16
Por alguna razón, la noche estuvo tan pacífica y divertida que no podía enojarse con nadie, incluso con Luis cada vez que bailaba con Anaira. No porque quisiera, sino porque el alcohol ya estaba colando en su sistema haciendo desastre. No era de los borrachos que forman pleito, sino todo lo contrario, ese lado risueño que nunca mostraba a nadie salía a flote como si se tratara de otra persona, un Derek diferente.
Sin embargo, eso no quitaba el hecho de estar contrariado con sus propias emociones. Tenía a su mejor amigo disfrutando de la noche, bailando y riendo con una bella y sensual chica. No le habría importado, al contrario, se hubiese alegrado por él si ella no fuese de su interés. Pero no, era Anaira con quien lo hacía, tan pegado a ella que casi podía imaginarse un beso entre ellos y lo peor es que no sería el primero. Fue eso mismo lo que lo impulsó, como un resorte se levantó y caminó hasta ellos.
—Tiempo fuera —interrumpió Derek—, mi turno.
—¿Quieres bailar conmigo, acaso? —le retó Luis.
—¿A eso le llamas bailar? —se burló— Solo será un rato, has bailado con ella toda la noche, ¿cuál es el miedo?
—A ver, don comedias —intervino Anaira, viendo el fastidio de Luis casi estallar—. ¿No estás un poco borracho ya?
—Aún estoy en mis cinco sentidos, si quieres te lo demuestro, ¿bailamos? —sugirió Derek extendiendo su mano hacia ella.
La duda estaba impresa en su rostro, se notaba que no quería dejar a Luis, pero tampoco quería dejarlo con la mano. Con una suave sonrisa, le hizo señas para que se tranquilizara, dando a entender que estaría bien.
—Pero te comportas, Derek, ¿entendido? —le advirtió.
—Tus deseos son órdenes —contestó complacido.
—Te estaré vigilando, cuidado con lo que haces —amenazó Luis.
Este se alejó rumbo a su mesa, con manos metidas en los bolsillos y una expresión de total enfado brillando en su rostro.
—¿Y el amargado soy yo? —se burló Derek— Alguien está delicado hoy.
—No estés tan seguro de eso, y no sé qué estás tramando —amenazó con firmeza—, pero no dejaré que te salgas con la tuya.
—Si lo dices así —susurró muy cerca de su oído—, no puedo negarme.
La tomó por la cintura tan suavemente que la sintió estremecerse, pegándola tanto a su cuerpo que podía sentir su cálido aliento chocar en su pecho. Mientras él, por primera vez desde que la conoció, pudo sentir con todo gusto y plenitud, el aroma de su cabello que empezaba a encantarle. Con el alcohol en su sangre, se sintió desinhibido de todas esas murallas que construyó a su alrededor y lo disfrutó. Se dio ese gusto.
—¿Siempre hueles tan bien? —susurró apoyando la nariz sobre su cabeza.
—Oye, no te aproveches de mi estatura, ¿ok? —replicó ella nerviosa.
—No me aprovecho, por el contrario, creo que es la estatura perfecta —dijo con un suspiro, moviéndose junto a ella al son de la nueva canción, una tonalidad lenta y pegadiza.
—¿A así? —dudó ella— ¿Perfecta para qué?
—Para esto —y dicho ello le dio un suave beso en la frente, tan dulce que se sorprendió de ello.
No solo fue él, ella también se quedó casi pasmada con aquel simple acto. Con lentitud, fue levantando su rostro hasta cruzar miradas.
—¿Y eso a que vino? —indagó perpleja.
—Tengo un lado cariñoso, ¿sabes? —anunció con una sonrisa ladeada— A veces se me escapa.
—¿Con cuantas? —se burló ella.
—Hasta el día de hoy, solo contigo —contestó con toda la pura sinceridad—, eres privilegiada.
Y con ello, estalló en estridentes carcajadas, un dulce sonido que invadía sus oídos aún por encima del bullicio general. Borracho o no, disfrutó de aquel momento con toda plenitud.
—Vaya, vaya, ¿quién diría que el gran Derek Fox seria de los borrachos chistosos? Eres una cajita de misterios —canturreó entre risas.
—Primero, no estoy borracho y si lo estuviese, tampoco soy de esos, ¿sabes? —replicó siguiendo sus bromas.
—Sí, claro, te creo, aunque si te soy sincera, es mejor verte así que con tu cara de culo todo el día —determinó con aparente seriedad—, es un buen inicio.
—¿Cara de culo? ¿Así te refieres a mí cuando no estoy? —exclamó sorprendido por su descaro.
—¡Oh, cariño! Ni te imaginas —se carcajeó.
—An, abusas de tus privilegios, aún soy tu jefe que no se te olvide.
—No señor, tú mismo dijiste que aquí y ahora no eras mi jefe, ubícate.
Con algunas risas más, siguieron suaves movimientos mientras la canción avanzaba. De una balada suave, pasaron a un reggaetón clásico del cual no pudo librarse. Derek nunca se hubiese atrevido a hacerlo, pero quería aprovechar cada oportunidad que tuviese de estar cerca de ella. ¿Y si después no le dejaba bailar con él? Era ahora o nunca, arriesgarse a pasar el ridículo o dejarla ir. La primera opción era la más tentadora, solo si le dejaba volver a escuchar sus carcajadas.
—¿Quién eres y donde dejaste al odioso de mi jefe? —se burló Anaira siguiéndole el paso, embolatado, pero divertido.
—No sé, pero cuando regrese querrá suicidarse —continuó la broma, bailando tan pegado y sugestivo que el calor se le subía al rostro.
Si eso era parte de su plan, no estaba saliendo como quería, porque el afectado resultó ser él y no ella.
Al terminar aquella canción, decidieron tomar un respiro y una bebida, regresando a su puesto y sentándose para descansar. Al llegar, María José y Matthew no estaban, solo Luis. En un silencio un tanto incomodo, esperaron la llegada de los demás, pero esos no aparecieron.
—Por cierto, Luis —dijo Derek con cierto tono burlón—, ¿cómo está Lyn?
—¡Dios, Derek! ¿Estás hablando en serio? —replicó con enojo.
—¿De qué hablan? —indagó Anaira curiosa.
—Nada importante, alguien está desesperado por hacerme quedar mal de alguna forma —comentó restándole importancia—, pero le será más difícil que eso.
—¿En serio? ¿Ahora no tiene importancia? —se burló Derek— Y yo creí que habías estado realmente enamorado de esa chica, ¿no eras el caballeroso hombre perfecto de los dos?
—Derek, cariño, ¿podrías dejar tu veneno por un rato? —exigió Anaira— Por favor, no sé qué intentas, pero ya basta, arruinas el ambiente.
Soltó una larga y suave risa, que lo defendiera de ese modo le irritaba sobremanera. Por ello solo lo miró desafiante, sabiendo que con esa información tenía un poco de control sobre la situación. Con Lyn solo recalcaba una sola cosa, él también tenía cola de la cual pisar.
—No es veneno, preciosa, solo pregunto por la que creí era su novia —comentó, notando la expresión de sorpresa en Anaira—, que rápido la olvidaste. Pobre chica.
—Esto es ridículo, Derek —expresó Luis indignado—. Ella no es...
—Voy al baño, no se maten en mi ausencia, ¿quieren? —exigió Anaira con desgana.
Se levantó sin siquiera mirarlos, caminando sin pausas, pero tampoco con prisas directo al baño. Derek no supo si dio en el clavo o si solo se hartó de su actitud, pero algo sí aseguró, aquello rompió un poco esa imagen perfecta que ella se hizo de Luis. De cierta forma estaba seguro de que le había hecho un favor, idealizarlo de esa manera podría lastimarla más adelante.
—¿Qué rayos te pasa, Derek? —espetó Luis furioso— ¿A qué mierda estás jugando?
—Solo hice lo que tú nunca ibas a hacer, darte a conocer como eres realmente —comentó con burla—. No eres el niño perfecto que aparentas, ella lo debe saber.
—¿Solo porque no le dije de mi última relación, con quien terminé hace dos meses? —reafirmó, acercándose amenazante— No soy como tú, Derek, aunque trates de hacerme ver de esa manera. Jamás en la vida engañaría a una mujer, mucho menos a Anaira, así como pretendes hacerlo.
—¿Qué te dice que quiero engañarla? —refutó Derek indignado.
—Querer enamorarla para desilusionarla y que renuncie por ello, eso es engañarla —explicó con seriedad—. ¿Qué me dirás ahora? ¿Qué de verdad te interesa? A otro con ese cuento porque no te creo y ella tampoco lo hará, así que ni lo intentes.
—No estés tan seguro de eso, Luis, puedo ser muy convincente si me lo propongo —se defendió—. Además, ¿por qué no me puede interesar? Tú mismo lo dijiste, es hermosa y astuta, y de verdad lo noto.
En su cabeza, Derek creyó firmemente que usar sus propios argumentos en su contra le bajarían los humos a Luis. Sin embargo, veinte años de amistad tienen muchas ventajas y desventajas, una de ellas es conocerse como la palma de su mano y sabía que no funcionaría, aunque lo intentó.
—Puede que crea que eres sincero, pero yo no me trago ese cuento, tu historial está en tu contra y uno muy extenso.
—No me interesa lo que pienses, porque y aunque lo dudes, estoy tratando de ser sincero con ella y tratarla bien porque sí me interesa. ¿No era lo que querían?
Tal vez fue a causa del alcohol, pero aquellas palabras salieron de su boca sin reparo ni filtro. Hasta ese momento se estaba convenciendo que todo seguía siendo parte de su plan, pero en realidad lo estaba disfrutando tanto que sus dudas empezaban a crecer.
—Eres el colmo, en serio —suspiró con cansancio—. Te daré una última oportunidad, dejarás hoy mismo esa estupidez de plan tuyo y la tratarás como tu asistente, nada más. Basta de coqueteos, de fastidiarle la vida, de toda esa mierda que te traes con ella.
—¿Y si no quiero? ¿Y si llego hasta el final? ¿Qué harás? —le retó.
—Muy poco podré hacer más que alejarme de ti como tu amigo, aunque por lo visto no te interesa, ¿no? —recriminó Luis dolido— El mayor castigo te lo dará ella misma, tenlo por seguro.
—No juegues, Luis, ya no eres un niño como para que me dejes de hablar cada vez que enojes conmigo —replicó, y más dudas estallaron en su cabeza.
—Tú eres el niño aquí, y por esa actitud perderás más de lo que crees, Derek, no seré el único que se alejará por esto mismo y debería preocuparte porque, con ese maldito carácter que te cargas, muy pocos se han quedado a tu lado. Deberías considerar eso, o te quedarás solo.
Permitir que Derek se uniera a su reunión había sido la peor decisión: sus constantes indirectas a Luis le estaban colmando la paciencia. Aun así, aquello que dijo le dejó pensando mucho. Por un instante prefirió no creerle, podría ser solo una excusa más para generar pleito. Sin embargo, la expresión aterrada de Luis confirmó sus palabras. ¿De verdad tenía novia?
Ya no sabía que creer, pero siendo Luis le daba el privilegio de la duda, se lo merecía.
—Todo tiene una explicación, solo es escucharlo y listo —le dijo a su reflejo en el espejo—, creerle a Derek sin pensarlo sí sería una estupidez.
Respiró un poco y salió, dirigiéndose primero a la barra por un poco de agua y luego, enfrentar la escena una vez más. Esperaba encontrarlos discutiendo, ya que sus expresiones al irse no denotaban buenas vibras. Pero lo que vio al llegar fue aún más preocupante, estaba sentados en silencio tan alejados el uno del otro, que parecían solo dos desconocidos compartiendo mesa.
¿No se supone eran mejores amigos de hace mucho tiempo? ¿Realmente esos dos eran adultos hechos y derechos? No le extrañaba de Derek, ya estaba más que segura que podía ser un poco infantil y caprichoso. Pero no lo esperaba de Luis, menos sabiendo el aprecio que siente hacia Derek como su mejor amigo. Pese a sus discusiones, vio en ellos un enorme sentimiento de amistad hacia el otro. ¿De verdad estaban dejando romper ese lazo?
Sintió un poco de pena por ellos, por ambos, pensado que si eso llegase a ocurrirle con Matthew sufriría demasiado. ¿Qué tanto les dolería a ellos? Aunque y para ser sincera, vio necesario que aquello ocurriera. Si tocar fondo no le abre los ojos a Derek, nada en el mundo lo hará y él mismo terminará verdaderamente mal.
—Siguen vivos, milagro —se burló ella, tomando un largo trago de su coctel.
Por lo altos parlantes, una pegadiza canción empezó a sonar y con ello, el afán por zafarse de allí afloró. Era eso o seguir sumergida en su nube de depresión.
—Amo esa canción —expresó Anaira—, vamos, Lu, deja esa cara y a bailar.
Se dejó llevar por su suave tacto, tomados de la mano y bajo la atenta e irritada mirada de Derek desde su asiento. Se veía indignado, pero a la vez muy afligido. Jamás pensó verlo de esa manera, por lo que esa sensación fría que nacía en su pecho comenzó a crecer.
—¿Puedo abrazarte? —suplicó Luis igual de afligido.
—Claro, pero ¿me dirás que pasó? —exigió ella, sintiendo como se apegaba a ella rodeándola por la cintura y apoyando su rostro en su hombro— Incluso Derek se ve decaído, y eso ya es demasiado raro.
—Que no pasará —suspiró pesadamente.
La canción era suave y lenta, por lo que aprovecharon la quietud de su alrededor para prolongar aquel abrazo conciliador. Sintió a Luis bastante afectado, y le dolió más el no poder hacer nada por este. El único que tenía esa posibilidad en las manos, la había lanzado muy al fondo de un precipicio.
—¡La media noche ha llegado, señores y señoras! —anunciaron por lo parlantes— Llegó el momento de la locura, activen sus cuerpos y a mover el bote.
El estruendo se hizo más ensordecedor, cambiando la suave balada por una más enérgica y divertida. La expresión de Luis no había cambiado, pero por lo menos haría que el momento no sea tan doloroso como lo aparentaba.
—Cambia esa carita, ¿sí? En algún momento las cosas tendrán que cambiar, y para su propio bien debe tener buenos resultados —comentó Anaira dándole ánimos—. Sonríe un poquito.
—Eres una dulzura, pero no lo veo posible —expresó Luis con una sonrisa triste.
—Piénsalo así, no hay mal que dure cien años...
—Ni cuerpo que lo resista —terminó por ella liberando una suave risa.
—Así está mejor, ¿buscamos a los demás? —sugirió.
Regresaron a la mesa donde seguía un muy distraído Derek, regresando en sí al verlos llegar tomados de la mano tan sonrientes y agitados. No dijo nada, solo desvió la mirada a la pista de baile donde muchas personas empezaban a aglomerarse bailando y cantando a todo pulmón.
—¿Por qué siguen aquí? —indagó Matthew llegando con ellos— ¿No escucharon? A bailar.
—Dejen esas caras largas, ¿sí? —añadió María José— Vamos a bailar, vamos, Lu.
Con todas las energías del mundo, María José tomó a Luis de la mano jalándolo hasta el centro de baile donde, rodeados de otras tantas personas, empezaban a bailar y cantar. Detrás de ellos, Matthew siguió la corriente buscando entre la multitud alguien con quien compartir el momento.
Anaira por su parte, viendo el triste panorama, no se sintió capaz de irse como todos dejándolo solo con sus pensamientos. Pudo haber sido el hijo de puta del que siempre renegó, pero no podía solo endurecer su corazón y abandonar a alguien que está pasando por un mal momento. Aunque, y estaba segura de ello, él mismo se lo buscó.
—Derek, ¿piensas quedarte el resto de la noche solo lamentándote? —indagó tanteando el terreno.
Él seguía sin responder, sin inmutarse de ninguna manera, casi siendo uno mismo con el aire.
—Dios... me estás preocupando de verdad —continuó y por lo parlantes una melodía que le encantaba empezó a sonar— ¿Escuchas eso? Es Morat endulzando nuestros oídos.
Derek solo se removió, la miró fijo sin decir nada. Y con ello, Anaira vio en sus ojos reflejado todo el dolor que él estaba sintiendo. Se acercó un poco más a él, le sonrió con suavidad y suspiró.
—No sé de qué hablaron, eso es algo que solo ustedes dos deben arreglar cuando estén en sus cinco sentidos —dijo ella con tono delicado—, pero por ahora, solo por ahora, deja eso a un lado y diviértete. Lo necesitas ahora más que nunca, solo déjate llevar, ¿sí? No eres un robot, aunque tengas la cara.
Anaira extendió su mano hacia él, esperando la recibiera y solo la siguiera sin decir más nada. En cambio, Derek suspiró y la miró con una suave sonrisa de gratitud, sin dejar toda la tristeza que lo abarcaba de lado. Tomó su mano, se dejó llevar por la dulzura de su tacto y llegaron a la pista de baile donde todos los esperaban. Luis ni lo miró, solo le dio la espalda bailando con María José y negándose a cualquier contacto.
—Solo escucha la música y déjate llevar, es muy poco probable que no conozcas esta joyita de Morat, ¿cierto? —anunció Anaira con un toque de advertencia.
—¿Quieres la verdad? —contestó él dejando fluir la diversión que ella le trasmitía.
—No inventes, eso es sacrilegio —se quejó ella—. ¿Cómo puedes vivir ignorando la existencia de Morat?
Y como si fuese parte de un ritual, todos y cada uno de los presentes empezaron a cantar a viva voz el coro de aquella canción, incluso ella.
—Quiero volverte a llamar, que a la mañana siguiente esa llamada perdida no se pierda y tú la encuentres —canturreaba con alegría mientras contoneaba su cuerpo con la melodía—. Yo no me voy a dormir hasta que tú te despiertes, prefiero cinco llamadas perdidas, cuatro cartas, tres heridas, dos de suerte, que una vida sin volver a verte.
—Volví a la puerta de ese mismo hotel, otro cóctel en ese mismo bar, solo para ver si podía aguantarme, pero... —canturreó Derek siguiendo la corriente.
—Ah, pero te la sabes —se burló ella y juntos continuaron la canción.
Tres canciones más, un par de bebidas y algunos pasabocas culminaron la noche sin más pleitos. Pese a la situación entre ellos dos, pudieron gozar el momento con diversión, cosa que le pareció totalmente increíble y sorprendente a Anaira. Derek terminó por ceder ante sus encantos, dejándose llevar por la música y la sensación enérgica del ambiente, cantando y bailando como nunca en su vida había hecho.
Por un lado, Anaira se alegró de haber colaborado en mejorar su estado de humor, más porque aquello pudo terminar de arruinar su noche que por él mismo. Pero por el otro, sintió que había dejado a un lado a Luis gran parte de la noche por estar consolando al equivocado. Aunque, si mal no recordaba, él estaba igual de sonriente con María José siguiéndole el ritmo en sus extraños pasos de baile.
Sabía que con él podría hablar después, con más calma y concentración. Que sería mucho más comprensivo con la situación y con Derek, pese a que no se lo merezca, porque claro, él por lo menos se relacionaba con sus amigos, pero Derek no tenía a nadie más y dudaba permitiera se le acercaran.
A la mañana siguiente, los dolores de cabeza fueron más suaves de lo que imaginó, solo un poco de agua y algo de quietud fueron suficientes para calmarlo. Con lo que casi no podía, era con el malestar en sus piernas, había bailado más de lo que imaginó y le pasó factura.
—¿Estas muriendo de resaca como aquella vez? —se burló María José.
—Ya estoy cogiendo calle, así que no te preocupes —contestó burlona.
—Nos haces ver como los malos, ¿sabes? —se quejó ella entre risas.
—Tengo muy, pero muy malas noticias —anunció Matthew exaltado—, se nos acabó la comida, así que tendrán que esperar si quieren algo mata resacas.
—Yo voy, así saco un poco de efectivo del cajero —se ofreció Anaira.
—¿Segura? Después no digas que te mandé con resaca a la calle —se lavó las manos—. Aunque, pensándolo bien, tenemos plata.
—Sí, aja, está sustanciosa, pero... —advirtió Anaira— el ahorro estará un poco lento, debo pagarles de alguna forma.
—Tu tranqui que yo fresqui, no tengo problemas con tenerte hasta que la muerte nos separe.
Las carcajadas de María José fueron estridentes, una respuesta tan descabellada como aquella no ameritaba menos. Pero viniendo de Matthew no era raro, con más de quince años de amistad era poco comparado con el resto.
—Alto ahí, velocista —replicó ella tratando de no sucumbir a las risas—, solo somos roomies, no marido y mujer, contrólate.
—¿Y por qué no? Es por Luis, ¿verdad? —se cruzó de brazos indignado.
—Porque no, perdiste tu oportunidad hace mucho.
—¿Y me lo reprochas? Era eso o ir preso por pedofilia.
—Ay por favor, solo eres tres años mayor que yo.
—O sea que lo estas considerando —se burló él, mirándola con ojos entornados.
—Estoy considerando golpearte.
Con aquella absurda conversación, María José disfrutaba riéndose a carcajadas acompañada por su propio hermano. Mientras, y a como dé lugar, ella buscaba la manera de salir y despejar un poco su cabeza. Más que el dolor, era la sensación de que las cosas estaban por salirse de control si algo no cambiaba su rumbo. Pero no era ella quien debía hacerlo, ni mucho menos Luis, no les concernía esa decisión.
Se duchó con agua fría quitando los restos de sueño y malestar. Se vistió un poco ligera, solo un short de jean y una blusa holgada sobre una camisilla, las sandalias y un peinado simple. Nada complicado, solo iría al supermercado a comprar la despensa del mes.
Siendo domingo, el tráfico estaba un poco pesado, más si se iba en trasporte público. Al regreso, aunque este más despejado, sabía que debía tomar un taxi para evitar desastres. Eso sí, sus dotes de regateadora no se irían así no más, aunque gane bien el ahorro era indispensable.
El más cercano era, sin duda alguna, un lugar elegante y sencillo al tiempo. Más por las personas que lo frecuentaban, tan rígidos y estirados como los niños ricos que tanto le fastidiaban. Empezó a recorrer los pasillos tomando lo que creía necesario para un mes de alimentación, y algunos antojos por igual.
En el aparador, una gran bolsa de frituras llamó su atención. Era una mezcla de infarto, diferentes sabores y estilos, las que más le gustaba. No podía dejar pasar esa oportunidad, por lo que se estiró cuanto pudo para alcanzar uno de ellos sin ningún éxito, hasta que detrás suyo unos fuertes brazos la rodearon alcanzando el paquete por ella.
—Gracias, es muy... ¿Derek? —expresó con sorpresa, girándose solo para ver sus ojos cafés brillando con cierta emoción.
¿A dónde había ido toda la oscuridad que vio en ellos alguna vez?
—Buenos días, hermosa, ¿cómo amaneciste?
—¿Qué haces aquí? —indagó, saliendo de entre sus brazos y retomando su camino.
—Todos los domingos vengo a llenar mi despensa, soy un hombre independiente, ¿sabes? Soy mi propio sirviente —bromeo.
—Sí, que bien que te diviertas, pero no uses mis bromas que no te quedan —replicó entre suaves risas—, sé original.
—¿Tienen derechos de autor? —se burló.
—Deberían.
Continuó su caminar arrastrando el carrito de compra, y sin pensarlo dos veces, Derek le siguió el camino jalando el suyo también. En ese solo verduras y algunas carnes sobresalían entre el montón de cosas que llevaba.
Fueron escogiendo alguna que otra cosa en su camino, algunos yogures y galletas, un poco de queso y por parte de Derek, una nueva dosis de licor. Esta vez vino de manzana y tequila. De momento se mantuvieron en silencio, solo haciéndose compañía e intercambiando alguna que otra mirada.
En esos instantes en que cruzaban miradas, Derek no desaprovechaba y le sonreía, dulce y cálidamente. ¿Por qué? Ninguno lo sabía, pero Anaira podía apreciar un nuevo brillo en sus ojos. Ya no el frio que siempre lo envolvía, ahora era cálido como si se tratara de una persona diferente. Ese, el que caminaba a su lado, no era el mismo Derek de hace solo dos días.
—Derek, dime una cosa, ¿empezaré a verte fuera de la oficina de ahora en adelante? —indagó curiosa.
—No lo sé, esta vez puedo jurar que es una extraña coincidencia —contestó con naturalidad—, como que conocieras a Luis en una discoteca, por ejemplo.
—Dios, supéralo, no sabía que eran amigos, mi sentido pésame para Lu —se burló abiertamente.
—Luis, se llama Luis —dijo con un tono de advertencia—, solo yo le digo Lu.
—¿En serio? —exclamó Anaira con malicia— Ya no eres el único privilegiado, Derekcito. Ahora si me permites, tengo que irme lejos de ti, bye.
—¿Por qué? ¿A qué le temes? —le retó.
Se detuvo por un momento, mirándolo fijo y acusadora, con una mano en la cintura y otra en el carrito. No pensaba seguirle la corriente en todo, solo en alguna que otra broma si eso lo mantenía de buen humor por un buen tiempo. Aún no olvidaba quien era, mucho menos como había sido su relación hasta antes de ese momento, pero su eso no mantenía calmado, haría lo posible con tal de poder trabajar tranquila.
—A las arañas —contestó pensativa—, son horribles.
—Hablo en serio, An —insistió suplicante.
—Yo también, jefecito, y será mejor que dejes de seguirme por todo el super, creerán que me estas acosando —le advirtió con un tono divertido.
—¿Ahora es acoso? —se carcajeó.
—Le falta poco para serlo y me extraña de ti, se supone que eres de los que huye de las mujeres, no va detrás de ellas. ¿Estás perdiendo tu encanto?
—¿Es una broma? —exclamó en medio de una carcajada— Yo le llamaría cortejo, no acoso.
—No inventes, tienes un concepto de cortejo bastante extraño —se burló—, señor no-he-perdido-mi-encanto.
—Mi encanto sigue intacto, no te preocupes —se burló—, solo quería, no sé, invitarte a almorzar y conversar un rato. ¿Qué te parece? Sería una buena oportunidad para conocerte mejor.
Lejos, muy lejos, demasiado lejos, más de lo que debía permitir, así se le estaba yendo de las manos la situación con Derek. Pero ¿debería tomarlo en serio? Era consciente de sus jugarretas e intensión, y ya poco le importaba. Sin embargo, ¿podrá seguirle el juego como lo pensó en su momento? Estaba tan confundida que ya no sabía qué hacer con esos dos.
—¿Estás hablando en serio? —replicó ella, dándole la cara con firmeza— ¿Cortejándome, a mí?
—Esta vez voy en serio, quiero saber quién es Anaira Baret, si me permites hacerlo.
Pese a las dudas y los gritos de su sentido común, no lo negó, no pudo hacerlo, su expresión suplicante y el tono de su voz le engatusó y ella cayó con todo el peso de la palabra. De ser una mentira, se dejó llevar del engaño con gusto.
Uy...
La cosa está...
¿Alguien me explica que está pasando?
¿Seguirán borrachos?
¿Habrá amistad que salvar?
¿Soy un cacahuate?
¿Eres un cacahuate?
Todos somos cacahuates!!!!
Los amo, mis pulguitas.
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