo de esa magnitud, solo saldremos y nos conoceremos un poco.
Anaira lo miraba con dudas, era Cristal de quien estaba hablando y no confiaba demasiado en ella, mucho menos en lo que pueda pasar entre esos dos.
—Ya suenas a Derek y eso no me gusta, para nada —replicó ella—. De todas formas, ten cuidado, no me da buena espina.
—Sí, mi amorcito, me sé cuidar solo, más bien tú ten cuidado —insinuó con falsa inocencia—, te veo un poco desviada de tu supuesto plan de venganza. ¿O es que ya se te olvidó el ojo por ojo?
—No digas estupideces, no hay ningún desvío de nada —suspiró con fastidio—, sigo creyendo que no es más que actuación.
—¿Segura? —insistió entre risas.
—Totalmente —mintió.
—Entonces apostemos, yo digo que a Derekcito se le está cayendo la mentira a pedazos en la cara —aseguró con firmeza—, solo espero que no caigas tú también. ¿Qué dices?
—Qué estás demente, nadie va caer en nada y ya dije...
—¿Qué cosa de qué? —indagó Beatriz confundida— ¿Hablaban de algo?
—Dramas de los que posiblemente te enteres después cuando esté Alice cerca —aseguró Matthew aún bajo las miradas de amenaza de Anaira—, pero por ahora a trabajar. Tenemos una aplicación que desarrollar, manos a la obra.
Con un fuerte suspiro, empezaron cada quien su labor. Anaira debía encargarse de algunos papeleos, dejar lista las solicitudes de compra de derechos de autor de los juegos era necesario, entre otros muchos detalles que la estaban estresando. De vez en cuando, y teniendo más conocimiento de ello, le daba un poco de apoyo en la resolución de la interfaz, la paleta de colores debía ser la misma que la versión web, no debía haber diferencias.
Poco a poco fue relajándose, dejando atrás todo ese enfado causado por aquella rencilla con Derek. Trabajar y dejar fluir su mente siempre era el mejor remedio, sin embargo, la extraña sensación de estar siendo observada le cosquilleaba la nuca. Por ende, y esperando solo estar alucinando, desvió su mirada a la entrada de la sala. Lugar donde, con los brazos cruzados sobre el pecho y mirándola con una indescifrable expresión, se encontraba preciso él.
—¿Qué? —murmuró, haciéndole señas desde su lugar.
—Oficina, ahora —exigió solo moviendo los labios.
—Dame cinco minutos —replicó ella.
—¿Me harás ir hasta allá? —amenazó.
—Pero... —exclamó en un puchero accidental.
Instintivamente, Matthew y Beatriz centraron su atención en ella al escucharla quejarse, desviando luego su mirada en la misma dirección a la que ella miraba. Con algo de vergüenza, cubrió sus ojos y suspiró. Ese tipo de gestos no podían salir así no más, mucho menos frente a Derek.
—Debo volver —anunció entre gruñidos—, cualquier cosa me avisan, ¿vale?
—Claro —contestó Matthew con tono burlón.
Recogió sus cosas y con el ceño fruncido, se acercó a Derek solo para poner los ojos en blanco al verlo sonreír ampliamente. ¿Dónde había quedado el enfado inicial?
—Ya me estás preocupando, ¿sabes? —se quejó Anaira— Deberías ir a terapia, se te aflojó una teja.
—¿Te preocupas por mí? —se burló este.
—Eres imposible —refunfuñó, no sin antes sonrojarse de la vergüenza.
Caminó apresuradamente pasando por su lado, quería estar lo más lejos de él durante el camino y evitar su sonrisa burlona. Pero, como era de esperarse, las cosas nunca salen como ella quiere.
—Alto ahí —Derek la retuvo tomándola de la mano con suavidad—, ¿por qué tanta prisa?
Se acercó a ella sin dejar de sonreír con cierta dulzura, pasando sus dedos con suavidad por el contorno de su rostro y dejando largar un suspiro. Anaira estaba boquiabierta con lo que veía, no encontraba lógica en todo ello ni en los últimos acontecimientos, nada de eso concordaba con sus propias afirmaciones.
—Porque... tú mismo acabas de... —balbuceaba, viendo con sorpresa como se acercaba cada vez más y tomaba sus cosas— ¿Qué haces?
—Nada, ¿nos vamos? —sugirió, dando un suave pellizco en su mejilla y caminando rumbo a su oficina— Tenemos trabajo que hacer.
Aún más confundida, se quedó pegada al suelo mientras boqueaba como pez fuera del agua. Cada vez entendía menos a Derek, primero lo veía con esa actitud risueña y bromista que demostró esos últimos días, pero después le daba una de sus rabietas volviendo a ser el mismo grosero ególatra de siempre. Ese constante cambio de humor la exasperaba, lo hacía tan impredecible y difícil de manejar.
De momento, y viendo su figura alejarse con tranquilidad y una amplia sonrisa en su rostro, solo pudo mirar una vez más a Matthew en busca de una explicación.
—Te lo dije —susurró este entre risas mal disimuladas.
Ignoró aquello, más porque no le dijo nada de utilidad que por cualquier otro motivo, como empezar a creer seriamente esa pequeña posibilidad. Caminó tras él, apresuró el paso hasta llegar a su lado mientras él, todo sonrisas y suspiros, brillaba con una emoción que no le había visto.
Dejó sus cosas ordenadas en su escritorio, le abrió paso para que se ubicara en su puesto y con toda la comodidad del mundo, se apoyó a su lado mirando fijo la pared.
—¿Puedo saber que rayos te pasa? —la intriga le mataba— Déjame recordarte que está prohibido venir a trabajar bajo efectos del alcohol, entre otras sustancias psicoactivas.
—¿Qué dices? —exclamó entre risas, fijando sus ojos en ella.
En ese momento, con toda la seguridad que pudo tener, vio sus pupilas extrañamente dilatadas y sus ojos brillantes.
—¿De verdad estás drogado? —expresó con impresión.
Una carcajada más afloró de sus labios, riéndose aún más por la expresión de total desconcierto de Anaira. La escena en sí era total e increíblemente descabellada, ¿cómo podía reaccionar ante eso?
—Digamos que... no es ese tipo de droga ni otro tipo de alucinógeno —aseguró él sin dejar de sonreír.
—¿Ah sí? Explícame, porque cada vez te entiendo menos —exigió Anaira.
—Ok, pongámoslo de esta forma —dijo, acercando su rostro con lentitud al de ella, mientras sus manos se aventuraban a acariciarla con suavidad—, es una droga natural del cuerpo que me está volviendo loco, y puedo asegurar con toda confianza que esta vez es por completo tu culpa.
Lo tenía tan cerca que podía sentir su cálido aliento al hablar, ver cada detalle de sus ojos, el infernal aroma de su cuerpo y, por ende, el ardor de su propio rostro como aquel día en su auto. Tragó en seco, su proximidad era demasiado abrumadora y no la dejaba reaccionar.
—Estás loco, ya empiezas a asustarme —susurró Anaira.
—¿Te asusto? —preguntó entre murmullos, acercándose más hasta rozar su nariz con la de él— Tu carita colorada no dice lo mismo, y no sabes cuanto me gusta verte así.
Lo esperó, por un largo y eterno segundó estuvo segura que eso pasaría, que Derek se atrevería a besarla porque lo vio en su mirada y la pesadez de su respiración. Pero estaba indeciso, algo temeroso y demasiado cerca. Sin embargo, el resonar del teléfono los sorprendió a ambos.
—¡Jesús! —exclamó Anaira— Debo contestar, ¿podrías...?
—Claro... —susurró Derek con decepción, soltando a regañadientes el rostro de Anaira no sin antes dejarle un suave beso en la mejilla— Ya sabes, si es alguien de la lista, no estoy.
Entró a su oficina como si nada hubiese sucedido, más que una simple conversación sin ningún tipo de acercamiento.
—Vicepresidencia Fox Technology, muy buenas tardes, ¿con quién tengo el gusto? —contestó.
El autocontrol de Derek empacó maletas, tomó un vuelo solo de ida a Japón para más nunca regresar. ¿Cómo era posible que en tan poco tiempo se haya dejado embrujar con tal magnitud por una mujer? Y no cualquiera, una como Anaira; hermosa, inteligente, totalmente independiente y dominante. Era lo contrario a lo que siempre buscaba en una amante, por lo general las prefería dóciles y obedientes, pero ella tenía un encanto especial que se clavó muy en el fondo de su pecho. Y por esa fleca envenenada, toda su fuerza de voluntad había mermado hasta tal punto que, por un segundo, casi la besa en los labios.
No se habría quejado, en lo absoluto. Muy por el contrario, su única queja en ese momento fue el sonar del teléfono, de no ser por eso lo habría hecho y degustado el dulce sabor de su boca. Frente a ella, pudo hacerse el fuerte y no expresar el nivel de decepción que realmente sintió, pero detrás de la enorme puerta de madera la expresión de idiota cubrió por completo su rostro. Embobado recordando cada detalle, en especial el precioso sonrojo de sus mejillas y su delicioso aroma.
—¿Dónde quedó el señor «no me enamoro»? —se burló.
Su ensimismamiento había cegado su visión y, por ende, toda su atención. Frente a él, con el gesto más burlón y aguantando la risa, se encontraba Noa observando a detalle a su hermano. ¿Desde cuándo estaba ahí?
—¿Qué quieres, Noa? —indagó con seriedad, recobrando la postura— Deberías estar en tu oficina, ¿no tienes un viaje de negocios pronto?
—Por eso estoy aquí, quería darte algunas indicaciones antes de irme, hay cosas que no pueden esperar y debes encargarte de ellas sin rechistar —le advirtió con severidad.
—Sí, ya sé, no tienes que recordármelo como si fuese un niño —rechistó.
—Por el momento todo eso te lo puede decir Alice, mientras y hablando de niñerías, ¿cómo vas con lo de Patricia? —indagó preocupado.
Toda su emoción y el buen sabor que ese acercamiento con Anaira había dejado, se esfumó por completo al solo escuchar ese nombre. En su lugar, el amargo gusto del karma le llegó de sopetón. Sabía que merecía su desprecio, pero tampoco permitiría que se difamara de tal manera su nombre y el de su familia.
—Se procederá legalmente, no quiere dialogar sino amarrarme con un anillo —expresó con disgusto, continuando al ver la molesta expresión de Noa—. Ya sé que hice mal, estoy pagando por ello con todo este problema, pero eso sigue sin tener nada que ver con mi trabajo. ¿O en algún momento lo he hecho mal?
—No es eso, trabajas bien y te lo he elogiado, el problema está en que tus escándalos amorosos salpican a la empresa entera —anunció Noa—. Con respecto a eso, hay algo que debes saber. Algunos de los accionistas están perdiendo el interés, no quieren relacionarse con una empresa metida en escándalos, ¿sabes lo que significa eso?
—El viejo... —susurró aterrado.
—No está nada feliz, en cualquier momento puede hacer algo en lo que no pueda ayudarte —suspiró con pesadez—, y esta vez no haré nada. Tienes que aprender, por las buenas o las malas.
Una fuerte punzada en el pecho lo lastimó, su hermano del alma, el único que nunca lo había dejado, estaba dándole la espalda en ese momento. ¿Cómo había llegado a ese punto?
—Piensa bien lo que haces de ahora en adelante, no quiero que salgas lastimado con todo este lio —añadió—. Como último consejo, puede que no sea con Patricia, pero deberías aceptar la sugerencia de asentarte con una única persona, ¿sabes? Aprovecha que al parecer tienes una oportunidad, tal vez eso calme a papá.
Volvió a quedarse solo, esta vez con el sabor amargo de la verdadera soledad, la culpa y arrepentimiento mezclados. Todo el cúmulo de malas decisiones estaban por estallarle en la cara, salpicando cada una de las áreas de su vida, todas las que creyó independientes pero que, para su desgracia, estaban más acopladas de lo que imaginó.
Esa tarde no pudo más, se rindió ante la pesadez de su cabeza y pensamientos. Tal vez ya era hora de seguir consejo, uno que aún no terminaba de convencerlo. Aún se sentía incapaz de tener algún compromiso sentimental, su misma vida le había enseñado que el amor más que sentimiento, era puro interés. ¿Para que luchar por algo que solo dura un par de meses, que se acaba y se enfría tan rápido como surgió? Por eso solo disfrutaba de su sexualidad y su cuerpo sin ataduras, sin lazos emocionales que después podrían destruirlo.
Tal vez, pensando con cabeza fría, se excedió en todo ello y por eso ya estaba pagando con creces sus errores. Puede que no quiera compromisos aún, pero trataría con todas sus fuerzas solucionar el caos que había provocado. Empezaría, por obvias razones, con Patricia.
Las seis de la tarde había llegado, el momento de irse a casa y descansar. ¿Pero para qué? No había nadie que lo esperara, nadie con quien charlar o que lo acompañe. Con todo lo sucedido, aquellos pensamientos solo lo hacían sentir más basura y desesperado.
—Ya pasará, mierda... —susurró para sí mismo.
Salió de esa oficina decidido a quebrar su zona de confort, si el cambio no lo encontraba, debía ser él mismo quien lo busque. Aunque no quiera compromiso, tenía claro que no era indiferente a una mujer en especial, y tampoco quería dejarla ir. Sabía que aquella pregunta que una vez pasó por su cabeza, debía ser respondida y puesta en marcha. No más titubeos ni aplazamiento, era ahora o después sería demasiado tarde. La cuerda floja estaba por romperse.
¿Razón o corazón? Solo debía elegir una.
—Y elijo a Anaira —murmuró decidido.
Vicepresidencia Bradley, bienvenidos al sistema de consulta.
¿En que podemos ayudarle?
Tenemos agenda para:
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Ay no, así no era
Ya quisiera 😂
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