Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

14

Pese a haber tomado una decisión con toda la seguridad que la rabia del momento le pudo otorgar, en el momento de iniciar con su descabellada idea, llegó incluso a sentirse incomoda consigo misma. Había dos razones para ello; la primera, Derek seguía en la misma actitud cabizbaja que la tarde anterior, y de cierta forma creía que significaría caer aún más bajo; por otro lado, estaba ese mismo punto, no era acorde a su verdadera personalidad, como si se traicionase a sí misma.

Y como si se tratase de un acuerdo tácito, Derek tampoco hizo ningún movimiento extraño. Por primera vez en esas dos semanas de trabajar juntos, estaban en completa armonía y calma. La tranquilidad que respiró fue cosa de otro mundo, una sensación envidiable que le gustaría sentir todos y cada uno del resto de los días que se relacionara con él. Pero, y sabiendo que su jefecito era una persona tan impredecible como misteriosa, era consciente que cosas como esa no se repetían dos veces en la vida.

Ese viernes, último día de la semana y día de pago, lo disfrutó como ninguno. Realizó todo el papeleo, adelantó reuniones con Marketing y sistemas, conversó con Spencer sobre lo nuevos reclutas y el cómo los pondrían al corriente con el proyecto, y como si no fuese demasiado, adelantó parte del trabajo del lunes. ¿Qué más podría pedir?

Cierto, solo una cosa podría pedir aun teniendo un día de maravilla, ver a Luis. Desde esa última conversación, no había tenido más noticias de él y estaba preocupada. Quería llamarlo, mandarle un mensaje o cualquier cosa que le diera una señal de estar bien, pero se sentía cohibida con ello. Hasta que, escuchando sus plegarias y preocupación, justo antes de salir del trabajo fue él mismo quien le escribió.

(L) Hola, preciosa, perdona por no escribirte antes. Tenía que atender asuntos, ya sabes, de adulto responsable que se preocupa por sus finanzas.

(L) Y hablando de finanzas, ¡Felicidades por sobrevivir a tu primera quincena, tenemos plata!

Con ello, una suave carcajada se escapó de sus labios, dejando salir de ultimo un largo suspiro de alivio. La preocupación había sido más grande de lo que imaginó, pero ya no más.

(A) Muy gracioso, ¿te comiste un payaso acaso?

(L) Algo así, pero no te preocupes, no tiene mal sabor.

Nuevamente una carcajada eliminó el silencio que cubría toda la sala, dándose cuenta de que fue eso lo que tanto le faltó para ser un día perfecto.

—¿De qué te ríes? Si se puede saber, claro —preguntó Derek curioso, apoyado en el marco de la puerta tras de ella, sin mostrar rastro de preocupación o molestia, solo pura divertida curiosidad.

Debía aceptarlo, aquella nueva expresión solo le daba un aire más juvenil y atractivo, diferente al semblante serio y tosco que siempre mostraba. Sí, como el de un anciano de setenta años esperando jubilarse.

—Solo hablo con mi hermano, a veces se le sale lo payaso —mintió, no quería darle más problemas a Luis, menos en un día como ese.

—No sabía que tenías hermanos —comentó extrañado.

—No sabes nada de mí, en realidad —concluyó ella, sin ánimos de criticar ni de reclamar, pero siendo tomado de ese modo por Derek.

¿Cómo lo supo? Cierta culpabilidad se dibujó en su rostro, reconoció aquello por haberlo visto una vez en esos tiempos, cuando casi le cree y cae en su juego. Esta vez fue diferente, porque esta vez lo sintió real.

—Bueno, ya sabes, nunca hablamos de nada fuera lo laboral, y cuando sucede son solo discusiones absurdas, así que...

—Tranquila, ya lo sé —suspiró cabizbajo—. Lo siento, a veces puedo ser un poco...

Hizo una pausa, una muy larga buscando uno de tantos calificativos que Anaira ya tenía en mente y preparados para decir, pero que dudaba él mismo aceptara.

—¿Puedo ayudar con el resto de la oración? —dijo Anaira burlona.

—No, te acabarías el diccionario —expresó Derek entre risas.

—¡Ay por favor! —añadió en tono divertido— Ni que fuera para tanto.

Este, sin dejar de sonreír, la miraba fijo y con ojos entornados, como desafiándola a renegar sabiendo que la respuesta era más que obvia.

—Bueno sí, un poquito no más —aceptó soltando una carcajada—, pero ¿me vas a decir que me equivoco en ello?

—Pues... —suspiró resignado— No podía negar lo obvio, ¿cierto?

—Tú lo has dicho, jefecito.

—¡Anaira! —reía— ¿Es en serio?

—La costumbre, supongo —se encogió de hombros, aguantando una fuerte carcajada.

—Una muy mala, ¿sabes? —le reprochó.

—Una muy divertida, si te vieras cuando te enojas me darías la razón —se carcajeó sin remordimiento.

—¿Quieres que me enoje? —preguntó con una mezcla de diversión y asombro.

—Quiero que vaya a trabajar, si se puede... —exigió con autoridad, haciendo una pausa para añadir una muy descabellada broma— y me dé un bono extra por soportarlo, como sugerencia.

—Que sacrificio el que haces... —se burló, sintiendo el peso de la mirada acusadora de Anaira y riendo por ello— Bien, digamos que, lo pensaré.

—Algo es algo.

Sorprendida por ello, regresó su atención a la pantalla frente a ella sin poder sacarse esa última mirada de Derek. Era como mirar a una persona diferente, ese que conversó tan risueño y alegre con ella, no era el mismo patán ególatra que conoció y que demostró seguía siendo. Ese, aunque le parezca extraño aceptar, era un nuevo Derek. Y con ello, la culpa y la duda cayó sobre ella.

¿De verdad estaba cambiando o solo hacia parte de sus estúpidos planes? De ser así, ¿podría actuar todo ello con tanta facilidad? Si es así, se quitaba el sombrero ante él porque le estaba creyendo cada una de sus mentiras.

Y es que, ¿cómo no hacerlo? Le salía natural, como si las bromas entre ellos dos fuesen el pan de cada día, como si sonreír tan dulce como en ese momento hubiese sido lo más normal en esa situación, cuando la realidad siempre había sido muy diferente. Y le gustó, le asustaba, pero le gustó ver esa faceta de él.

El estruendo de su celular la sacó de sus cavilaciones. Pensar en eso la estaba confundiendo, por lo que tomó una sensata decisión, no darle más vueltas al asunto o terminaría encontrando la pata extra al gato.

(L) Pero ahora, hablando en serio, ¿no recuerdas algo pendiente entre tú y yo?

(L) No sé, algo que empieza por ci y termina en ta.

(L) ¿Te suena?

(L) ¿Estás ocupadita? No me digas que el idiota sigue cargándote de trabajo, ¿o sí?

Se dio de topes contra el escritorio, no literal, pero si hubiese querido. Había, sin intensión alguna, dejado a Luis hablando solo por un largo momento acumulando varios mensajes. Uno de ellos muy particular, su cita. Al parecer él no lo había olvidado, pero ella en cambio, por un par de minutos de risas cómplices sí lo olvidó. Culpa y más culpa.

(A) Lo siento, estaba tratando de dejar todo ordenado antes de salir de esta jaula. Pero sí, la recuerdo perfectamente, es más, creía que serias tú quien la olvidara.

Empezó a, como dijo en aquel mensaje, recoger y ordenar todo en su escritorio al ver que en efecto solo faltaban cinco minutos para salir. Su libertad se acercaba.

(L) Eso jamás, nunca olvidaría algo que de verdad quiero hacer, como volver a verte.

Los colores se le subieron a la cabeza y los latidos de su corazón se aceleraron sin discreción. ¿Cómo podría negarse a esas palabras? Era Luis, la ternura iba con él y eso le encantaba. Pero una vez más, y siendo tan persistente como dolorosa, la culpa crecía en su pecho como un yunque de una tonelada. Hace solo un rato estaba de sonrisillas con Derek, olvidándose de él como si nada hubiese pasado antes, y ahora coqueteaba y se sonrojaba solo por unas palabras.

¿Qué demonios le estaba pasando? Técnicamente aún no pasaba nada con Derek, ni sus intentos de seducción ni los de ella en respuesta a su mal plan. Pero sin importar eso, el remordimiento ya estaba en aumento. ¿Qué debía hacer en ese caso?

Si le seguía la corriente a Derek, podría herir los sentimientos de Luis al darle una idea equivocada, como que está interesada en su jefe cuando no es así. Pero si no lo hacía, este solo aprovecharía su debilidad para joderla hasta lograr su cometido. Porque sí, solo por una conversación divertida de un par de minutos y un día sin discusión alguna, no borraba dos semanas de gritos y tortura psicológica.

Nadie cambia tan drásticamente de la noche a la mañana, menos alguien como Derek Fox.

(A) Me parece increíble, ¿mañana? Es sábado y el cuerpo lo sabe.

(L) Mañana en la misma discoteca donde tuve el enorme placer de conocerte, ¿te parece?

(A) Más que perfecto. Hablamos luego, ya voy huyendo de aquí. Besos.

(L) Vale, cariño, hablamos después. Besos y descansa, te quiero fresca como una lechuga.

(A) Como digas, don comedias.

(L) Ese es mi apellido.

Se encaminó a la salida, esperando poder llegar a casa y descansar, sin sacarse ni por obligación aquella corta conversación con Luis. Le llenaba de ansias el poder volver a verlo, poder repetir aquella experiencia, en especial la parte final de la misma. ¿Por qué no? Tal vez eso le sirva para entrar en razón y centrarse en su verdadero y sano interés, no en uno toxico y sin futuro, lleno de mentiras y trampas. No en Derek.

—¿Te llevo? —indagó Derek casi en un susurró, erizando toda su piel.

—Mierda, Derek... No hagas eso, ¿quieres? —reclamó, disimulando la confusión con algo de sorpresa.

—Lo siento, no quería asustarte —se burló.

—Sí, aja.

—¿Y entonces? —insistió.

—Esto... bueno, lo de ofrecerte a llevarme a casa —hizo una corta pausa recalculando sus palabras—, ¿se hará regular o...?

—Solo si quieres, por mí no hay inconveniente —sonrió con tranquilidad—. ¿Hay algún problema?

Sintió, en esa última pregunta, una nota de preocupación. Parecía estar alucinando, pero creía que con solo mirarla de esa manera Derek trataba de suplicarle que aceptara. ¿O solo hacía parte de su manipulación? A esas alturas, ya no estaba segura sobre que pensar.

—Bueno, sigues siendo mi jefe, aunque ninguno de los dos lo quiera, y... —dudó, poniéndose cada vez más nerviosa de lo que pensó— no quiero que nos relacionen de esa manera, ¿si me entiendes? Ya sabes, tus preciadas políticas y todo eso.

—Cierto, pero ya media empresa sabe que no nos toleramos así que lo dudo —insistió, notándose cierta urgencia en sus palabras.

—¿Cómo que media empresa? —exclamó Anaira.

—Cortesía de Alice, reclámale a ella —volvió a reírse con ganas.

Con aquel sonido, no pudo evitar quedarse un poco atontada al verlo reír tan de buena gana así de la nada. En las últimas ocho horas había visto más de Derek, que en las dos semanas completas. Desvió su mirada al verse a sí misma como una tonta sin fuerza de voluntad, respiró profundo y trató de disimular.

—¡Alice, voy a matarla! —disimuló.

—¿Entonces? —insistió Derek, atrayendo su mirada tomándola suavemente de la barbilla.

—Está bien, ¿debo pagar el pasaje? Algo así como servicio de taxi empresarial, ¿no? —bromeó, tratando de bajar su propia ansiedad.

—Por ahora no, pongámoslo como un modo de reivindicarme por todo lo sucedido, ¿va? —expresó con una sonrisa, saliendo primero en dirección al parqueadero.

—¿Por ahora? ¿Por qué me suena sospechoso? —indagó con desconfianza, provocando otra carcajada en Derek.

Caminó a paso rápido tras él, las largas zancadas de Derek eran como tres de ella, por lo que debía agilizar. Al subirse, las cosas empezaban a tornarse extrañas. Más todavía. ¿Razón? No supo si fue adrede, después de notar su nerviosismo, pero Derek trató de ser caballeroso. Le abrió la puerta del copiloto, esperando que ella entrara y tomara su asiento; se inclinó sobre ella abrochando el cinturón, acercando muy sospechosamente su rostro al de ella, dándole una dulce mirada y una leve sonrisa justo antes de alejarse.

¿Qué rayos estaba pasando con él, con ella, con ambos?

El trayecto fue silencioso, la pesadez en el ambiente era tal que casi se podía cortar cual torta de cumpleaños, esponjosa y suave. Pero ella, muy en su interior, temía por sus propias reacciones. Desde ese descarado acercamiento por abrocharle el cinturón, el calor en su cuerpo había incrementado a niveles orgásmicos.

Una de las cosas que más le atraía de un hombre, era su aroma, un afrodisiaco para sus hormonas. Y él, el muy maldito inteligente, sabía cómo aumentar el éxtasis de su propia fragancia masculina para seducir.

Todo lo anterior, las mil dudas que había tenido sobre Derek y su reciente bajón de ánimo, se fue al retrete con ello. ¿Por qué? Porque sería una completa estúpida si no se daba cuenta de lo que sucedía en realidad, él ya había movido sus fichas y la muy tarada estaba cayendo. Bajó la guardia, dejó que su buen juicio y moral la debilitaran, y ahora estaba pagando el precio. Estaba caliente.

Pero claro, ni por más calor que tuviera, no se lanzaría a los brazos del primer idiota que tuviese fragancia a dioses. Y siendo Derek el que cumplía con esa cualidad justo en ese momento, mucho menos sucumbiría a ese mundano deseo.

Con eso, solo por ese mal rato, después de creerse toda esa retahíla de sonrisas y chistes, empezaría a jugar sucio de verdad. Si él quería hacerlo así, pues lo tendría.

Anaira no se quedaría atrás.

Siempre le gustaron las reuniones con su hermano, Noa, sentía que tenían el control completo de toda una industria en sus manos. Además, desde pequeños le fue fácil entenderse con él, después de todo, era a quien consideraba su única familia entre todos los hipócritas de los Fox. Ni los lujos ni el dinero le hacían sentir orgulloso de tener ese apellido, solo el hecho de estar relacionado con Noa.

Pero, sin importar cuanto lo apreciara, nada le hubiese preparado para aquella reunión. No solo estaba él, también se encontró con la misma expresión fría y molesta de Daniel, la misma que por años detestó.

—¿Sabes todos los problemas que tu desorden nos trajo? —dijo Daniel— Todavía crees que tu vida personal no tiene nada que ver con la empresa, pues déjame decirte que cuando te enredas con tu propio personal, dejan de ser cosas separadas.

Sobre sus pis había lanzado un periódico, la sección de chismes de una de las más prestigiosas editoriales del país. Y como titular brillaba, «El legado Fox, la irresistible manera de conquistar del menor de los herederos», y entre tanta palabrería, una foto de él con Patricia en medio de un fogoso beso decoraba el más extenso reportaje de mentiras y calumnias.

—No eres más que una burla, Derek —le reprendió Daniel—, pero sigues sin querer escuchar a alguien más.

—Esto era lo que quería evitarte, podemos hacer lago contra ella por este... percance —añadió Noa con la decepción dibujada en su rostro—, pero no borrará lo que todo el país ya ha leído en ese periódico.

—Solo te diré una última cosa, vuelvo a ver algo como esto o llegas a cometer un error más, y quedas completamente fuera de todo lo relacionado con el apellido Fox —advirtió Daniel—, y eso incluye la vicepresidencia.

Con aquella advertencia, salió dando un portazo sin reparar en más nada, solo dando una última mirada cargada de decepción sobre Derek. Una que, aunque no sea la primera vez que vea, sigue doliendo.

—Lo siento, Derek, pero créeme que es difícil tratar de hablar con papá cuando está así de furioso —expresó Noa con un suspiro—. Esta vez estás solo, no puedo hacer más nada por ti. Solo procura, y esta vez que sea de verdad.

Solo asintió, sin ganas ni aliento para decir algo a su favor, si es que existía algo así. Estaba perdido, por primera en su vida veía una amenaza real a su puesto y todo lo que tiene. Podría conseguir fácilmente un trabajo, pero sería como rebajarse a empezar de cero cuando hay toda una franquicia con su apellido.

No había opción, pero tampoco dejaba de pensar en ello. Por parte del viejo era causa perdida, pero en Noa si lo dejó verdaderamente consternado. Lo ha hecho enojar muchas veces, demasiadas para el gusto del mismo Noa, pero en ninguna ocasión había quedado tan decepcionado de él. Y eso lo carcomía, todo el día lo mantuvo tan fuera de sí que no fue capaz siquiera fue capaz de molestarse con Anaira.

De hecho, por primera vez pensaba agradecerle algo, porque de las ocho horas de trabajo de ese día, las primeras siete las disfrutó como nunca en la vida.

Podía hacer, perfectamente, una buena comparación de esas ultimas horas con el mes completo. Desde los últimos días de trabajo de Patricia como su asistente, hasta la última de las discusiones con Anaira. Y con todos los resultados, se atrevía a decir que compensaba la grata tranquilidad que tuvo para trabajar. Le fue tan productivo, que hasta ganas le dieron de conversar con todos sus accionistas e inversores, aun sabiendo que la mayoría de ellos le caían peor que mal.

¿Y todo por qué? Por Anaira.

Aceptó que darle, aunque no intencionalmente, la oportunidad de trabajar un día sin sobrecargarla con trabajos inútiles y sin poner su plan en marcha, fue la mejor decisión que había tomado. No solo por lo que repercutió en él, sino por las maravillas que le permitió ver. Cuando ella no se daba cuenta, en sus pequeños ratos libres, se le dio por asomarse por una pequeña rendija en la puerta a medio abrir. Y con ello, se deleitó con algo que hasta ese momento no vio, o no quiso notar.

La bella sonrisa de Anaira, un espectáculo sin precedentes, tierna y dulce, pero con la misma firmeza y fuerza de su carácter. Estaba totalmente seguro, de no ser por ese tonto tropezón que inició todas sus discusiones, muy probablemente él y ella tuviesen más que una relación laboral en ese momento. Pero ¿hasta qué nivel?

Varias veces se sorprendió a sí mismo, a lo largo de día, desperdiciando tiempo de trabajo solo por distraerse observándola mientras ella sí trabajaba. Su concentración, sus expresiones, su voz delicada al contestar el teléfono, el brillo de sus ojos y el reflejo de la luz en ellos, todo aquello y mucho más lo estaban atontando.

Pero debía obligarse y concentrarse, lo importante era su plan. Por ello, en esa última hora del día y viendo su guardia baja, decidió ponerlo en marcha. Mucha sorpresa fue que, al tratar de enredarla, termino él mismo sucumbiendo a esa extraña comodidad que empezaba a sentir con ella. Hace mucho no se divertía así con solo una pequeña conversación, hace tanto no se sentía tan a gusto solo hablando con una mujer, y jamás en su vida hubiese imaginado llegar a hacer bromas tan tontas como esa, mucho menos solo por ver a alguien más reír.

Aunque sea a costa suya, quería escucharla reír, verla sonreír, que le sonriera a él precisamente de la misma manera en que lo hacía con Luis. Y con solo recordar ese detalle, la cercanía y complicidad que esta tenía con su mejor amigo, le devolvió algo de esa rabia que había apagado todo el día. Ya era hora de dejarla salir.

Paso uno de su plan ya estaba, aunque de forma accidental, en ejecución: acercase a ella, a su zona de confort hasta ganarse su confianza. Y una forma más fácil de lograrlo era haciéndolo regular, pasando cada vez más tiempo con ella y que mejor forma, que repitiendo lo que ya hizo. Llevarla a casa fue una idea fugaz, una preocupación momentánea y real que sintió por ella, pero que de ahora en adelante sería su boleto para cumplir con esa fase de su plan.

En el limitado espacio de su camioneta, y usando algunas de las tácticas de Luis, decidió hacerse el hombre caballeroso que al parecer le gusta. Si era una de las cualidades que le atraía de Luis, lo usaría a su favor. Y su evidente sonrojo, en especial al acercarse al abrochar su cinturón, no hizo más que darle la razón completa. Iba por excelente camino.

Aun así, sabía que en ese mismo camino encontraría trabas, como el dejar que su deseo carnal ganara por encima del plan inicial. No debía permitirlo, pero el tenerla así de cerca le hizo trastabillar por un momento. Su aroma era de lo más particular, no era el dulzón de las fragancias artificiales que suelen usar las mujeres. Este, el de ella, era único y delicioso. Un aroma que entró por sus fosas nasales y se clavó de forma permanente en su memoria, tan embriagante como adictivo.

Las manos le sudaron por un momento, resbalando un par de veces el seguro del cinturón y demorándose de más en solo ajustarlo. No se quejaba, podría tener más tiempo ese delicioso aroma en su nariz, sentir el calor que su cuerpo estaba desprendiendo e incluso, escuchar suaves jadeos de su respiración forzada. Al parecer, y como esperaba, la estaba afectando como quería, aunque en el proceso estaba cayendo él también.

—Listo, nos vamos —anunció, desprendiéndose a regañadientes de su aroma, y tratando de disimular ciertas cosquillas en zonas bajas.

Al igual que la primera vez, el viaje fue completamente silencioso, pero por dentro se moría de ganas por hacer algo más. No hablar, eso estaba de más dada la pesadez del ambiente, quería usar la boca y la lengua, pero para otros juegos. Por primera vez, deseaba besar a Anaira con locura. Anhelaba probar casi con desesperación esos labios carnosos, rosados que la caracterizaban, que adornaban esa carita tierna que lo estaba atarantando.

Pero no podía, eso solo arruinaría sus planes. Por ello, respirar y desviar su atención era lo primordial. Autocontrol, era todo lo que necesitaba.

—¿Qué harás mañana? —preguntó curioso.

—¿Dormir? Supongo —contestó Anaira con duda.

—¿Todo el día? —se burló.

—Hay cosas importantes que hacer, jefecito, como los quehaceres de la casa —explicó—. No todos tenemos dinero para pagar uno o dos empleados de servicio, soy mi propia sirvienta, ¿sabes?

Se carcajeó con ganas, saboreando con cada risa esa emoción que el bromear con ella le estaba generando.

—Hablando de eso, supongo que ya te llegó la notificación de nómina —añadió aun riendo—, felicidades por sobrevivir a la primera quincena.

—A duras penas y gracias por recordarlo, señor quiero-despedirte —se quejó ella mirándolo con ojos entornados.

—Sigue siendo una buena idea, ¿sabes? —le retó.

—Claro, solo inténtalo, cariño, me avisas cuando puedas —chasqueó los labios.

—¿Ya revisaste? —insistió Derek.

Su insistencia por algo tan trivial no era solo por curiosidad, había algo más detrás de todo eso. Una pequeña broma, pero que por extraños motivos que no entendió, consideró muy seriamente hasta dejarse convencer por él mismo, no por lo que ella había dicho.

—¿Por qué? ¿Me descontaron algo? —indagó preocupada, dejándose llevar por el silencio de Derek— Cuando me hayan descontado algo por tu culpa, Derek, te juro que...

No continuó, empezó a quejarse mientras sacaba su teléfono celular del bolso. Hasta que, al ver la notificación en pantalla, dejó la frase inconclusa. Su expresión pensativa le dio a entender algo, estaba haciendo cálculos mentales sobre lo que veía.

—¿Por qué algo no me cuadra? —indagó al aire.

—Bono extra por soportar al insufrible del jefe —añadió Derek con una sonrisa triunfante—, gózalo mientras este siga de buen humor.

—¿Cómo? O sea, ¿tú lo hiciste? —exclamó incrédula— Si sabes que era pura broma, ¿verdad? No era en serio.

—Lo sé, pero créeme, hasta yo soy consciente que no es fácil aguatarme ni en mis mejores días.

—Pero...

—No cuestiones y solo recíbelo, o volveré a ser el odioso de antes —le amenazó entre risas, con algo de burla en su tono.

—De versad no te entiendo, ¿si eres el mismo Derek Fox de ayer? —inquirió Anaira con altas dudas.

—¿El mismo ególatra, egoísta con complejo de dictador? —repitió sus palabras con expresión pensativa.

—¿Te gustó mi discurso? Interesante.

—No te acostumbres, pero.... No sé, también me hago la misma pregunta —añadió, siendo sincero en cada una de esas palabras—. Hasta mañana, descansa.

—Igual...

Se marchó, dejando a Anaira con más preguntas que jamás tendrían una respuesta sensata y creíble. ¿Que fue eso después de todo? No sabía, pero tampoco se arrepentía de ello. Una cálida sensación empezaba a crecer en su pecho, no sabía que era y le daba miedo ponerle nombre, pero tampoco la apagaría.

Con una amplia sonrisa, se dejaría llevar por todas las emociones y sensaciones que provocaba en su interior. Con gusto, dejaría crecer la llama.

Como están mis lindas pulguitas

Pronto se viene el regreso a clases, hay quienes ya están en sus primeros días así que...

A estudiar...
Pero lean también 😂

¿Qué tal la historia hasta aquí? ¿Les gusta?

Contesten o chillo

Comenta Kola si eres una GATAROMPEHOGARES y llegaste hasta aquí

Y por cierto

No le hagas caso a Mano, Derekcito es bueno (?)

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro