11
Ver a Luis salir de la oficina de Derek, dirigiéndose a él de esa manera y con su amplia sonrisa llena de diversión, solo trajo a la mente de Anaira una sola cosa: estaba arruinada, hundida hasta el fondo. De sopetón recordó todas las conversaciones anteriores con él, las mil y una vez que se quejó del ogro de su jefe y todos los insultos que le dedicó y que había inventado. Y claro, todo ello se lo había dicho nada más y nada menos que a su mejor amigo.
Pero en su defensa, ¿cómo iba a saberlo? De tanta gente el mundo e incluso en su ciudad, jamás hubiese imaginado conocer al mejor amigo de su jefe en una discoteca.
—Por cierto, linda, ¿a quién tengo el gusto de conocer? —preguntó Luis, con su típica amplia sonrisa divertida.
Por un momento había deseado que se la tragara la tierra, que un tornado pasara justo por aquella enorme ventana a solo un par de metros de su lugar y se la llevara a rastras, o que como mínimo, pudiese salir corriendo de allí. Pero no, el destino últimamente era más que cruel con su existencia.
—¿Tú también? Esto es el colmo —replicó Derek indignado, mirando ceñudo a Luis y Anaira de forma intercalada.
Durante todo ese rato se había hecho el loco con la situación, haciendo creer a todos que era la primera vez que se veían, una actuación majestuosa. O por lo menos en apariencia lo parecía, pero la mirada escrutadora de Derek no parecía demostrar total seguridad ante ello. No se estaba tragando la historia.
Aun así, pese a los incontrolables nervios que le causó todo ello, Anaira decidió solo seguirle la corriente. No solo porque le había encantado esa sonrisa en su rostro, sino porque de cierta forma temía la reacción de Derek al saber que, su mejor amigo, ya conocía, coqueteaba e incluso había salido antes con su asistente, esa misma a la que hacía sufrir en un infantil intento por hacerla renunciar.
—Anaira, el gusto es mío —contestó ella nerviosa.
—Más que gusto, es todo un placer —dijo Luis, besando su mano sin dejar de observarla con diversión—, espero nos veamos más adelante.
—No le será difícil, señor Luis —añadió Anaira, dejándose contagiar por su actuación.
¿Por qué le era tan atractiva la escena? Se veía divertido, risueño y muy coqueto, más de lo usual. Si debía ser sincera, le encantó esa faceta.
—Por favor, nada de señor, el viejo y amargado es tu jefe —se burló—, a mí me puedes llamar Luis o Lu, cualquiera de los dos sonará lindo viniendo de ti.
—Desde luego, Lu —reía suavemente, dejando ampliar en su rostro un sutil sonrojo.
—Bueno, ya fue suficiente —replicó Derek, interponiéndose entre los dos como una barrera— ¿No prefieren que les saque una cita?
—Si eres tan amable...
Derek bufó sonoramente, poniendo los ojos en blanco y hasta soltó un suave gruñido de exasperación hacia quien se supone es su mejor amigo. Y este, por su parte, no hizo más que reírse a carcajadas ante su reacción.
—Tú, regresa al puesto de trabajo y no te atrevas a moverte de ahí —exigió Derek señalando a Anaira, para luego centrarse el Luis—, y tú, ven conmigo.
—Sí, jefecito —contestaron ambos al tiempo.
Con rapidez, antes que la ira de Derek la alcanzara, se movió de su lugar volviendo a sentarse en su escritorio. Simuló ordenar y buscar lo que estaba haciendo antes que, tal vez para su buena suerte, todo ese espectáculo se desarrollara, pero no dejaba de lado la amplia sonrisa que aquello le provocaba.
—¿En serio, Lu? —le reclamó Derek— No me hagas perder la poca paciencia que me queda.
—¿Tienes? —se burló.
—Basta, nos vamos, tú también, Cristal —exigió con fastidio—. No quiero verlos el resto del día por aquí, quiero tranquilidad si es posible.
—Está bien, don gruñón —expresó Cristal entre risas.
—Será... —se quejó Luis entre risas, centrando una vez más su atención ella— Nos vemos en un rato, preciosa.
—Claro —dijo Anaira, sintiendo el peso de la fría mirada de Derek sobre ella.
—Lo dudo —expresó Derek furioso.
Los vio marcharse a paso decidido encabezados por Derek, extrañamente aún más molesto que de costumbre. Aun así y sin que este se diera cuenta, Luis regresó la mirada por un instante para hacerle señas a Anaira. La señaló a ella con su amplia sonrisa divertida y coqueta, para luego señalarse a sí mismo y mostrar su teléfono celular. El mensaje era claro, debían hablar.
Ella solo asintió, sabiendo qué rumbo tomaría aquella posible y extensa conversación. Aunque sospechaba que habría reclamos de por medio, no podía dejar de sonreír. El solo verlo mejoró su día, pero su sonrisa le había acelerado el corazón.
Aun así, en ese momento no sabía que pensar, el hombre dulce y caballeroso que conoció una noche de discoteca y que tantas sonrisas le había sacado, resultó ser mejor amigo del patán, grosero, ególatra, egoísta con complejo de dictador de su jefe. El mundo resultaba ser demasiado pequeño para tanta gente. ¿Qué otra sorpresa pensaba depararle el destino?
Suspiró aún con esa sonrisa en el rostro, mordiéndose sutilmente el labio inferior al recordar su suave tacto, la calidez de sus labios sobre la piel de su mano. Solo ese gesto le hizo erizar el cuerpo completo. Y la reacción de Derek, no hizo más que agraviar lo cómico de la escena. Eso sí, no dudaba que se la fuese a cobrar de alguna forma más adelante. Pero no le haría caso, estaba de muy buen humor para darse mala vida por él nada más.
Regresó su atención a lo que debería estar haciendo en realidad, enviar y contestar correos de la cuenta empresarial de Derek. La concentración volvió a ella como iluminación divina, por lo que solo debía hacer un par de informes y terminaba las labores de ese día. Por primera vez en esa semana, podría irse a casa tranquila sin pendientes. Pero el timbre de su celular le distrajo.
(L) Acabo de quitarme de encima al pesado de tu jefecito, si quieres nos vemos en la cafetería de la empresa para que no tengas que salir, tampoco quiero que te regañen más de la cuenta por mi culpa. ¿Qué dices?
Suspiró, quería verlo, pero no pensaba enfrentar tan pronto el problema. Sabía que solo era una muy extraña casualidad, pero eso no eliminaba todas las injurias que soltó tan a la ligera sobre Derek. Respiró una vez más y contestó.
(A) De acuerdo, voy en camino.
(L) Perfecto, nos vemos, preciosa.
El nerviosismo gritaba desde su interior, removía las manos casi desesperadamente mientras caminaba directo a la cafetería. Sin embargo, en esa ocasión en vez de tomarse su tiempo e ir despacio, prefirió apresurarse y llegar cuanto antes. Y todo ello solo para verlo sonreír.
—Hola, preciosa —le saludó con gesto pícaro—, creo que nuestra cita se adelantó un poco, ¿no crees?
—No creo que esto entre en la categoría de cita —se burló para despejar un poco sus nervios.
Se encontraba sentado en una de las mesas centrales de la cafetería, lejos de cualquier otra persona que pueda escuchar su conversación. Se veía tan tranquilo, pero a la vez juguetón y travieso, como quien está planeando hacer la siguiente travesura a sus maestros. Le encantaba, más si sonreía de esa manera, reflejándose en el brillo de sus encantadores ojos. Aun así, los nervios solo aumentaron de frecuencia igual que los latidos de su corazó.
—Pero es un encuentro, técnicamente hablando.
—No de la forma en que quería, pero ya que... —contestó Anaira, sentándose tan rígida como nerviosa frente a él.
—En eso estoy totalmente de acuerdo, pero por el momento hay otro asunto que charlar, así que...
—Antes que digas cualquier cosa... —interrumpió Anaira un poco apresurada— En realidad gran parte de lo que he dicho son meras exageraciones, ¿sabes? No hay que tomarse las cosas tan literales, así que no es que piense todo eso sobre Derek, o...
Se vio interrumpida a medio hablar, ya que Luis estaba a reventar de risas, una melodía que se le hizo inusualmente hermosa, por lo que no se molestó en lo absoluto.
—Tranquila, An —dijo aún entre risas—. Conozco a Derek por el tiempo suficiente como para saber que es un maldito insoportable, todo lo que dijiste de él es cierto. No te preocupes, nada malo está pasando.
—¿Entonces? —indagó confusa.
—Solo quería aprovechar y conversar un rato contigo —expresó con dulzura—, ¿o estoy interfiriendo con tu trabajo?
—No, de ninguna manera —aseguró, empezando a respirar con más calma—, estoy al día con el papeleo de Derek, así que no tiene hilo del que jalar.
—Perfecto, ahora dime, lindura —se acercó con lentitud a ella, inclinándose sobre la mesa—, ¿qué otras cosas tienes por contarme sobre tu jefecito? Hay que ponerse al día con los chismes, ¿no?
Le pareció hilarante todo el asunto, tanto que no contuvo sus propias risas. Era sorprendente ver cómo, siendo mejores amigos, eran totalmente opuestos. Como agua y aceite, carga positiva y negativa, dulce y salado, y ya saben quién es quién en cada ejemplo.
—No estás hablando en serio, ¿verdad? —replicó entre risas— Acabas de presenciar y protagonizar la última parte del chisme, ¿qué más quieres?
—Pido muy poco, solo quiero aumentar mi repertorio de insultos y apodos —bromeó—, es más, deberías enseñarme.
Y de esa manera conversaron un buen rato, tiempo suficiente para desprenderse de todo el estrés y malestar que los últimos días junto a Derek le provocaron. Con Luis la cosa cambiaba, era como si se conocieran lo suficiente como para sentirse cómodos el uno con el otro. Muy pocas veces en la vida sucedía tal cosa, mucho menos a Anaira, por lo que aprovechaba cada oportunidad. Matthew fue el primero, convirtiéndose en su mejor amigo de toda la vida, y ahora estaba Luis, ¿qué papel jugaría en su vida? Deseaba poder saberlo, pero no había que apresurar las cosas.
—Aún sigue en pie lo del sábado, ¿verdad? —preguntó Luis curioso.
—Claro, necesito distracción urgente —contestó ella entre risas—, de lo contrario enloqueceré.
—¿En serio? ¿Falta mucho para eso? —bromeó.
—Con tu amiguito cerca, no mucho, la verdad —y una vez más estallaron en risas descontroladas.
—Recuerdo haber dicho que no te despegaras de tu escritorio —replicó una voz furiosa tras ellos—, ¿acaso no hablé claro?
Tras ellos, cruzado de brazos y con la expresión más amarga posible, Derek los miraba de forma acusadora a ambos. No hacía falta palabras para regañar, con sus simples ojos todas las acusaciones posibles eran dichas. Anaira no tuvo de otras que suspirar, levantarse y enfrentarlo una vez más. De todas formas, el momento se había arruinado por completo.
—Estoy al día con todo el papeleo y el procedimiento que dejaste encargado para el proyecto, todos los correos han sido contestados de forma correcta, no hay llamadas pendientes y a esta hora nadie más llama —explicó ella con naturalidad y una sonrisa en el rostro—, ¿se le ofrece algo más, jefecito?
—Solo conversábamos, el proyecto es de mi interés y quien mejor que ella para darme los detalles —intervino Luis aparentando seriedad—. Soy inversionista, ¿lo recuerdas?
—Pudiste preguntarme a mi directamente o a Alice, como ya te había dicho —reclamó con dientes apretados—, ¿seguros que solo de eso hablaron?
—¿Sobre qué más pudo ser? —indagó Anaira— Recién nos conocimos.
—Muy cierto —añadió Luis, soltando una suave risilla.
—Claro, se nota —dijo Derek sarcástico—, con tantas risas es obvio que no se conocen. ¿Por qué no regresas a tu puesto, Anaira? Aún estas en horario laboral, mientras, tengo algo que conversar con el señor. Cualquier cosa que surja, solo reprográmala para mañana. ¿Entendido?
—Claro, jefecito.
—Esta vez, por favor, obedece mis órdenes, ¿quieres?
—Como guste, jefecito.
Acomodó la silla donde estuvo sentada, observando con intensidad a Luis esperando alguna señal de su parte. Sin embargo, toda aquella situación tenía al susodicho al borde de las carcajadas.
—Fue un gusto conversar contigo, An —dijo—. Espero me mantengas al tanto del proyecto, ¿estamos?
—Será un gusto, Lu.
Escuchando detrás de ella los gruñidos de fastidio de Derek, una mala idea empezó a surgir en su cabeza. Y como impulsada por ese empeño en pagar con la misma moneda, se acercó a Luis con una amplia sonrisa dándole un suave y muy tentador beso en la mejilla.
—Hablamos después.
—Que mier... —susurró Derek estupefacto.
—Eres increíble, en serio —susurró Luis, solo para que ella lo escuchara.
—Con su permiso, jefecito —se despidió con una sonrisa.
Derek permanecía inmutable, la anterior expresión de enfado se había esfumado dando paso a una máscara de indiferencia, una que a duras penas podía mantener. El fuerte apretón de su mano y la tensión en su mandíbula, lo delataban con claridad. Anaira, continuando con su desfile de descaro, pasó justo por su lado. Por ello, no dudó en tomarla del brazo deteniendo su andar.
—De esta no te salvas, An —expresó enfadado, recalcando la última palabra con ironía.
—Inténtalo si puedes —rebatió con seguridad—, jefecito.
Se marchó con su andar seguro, sabiendo que las cosas se pondrían cada vez peores con la actitud tan recelosa de Derek. Era un verdadero fastidio, pero si quería seguir trabajando y terminar el proyecto no tenía de otra que soportarlo. Con el tiempo quizás y si el destino lo permite, se aburra y deje de martirizar su vida. Sin embargo, la preocupación más urgente era Luis.
¿Qué tanto podrían llegar a conversar esos dos?
Se había despedido de Cristal hace buen rato, después de dejar a Luis libre y lejos de Anaira. Sin embargo, no se sentía del todo seguro de querer regresar a las instalaciones. En su pecho se había implantado una semillita que, al verlos interactuar con tanta confianza y con las palabras de Cristal retumbando en su memoria, había eclosionado hasta plantar las primeras raíces dentro de él.
Era una mezcla da rabia, impotencia, frustración y algo más a lo que no quería nombrar, mucho menos seguir sintiendo. Sentado en una cafetería, se tragó todo ello junto a una taza de café bien cargado y espumoso esperando que, con eso y un tiempo a solas, sus ansias se calmasen. Pero ¿ansias de qué?
Suspiró, pagó su cuenta dejando una buena propina y se marchó. Respirar el aire cálido de la tarde, viendo los transeúntes caminar por las calles y a otros solo caminar en medio de una conversación, era un tanto relajante para él. Pero nada de ello sirvió cuando al entrar y pasar por la cafetería, las sonoras risas de Anaira atrajeron su atención, y con ella, a quien se supone había casi echado de las instalaciones. Luis.
Aquella planta en su interior creció de forma descomunal y apresurada, en especial al ver la forma en que se coqueteaban mutuamente. Anaira le sonreía tan dulce, amplia y coqueta, que sintió un cosquilleo recorrer su pecho. Jamás le había sonreído así, ni siquiera cuando trataba de fingir ser amable con él para cabrearlo. ¿Por qué con Luis le salía tan natural?
La respuesta era más que obvia, incluso Derek era consciente de ello, pero eso no eliminaba el hecho de sentirse una mierda por dentro al ver tal escena. Sin pensarlo dos veces, y dejando atrás parte de su buen juico, decidió acabar con el bello momento.
—De esta no te salvas, An —replicó con ironía al retenerla.
—Inténtalo si puedes —confrontó ella con ese brillo de seguridad en sus ojos—, jefecito.
Se marchó con su caminar llena de altivez y ese movimiento de caderas que lo mantenía fuera de sí, pero sabía que no era momento para ello. Delante de él se encontraba el principal obstáculo para su plan, y, aunque sea su mejor amigo, no iba a permitir que nadie interfiriera en ello.
—Creí que la parte de vete a casa había quedado clara, ¿por qué sigues aquí, Luis? —preguntó con calma.
Llamarlo Luis era la primera señal, una advertencia implícita que solo ellos entendían, estaba furioso con él.
—La cosa es seria entonces —expresó Luis sorprendido.
—Déjate de idioteces y contesta —se quejó—, ¿por qué regresaste?
—Ya lo dije, regresé porque quería que me explicara un poco sobre...
—Me estas sacando de quicio, Luis —le interrumpió, esta vez con un suave manotazo sobre la mesa, tampoco quería alertar a la gente—. Dime de una maldita vez que es lo que quieres con ella, de que tanto hablaban.
La cafetería estaba casi a solas, salvo por el personal que trabajaba allí y algunos aseadores, todo estaba en perfecta calma. Excepto por ellos.
—¿Por qué tanto interés en ello tan de repente? —indagó Luis empezando a molestarse de la misma manera— Según tú ella no es más que un fastidio, no veo razones para que te molestes de esa manera solo porque conversemos un rato.
—Eso no es de tu incumbencia, están en mí empresa y debo saber todo lo que aquí sucede —explicó Derek con autoridad.
—Claro, entonces también debes saber qué hace o dice cada empleado dentro de estas paredes, ¿no? —le retó— Anda, ve y pregúntale a Alice que tanto habla con quien sea. Te veo.
Por un segundo y ante la altanería en las palabras de Luis, Derek se quedó pasmado, totalmente desconcertado ante tal actitud por una simple chica maleducada y antipática. ¿Qué tenía de especial para que le hiciera discutir con su mejor amigo?
—¿A qué viene esa actitud? Solo es una empleada, no entiendo porque te pones a la defensiva por ella, más si la acabas de conocer como dicen ambos, ¿no? —discutió Derek un poco ofendido.
—Eso debería preguntar yo, ¿por qué el empeño y el interés por fastidiarla? —exigió saber— La verdadera razón, claro, no la estupidez de excusa que siempre cargas.
—No es una excusa, solo quiero que se vaya de mi empresa y no puedo despedirla por mi propia cuenta —explicó exasperado—, ¿eso es mucho pedir?
—Es infantil de tu parte hacer tal cosa, ¿sabes? —objetó Luis— Solo déjala en paz y que trabaje con calma, así lo único que logras es estresarte a ti mismo queriendo hacer algo tan descabellado como eso. No estás en la escuela, Derek, madura.
—Ok, pero por qué no me dices tú cual es el verdadero interés en ella, ¿ah? —rebatió Derek, se sentía frustrado al verse en tal situación—. No evadas la pregunta y contesta. Empecemos por lo de hoy, ¿de verdad es la primera vez que se ven?
Luis suspiró, estaba igual de frustrado y molesto, pero a diferencia de Derek tenía un poco más de autocontrol. Desventaja de discutir con tu mejor amigo, conocía sus puntos débiles, pero de la misma forma él también los sabía. Solo faltaba poco, como una válvula de presión, un poco más de aire y la haría estallar.
—De acuerdo, si quieres saberlo te lo diré, estoy harto de esto —expresó Luis mirándolo fijo y con reproche—. Conocí a Anaira ese sábado que te invité a la discoteca y no quisiste ir, ¿recuerdas? Fui solo con la idea de tomar un poco, mirar lejos y regresar a casa. Pero la vi a ella, una mujer muy hermosa, bailando y sonriendo tan dulce que no pude evitarlo.
—¡¿Me estas jodiendo?! —exclamó alarmado.
—No, bailamos y conversamos toda la noche e incluso nos besamos, ¿sabes? —aseguró, dejándose llevar por ese malestar que lo carcomía por dentro— Hemos estado conversando desde eso, mucho, a decir verdad; también hemos salido un par de veces y créeme que, aunque te niegues a aceptarlo, ella es mucho más de lo que ves tras esa mascara de rabia. Y sé perfectamente, por desgracia, que no está pasando desapercibido para ti, no del todo.
—¿Qué estupideces estás hablando? —balbuceaba entre sorprendido y molesto— ¿Se besaron? Mentiras, no te creo. Dudo que lo haya permitido el mismo día que se conocieron
—Se le llama atracción mutua, además, ¿por qué te afectaría tanto que haya sucedido? —continuó Luis— No será que...
—No, ni siquiera termines de decir eso —le advirtió—. No tiene nada que ver con lo que estás pensando, se le llama estrategia.
Las últimas personas que presenciaban el espectáculo habían dejado la estancia, con cuidado y total sigilo, se escabulleron, huyendo de la fuerte tensión que se palpaba en el aire.
—¿Estrategia? —se exaltó Luis— ¿Seducirla y después dejarla tirada solo para que renuncie, es estrategia? A otro con esa mierda, no es más que una excusa para hacerla caer como con todas, solo porque no babea por ti desde el inicio. ¿O me dirás que no?
—No sabes de lo que hablas, Luis —replicó fastidiado—. Si tengo que hacer esto es solo para que ella misma se vaya, cortesía del viejo al no dejarme despedirla, así que aléjate, alteras mis planes.
—¿En serio eres tan idiota para hacerlo?
Esta vez más que molesto, el tono de voz de Luis solo indicaba lo dolido, extrañado e indignado que se sentía con esa nueva faceta que veía en quien creía conocer de casi toda la vida. Jamás lo había visto tan alterado y decidido por algo, menos por una estupidez como esa. ¿Será esa su verdadera intención?
—Llevas poco tiempo conociéndola, ¿por qué te interesa tanto? ¿Acaso te gusta?
—Sí, me gusta porque me di el trabajo de conocerla de verdad —aseguró Luis—. Es hermosa, inteligente, divertida y por lo visto trabaja muy bien, que no haya congeniado contigo como las demás no la hace un blanco para tu ira.
—¡Dios! ¿En serio? ¿O tienes miedo a que caiga? —sugirió con sarcasmo.
—Eso jamás —murmuró con dientes apretados.
—¿Seguro? —se burló, enarcando una ceja en su dirección solo provocándolo más— ¿Apostarías por ello?
—¡De verdad eres infantil! —suspiró harto de todo eso, recogiendo sus cosas con la idea de irse—. Haz lo que quieras, igual no te funcionará.
Caminó a paso decidido, largas zancadas que lo alejaran lo más pronto posible de su supuesto mejor amigo. Un Derek que jamás había visto y que, para él en ese justo momento, no era más que un completo desconocido.
—No estés tan seguro —expresó entre risas, deteniéndolo en seco—. Siempre funciona, un poco de juego sucio da sus resultados.
—Omites algo importante, Derek —añadió Luis con sorna, mirándolo de soslayo—. Quien juega sucio, siempre sale salpicado.
Lo vio salir con furia, sin mirar atrás ni remordimiento por sus palabras. ¿Qué le habrá querido decir con aquello? No entendió en qué momento las cosas se salieron tanto de control, pero no podía seguir dejándose llevar por las emociones momentáneas. No iba con él. Aun así, debía pensar bien su dichosa estrategia, ya Luis la conocía y estaba seguro de que haría lo imposible por sabotearlo. Debía iniciar por ahí, saber cuáles eran las amenazas a su plan y erradicarlas.
Cristal podía ser en extremo coqueta, tanto con hombres como mujeres, incluyendo a Anaira en el paquete. Pero no le preocupaba, no era más que un juego infantil lo de ella. Camilo no le llegaba a los talones, solo un simple chico sin gracia que la hacía reír, como un hermano menor. Sin embargo, Luis sí representaba un verdadero problema. Se conocían de antes, se llevaban demasiado bien, y a palabras de Cristal, tenían muy buena química. Peor todavía, le gustaba, sentía algo real por Anaira, el inconveniente principal en la ecuación. Y eso, era lo que debía evitar a toda costa.
Pero ¿podría hacerle eso a su mejor amigo? ¿De verdad todo seguía siendo por la misma causa?
Anaira no es la única en medio de la guerra
Pero en serio, ¿Quién no lo haría?
#TodosContraDerekCaraDeCuloFox
¿Que tal este capítulo?
No se hagan los fantasmas, ahí los veo
Besos, mis pulguitas.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro