10
Por raro que parezca, las horas habían pasado como minutos. Estar con ellos había sido entretenido, bastante estimulante y muy enriquecedor. Por ende, resultaba mucho más productivo que trabajar sola y en completo silencio como venía haciendo en su escritorio, fuera de los dominios del ogro mayor de la empresa; eso claro, en el mejor de los casos, en el peor, ya saben.
—Listo, Calixto, todo en orden por ahora —expresó Camilo, estirando su cuerpo en toda la longitud con pereza.
—¿Quién lleva esto a soporte? —preguntó uno de los compañeros.
—Yo no —contestaron Anaira, Camilo y Alice al unísono, como si aquello fuese un juego.
—Felicidades, se ganaron el premio, me saludan a Gerardo —se burló Alice.
—Eres diabólica —se quejaron ellos.
—Eso es un halago para ella —comentó Anaira entre risas.
Entre risas y sin poder discutirle, se marcharon rumbo a sus diligencias, quedando ellos tres en su descanso. La hora del almuerzo era sagrada, más siendo el único momento durante toda la jornada laboral en la que Anaira estaba rodeada de personas, para su gusto e interacción, agradables.
Se dirigieron a la cafetería, apartando una mesa antes que esta se llenara con la llegada constante de trabajadores. El bullicio era, de cierta manera, aceptable y reconfortante. No se acostumbraba al silencio de su lugar de trabajo, por lo que tener ruido a su alrededor podría ser un poco necesario.
—¿Las señoritas que quieren almorzar? Y la que me salga con pasta, se levanta a buscarlo —dijo Camilo entre burlón y amenazante.
—Ay, pero que genio, señor —se burló Anaira—. Fíjate que hoy quiero otra cosa, pollo a la naranja, arroz de fideos, ensalada y papitas fritas.
—Pido lo mismo, con doble de papas, por favor —expresó Alice, en el mismo tono burlón de Anaira.
—Veo que seremos el club de las papitas fritas, porque me antojé —dijo y se marchó directo a la fila.
Desde sus puestos, Alice y Anaira no hacían más que burlarse de su pobre compañero. Este, de buena fe y queriendo ser caballeroso con sus dos amigas, se ofrecía regularmente a pedir sus almuerzos por ellas. Como agradecimiento, estas compraban el postre y se burlaban un tanto de él. Todo un equipo dinámico.
Así había estado viviendo su hora de almuerzo, entre risas y más cháchara siendo ella el centro de los chismes. Sus pleitos con Derek no eran para nada secretos, menos con Alice al tanto de cada detalle y palabra intercambiada entre ambos. ¿Qué más podía hacer? Era bastante persistente y le servía como terapia, desahogar toda la frustración que su jefe le provocaba.
—Según él quiere hacer hasta lo imposible por obligarme a renunciar, pero el juego se le está revirtiendo —comentó Anaira entre risas—. He sido tan complaciente, tan obediente que le estresa, además de llamarlo todo el tiempo jefecito, lo odia.
—¿No es muy infantil eso? No sé, me parece nada más —añadió Camilo entre risas incrédulas.
—Fue idea de él después de todo, así que no soy yo la infantil, solo uso su mismo método a ver si le gusta.
—Y hablando del rey de roma —susurró Alice casi soltando una risotada.
—¿Qué...?
—Anaira —interrumpió Derek con tono irritado—, ya has estado demasiado tiempo lejos de tu área de trabajo, ¿piensas volver algún día?
Aun estando en la cafetería, detrás de ella se encontraba Derek cruzado de brazos y Cristal toda sonriente. Al parecer, su reunión ya había terminado y con ello, el regreso a las instalaciones era inevitable.
—Por si no lo ha notado, jefecito, estoy en mi hora de almuerzo y aun me queda media hora —replicó Anaira con calma y sonrisa—. Si no le importa, me quedaré acá hasta terminar.
—¿Estás negando tu trabajo? Tienes mucho pendiente por hacer, el retraso te baja puntos, solo digo —expresó este burlón.
Con un suspiro de fastidio, bajo la atenta y nada disimulada mirada de algunos de los presentes, Anaira se gira para encararlo, recibiendo de primera mano una amplia y coqueta sonrisa de Cristal.
—En ese caso déjeme recordarle, capitulo quince, párrafo cuatro de sus preciadas políticas —añadió Anaira con diplomacia—, los empleados tienen derecho a disfrutar cada minuto de su horario de almuerzo sin prisas ni exigencias, palabras más palabras menos, puedo volver a mi lugar cuando termine esta media hora.
Las carcajadas mal disimuladas de Cristal solo le enfurecieron más, pero estando tan expuesto no podía hacer nada en lo absoluto.
—Esta te costará, prepárate —amenazó.
—Relájese y almuerce con calma, incluso usted necesita comer y estar un rato tranquilo, ¿no? —comentó con una radiante sonrisa— No se vaya a atragantar y morir... o mejor sí.
—Que fastidio —murmuró para sí, dando media vuelta y regresando a su oficina.
—Mis respetos, linda —dijo Cristal guiñándole un ojo, coqueta—, te veo al rato.
Esperaron eternos segundo hasta perder de vista y por completo, a Derek y su compañera para, con toda libertad, estallar en sonoras risas hasta lagrimear. Sin embargo, Anaira era la única que no terminaba de encontrar la situación divertida. Para ella era una tortura tener que lidiar con la futura rabieta de Derek, el coqueteo de Cristal y todos los deberes pendientes para que el proyecto funcione, todo al tiempo y sin descanso.
—¡Dios! Esto es peor de lo que imaginaba —se burló Alice—, ustedes son mi telenovela favorita.
—No se pierdan el próximo episodio de «Odiando a mi jefe, el dilema Fox» —añadió Camilo imitando la voz de presentador—, ¿Será que el gran magnate de los negocios aceptará su inevitable atracción por su linda y tierna asistente, con lengua viperina?
—Mucha estupidez en una misma oración, ¿sabes? —replicó Anaira indignada, mirando ceñuda a Alice quien no paraba de reír— Ni lengua viperina ni tampoco inevitable atracción, déjate de pendejadas.
—¿Por qué? Estuvo bueno —seguía diciendo Alice entre risas—, en serio, nadie jamás habría podido decir eso sin terminar en la calle. ¿Cómo le haces?
—Ventajas de ser la protegida de papi Fox, ¿no? Es lo que más detesta Derek —expresó Anaira con algo orgullo—, algo debo usar a mi favor para joderlo.
—Te amo, eres mi ídolo —canturreó Camilo.
—Lame botas —bufó Anaira.
Por más seria que se ponga la situación más adelante, prefería solo disfrutar de ese corto momento que le quedaba y prepararse psicológicamente para el regaño. Mientras mejor humor tenga, más voluntad y paciencia tendrá a la hora de enfrentar a Derek. Podrá contestarle sus verdades en la cara, pero todo manejado bajo el buen trato y la diplomacia que muy bien le salía. De esa manera, poco podía hacer él para regañarla.
Esta vez no tuvo suerte por más que quiso, el tiempo pasó demasiado rápido según su gusto y preferencia. Tomó un respiro, llegó primero a la sala de descanso donde, con toda calma, se preparó un café negro y cargado para la pesadez postalmuerzo. Sin muchas ganas, solo sonrió y caminó directo al matadero. Ya le tocaba estar en su lugar de trabajo, por muy incómoda que se sienta estando la visita con él. Solo rezaba para no tener que escuchar, como aquella vez, los gritos de otra de las Moiras.
Al llegar, colocar sus cosas y empezar a teclear en el ordenador para enviar un par de correos pendientes, la voz irritada de Derek empieza a resonar cada vez más cerca. Y detrás de esta, las risas casi incontrolables de Cristal. Al parecer, ella no era la única que se daba él lujo de poder reírse en su cara sin salir herida.
Respiró una vez más, continuó con su trabajo y solo esperaba poder ignorar aquellas presencias para poder concentrarse.
—Así que por fin decides regresar, ¿no? —reclamó Derek con fastidio— ¿Estaba muy buena la conversación?
—Ay, no, esto sí es divertido —se burló Cristal.
—Solo espero que esto no se repita, ¿entendido? Si te digo que vengas a trabajar, debes hacerlo sin objetar —continuó con sus reprimendas.
Anaira estaba hartándose de esa actitud, no sabía si lo hacía solo para quedar como el macho delante de Cristal o qué, pero le erizaba los pelos de la misma rabia que refulgía en su interior. No esperaba tener que llegar a ello, pero de seguir así solo podría estallar y no sería bonito para nadie.
—¿Me estas escuchando siquiera? Ya me extrañaba que este tiempo hayas sido tan obediente, al parecer la buena racha se te acabará —continuó Derek cada vez más burlón—. Solo diré una cosa, de ahora en adelante...
—Ya déjala, Derek —le interrumpió una voz masculina, demasiado familiar para no ser preocupante— ¿Por qué la tratas así? Estaba en su hora de almuerzo, ¿tú no comes o qué?
Un escalofrío recorrió toda su espalda, el corazón empezó a latirle con tanta fuerza que las manos ya empezaban a temblarle. Con lentitud, despegó sus ojos del computador solo para girarse y ver el dueño de aquella voz. Y sin duda alguna, ya podría darse por muerta.
De la oficina de Derek, iba saliendo tan sonriente como siempre, Luis.
Pese a haber pasado un delicioso momento hace no mucho, liberado gran parte de su estrés con ayuda de Cristal volvía a sentirse tan de mal humor que casi no podía controlar sus palabras.
Por el momento y para su desgracia, no podía controlar muchas de las cosas que hacía Anaira, pero sí podía manipular de cierta manera a Cristal y lo primero que haría, para no terminar de arruinar su día, era darle un par de advertencias.
—¿Podrías, por el amor a Dios, dejar de coquetear con la asistente? Si no es mucho pedir para ti, claro —replicó Derek con ironía y fastidio.
—Ay por favor, la estábamos pasando de maravilla, no te amargues por eso —se burló ella—. Además, está linda la nena, tiene una carita muy tierna, ¿o vas a negarlo?
Prefirió no contestar, todo lo referente a ella en ese momento le causaba más irritabilidad. El verla con ese tal Camilo por segunda vez, sonriendo y conversando como si fuesen muy cercanos, le ponía los pelos de punta. ¿Qué lo hacía tan interesante para captar su atención?
—O es que... —reía a carcajadas— ¿Te interesa? No sería extraño, la verdad. Pero... ¿puedes compartir?
—Estás loca —replicó con un gruñido.
—No seas egoísta...
—Solo dices estupideces, ella solo es mi asistente... de momento —añadió con cierta malicia.
Con la misma expresión seductora y maquiavélica, Cristal se acerca a paso lento hasta pegarse a su torso con suaves caricias. Se coloca de puntillas alcanzando su rostro, rosando sus labios desde su cuello hasta la boca. Y Derek, sin perder oportunidad, rodea su cintura sintiendo la suavidad de sus caderas sobre su cuerpo.
—¿Tienes algún plan? —susurró sobre sus labios antes de dar una suave mordida.
—No te lo diré —contestó Derek con voz grave—, ni por todos los besos que quieras darme, sabes que no caigo tan fácil.
—No seas...
Con pasión, Derek interrumpió sus réplicas acaparando sus labios con los de él, saboreando y disfrutando de cada rincón de su exquisita boca. Ya la había disfrutado hace poco, pero nunca está de más repetir, más si las ganas aún siguen encendidas.
Con cada mordida, el desenfreno se apoderaba de sus cuerpos como lava caliente saliendo del volcán. Calentaba no solo el ambiente, sino la sangre que circulaba a toda prisa por sus sistemas. Desvió sus besos a su cuello, olfateando el dulce aroma de su frágil cuerpo de doncella. Hermosa y exuberante como le gustaba, con clase y distinción como solía frecuentar.
Con un suave apretón, la cargó hasta subirla a su escritorio donde, poco a poco fue recostándola y bajando sus caricias hasta sus pechos. Esponjosos y firmes como le encantaban, solo separados de su lengua por una fina tela de algodón.
—Y todavía te preguntas porque te regañan como si fueses un prepuberto alborotado, ¿no?
Aquella voz irritada y llena de reproche solo podía ser de una persona, Luis, su mejor amigo. ¿Quién más le reclamaría de esa forma? Solo su hermano y él, nadie más tenía el valor.
—¿Por qué no avisas que vienes, imbécil? —replicó Derek enojado.
—Hola, Lu, ¿tienes buena vista desde ahí? —comentó Cristal coqueta.
—Hola, Cris, no me extraña que seas tú quien se preste para estos espectáculos, ¿sabes? —añadió Luis con indiferencia.
—¡Oh, vete al infierno! —replicó esta entre risas.
—Después de ti, linda.
—¿Qué quieres? —indagó Derek.
Con manos metidas en los bolsillos y actitud desinteresada, se paseó con lentitud por todo el despacho detallando cada parte de este como si, de todo lo presente, fuese lo único interesante.
—Soy inversionista de tu preciado proyecto, ¿recuerdas? —dijo por fin.
—¿Para eso tenías que venir? —insistió Derek.
—Quiero saber cómo va el proceso, me gustó la idea para ser sincero, ¿sabes? —se apoyó en la ventana, esta vez dándole cara a Derek— Por fin se te ocurre algo nuevo, ¡aleluya!
Su comentario solo le causó más irritación, poniendo los ojos en blanco ante su indirecta. Él sabía perfectamente que fue idea de la asistente, y por esa misma razón, se le hizo imposible despedirla como había querido hacer desde el inicio. Y eso solo, con lo poco que él sabía del caso, lo usaba para fastidiarlo como se le estaba haciendo costumbre últimamente. ¿Era algún tipo de confabulación del universo o qué?
—Podías solo llamarme, ¿sabes? —contestó— Además, muy bien sabes que no fue mi idea, idiota.
—Preciso por eso estoy aquí, tengo tanta curiosidad por conocer a la única mujer que no ha caído bajo los encantos Fox y que, por el contrario, ha logrado hacer lo que nadie en tu vida, hacerte frente —explicó Luis con cierto brillo en sus ojos—. Quisiera pedirle consejo y darle un trofeo.
—Es una lindura, tiene una carita de lo más tierna que me dan ganas de...
—Cristal, no han pedido tu opinión, ¿sabes? —le interrumpió Derek fastidiado.
—Alguien no está de humor —se burló Luis.
—Saben, no tengo tiempo para esto —zanjó Derek aburrido de la situación—, esto no tiene ni pies ni cabeza. Si quieres saber del proyecto, ve con Alice y que te explique.
Con paso decidido fue acercándose a la salida, esperando que sus invitados entendieran el mensaje y le siguieran los pasos. Necesitaba salir, gritar si era posible, pero quería liberar todo ese veneno que lo carcomía por dentro o estallaría con el primero que viera.
—Y tú, Cristal, te llamo después, también debes tener trabajo que hacer o alguien más a quien fastidiar —continuó con sus reprimendas.
Abrió la puerta y salió, viendo a Anaira muy concentrada en su puesto tecleando e ignorando su presencia. ¿De verdad creía que podría hacerlo?
—Así que por fin decides regresar, ¿no? —reclamó Derek con fastidio— ¿Estaba muy buena la conversación?
Vio como apretaba la mandíbula, continuando con la vista pegada a la pantalla mientras tecleaba desesperadamente. Iba por buen camino.
—Ay, no, esto sí es divertido —se burló Cristal saliendo tras él, observando con curiosidad y atención todo lo que sucedía.
—Solo espero que esto no se repita, ¿entendido? Si te digo que vengas a trabajar, debes hacerlo sin objetar —continuó con sus reprimendas.
Una vez más apretó los dientes, frunció el ceño y respiró pesadamente. Estaba logrando sacarla de sus casillas, quería que le contestara como lo hacía, así podría tener una excusa para bajar esa buena imagen que Noa y Daniel se había formado de ella. Paso a paso su plan se iría formando.
—¿Me estas escuchando siquiera? Ya me extrañaba que este tiempo hayas sido tan obediente, al parecer la buena racha se te acabará —continuó Derek cada vez más burlón—. Solo diré una cosa, de ahora en adelante...
—Ya déjala, Derek —le interrumpió Luis— ¿Por qué la tratas así? Estaba en su hora de almuerzo, ¿tú no comes o qué?
Y con ello Anaira reaccionó por fin, pero no de la forma que esperaba. Sus frenéticos movimientos sobre el teclado se detuvieron en seco, sus labios entreabiertos más los ojos exorbitados de la sorpresa cubrieron su rostro.
—Esto no te incumbe, Lu —replicó Derek—. Ella debe entender que quien manda, soy yo. Así que, espero no se repita esto, mucho menos tus acercamientos a ese tal... Casimiro, recuerda las políticas.
Tragó en seco y recobró un poco la postura, aun así, en sus manos se notaba el extraño nerviosismo que había caído sobre ella. ¿Por qué? Se giró con lentitud, encarándolos por fin y por un segundo, desvió la mirada a Luis. Volvió a tragar en secó y se concentró en Derek, con el ceño un poco fruncido y una aparente calma que muy poco se le creía.
—Primero, se llama Camilo, presta más atención a los detalles; y segundo, yo no soy quien recibe visitas en la oficina en pleno horario, jefecito —replicó ella, terminando aquello con una sonrisa como se le estaba haciendo costumbre.
Las risas de Luis y Cristal no le hicieron enojar tanto como sus propias palabras, porque sabía que una vez más le hacía quedar en ridículo. Cosas como esa le hacían considerar su plan, aunque a veces y pensándolo con profundidad, se le hacía totalmente ridículo. Pero en momentos como ese, era más que necesario.
—Además —continuó Anaira sin darle oportunidad de contestar—, Camilo hace parte del grupo de marketing y si mal no estoy, tú mismo me pediste que mantuviera contacto directo con ellos para ver los avances, no te quejes a estas alturas del partido.
—A eso le llamo eficiencia —se burló Luis—. Por cierto, linda, ¿a quién tengo el gusto de conocer?
Luis se acercó a ella con una radiante y amplia sonrisa coqueta en su rostro, viendo como Anaira solo se sonrojaba un poco ante su galantería. ¿De verdad estaba sucediendo eso frente a sus narices?
—¿Tú también? Esto es el colmo —replicó indignado.
—Anaira, mucho gusto —contestó ella nerviosa.
—El gusto es todo mío —dijo Luis, tomando con suavidad su mano y depositando un cálido beso en sus nudillos—, espero nos veamos más adelante.
La escena se seguía reproduciendo frente a él como si solo fuese un simple poster pegado a la pared, un espectador más y siendo ignorado por todos ellos; en especial, por los dos protagonistas de tal espectáculo. Aun así, Derek no podía evitar sentir unas vibras extrañas en su forma de interactuar. Como si ya hubiese pasado algo más, como si se hubiese perdido de una parte de todo eso, como si no fuese la primera vez que se vieran. Y nada de eso le daba buena espina.
Los nervios de Anaira eran muy peculiares, jamás la había visto de esa manera al conocer a alguien nuevo, mucho menos del porte de Luis. Ya había conocido a casi todos los inversionistas y sus asistentes, estos últimos hombres jóvenes no muy mayores a ella y de buen físico. Hombres que, por más que no quiera aceptarlo, hubo momentos en los que le coqueteaban tan descaradamente que solo daba por terminada la reunión.
Seguía pensando que era ingenua, dado que en esos momentos no notaba las evidentes insinuaciones de aquellos sujetos. Entonces, ¿por qué con Luis reaccionaba de esa manera tan exagerada? ¿Acaso era especial o diferente a los demás? Si, por ejemplo, él mismo llegase a coquetearle, ¿lo notaría de la misma manera?
Esos y muchos interrogantes más dieron vueltas por su cabeza, llegando a causarle jaqueca y más fastidio del que ya tenía. Porque claro, de ser negativa la respuesta, todo su plan se vería afectado. No funcionaría. Peor aún, de ser afirmativa tendría muchas trabas.
—Esos dos tienen buena química, ¿no crees, Derekcito? —susurró Cristal a su oído— Se nos adelantaron.
—Cierra la boca —murmuró Derek.
Sí, la tenían muy a su pesar, era demasiado evidente como para pasar desapercibido y no podía permitirlo. No por tener algún interés en ella, eso no figuraba en sus ideales de forma seria. A menos, claro está, que sea todo parte de su plan para sacarla de la empresa. Y si eso quería lograr, a esos dos debía separar.
Lo sentía por su amigo, pero no perdería su única oportunidad para volver a tener la tranquilidad que una vez tuvo en sus horarios laborales. Antes, claro está, de que todo se fuese al garete con Patricia. Pero olvidando ese tema, solo debía conversarlo con Luis y posiblemente, después de media hora más de reclamos, entendería la situación. Es su mejor amigo después de todo, tampoco le afectará demasiado siendo solo una simple conocida.
Su plan debía estructurarse de una mejor manera, como iba hasta ese momento sería él quien terminaría renunciando y no era la idea. Así que debía pensar con cabeza fría y analítica.
Paso uno, debía encontrar la manera de hacerla estallar, y que, así como ha sucedido con él, se quede sin palabras para rebatir sus órdenes.
Paso dos, que lo anterior, si afecta su estado de humor, también lo haga con su rendimiento. No se preocupaba por el proyecto, podía ser su idea, pero no la base para el desarrollo de esta. Tenían un enorme número de personas trabajando en ello, una menos no haría diferencia alguna.
Y tres, pero por lo visto indispensable, centrar la atención de Anaira solo en él, en Derek. Debía evitar que se fijara en cualquier otro prospecto masculino, como el tal Camilo y ahora su mejor amigo, Luis. Si quería lograr su cometido, enamorarla sería el primero objetivo.
Eso sí, no lo veía para nada fácil. Y, sin embargo, estaba dispuesto a hacerlo porque representaba un reto, y no había ninguno que no haya logrado antes.
#NoticiasDeUltimaHora
Se abren inscripciones al club de las papitas fritas, si no traen su respectiva porción no entran
Nuestro corresponsal de noticias nos informa desde Fox Technology que...
¿Luis en Fox Technology? ¿Socio de Derek? ¿Mejores amigos? ¿Dark Vader es el padre de Luke?
Ay me perdí... En fin.
¿Se esperaban algo así?
Los leo
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro