13
Ya no se trataba de un juego de niños, ni de una simple discusión momentánea que luego arreglarían con un simple juego. Con el pasar de los días, la tensión solo iba en aumento y cada vez había más discusiones entre ellos por el mismo motivo. La relación iba en decadencia, y le dolía.
Derek podía ser un hombre serio, firme, autoritario y a veces un poco frío, pero seguía siendo humano y como tal, tenía sentimientos. Luis había sido su mejor amigo desde el colegio, cuando se convirtió en el único niño de todo su salón en enfrentarlo, aunque sabía que saldría perdiendo. Ese coraje y valentía, era lo que más admiraba de una persona y por ello su relación había perdurado.
Ahora, más de veinte años de amistad corrían peligro, ¿por qué?
Porque, por alguna extraña razón y sabiendo que todo ese rollo de querer enamorar a Anaira solo para que renuncie era absurdo, había algo que le impedía entrar en razón. No tenía claros los motivos, pero deseaba tan desesperadamente tener toda su atención recargada en él que, incluso con el riesgo de perder a su único mejor amigo, le era imposible dejar todo atrás.
Había algo en su carácter, su forma de contestar, de defenderse, en sus expresiones y en cada cosa que Anaira hacía que, por más que quiera evitarlo, se quedaban impresas a fuego en su memoria. Eso mismo que decía odiar en ella, le atraía sobremanera. Y le preocupaba aún más.
Pero ¿acaso es suficiente para justificar tantas discusiones con Luis? ¿De verdad valía la pena?
Con su mente revuelta, regresó a la oficina pasando por el frente de Anaira sin siquiera mirarla. En su estado, no podía arriesgarse a decirle nada que no le delatara. Se sentía contrariado con el meollo de sentimientos revueltos dentro de sí, y temía por su propia estabilidad mental.
—¡Dios, ¿qué me está pasando?! —se preguntó entre lamentos.
Sentado en su escritorio, solo deseaba nunca haberla conocido; por más estrés que tuvo en sus momentos sin secretaria, estaba seguro de que no valía la pena el giro que provocó en su vida. Y por más hipócrita que sea, por más contradictorio a su propio juicio y pensamiento, también se alegraba por ello. Por primera vez en años, se sentía vivo y lleno de motivación. Por primera vez, deseaba con todas sus ansias el poder hacer y lograr algo, aunque sea tan estúpido.
Trató de tranquilizarse, se acomodó la corbata casi por inercia y respiró profundo varias veces, signo de su ansiedad.
—Anaira, necesito que entres un momento —anunció por el intercomunicador, usando su tono más neutral posible—. Tenemos que hablar.
No tuvo que esperar mucho, en contados minutos la tuvo en frente suyo con su típica expresión indignada, molesta y un tanto preocupada. Y no encontraba nada más encantador que eso, su carita enojaba, tanto como para colorear sus mejillas de un rojo intenso.
Con lentitud y para provocarla más, se tomó su tiempo para preparar el ambiente. Suspiró, se levantó de su asiento, acomodó su chaqueta mientras caminaba con lentitud hasta apoyarse en el frente de su escritorio, cruzándose de brazos y observando cómo, con cada uno de sus movimientos, se desesperaba cada vez más.
—¿Puedes hablar ya? Tenemos trabajo que hacer, espero no se te olvide —dijo ella con desesperación.
—Por supuesto que no, pero veo esto muy necesario —contestó con calma, centrando una intensa mirada en sus ojos—. ¿Por qué no me lo dijeron?
—¿Qué cosa? —preguntó con indiferencia.
—Que se conocían, tú y Luis —recalcó con obviedad—. ¿Desde cuándo?
—Primero, no tenía ni idea que ustedes eran amigos, así que no te vayas por las ramas —dijo ella con firmeza—. Y segundo, no tengo porque contarte cada detalle de mi vida, si conozco a alguien por fuera de la empresa es mi problema, no el tuyo.
Una vez más lo estaba desafiando, brillando con esa fiereza que la caracteriza y con ello una gran necesidad despertaba en su interior. Pero por lo pronto, solo suspiró y soltó una suave risa sarcástica.
—Para tu información, se convierte en mi problema cuando se trata no solo de mi mejor amigo, sino de uno de los principales inversores de este proyecto —informó cada vez con más seriedad—. Se supone que eres inteligente, ¿no? Entonces deberías saber que tu supuesta relación con él podría malinterpretarse, de una o muchas maneras distintas.
—Me parece que el único que malinterpreta la situación eres tú —rebatió ella con menos paciencia—, ninguno de los dos sabía que teníamos una pesadilla en común hasta ayer, así que tu dichoso proyecto no tiene nada que ver en esta discusión.
—¿Pesadilla? —se burló— ¿Soy una pesadilla para ti?
—Me estás haciendo perder el tiempo, habla claro desde ya, ¿qué rayos quieres, Derek? —exclamó.
Y esa era la pregunta del millón, una a la cual ni el mismo tenía una respuesta fija, pero sí un nuevo deseo por cumplir. Momentáneo o no, se daría ese gusto.
—¿Qué quiero? Bueno, una larga lista, pero... —suspiró, mirándola y centrándose en sus labios, con una sonrisa coqueta— En primer lugar, que te alejes de Luis, tómalo como un consejo, los directivos y demás podían malinterpretar la relación sin importar todas las extrañas casualidades que quieras meter en el asunto.
—¿En serio crees que...?
—No he terminado —le interrumpió con calma—, además, te recuerdo que no se permiten relaciones dentro de la empresa. Parte de las políticas.
—Y yo te recuerdo a ti por milésima vez que, aunque te mueras por hacerlo, no puedes controlar mi vida y mis decisiones —reiteró Anaira con rabia—. Además, las políticas solo aplican para empleados dentro de la nómina, y para tu información, Luis se sale de ellas. Así que no, no hay ningún impedimento y tú tampoco lo serás.
—Eso está por verse, linda —se burló una vez más, acercándose a ella con pasos lentos y mirada tentadora—. Pero por ahora, y para no perder más tiempo, ¿qué tal una tregua?
—Perdona, ¿qué?
Por primera vez desde que la vio entrar a su oficina, e incluso desde que tuvo el infortunio de chocarlo ese día, era la primera vez que se quedaba sin palabras. Anaira, la única mujer que siempre tenía algo que responder a cada uno de sus argumentos, había quedado muda ante su sugerencia. Primer punto, logrado.
—Con todo esto del proyecto, tu proyecto, porque si mal no estoy eres la principal cabecilla de toda esta idea, tenemos que trabajar no solo juntos... —hizo una pausa, deteniéndose justo frente a ella con sus grandes ojos fijos en él, justo lo que quería— sino con agilidad, mucho más rápido de lo que se había imaginado, hay demasiado por hacer y poco tiempo antes del evento.
Seguía sin hablar, totalmente absorta en la intensidad de su mirada y en sus suaves movimientos, todo un arte de seducción aprendida con el paso de los años. Sus técnicas estaban más que perfeccionadas, y hasta ese día ninguna mujer se había resistido a él. ¿Por qué debe ser ella la excepción?
—¿Qué dices? Un poco de tranquilidad, trabajando juntos y tal vez, no sé... —sonrió con cierta dulzura, llevando su mano directo a acariciar sus mejillas y desviando su atención a sus labios— las cosas por acá cambien un poco. ¿No te parece?
—Espera... ¿Qué? —exclamó Anaira entrando en razón y deteniendo su mano antes de llegar a sus labios— ¿Estás hablando en serio?
—¿Acaso crees que estoy bromeando? —continuó Derek— Hay que empezar de nuevo, esta vez con el pie derecho.
—A ver, Derek —dijo Anaira pausadamente, mientras con delicadeza, lo apartaba de su rostro—. Sin importar si tus intensiones con esta supuesta tregua son ciertas o no, mantengamos esto en lo profesional, es lo único que te pido.
—¿Solo eso? —sugirió con voz grave— Podría darte mucho más.
—Sabía que eras idiota, pero incluso tú puedes superarte —replicó ella con fastidio—. Dejemos esto claro desde ya, ni de chiste caeré en tus artimañas así que conmigo pierdes el tiempo. Te puede funcionar con quien quieras, pero no conmigo.
—¿Segura de ello, preciosa? —se burló.
—Más de lo que crees, así que respétame, y esto si es una exigencia, no una petición —exigió con autoridad—. Además, el único que da problemas aquí eres tú, con tus ideas absurdas e infantiles para hacerme renunciar. Si de verdad quieres tregua, deja esa estupidez a un lado y compórtate como un adulto por primera vez en tu vida. ¿Puedes?
—Depende, ¿me darás algún premio por lograrlo?
—¡Dios, ni siquiera sé porque lo intento! —expresó con un suspiro frustrada— Vuelve a trabajar, dentro de una hora tienes otra reunión con los accionistas y no me llames a menos que me necesites de verdad, no me hagas perder más tiempo, por favor.
Empezó a caminar directo a la puerta, contoneando esas amplias caderas que le hacían agua la boca. Su expresión de indignación fue un poema, pero más maravillado lo dejó un leve sonrojo que apareció en sus mejillas cuando estuvo tan cerca de ella, que sentía su cálido aliento sobre su pecho. Esa dulce expresión de consternación, asombro y un tanto de excitación era lo que quería.
—Me hieres, ¿sabes? —expresó con burla.
—No eres más que un niño mimado y caprichoso, madura ya, ¿quieres? —replicó harta de todo ello.
—Justo en el orgullo, pero ¿sabes?, soy un niño que puede hacerte temblar —añadió con seguridad—. Tarde o temprano vas a caer, como todas.
—Eres un cerdo insoportable.
Y salió dando un portazo.
Anaira tenía más de diez minutos encerrada en el baño, estaba confundida, un poco intimidada y lo que más rabia le dio, caliente.
¿Cómo pudo dejarse enceguecer de esa manera por nada más y nada menos que Derek? Solo fue un momento, un pequeño instante en el que la intensidad de su mirada penetró en su mente, la paralizó, la embrujó por un eterno minuto y por ello, casi cede a sus impulsos. Odió aceptarlo, pero el maldito sabía cómo moverse y usar sus encantos físicos para cautivar a una mujer. Sin embargo, sus palabras seguían siendo un problema, solo eran peso muerto.
Gracias a eso y solo por eso, fue que pudo entrar en razón y recordar frente a quien estaba. Derek Fox, la persona más egoísta, petulante, mentirosa y falsa del momento. No estaba segura sobre qué tramaba, pero sí podía asegurar que no caería en su juego sucio.
Se echó un poco de agua fría en el rostro, esperando que con eso se le bajara el calor que su acercamiento, el aroma de su cuerpo y la ira al escuchar bien sus palabras, provocaron en ella. Fue a la sala de descanso por un par de minutos más y se preparó un café. Necesitaba despertarse a sí misma, mentalizarse que esa no sería la primera de sus trampas y que no permitiría que ninguna de ellas le funcionara.
Regresó a su puesto después de media hora de ausencia, pensando que después de semejante conversación, Derek no notaría aquello y todo pasaría desapercibido. Se equivocó, como con todo lo relacionado a él.
—¿Dónde estabas?
Apenas se había sentado en su asiento, colocado el café a un lado en su escritorio y encendido la pantalla del computador, cuando su voz grave la sorprende una vez más. Se encontraba apoyado en el marco de la puerta, con los brazos cruzados sobre el pecho y una mirada llena de reproche, pero aparentemente tranquilo.
—En el baño —contestó a secas, ignorando su presencia—, también tengo necesidades.
—¿Por media hora? —insistió tratando de no sonar alterado.
—Y fui a la sala de descanso solo por un par de minutos a prepararme un café, se le llama recargar energías —continuó con voz firme—, ¿algo más?
—No te despegues de tu puesto, ¿entendido? —exigió.
—Claro... —dio medio vuelta para entrar— jefecito.
Por un segundo dudó, se mantuvo estático y a medio entrar a su oficina con ganas de contestarle. Sabía que detestaba esa forma de llamarlo, por ello lo usó, quería que se dejara de estupideces y solo regresara a ser el grosero de antes. Era ilógico, pero por lo menos eso le causaría menos problemas que sus infernales intentos de seducción.
Derek suspiró y se dio por vencido, entró a su oficina cerrando suavemente la puerta, pero Anaira pudo ver a la perfección que se estaba conteniendo para mantener su fachada. No pudo más con eso, soltó una carcajada ahogada con su mano, esperando no la haya escuchado. Si él seguía jugando de esa manera, ella haría todo lo posible por hacerlo rabiar.
Dedicó el resto de la tarde a realizar las llamadas a los postulantes, en tan solo un par de horas casi una docena de personas se habían inscrito a la vacante. Muchos de ellos, bastante experimentados y con buenas referencias, por ello empezó a temer un poco por los resultados. De verdad quería que Matthew pasara la entrevista, y ello le llevó a recordar que, en ese justo momento, el debería estar en plena charla con psicología.
—¿Hiciste lo que te pedí? —preguntó Derek por el intercomunicador.
—De tantas cosas, se más específico —se burló ella.
—La vacante, ¿la subiste?
—Claro, esta mañana —contestó con suficiencia—. Es más, en este momento están haciendo la primera entrevista y llamé alrededor de seis personas más, aún faltan otras cinco.
—Perfecto.
—¿Algo más, jefecito? —indagó con un suave tono burlón.
—Sí, solo una cosa —dijo con fastidio—, por milésima vez, deja de llamarme así.
—Claro que no —dijo entre risas.
—¡Dios! —y colgó.
Y esta vez las carcajadas sonaron sin ser opacadas por nada, salvo, claro está, por una llamada entrante. Carraspeó, respiró profundo y contestó.
—Vicepresidencia Fox Technology, muy buenas tardes, ¿con quién tengo el gusto?
—Buenas tardes, Anaira, soy Spencer, ¿me recuerdas? —saludó con gracia.
—Hola, sí, claro, ¿cómo va todo? —preguntó, recordando al chico apuesto que la había entrevistado y asesorado durante su inducción.
—De maravilla, el chico que recomendaste supero nuestras expectativas, gracias por eso —dijo casi en susurros—. Sin embargo, te llamo porque Gerardo personalmente me recomendó contratar a dos personas, así que es mejor no sigas llamando a más nadie por ahora. ¿Vale? Si estos que están citados no dan la talla mañana, podrás llamar a otros tantos.
—Entendido, solo hay seis más citados para entrevista, dos hoy y las restantes para mañana en la mañana.
—Perfecto, eres un sol, gracias.
—A ti, hasta luego.
Y por fin, una buena notica entre tanto mar de estrés y mala suerte. Por fin tendría alguien de completa confianza cerca de ella, aunque sea para un área un poco alejada de la suya. No importaba, lo que sí debía celebrar es que su buen amigo era parte de Fox Technology.
(M) ¡Adivina las buenas nuevas!
(A) Bienvenido a la familia Fox Technology, mi amor.
(M) Como corren los chismes en esa empresa.
(M) Me gusta.
(A) Sí, bueno, vete preparando para conocer a la mata del chisme y al ogro de mi jefe.
(M) Cierto, por fin le veré la cara al idiota. En fin, mañana tengo los exámenes médicos y en la tarde firmo contrato.
Varios chillidos de emoción habían salido de su boca, y con las manos ocupadas en el teléfono mientras contestaba sus mensajes, no se percató de cierta sombra molesta observando lo que no debería estar haciendo.
El carraspeo de Derek, detrás suyo, la sacó de su nube de emoción. Suspiró pesadamente, tecleó rápido el último mensaje y dejó escapar una risilla más. La idea, ignorarlo el mayor tiempo posible.
(A) Te hablo en casa, tengo al ogro literalmente detrás de mí.
(M) Suerte, bebé, dale un beso de mi parte.
(A) Asco.
—¿Alguna buena noticia que contar? —indagó con reproche, como los típicos profesores cuando cachaban a sus alumnos distraídos en medio de la clase.
—Mmmm... —hizo una pausa pensativa— Al parecer el señor Gerardo quiere contratar no uno, sino dos ingenieros para el desarrollo de la aplicación móvil, tal vez así se pueda agilizar un poco el proceso.
—¿Eso es todo? —insistió frunciendo el ceño.
—Y, tal parece, que el primer entrevistado dio chicle así que, si sale todo bien en los exámenes médicos, lo contratarán —continuó, sin dejar de sonreír, con teléfono aún en mano—. Ese es todo el reporte por ahora, ¿algo más, jefecito?
Con aquel apodo saliendo de su boca una vez más, pese a su petición de dejar de hacerlo, Derek solo puso los ojos en blanco y gruñó suavemente. Sin embargo, su atención regreso a su teléfono.
—¿Con quién hablabas y por qué tanta sonrisita? —preguntó, tratando de sonar solo curioso, nada irritado.
—Con Quele —contestó Anaira con una sonrisa tierna.
—¿Quién? —volvió a preguntar confuso.
—Que le importa —se burló—, ahora vaya a trabajar, solo le quedan dos minutos para preparar y salir a su última reunión del día. Y es con el señor Noa, no lo haga esperar.
—Sigue de graciosa, te las estoy anotando —amenazó.
—Como usted diga, jefecito.
Lo vio entrar un tanto irritado, salir de su oficina aún más molesto y dejando en claro con la mirada que no estaba de buen humor. Pero ¿cuándo ha sido eso algo extraño? Anaira solo se burló de los acontecimientos, pensando que estaba volviendo a ser el ogro de siempre y respirando con algo de alivio.
El resto de la tarde y después de su reunión, el semblante de Derek era de total preocupación. Le extrañaba verlo de esa manera, debía ser algo demasiado grave para que se vea tan afectado por ello. A pesar de eso y por muy mal que suene, se alegraba y festejaba el nuevo acontecimiento. Ya era hora que recibiera un poco de castigo divino, en especial después de sus escenas y reclamos en contra de Luis. Si estaba en guerra con ella, ¿por qué lo involucraba a él? No tenía sentido y era una total injusticia.
Aun así, y contrario a lo que esperaba, su actitud mejoró solo un poco en ese lapso. ¿En qué sentido? Cosas sencillas de las que tanto se quejó Anaira en un inicio, las hacía con normalidad y naturalidad, como si nunca las hubiese ignorado.
—Anaira, por favor, ¿podrías traerme un poco de café? —solicitó por el intercomunicador en un tono suave de voz.
—Claro, en un rato se lo llevo —contestó extrañada.
—Gracias.
En ese momento, por raro que siga pensando que fue, sintió que por primera vez le había dicho algo con sinceridad, aunque sea solo una boba petición. ¿Por qué lo pensaba? Por su tono de voz, era suave y tranquilo. Además, había usado dos expresiones que antes no, por favor y gracias, sin rastro de rabia, ironía o sarcasmo.
Sea lo que sea que haya ocurrido en esa reunión, lo dejo bastante trastornado.
—¿Aún tienes muchos pendientes por hoy? —preguntó curioso, con un extraño brillo en sus ojos, sin dejar de lado esa nueva expresión decaída.
—No, solo un par de informes y listo, ¿necesitas algo? —contestó ella neutral.
Por más que se lo merezca, que sienta que debe pagar por todas sus patanerías, ella no era así. Le hacía sentir un poco incomoda y mal consigo misma el caer tan bajo como para, de forma burlona, sacar provecho de su actual estado de ánimo para joderlo.
—Puedes dejar eso para mañana, no hay prisas —sugirió.
—¿Seguro? ¿No me gritarás mañana porque no están listos y ordenados? —dudó, sabiendo que eso ya se salía de lo normal.
—No, ya es hora de irse a casa y que dejes de verme como... el grosero que he sido hasta ahora, ¿vale? —explicó con una suave sonrisa afligida— En cambio, ¿Qué tal si te llevo a casa? Últimamente algunos sectores son peligrosos a estas horas.
—Ok, ya esto es preocupante —expresó Anaira con seriedad, enfrentándolo y exigiendo respuestas— ¿Qué pasó?
—¿Es preocupante que quiera ser amable? —preguntó entre divertido y confundido.
—Teniendo en cuenta los últimos acontecimientos y tu extraña actitud, sí, lo es —aseguró—, ¿tiene que ver con tu reciente reunión? Desde eso estás así.
Vio una fuerte duda crecer en su interior, sabía que había dado en el clavo, pero también esperaba el completo silencio por su parte. El orgullo en Derek era mucho más grande que la necesidad de desahogarse, hombres como él siempre quieren mostrarse fuertes e imparables, pero por dentro son como él en ese justo momento: con problemas e inseguridades normales en un ser humano.
—Nada de lo que debas preocuparte, meras tonterías de Daniel —suspiró resignado, desviando por un segundo la mirada de sus intensos ojos—, pero gracias por preocuparte.
—Tampoco te vayas tan lejos.
Empezó a recoger sus cosas, dejó todo ordenado en su escritorio y apagó los equipos. Mientras eso, Derek seguía de pie junto a ella esperando el momento de irse. ¿De verdad quería hacerlo?
—¿Estabas hablando en serio con lo de llevarme a casa? —indagó ella sin creérselo aún.
—Sí, ¿no ves las noticias? La inseguridad esta por los cielos —argumentó él con seriedad.
—Bien, pero no quiero nada raro ni cometarios fuera de lugar —advirtió ella—. Es más, calladito te ves más bonito, ¿sabes? Aprovéchalo.
—De acuerdo —sonrió.
El viaje fue incomodo, de eso no hubo duda alguna, pero por lo menos mantuvo su palabra de permanecer en silencio sin ninguna artimaña de por medio. En su camioneta último modelo, recorrieron las calles hasta dar con su dulce y acogedora morada, esperando y rezando para que Matthew no asomase la cabeza mientras Derek estuviese allí.
—Listo, nos vemos mañana, sueña bonito y no llegues tarde —dijo a modo de despedida.
—Ok, hasta mañana —contestó ella aún consternada.
La camioneta se alejó, dejándola pensativa y con más interrogantes que respuestas. Hasta que, pasados solo segundos de haberse ido Derek cayó en cuenta de algo muy particular. En ningún momento le dio su dirección, ¿cómo es que llegó sin ningún problema ni vacilación hasta la puerta de la casa?
—Este hijo de... ¿qué estará tramando? —se preguntó.
—¿Y tú desde cuando hablas sola? —indagó María José entre risas.
—¡Habemus chisme!
Entró y se duchó, mientras esperaba la llegada de Matthew quien, al parecer y por órdenes de Spencer, había pasado la tarde haciéndose los respectivos exámenes médicos. Al salir y tirarse en su sofá favorito, ya estaba en casa esperando las nuevas noticias. Y como en esa ocasión necesitaba de la perspectiva de alguien más, algo menos subjetivo que sus propios pensamientos, decidió contar cada detalle de lo ocurrido con Derek y Luis los últimos días.
Al igual que ella, aún no podían creer que esos dos fuesen mejores amigos, pero de la misma manera consideraban que dado los últimos eventos, aquello estaba cayendo en un pozo sin fondo ni luz.
—¿Si entiendes que todo eso es una trampa? Es típico de niñitos ricos como ellos —se quejaba Matthew—, se aprovechan de las mujeres solo para usarlas y después desecharlas. me sorprende de Luis, pero de Derek se esperaba.
—¿Por qué Luis? —exclamó Anaira indignada— Él también está furioso con Derek, sabe que solo quiere provocarme para que renuncie.
—¿Estás seguro de ello, primor? Para hombres como ellos mujeres de tu estatus social son solo apuestas —aseguró, cruzado de brazos y lleno de indignación—, no me sorprendería que, con toda esta supuesta casualidad, esos dos hayan apostado quien logra cautivarte primero.
—Ya habría ganado Luis, incluso antes de enterarse de todo este revoltijo —murmuró Anaira.
—Matt, ¿estás escuchando la estupidez que acabas de decir? —le recriminó María José— Nada más te falta decir que después de eso vienen los cortes comerciales, por favor, como si fuese una novela. ¿Así lo ves?
—Si no me creen, está bien, no digo más nada.
—Te creo, por Derek estoy igual de segura que sería capaz —intervino Anaira—, pero no de Luis, él no es así. Me he dado cuenta de que es todo lo contrario a Derek, y nunca haría algo como eso.
Matthew suspiró resignado, pasando sus manos por el cabello con frustración, sabiendo que, en casos como ese, la terquedad de Anaira siempre salía a flote. Le entendía, pero no justificaba.
—La pregunta ahora, e ignorando la pataleta del celopata, es... —comentó María José, ganándose una mirada de reproche de su hermano— ¿Qué harás con Derek? Y créeme, ignorarlo no dará resultados.
—¿Y qué esperas que haga? —reclamó Anaira— ¿Qué le siga el juego? ¡Ja!
La expresión de María José, pensativa y expandiendo una enorme sonrisa en su rostro, solo indicaba una cosa: una mala idea estaba surgiendo.
—¡Ni lo pienses! —exclamaron Anaira y Matthew al unísono.
—¡Ay por favor! Solo piénsalo, le darías una probada de su propia medicina —argumentó ella con más entusiasmo del debido—. A ver, tú misma sabes que es de los que siempre seduce a las mujeres para llevarlas a la cama, es un experto en eso, ¿no?
—No pienso contestar a eso —rebatió con indiferencia, tratando de no recordar ese pequeño desliz.
—¿Por qué no voltearle el tazo? —insistió— No creo que le haya pasado antes, así que debería sentirse... no sé, intimidado, nervioso o incomodo, en especial si es una mujer quien da el primer paso, como si marcara territorio. ¿Qué tal?
—Estás demente —expresó Matthew.
—Tampoco lo harás tú, aquí entrará en acción esa carita tierna y tus enormes atributos traseros —se burló María José—. Si lo logras, no solo tendrás a Derek en la palma de tu mano, sino que le darás la lección de su vida. Una mujer, una de tu nivel, puede lograr lo mismo que él aún sin todas sus conexiones y poder. ¿Eso no le dolería aún más?
Aquel argumento la dejó más que pensativa, porque siendo sincera y analizando la situación, estaba en lo correcto. Lo que más le importaba a Derek era el poder, el control de las cosas y personas que lo rodean. Si llegase a perder eso, literalmente lo perdería todo. Pero ¿haría algo como eso?
Recordó de momento todo lo ocurrido, desde que lo conoció hace muchos años hasta la última de sus discusiones, y con toda la rabia que ello le revolvía, tomó la que posiblemente sea la peor de sus decisiones.
—Bien, si él quiere jugar sucio, le seguiré la corriente, a ver quién gana primero —sentenció con rabia y seguridad refulgiendo en sus ojos.
—¡Esto es el colmo! —expresó Matthew exasperado.
—¡Esa es mi niña! —exclamó María José con emoción.
Tanto Anaira como Derek eran conscientes de las posibles consecuencias de sus decisiones, pero ninguno estaba dispuesto a dar su brazo a torcer. Sin embargo, estaban jugando con fuego, ¿podrán controlar las ardientes llamas?
Mis pulguitas hermosas...
¿Ustedes creen en esa dichosa tregua?
¿Será que se le está volteando el juego al pendejo?
¿Anaira estará bien al querer pagarle igual?
¿Será que algún día el chavo conocerá a su mamá?
Ah no así no era
Los leo
Besos
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