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12

Aunque trató por casi todos los medios concentrarse, terminar de rellenar los formularios del proyecto y contestar los últimos correos recién llegados, no lo logró. La mente de Anaira seguía en la cafetería haciéndole compañía a Luis, soportando la mirada furiosa de Derek y, por si fuera poco, imaginándose un centenar de escenarios donde ambos discutían por su culpa. Pero ¿por qué?

Era más que obvio que Derek no estaba feliz con su reciente interacción con Luis, que tal vez se haya dado cuenta que mintieron respecto al no conocerse y, sin embargo, seguía sin entender cuál era la razón para enojarse a tal grado. ¿Era un pecado conocerlo y ser su amiga? Demasiada casualidad que sean ellos dos mejores amigos, pero eso no implicaba que no pudiesen conocerse, ¿o sí? De todas formas, por ser su jefe no tenía derecho alguno de dar órdenes en su vida personal.

Si ella quería conocer a alguien, salir con él y formar una amistad o algo más, era libre de hacerlo, gústele o no.

A las seis en punto recogió sus cosas y se marchó, caminó con calma y sin ningún tipo de prisas, todo para poder observar a su alrededor y saber si alguno de los dos seguía en las instalaciones. Porque, por raro que parezca, Derek no regresó a su oficina después de ese momento. Por su reacción, esperaba verlo llegar echando humo por la nariz de la rabia y vociferando ordenes como loco solo por castigarla de alguna manera. Pero no sucedió, y eso era aún más preocupante.

La cafetería estaba sola, salvo por los trabajadores habituales preparando su salida; la sala de descanso en penumbras, solo se vislumbraba una tenue luz proveniente de las ventanas; la sala de trabajo semivacía, solo dos trabajadores de sistemas pegados a sus pantallas. Cero rastros de ellos, de ninguno de los dos.

(A) Hola, Lu, ¿está todo bien?

Envió el mensaje con el corazón en la mano, no conocía lo suficiente a Derek y sabía sobre su buena relación, pero dada la actitud y mal genio de este, no estaba segura hasta donde podría llegar o de que era capaz de hacer en ese estado.

Con menos de quince días trabajando para él, solo había conocido su mal genio, patanería y poco tacto. Aun no le daba el «placer» de ver esa parte de Derek que es, según Alice, una buena persona. ¿De verdad existirá? Aun así, de cierta forma llegó a asustarle un poco la furia intensa que se concentraba en sus ojos. ¿Era hacia ella? Lo dudaba, de serlo le habría dicho por media hora todo lo que hacía mal. ¿Con Luis? Tal vez, pero sin razón de peso aparente. Y es que nada de esa situación era coherente, peor todavía, fue sumamente exagerada.

Media hora después estando en casa, habiéndose dado una ducha fresca y cenado, seguía sin tener respuesta alguna de Luis. Estaba preocupándose de verdad, no solo se trataba de una corazonada, sino de todo un mal presentimiento. La idea de llamarlo se hacía cada vez más factible, pero su teléfono empieza sonar de forma estridente con varios mensajes de texto.

(D) Buenas noches, An. Para mañana el equipo de sistemas necesita reunirse contigo, acordar un par de detalles del proyecto y entregarte el primer informe. Cuando llegues, ve directo allá.

(D) Ya tengo mi primera reunión agendada, así que no te preocupes por eso, en cuanto sepa que estás desocupada, te llamaré.

(D) Descansa, hasta mañana.

La desilusión y confusión se mezclaron en un mismo sentir; primero, porque no era quien esperaba le escribiera; y segundo, era raro que Derek la contactara a su número personal, mucho menos que se dirigiera a ella con tanta amabilidad. Las cosas empezaron a ponerse raras.

Al amanecer y sin señales de Luis, no tuvo de otra que insistir con un mensaje de texto, de continuar sin respuestas, llamaría.

(A) Buenos días, Lu, ¿pasó algo? Ya me estas preocupando, en serio. Llámame.

Salió rumbo a las oficinas, esperando todo el trayecto por una respuesta. Y cuando puso pie dentro de la empresa, dos sorpresas le esperaban. La primera, ver de lejos el rostro de Derek observándola entrar mientras que, con delicadeza, le dedicaba una dulce sonrisa que jamás había visto. Y la segunda, la llamada entrante de Luis.

—¿Hola? —contestó, ignorando las miradas de Derek y tomando el ascensor rumbo a la sala de sistemas.

—Hola, preciosa, espero hayas podido dormir bien —saludó Luis un poco apenado—. Siento no haber contestado, digamos que no fue una buena noche y me desconecté un poco del mundo. ¿Me perdonas?

—Solo si me dices que ocurrió, ¿discutieron? —indagó entre preocupada y curiosa.

—Bueno... sí, bastante, a decir verdad —confesó con un suspiro—, pero no es nada de lo que debas preocuparte, siempre hay momentos así. Ilógico sería que con su carácter tan petulante todo sea color de rosa, ¿no crees?

—Mucha razón tienes, pero ¿por qué? No siquiera tenía razón para molestarse tanto —expresó con indignación—, es una tontería de su parte hacer berrinche por eso.

—Ese es el punto, cariño —se burló Luis, aligerando la pesadez de la conversación—, sigue siendo un niño berrinchudo y caprichoso.

—De eso no hay duda, por lo visto.

Salió del ascensor encontrándose con los primeros rostros conocidos, entre ellos el señor Gerardo, director y gerente del área de sistemas, justo a quien necesitaba.

—Lu, cariño, ¿podemos seguir hablando en otro momento? Voy entrando a la empresa y, bueno...

—Y el ogro te puede regañar, entiendo —volvió a burlarse, riendo con suavidad—. Hagamos algo, te invito a almorzar, hay un restaurante buenísimo cerca de la empresa. ¿Te animas?

—Desde luego, salgo a las doce —contestó entre risas, contagiada por su buen humor—. ¡Nos vemos!

—Nos vemos, preciosa.

Los demás empleados de sistemas iban llegando, la mayoría entró a una de las salas de juntas para la reunión a la que ella misma debía entrar. Pero justo abriendo la puerta, su teléfono vuelve a sonar.

(D) Buenos días, An, espero hayas descansado, hoy tendremos más trabajo de lo usual. Te espero en media hora en tu puesto.

(D) Por cierto, te ves hermosa.

—Buenos días, señorita Anaira, tome asiento —saludó Gerardo.

—Ah... Buenos días a todos —saludó entre balbuceos—, gracias, señor Gerardo.

—¿Empezamos? —preguntó y las luces se apagaron.

Su concentración, por más de un minuto, estuvo fuera de sí. Volvió a ver esa sonrisa en su rostro, releyó una y otra vez los mensajes de texto que envió desde la noche anterior, y ahora eso. ¿Qué sucedió con Derek?

A pesar de las mil dudas que acribillaban su cabeza, trató de prestar toda la atención que la reunión requería, dado que después de eso tendría que repetir todo ello a su jefe.

—Todo esto está plasmado en el informe, puedes quedarte con una copia si gustas —culminó Gerardo.

—Perfecto, ¿hasta ahora no han tenido problemas para desarrollar la interfaz? —indagó curiosa.

—En lo absoluto, antes ya se habían hecho muchos cambios y correcciones al primer prototipo —contestó este—, muy ingeniosa tu idea, por cierto.

—Gracias, que tengan buen día.

El momento de enfrentar la extraña realidad había llegado, por lo que no tuvo más remedio que ir a su puesto habitual de trabajo, no sin antes pasar por la cafetería primero y pedir dos expresos, cargados y espumosos. Uno para ella y otro para Derek, aunque claro, no esperaba que aquello disminuyera el regaño que esperaba le diera. Sí, por raro que parezca, por primera vez quería que le regañara por algo.

Los últimos acontecimientos, su extraño cambio y aquellos mensajes no daban cabida para pensar con coherencia y sentido común. Todo lo contrario, nada tenía sentido alguno, y, por ende, se sentía incomoda con todo ello.

Dejó atrás todo ello, no ganaba nada con pensar de más. Respiró profundo, se tranquilizó y entró a la oficina de Derek. Este estaba de pie junto a la ventana, mirando lejos mientras se apoyaba en la pared, tan casual como nunca lo vio. Siempre tan rígido y tenso, por primera vez lo veía un poco relajado.

—Buenos días, jefecito —saludó tentando su suerte, tal vez con ello vuelva a ser como antes, lo que ya conocía de él—. Aquí está su café y el informe de avances del área de sistemas, para el día de hoy tiene una nueva reunión con Baddco Company a las diez de la mañana, un almuerzo con los proveedores de SurtiTechnology y varias llamadas pendientes de algunos inversionistas.

—¿Eso es todo por hoy? —indagó, acercándose con lentitud hasta apoyarse en el frente de su escritorio.

—De momento, sí.

—¿Qué dijeron en la reunión? —continuó, sin dejar de lado una pequeña sonrisa ladeada, formando un muy curioso hoyuelo en su mejilla.

—Ah, bueno... —balbuceó, tomó un sorbo de su propio café para simular— El desarrollo de la interfaz va muy bien, no han tenido mayores inconvenientes y pueden implementar los cambios a la aplicación. Pero, debido a que no hay en el equipo alguien que sepa de desarrollo de aplicaciones móviles, están un poco retrasados en ello.

—Ok, en ese caso, por favor, encárgate de subir la vacante a las bolsas de empleo y llama a los postulantes tú misma —ordenó, hablando siempre en tono neutral—. Si quieres, puedes decirle a Alice que te ayude con eso, ella sabe hacer todo ese procedimiento. Para mañana quiero las primeras entrevistas, ¿está bien?

—Sí, señor... ¿Algo más?

—Está bien, por ahora. Si necesito algo, te llamo —dijo, ampliando su sonrisa—. Gracias, An.

—Ah... Ok.

Sin decir más nada, salió de aquella oficina hecha un meollo de pensamientos extraños y sin sentido. En realidad, ya todo carecía de lógica alguna. ¿Desde cuándo Derek dice gracias o por favor? O peor, ¿desde cuándo sonríe? Ni siquiera sabía que era de los que tiene hoyuelos.

—Hola, Anaira de mi vida —saludó Alice sorprendiéndola— ¿Por qué la cara? ¿Viste un fantasma?

—Algo extraño le pasó a Derek —susurró.

—¿Qué? —indagó alarmada.

Con voz baja, relató los últimos acontecimientos, desde la extraña casualidad de Luis y Derek siendo mejores amigos, hasta la discusión de la tarde anterior y sus muy peculiares resultados.

—Y me sonrió, dos veces en menos de una hora —expresó Anaira exaltada— ¿Sabías que tenía hoyuelos en las mejillas? Uno muy bonito para estar pegado a una cara tan amargada, por cierto.

—Espera ahí, pon el freno —reclamó Alice indignada— ¿Conoces a Luis? ¿Derek te sonrió? ¿Hoyuelos? ¿Te parece lindo?

—Bueno, ya, no malinterpretes lo que dije, ¿quieres? —replicó sumamente indignada— Estamos para resolver este misterio, no para que te pongas a fangirlear con algo que no existe.

—Déjame disfrutar del momento, conoces a Luis, ¡Joder! —se exaltó, estallando en risas— ¿Cómo?

—¿Sabes? Mejor empieza a explicarme como subir una oferta laboral a las bolsas de empleo —exigió.

Como niña pequeña, Alice se quejaba con Anaira por no dar los detalles necesarios de cada noticia dada. Pero, y aunque le hubiese gustado jalar lengua por un rato, debía trabajar sin distracciones.

—No puedes solo darme la prueba gratis y no querer venderme el producto, ¿sabes? —siguió con las quejas.

—Pff —bufó Anaira—. Ubícate, después te cuento. ¿Va?

—Está bien, ¿qué oferta es?

—Sistemas necesita un ingeniero que sepa de desarrollo de aplicaciones móviles —explicó, mostrándole los detalles de la vacante—, pero, antes de hacer eso no sé si me permitas sugerir a alguien, ¿recuerdas que te dije? Es un amigo, ya está graduado y con buena experiencia, ¿podría intentarlo?

—De poder puedes, pero que sea contratado ya es opcional —comentó Alice—. Si quieres avísale y que prepare la hoja de vida, siempre y cuando sea el primero en postular, puedes llamarlo para la entrevista. Porque supongo te encargó eso también, ¿no?

—Que comes que adivinas —se burló.

—Típico... —suspiró, tomando los papeles y preparándose para continuar su camino— Te ayudo con esto, te paso el enlace y que se postule de inmediato. Puedes incluso citarlo para hoy después de almuerzo, avisaré a recursos humanos.

—Eres un ángel, te amo —exclamó entusiasmada.

—Sí, lo sé, procura contarme el chisme.

Se marchó ojeando aquellos papeles, y mientras ella preparaba la vacante, Anaira aprovechaba para llamar y dar las alertas a Matthew, la persona que creía más indicada para la tarea. Sería maravilloso tenerlo cerca, más con lo extraño que se ponían las cosas con Derek. Y por ello mismo, a veces pensaba que también era una mala idea.

Le reclamaba por Camilo, a quien no llevaba demasiado tiempo conociendo y en su mayoría, interactuaban por motivos laborales, por desgracia. Ahora, ¿qué pasaría si llegase a enterarse que vive con el nuevo empleado de la compañía? Despedirla ya no puede, pero a él sí podría hacerlo.

—¿Qué pasó, mija? —saludó Matthew con si típico tono bromista— ¿Necesitas esconder el cuerpo o qué?

—Ya quisiera que fuese ese el problema, pero no, te tengo una buena noticia —bromeó, tratando de hablar lo más bajo posible para evitar filtrar información.

—Soy todo oídos, primor.

—Dentro de un rato te enviaré una vacante para trabajar aquí, necesitan un ingeniero que desarrolle aplicaciones para móviles. ¿Te le mides? —indagó, retándolo con la pregunta.

—Me ofende que lo dudes, jalo —aceptó con emoción—. De paso conozco al desgraciado, ¿cómo te ha tratado hoy?

—Ese es un cuento largo, te lo cuento en la cena, pero prepárate, porque ni yo me lo creo.

—¡Uhuu! Nuevo episodio cargado de drama, como me gusta.

Tan solo cinco minutos después de colgar, la nueva vacante fue enviada a su correo con las indicaciones que debía seguir para contactar a los postulantes. Claro, uno de ellos ya estaba preparado para ello, pero para disimular y evitar confusiones, debía seguir todo el protocolo de la empresa. Diez minutos más, el primer candidato había enviado su hoja de vida.

Matthew Blackburn, ingeniero de sistemas, 26 años.

La hora del almuerzo llegó, y con ello el recordatorio de su nueva y adelantada cita con Luis. A esa misma hora, Derek saldría para su reunión con los proveedores, por lo que podría respirar con tranquilidad y marcharse sin ningún inconveniente. Solo rezaba muy en sus adentros, que nada extraordinario sucediese.

(L) Hola, preciosa, ¿lista para salir?

(A) Más que lista, voy saliendo.

(L) Te espero en la entrada, besos.

Al salir, la cálida brisa del medio día alborotó su cabello, y la hermosa sonrisa de Luis aceleró sus latidos. ¿Cómo podía ser tan atractivo y a la vez tan caballeroso? Parecía mentira que un hombre así se haya fijado en ella, o eso pensó en ese momento.

—¿Nos vamos, mi bella dama? —dijo con seducción, ofreciendo su brazo para caminar como todo un caballero.

—Con todo gusto —sonrió.

Caminaron sin prisas, conversando y riendo como amigos que se juntan para pasar un buen rato. Llegaron al restaurante, no muy lejano de las instalaciones, pero sí lo suficiente para evitar coincidencias, porque claro está, no podían permitirse dejarse ver en las condiciones actuales.

—Saliste sin problemas, ¿no? —preguntó Luis con curiosidad.

—Sí, Derek tiene en este momento un almuerzo ejecutivo con los proveedores, así que no se aparecerá por estos lugares dentro de las próximas dos horas —contestó con cierta emoción, y el alivio se pintó en el rostro de Luis.

—Perfecto, tenemos tiempo suficiente entonces.

Ordenado sus platillos, empezaron a conversar sobre temas triviales mientras esperaban. Pero había un tema en específico que quería tocar, algo que la había dejado pensando más de la cuenta desde el día anterior y no pensaba dejar pasar esa oportunidad.

—Luis, ¿exactamente qué ocurrió ayer? —preguntó de sopetón.

—Nada de lo que debas...

—En serio, quiero saber, no quiero tener más problemas con Derek ni provocártelos a ti con él —suplicó con la mirada.

—Me conmueve tu preocupación, pero créeme que no tendrás problemas —contestó Luis, mirándola con ternura mientras tomaba sus manos con delicadeza—. En esta situación, él es el problema. Ayer solo discutimos porque cree que le desobedecí, siempre ha sido muy controlador con los que le rodean.

No dudaba de ello, Derek había demostrado ser ese tipo de persona con ella. Pero, aun así, sentía que había algo que no le estaba contando, el brillo opaco de sus ojos lo delataba. No estaba del todo bien con el tema.

—Es que... —dudó por un segundo sin contarle o no, pero se decidió, quien más que él para cerrar sus dudas— ha estado comportándose extraño desde anoche. Eres quien más lo conoce, ¿no? Supongo que sabrás que es lo que intenta con esto, ya me tiene un poco incomoda.

Sacó su teléfono con la idea de mostrar los últimos mensajes de texto, los que él le había enviado desde la noche anterior. El semblante de Luis, tan calmado y sonriente, cambió por un intervalo de segundo a uno de completa impotencia y rabia. No entendía por qué, pero estaba segura de que algo de su discusión tenía que ver.

—¿Crees que...?

—Solo está jugando —contestó apresuradamente, interrumpiéndola antes de terminar su pregunta—, tiene afán por hacerte renunciar y quiere hacerlo sin mediar en acciones. Esto solo prueba lo infantil que es, no le prestes atención.

—Iba a preguntar eso, si crees que con el tiempo se aburra si no llego a seguirle el juego —añadió Anaira extrañada por aquella reacción—. Eso ya lo sabía, él mismo me advirtió desde hace rato, ni siquiera tuvo la gentileza de guardárselo.

—¡Dios! Cada vez va peor —suspiró frustrado.

—Su orden ha llegado, buen provecho —interrumpió el mesero, dando por zanjado el tema de Derek y sus cambios repentinos de humor.

—No más Derek por hoy, ¿sí? —suplicó esta vez Luis.

—De acuerdo —aceptó ella, riendo por lo bajo para añadir—, a menos que sea para burlarnos, claro.

—No te lo negaré.

Una simple broma expulsó esa nube de rabia, impotencia y frustración que el tema de Derek había cernido sobre ellos, dejando un nuevo y ligero aire con aroma dulce. Sus conversaciones siempre fueron así, cargadas de miradas y sonrisas coquetas, incluso desde el primer momento en que intercambiaron un saludo aquella noche de discoteca.

Hasta el momento y desde que llegó a la ciudad, conocer a Luis ha sido lo mejor que le ha pasado, una experiencia sin igual y llena de encanto. Sin embargo, este no dura para siempre.

Jamás hubiese pensado en ser amable con Anaira, en ningún momento desde que la conoció imaginó que le llegaría a sonreír de esa manera. Pero como dicen por ahí, el fin justifica los medios. Sin embargo, lo que no llegó a ser siquiera una idea ni de chiste, era que le saliera tan natural. Solo tenía dos opciones para explicarlo, o sus dotes de actuación había mejorado demasiado, o... ni siquiera se atrevía a pensarlo, era por completo ilógico e irrelevante.

Solo debía seguir así, sonrisitas coquetas, algunas miradas, después acercamientos hasta que caiga redondita en sus planes. Le daba un mes, como mucho y para ser generosos con ella, en especial después de tantas discusiones y teniendo semejante carácter de serpiente. Solo ello requería para culminar su plan, enamorarla.

La reunión, más que aburrida, fue demasiado rápida. Pero se logró lo que quería, acceder a los nuevos materiales para la producción de equipos, la calidad y precio era lo que de verdad importaba en las negociaciones. Y por ello, con sonrisa de victoria, salió de aquel restaurante con ganas de caminar. Le había quedado tiempo suficiente, así que no dudó en estirar un poco las piernas y observar los alrededores.

Estaba un poco alejado de la compañía, pero no lo suficiente como para no caminar. El auto era un alto contaminante, y aunque no lo parezca, estaba a favor de las medidas de regulación a la contaminación. Todo un empresario responsable. Con lo que no se mostraba muy conforme y en total desacuerdo, eran las reuniones clandestinas, a sus espaldas y que, además, contradecían sus órdenes. Como, por ejemplo, aquella que sostuvo Anaira con Luis en aquel restaurante, el mismo donde siempre se reunían ellos dos y por el cual había pasado Derek en su camino a la empresa.

Con la rabia volviendo a su sistema, no dudó en interrumpir la maravillosa velada que se desenvolvía con tanta tranquilidad. Los coqueteos iban y venían, y eso le mareaba, cabreaba y le producía una serie de sensaciones que solo aumentaba su ira. Le estaba afectado de más, tirando por la borda su autocontrol.

—Muy bonita la escena, pero me temo que debo interrumpir —intervino Derek con una sonrisa sarcástica, sin dejar de observar con fastidio a Luis—. ¿La están pasando muy bien?

—Estábamos, hasta que llegaste a contaminar —contestó Luis igual de molesto—. ¿Qué quieres, Derek?

—Lo de siempre, que ella regrese a su puesto y tú vengas conmigo —exigió con calma—. No es nada del otro mundo, solo serán cinco minutos. Supongo que, como todo adulto responsable por sus finanzas, debes regresar a trabajar, ¿no?

—Derek —dijo Anaira—, aún no es...

—No, contigo hablo después —le interrumpió tajante—. Solo ve y reúne a los de marketing, tienen trabajo pendiente.

La escena se estaba saliendo de control, las miradas de ellos dos eran tan filosas que podrían romper un bloque de metal. Si alguna vez habían sido mejores amigos, aquel lazo se estaba resquebrajando de forma irreparable, ¿y todo por qué?

—No te preocupes, An —dijo Luis, suavizando su expresión para darle calma—. Hablamos luego, ¿te parece?

—No —dijo Derek.

—Sí, claro que sí —contestó ella, mirando con reproche a su jefe—. Yo misma te llamaré.

Al igual que antes, se despidió con un suave y sonoro beso en la mejilla que dejó a Derek aún más furioso de lo que ya estaba. Se sentó donde hace un rato estaba ella, se cruzó de brazos esperando que su amigo dijera las primeras palabras, mientras que este solo observaba con detenimiento el lento caminar de Anaira hasta perderla de vista.

—Por lo menos disimula, te la comes con la mirada —expresó Derek con ironía.

—Solo esperaba que estuviese lo suficientemente lejos, así que te pido con toda mi amabilidad que tengas un poco más de respeto hacia ella y hacia mí, de paso —exigió—. A diferencia de ti, no uso a las mujeres como juguetes, mucho menos lo haré con Anaira. Yo si la quiero para algo serio, no para herirla por algo tan estúpido.

—Sí, a otro con ese cuento —se levantó y añadió con autoridad—. Amablemente también te pido algo, aléjate de ella antes que salgas lastimado, y no seré yo quien te lo haga saber.

—Tienes demasiada confianza, pero muy poco tacto para lograrlo, imbécil.

#Imbécil

¿A poco no, mis pulguitas?

Díganme que tal va el desastre hasta ahora.

¿Mantienen su team hasta ahora o van cambiando de parecer?

Los leo

O les saco la ouija pa que se dejen de fantasmas

Joda

Amén!

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