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18

Si sus deseos se cumplieran, uno de ellos habría sido no conocer a las Moiras, poder seguir con la tranquilidad de saber que no tendría que soportar a las víboras, en especial a Tamara, la más apegada a Derek. Sin embargo, la vida es tan cruel como para no librarla de ninguna de sus pesadillas. Por ello, ese día había conocido a la última de ellas, Penélope. Aunque su interacción fue casi nula, vio en ella lo que Alice una vez le dijo, fría como el mismo Derek, o incluso más que él. Era como si nada le importara, como si todo lo que le rodeara tuviese la misma relevancia que un grano de arena en su vida.

Eso le generó muchas dudas. Sabía que todas estaban con él por algún interés, por gusto propio no. De Tamara suponía que era mera conveniencia, con él tendría noticias en exclusiva, mucho material para su trabajo y diversión extra; Cristal era más por diversión, aunque siendo modelo podría tener contratos exclusivos con Fox Technology; pero Penélope, no hallaba motivo por el cual le beneficiara estar con Derek y amor no era, estaba más que segura de ello.

Pero tampoco se daría mala vida pensado de más, sería desperdicio de neuronas. En cambio, esperó un par de minutos y recogió sus cosas, lo más importante y necesario para seguir con su trabajo desde un lugar más tranquilo: la sala de trabajo común. Dada la situación y recordando aquella vez, no esperaba nada bueno de esa reunión, podía esperar cualquier cosa de Derek y sus amiguitas.

—Llegó nuestra salvación —se burló Camilo—, ¿cómo te ha tratado la vida?

—Había sido todo tan bello hasta hace solo dos horas —se quejó con un suspiro—, pero creo que así es mejor.

—¿Te parece mejor tener a Derek de mal humor? —indagó Matthew igual de burlón.

—Créeme que sí, en definitiva —expresó y todos estallaron en risas—. Pero bueno, me alegra no tener que hacer presentaciones, veo que se llevan muy bien.

Tanto Camilo como Matthew le sonrieron con malicia, chocando los puños como si se conociesen de toda la vida y no de hace solo un par de horas.

—Demasiado bien por lo que veo —replicó mirándolos con ojos entornados.

—¿Por qué te preocupa? —indagó Matthew divertido.

—Deberías alegrarte de eso, ¿no? —añadió Camilo.

—Tal vez está celosa —intervino Alice antes que ella dijera algo.

—Apareces en unos momentos tan oportunos que a veces me das miedo, ¿sabes? —se quejó Anaira— Apoyo la idea de colocarte un cascabel, pero urgente.

—Ni que fuese para tanto, pero, en fin —dijo dirigiéndose a Matthew—, bienvenido a la familia Fox, ¿cómo te han tratado?

—Aquí vamos de nuevo... —suspiró Anaira.

Sin poder evitarlo, Matthew contó con todo detalle el pequeño y nada agradable encuentro con Derek, informándole los extraños cambios que este mismo había tenido durante el fin de semana. A costa de Anaira, explotó muchos detalles del reciente y más candente chisme. Eso sí, la mayoría y más reveladores se los guardó para él por su propio bien.

—Estoy empezando a creer, por lo sucedido esta mañana, que a quién conocimos este fin de semana no fue a Derek, sino Alfonso, su hermano gemelo cool —concluyó Matthew.

—¡No inventen! —exclamaron Camilo y Alice al tiempo.

—Debe ser una broma, Derek no haría eso jamás ni en mis mejores y más cómicos sueños —replicó Alice incrédula—. Me están tomando el pelo, ¿no?

—¿Esto te parece falso?

Con la preocupación plasmada en el rostro de Anaira, vio como Matthew sacó su teléfono celular y puso a reproducir un video. El sonido de fondo era inconfundible, muchas voces unidas cantando una misma canción y detrás de este, Anaira y Derek bailando como si fuesen amigos. Y más al fondo, Luis.

—Increíble, eso es... —murmuró Alice, entornando los ojos y observando con detenimiento— Hablando de celos, ¿ese es Luis?

—Mi buen amigo Luis, el mismo que está cantando y bailando —siguió burlándose Matthew recibiendo amenazas con solo mirar a Anaira.

—Espera que lleguemos a la casa —amenazó—, y a ustedes se les acabó la hora feliz, a trabajar.

En medio de risas y bajo fuertes amenazas, continuaron con sus pendientes aprovechando para ponerse al día con el proyecto. Por ello llamaron a Beatriz, unirse a su grupo sería un poco más fácil para ella al ser nueva en la empresa, además, agilizarían el proceso. Los avances iban a mil por hora, la página web estaba bastante avanzada, lo único que podría ser un retraso en el desarrollo era la integración de los juegos. Sin embargo, la primera versión del juego propio ya estaba en desarrollo y siendo aplicada a la misma.

Se veía bien, la interfaz era llamativa y fácil de usar, la mensajería funcionó a la perfección, incluso sin conexión. Primer punto resuelto.

—Por ahora todo va de maravilla, si seguimos así podríamos tener listo la versión web para la reunión con la junta directiva —anunció Alice—, pero, el problema está aún en la versión móvil.

—¿Es necesario tenerla para esa reunión? —indagó Beatriz temerosa.

—No, por recomendación directa de Gerardo es mejor lanzar primero la versión web —intervino Anaira con una sonrisa de tranquilidad, esperando ayudar a los nervios de Beatriz—. Por ahora tienen tiempo suficiente y parte del trabajo adelantado, pero todavía bastante por hacer y solo son ustedes dos. Tómenlo con calma.

—¿Y Derek sabe eso? —indagó Alice con seriedad— Sabes que él no es muy paciente que digamos, aunque la presentación no la incluya es capaz de exigirla para ese día.

—Lo sé, pero hasta él debe ser consciente que las cosas no se pueden tener tan rápido, no si quiere algo que funcione —replicó ella—. Además, según los avances de la página web, se harán cambios en la versión móvil.

—Aun así, deberías volver a informarle todo eso, ¿no? —intervino Matthew— Ya sabes que puede ser un poco temperamental.

—Concuerdo, vicepresidente o no, aun es como un niño —comentó Alice entre risas—, uno malcriado y con ganas de llamar la atención.

—De todas formas, se lo diré después —advirtió Anaira con resignación—, cuando esté solo.

—No me digas —se burló Alice.

—Si te digo, están las tres juntas, y todas están locas —replicó.

Con los avances y futuras tareas asignadas, Matthew y Beatriz se retiraron a sus oficinas para iniciar con el desarrollo de la aplicación. Camilo, por su parte, se quedó junto a algunos de sus compañeros de marketing que fueron llegando en busca de comodidad. Alice y Anaira regresaron a sus puestos, esperando la llegada del almuerzo para poder descansar y recargar energías.

Con resignación, Anaira escuchaba las burlas de Alice al estar exenta de soportar víboras al dejárselas a ella. Esperando que, al llegar a su escritorio, el área esté despejada de malas y viperinas vibras. Salvo, claro está, la de Derek, inevitable.

—Ya sabes, respira profundo y sigue —se burló.

—¿Recuérdame por qué eres mi amiga? —replicó con amenazas impresas en sus ojos.

—Porque me quieres —se despidió con un beso, alejándose rumbo a su puesto entre risas maquiavélicas.

Con un suspiro, terminó su trayecto en silencio y con extrema lentitud. Debía entregarle los documentos de contabilidad, anunciarle los avances del proyecto y aclararle el retraso de la versión móvil, sin embargo, no quería encontrar sorpresas ni escuchar algarabías al llegar. Esperaba, por primera vez en esos días, poder trabajar con total tranquilidad.

—An, entra un momento, por favor —escuchó por el intercomunicador.

No había terminado de llegar cuando el estruendoso aparato sonó con su voz de fondo, dejando atrás cada una de sus ilusiones y esperanzas. Por el contrario, le tocaba enfrentar lo que menos quería, una supuesta reunión con las víboras. Porque sí, desde ahí pudo escuchar las quejas de Tamara.

—Sí, señor —contestó.

Tomó la carpeta que ya había preparado, su libretita de apuntes y rezó para que las cosas fuesen lo más rápido posible.

—... no es posible que solo lleve un par de días y la trates así, no es propio de ti —se quejaba Tamara con algarabía—. ¿Qué te hizo? ¿Ya estás jugando con ella a nuestras espaldas?

Derek se mantenía con ojos cerrados, con una mano reposando en su cabeza mientras la otra tamborileaba en el escritorio con frenetismos. Al parecer, ella no era la única que estaba al borde de un colapso.

—Solo trabajo como se debe, señorita Tamara, no estoy aquí para otras cosas —aseguró Anaira con severidad, llegando hasta un lado de Derek.

Clavó su mirada furiosa en él, dejó la carpeta en su escritorio y este solo la observaba con cansancio. En sus ojos, una súplica silenciosa fue transmitida y respondida: —Te lo mereces, ahora sufre.

—Los documentos de contabilidad que me pidió, ya tengo los avances del proyecto y los nuevos miembros del equipo de sistemas están analizando las correcciones de la aplicación móvil —anunció con seriedad—. ¿Algo más, jefecito?

—Y yo hablando bien de ti —se quejó, mirándola con reproche.

—Vaya, vaya, como cambian las cosas en tan poco tiempo, ¿no, An? —se burló Cristal.

—No malinterprete, señorita Cristal, las cosas siguen igual —aseguró Anaira, regresando su mirada a Derek—, o peor.

—Insolente, deberían echarte de patitas a la calle —gritaba Tamara encolerizada—. ¿Cómo es posible que esta siga trabajando aquí? Y con tanta confiancita contigo, ¿jefecito? ¿Qué Rayos es eso?

—Tamara, por Dios —intervino Penélope— ¡Ya cállate! Pareces una niña haciendo berrinche, compórtate.

—Pero...

—¿Necesitas algo más? —insistió Anaira casi desesperada, susurrando las últimas palabras— Quiero salir de aquí, por favor.

—No sufriré solo —susurró, recobrando la postura y hablando para todas con firmeza—. Dentro de un mes se hará un gran evento donde, a parte de anunciar actualizaciones de nuestras aplicaciones y lanzamientos de nuevos productos, se lanzará la versión beta de Greensite. Y como les decía a las señoritas, necesitaré de su equipo para ese día.

No supo identificar si fue por la postura, firmeza en su voz o la intensidad de su mirada, pero las tres se mantuvieron casi estáticas en su puesto dándole toda la atención a Derek. Parecían tres ovejitas, dóciles y tiernas, quien no las conoce las cree inofensivas. Pero ella, conociéndolas mejor, no se tragaba ese cuento. Y por ello mismo empezó a entender, esa era la razón por la cual seguían siendo sus amantes, porque le obedecían hasta la más mínima solicitud.

—Tamara se encargará de traer a su equipo de periodistas para que cubran el evento, tanto sociales como otras secciones —decía Derek, mientras Anaira tomaba apuntes—. Necesitaremos un acto de apertura para la fiesta después de los anuncios, estaba pensando que podría ser un nuevo número del grupo de baile de Cristal, de todas formas, el evento tendrá una temática. Y para el final, después del coctel, un desfile de cierre. Ahí entras tú, Penélope.

—¿Eso es todo? —indagó Anaira.

—¿La señorita quiere algo más? —replicó Tamara con ironía.

—¿Podrías hacerme una lista previa de posibles invitados? Accionistas, inversores, clientes VIP, solo los más importantes de nuestros contactos, por favor —solicitó Derek.

—¿Puedo recibir sugerencias del señor Noa? —preguntó, ignorando por completo a Tamara.

—Claro, siempre tiene invitados sorpresa —se quejó.

—Listo, en seguida me pongo en ello, con permiso.

—Gracias, An —le sonrió Derek y Tamara bufó enojada.

—Hasta luego, preciosa —se despidió Cristal con su típico tono divertido.

Al salir, respiró con más tranquilidad y relajó los hombros. Hasta ese momento no se había percatado de lo tensa que estaba, la presencia de Tamra le cabreaba cada vez más, incluso estaba por ganarle al mismo Derek. ¿Cómo la soportaba? Por lo menos y hasta ese momento, las otras dos no habían dado tanta lata como ella, aunque Cristal seguía con su actitud coqueta o solo jugaba con ella.

Fue por un poco de agua a la sala de descanso antes de ponerse a trabajar, le escribió a Alice para que le ayudara con la lista de invitados y respiró aire puro antes de regresar a su nube de toxicidad. Aun dentro de su oficina, escuchó las quejas interminables de Tamara por su sola presencia en la empresa. Algo que, para su desgracia, pensó que nunca acabaría.

—Hola, cosita preciosa —saludó Cristal al salir, sentándose en su escritorio a su lado mientras contoneaba sus atributos delanteros—. ¿Estarás muy ocupada estos días?

—Trabajando, como todos los días —contestó Anaira evidentemente incomoda.

—Ese odioso te tiene sobrecargada, ¿verdad? —se burló, acariciando su mejilla y disfrutando del espectáculo— Uno de estos días podrías escaparte y no sé, tal vez...

—Cristal —le interrumpió Derek amenazante—, no des malos ejemplos y bájate de ahí.

—Claro, jefecito —se carcajeó—, pero no tendrás a esta lindura solo para ti, ¿eh?

—Estás demente, Cris —se quejó Tamara saliendo detrás de Derek—. Mi perro es más lindo, y hasta más educado.

—Que mal gusto tiene el pobre animal —murmuró Anaira, provocando una carcajada más en Cristal y refunfuños indignados de Tamara.

—No son más que unas niñitas —replicó Penélope con un suspiro.

Pese a no demostrar interés o alguna emoción más que fastidio, esta última seguía siendo más como Tamara que como Cristal. Evidencia número uno, la forma en que la miró al pasar frente a ella. En sus ojos, el destello del desprecio iluminó su mirada, tétrica como su falta de apatía a las cosas.

Con paso lento, las tres se marcharon dejando atrás a Derek y Anaira en un pesado silencio. Este, suspirando de alivio, desvió toda su atención a ella con una sonrisa, apoyándose en el escritorio solo observándola mientras tecleaba en su computador. Al parecer, la bipolaridad era una nueva característica de Derek que debía soportar.

—¿Ahora que quieres? —preguntó Anaira cansada de su juego.

—Nada —contestó sonriente—, ¿estás haciendo lo que pedí?

—Sí, ya lo estoy haciendo —contestó con fastidio—. Y por favor, si no es mucho pedir, ¿podrías evitar que vengan mientras estoy aquí? Me van a enloquecer, y por lo visto tampoco disfrutas de sus visitas, por lo menos fuera de las sábanas.

—An, no seas así, es muy temprano para discutir —se burló, dándole esa misma sonrisa que mantuvo los días anteriores.

—¿Quién te entiende? —suspiró— Hace un par de horas tú mismo estabas echando humo por las orejas, y ahora estás sonriente como si nada hubiese pasado. Eres más desesperante que Tamara, ¿sabes?

Una suave carcajada escapa de sus labios, y siendo sincera, la ponía más que nerviosa.

—Acabas de ofenderme —replicó entre risas—, aunque creía que Cristal te sería más desesperante.

—A veces, pero le gana Tamara por lo odiosa, ella en cambio es más... —dudó, tratando de buscar las palabras— No sé, me parece que... ¿Me está coqueteando?

—¿Hasta ahora te das cuenta? Para ser tan inteligente eres bastante ingenua —se burló.

La indignación afloró en su rostro, arrancando una nueva carcajada por parte de Derek. ¿Cuántas veces más sería su blanco de bromas? En su estado actual, indignada y para nada contenta con su extraña actitud, no le causó ni pizca de gracia.

—¿Si lo sabes porque no le dices nada? Es tu novia, ¿no? —le reclamó cada vez más molesta— O una de ellas.

—No lo es y tampoco tengo compromisos con nadie, por lo menos por ahora —anunció con seriedad, mirándola con intensidad—. Ella puede hacer lo que quiera, ya es decisión tuya seguirle el juego. ¿Por qué, te incomoda? No me digas que nunca te habían coqueteado.

—Para tu información, sí lo han hecho muchas veces, solo que nunca una mujer y es.... raro.

—Bien, te creo, eres sexy así que no me extraña que suceda.

—¿Perdón? ¿Ahora me estás coqueteando?

—Me caes mal y aún quiero despedirte —expresó con aires inocentes y coqueto—, pero soy sincero y lo que veo no está nada mal.

—No te tomas nada en serio, ¿verdad? —suspiró con resignación, aceptando la realidad— Ni sé por qué me molesto en discutir esto contigo, es como hablar con una pared.

Muchas veces se alegraba de verlas, tenerlas desnudas sobre su cama y gritando su nombre en completo éxtasis, eso le encantaba. Sin embargo, tenerlas a las tres en una misma habitación era exasperante, en especial Tamara, más aún si estaba Anaira cerca. Verla era como un detonante para su lengua, no paraba de quejarse y parlotear sobre cómo debería trabajar y por qué no es apta para estar cerca de Derek.

A Cristal podía considerarla una amiga, esporádica y con derechos, pero solo eso. Penélope era una socia de negocios, y claro está, compañera de cama. Pero a Tamara cada vez la sentía más pegada al cuello, era quien más renegaba de otras y se enojaba cuando las veía. Solo con ellas, sus supuestas amigas, se comportaba y quejaba menos. Aun así, era más exigente que las demás y eso le estaba fastidiando.

Antes lo habría ignorado, pero sus quejas hacia Anaira eran cada vez más frecuentes e insistentes, y para más colmo, no le bastaba con insultarla, sino que también pretendía darle órdenes. Y eso era el colmo para él. No iba a permitir que ella ni nadie más la tratara de esa manera, aunque tenía bastante claro que ella podía defenderse por sí sola. Un espectáculo que le encantaba ver, pero solo cuando era con él.

—Por favor, si no es mucho pedir, ¿podrías evitar que vengan mientras estoy aquí? —le había reclamado— Me van a enloquecer, y por lo visto tampoco disfrutas de sus visitas, por lo menos fuera de las sábanas.

Por un momento le pareció lógica su solicitud, él mismo iba a hablar con ellas para que se dejaran de tanto escándalo, en especial Tamara, la única a quien se le escuchaba la voz en toda la oficina. Sin embargo, lo que más le llamó la atención en su momento fue preciso el tono de su reclamo, la última parte de ello.

—¿Estará celosa? —se dijo a sí mimo sin dejar de sonreír.

Aquello, siendo algo tan tonto, le hizo mucha ilusión y no sabía por qué. Ese día en especial las cosas en su cabeza estaban dando vueltas incontrolables; primero, le reclama injustamente solo por ver a Matthew en su empresa, como uno de los nuevos empleados de sistemas; luego, para más colmo, se enoja aún más porque ella misma sugirió que podría haber algo más con Luis, algo que él mismo quería que sucediera entre ellos dos; y, para terminar, se comportaba de lo más cómico después de su reunión improvisada con ellas tres.

Sin contar su estado actual, sonriendo y suspirando solo en su oficina pensando en suposiciones absurdas. Esperando que tal vez, dados los últimos acontecimientos, podría ofrecerle un almuerzo como disculpa. Porque sí, aceptaba que fue demasiado caprichoso y explosivo al reclamarle por algo que no iba al caso. Matthew podía trabajar allí como cualquier otro, si pasó los filtros es porque da la talla. ¿Qué culpa tenía ella? Ninguna.

Salió de su oficina con la esperanza de poder invitarla, pasar un rato agradable en su compañía y seguir la conversación del día anterior. No mentía cuando dijo querer conocerla, cada detalle de ella, de su vida y sus gustos, lo que la hace ser quien es y tener ese carácter tan fuerte que lo tenía tan fuera de sí. Tan, como ella misma lo llamó, idiota.

Sin embargo, ella ya no estaba allí. Rechistó por lo bajo y salió en su búsqueda, sabiendo que estaría con ese tal Camilo en la cafetería. Ya se le estaba haciendo costumbre, almorzar con el mismo grupo de personas y consumir el resto del tiempo conversando con ellos. Por su parte, muchas de aquellas ocasiones, pasaba por allí solo para eso, verla reírse hasta colorear sus mejillas de rosado.

Pero al llegar, la sonrisa de Anaira resplandecía iluminando todo el lugar, incluso la oscuridad que hay en su vida. Por momentos, solo le bastaba con verla reír para calmar ese demonio interno que renegaba de todo, incluso de su propia existencia. Y eso le preocupaba, más porque era la primera vez que se sentía de esa manera tan aferrada a una persona. En especial, a una que en ese justo momento parecía coquetear con quien dice ser su mejor amigo.

—No puedes estar hablando en serio, An —susurró para sí mismo, sintiendo esa sensación de furia crecer dentro de él, algo que desconocía por completo hasta antes de ella. Celos.

La escena le irritaba cada vez más, y por ello no podía dejar de verla. La interacción de esos dos era más que dulce, tan tierna que empezaba a darle diabetes crónica. Y lo demás, ajenos a lo que él veía, se reían siguiendo las bromas que el tal Matthew hacía. Caricias y suaves pellizcos en sus mejillas, abrazos fugaces y un pequeño beso en la frente, todo ello lo encabronó a niveles explosivos.

No pudo soportarlo más, se marchó rumbo a su oficina. Encerrado y encolerizado como estaba, solo llamó a cafetería para pedir un bocado y algo mucho más fuerte que solo un café. Trató de calmarse, usar todo el autocontrol que no había puesto en práctica los últimos días en ese momento.

Sin embargo, una notificación de su abogado lo saca aún más de quicio. Patricia no estaba dispuesta a colaborar, a menos que sea él mismo quien se lo pidiera de rodillas y con anillo en mano.

—Está loca si cree que haré eso —replicó para sí mismo.

«Demándala, no hay más nada que negociar», exigió.

Ignoró ese pequeño percance, con todo el poder de su familia y los mejores abogados a su disposición, duda que fuese un problema real. Cerró sus ojos y se relajó, hasta casi el punto de quedarse dormido. Sin embargo, las suaves risas de Anaira lo regresan a su estado anterior. Hecho una furia.

—Necesito que entres un momento, Anaira —exigió por el intercomunicador con el tono más calmado posible.

La vio entrar con calma, suspiró y puso los ojos en blanco al ver su semblante serio.

—¿Qué pasó esta vez? —indagó con hastío.

—¿Podrías ser tan amable de darme tu concepto de «mejor amigo»? —exigió.

—¿De qué...?

—Porque dudo mucho que con un simple mejor amigo se den tanto cariño, hasta casi me dejan diabético de tanta dulzura —le interrumpió cada vez más molesto—. Casi como hermanos, ¿no?

—¿De cuándo acá debo darte ese tipo de explicaciones? —replicó Anaira enfadada.

—Desde el día en que decidiste que él estaría aquí en la empresa, pegado a ti como una garrapata —expresó Derek indignado—. No sé qué harán fuera de aquí, pero mientras estén en horario laboral deberían medirse un poco. Pueden despedirlos a ambos, y créeme que no haré nada para evitarlo.

La irritación en el rostro de Anaira era máximo, podía verlo en el tono rosa de sus mejillas y la forma en que lo miró. Suspiró, negó un par de veces soltó una risa irónica. Aquel gesto, por más que hubiese tratado de intimidarlo con ello, no hizo más que tentarlo. Eso era lo que más le atraía de ella.

—Por milésima vez, Derek, déjame dejarte en claro algo —empezó a replicar—. Si tuvieses hermanas mujeres, sabrías lo que es ese tipo de cariño. Así que no, jefecito, Matt y yo no tenemos ese tipo de relación ni hoy ni nunca. ¿Sabes por qué? Porque yo no ando probando al uno y al otro para ver con cual me quedo, si llego a tener una relación espero sea duradera. A diferencia de ti, no le tengo miedo al compromiso.

—¿Crees que me comeré esa historia después de lo que vi? Y no trates de negarlo, la forma en que te mira y acaricia dice mucho —expresó ofuscado.

—Por Dios, Derek, estás haciendo un tornado en un vaso de agua —exclamó ella—. Con Matt no pasará nada, entiéndelo. Y ni siquiera debería darte explicaciones sobre ello, no eres nadie en mi vida.

—¿Por qué? —estalló— ¿Por qué hablar contigo se hace tan difícil? Eres tan frustrante y respondona, toda mi tranquilidad se esfumó cuando llegaste a esta empresa. Haz vuelto mi vida un completo caos, ni siquiera me entiendo estos últimos días y estoy por completo seguro de que todo es culpa tuya.

—No señor, solo quieres culparme por todo, no porque de verdad lo sea.

—Sí lo eres, por esa misma actitud rebelde, la forma en que me contestas, como te enojas, todo eso me tiene loco y lo peor es que aun así me encantas... —cerró la boca abruptamente, sin saber por qué había dicho tal cosa.

La rabia del momento lo había cegado y cerrado los filtros boca-cerebro, por lo que de sus labios salieron las cosas que pensaba sin siquiera dudarlo. Y por ello, él mismo estaba sorprendido, incluso más que Anaira. Por segunda vez, pero de forma accidental, la había dejado sin palabras y con la boca abierta. Se había expuesto a ella, se sentía humillado y fuera de lugar en su propio cuerpo.

No soportó más la tensión y solo salió de aquella oficina.

#UrnaVirtualPreguntaDelDia

¿Cuál o cómo sería su hora feliz?
Leo sus ideas

Mientras....

¿Donde estará ese Alfonso y por qué no se queda en Fox Technology?

#ChistesMalosPorqueTengoTambre

Los amo mis pulguitas

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