1
Derek siempre se consideró un hombre paciente y capaz.
Siendo vicepresidente de una de las empresas más importantes del país y uno de los herederos de esta, tenía una carga bastante considerable sobre sus hombros y aun así se desenvolvía con gran eficiencia. Sin embargo, hasta ese momento no había conocido el verdadero estrés. Motivo; haber despedido a su asistente.
Había sido una excelente trabajadora y punto de apoyo, pero nada compensaba el hecho de fastidiarle con su constante acoso. Aunque no le importase tener que trabajar con algunas de sus amantes, se tornó incomodo cuando esta confesó estar enamorada de él. Aquello afectó su rendimiento, se creía con el derecho de reclamar cuando alguna de sus tantas «amigas» llamaba o, lo visitaba sin previo aviso con la idea de algo más que una reunión.
Por ello se negaba a toda clase de compromisos, al romance en todas sus presentaciones y colores. Prefería la libertad, aventuras de un rato, poder decidir cuándo iniciar y terminar sus encuentros con una mujer. Más que una relación, veía un contrato de prestación de servicios.
—Derek, tienes quince minutos de retraso en la reunión con los nuevos clientes —anunció Noa—, ¿Qué te está pasando, hermano?
—Voy enseguida —contestó alterado.
—Sala cinco, piso tres —colgó.
Salió corriendo como alma que lleva el diablo, maldiciéndose internamente por ese traspiés. La puntualidad era uno de los valores que más presumía la empresa, y con ello estaba echando por la borda esa fama todo por perder el orden.
Llevaba más de una semana sin asistente, casi quince días en los cuales él mismo se había encargado de todo. Desde ese suceso se rehusaba por completo a contratar a alguien, usando la excusa de poder hacer todo por su propia cuenta si eso evitaba repetir aquel inconveniente. Y, aunque lo hizo bien los primeros días, poco a poco las cosas se fueron saliendo de control.
—Derek, si no quieres que nuestro padre venga personalmente a regañarte, deja que contraten una asistente —exigió Noa—. Ya están haciendo las entrevistas y pruebas para los nuevos cargos, incluyendo el área de marketing. Deberías aprovechar.
—No quiero y no lo haré —refutó este enfadado—, prefiero evitarme más disgustos. Además, Alice me está ayudando y es más que suficiente.
—Alice ya es mi asistente, bastante tiene con atender todos mis encargos —contestó igual de molesto—. El verdadero problema no es con quien trabajes, es el hecho que siempre buscas enredarte con todas. Pierde esa mala costumbre, y verás la diferencia.
—No y se acabó la...
—Mil disculpas, señores —interrumpió Alice bastante preocupada—. El señor Daniel solicita la presencia de ambos de carácter urgente, y se ve bastante molesto, en especial con el señor Derek.
—Felicidades, ahí está tu premio.
Derek no podía soportar recibir órdenes de su padre, a duras penas aceptaba las de Noa por el gran apreció y admiración que siempre tuvo hacia este. El tenerlo allí, con el ceño fruncido y lleno de furia hacia él mismo, le irritaba aún más.
—¿Me puedes explicar por qué demonios recibí quejas directas del presidente de Baddco Company? —indagó entre dientes.
—Atendí todas sus inquietudes y escuché más de una hora de sugerencias, ¿qué más quería? —expresó sin muchas ganas.
—Puntualidad, algo que por cierto está en nuestro lema.
—Aún no hemos contratado una nueva asistente de vicepresidencia, pero ya está la vacante publicada —intervino Noa, calmando la ira de su padre—. La próxima semana ya debería estar en la nómina, así que no se preocupe por ello, ¿cierto, Derek?
Ambos posaron sus miradas sobre este, quien en actitud rebelde solo miraba a través de las ventanas. Le gustaba el trabajo, tener el poder, las comodidades, el intelecto y la capacidad para maniobrar todo ello, lo que detestaba era tener que lidiar con su padre. No podía evitarlo, seguían siendo familia, aunque no lo quisiera o lo pareciese más que en el físico.
—Cierto, tendré nueva asistente dentro de poco —aceptó a regañadientes—, mientras tanto Alice me está ayudando a organizar toda la agenda y demás.
—Más te vale, espero no tener más quejas como esta, ¿entendido? —insistió con mirada dura.
—¿Cuándo he quedado mal? —le retó.
—Cuando decidiste hacer lo que se te da la gana con tu vida personal, esperaba algo mejor de ti —le recriminó Daniel con seriedad.
—Tú lo dijiste, es mi vida.
—Insolente...
—Disculpen, señores —volvió a interrumpir Alice.
En momentos como esos en que la tensión solo iba en aumento, cualquier interrupción estaba más que bien recibida. El conflicto entre padre e hijo era historia vieja, incluso los más cercanos, como Alice, estaban al tanto de ello e intervenía de forma discreta.
—Dentro de cinco minutos empieza la reunión con los gerentes, necesitan acordar algunos detalles del proyecto en curso y esperan que el señor Daniel también esté presente —anunció.
—En seguida vamos —contestó Noa con una sonrisa.
Ambos salieron sin decir nada más, dejando a Derek solo con sus propios lamentos internos. Por obligación debía contratar una nueva asistente, y ya estaba arrepintiéndose de aquella decisión.
—¿Se le ofrece algo, señor Derek? —indagó Alice notando su expresión.
—¿Podrías abrir una nueva vacante de asistente para vicepresidencia? —preguntó casi en un susurro.
—Por supuesto, ¿algo más?
Suspiró con pesadez, ese solo era el primer día de una muy larga semana, agobiante y estresante.
—Así está bien, gracias —contestó con una sonrisa.
«Estimada, Baret Díaz Anaira. Su perfil ha sido aceptado para ser parte de nuestra compañía. Adjuntamos su nuevo itinerario, fecha y hora de ingreso. La esperamos en dos días para la firma del contrato y bienvenida a la Familia Fox Technology»
Leyó incontables veces el mismo correo, esperando no estar soñando o solo delirando por la desesperación. Y cuando ya estuvo lo suficientemente segura de ello, los gritos asustaron al resto de los habitantes de aquella casa, su familia.
—¿Qué pasó? ¿Qué te duele? —preguntó su madre alarmada, viéndola saltar de un lado a otro en su habitación— ¿Qué te pasa, desquiciada?
—¡Adivina quién debe firmar contrato con, nada más y nada menos que, Fox Technology! —exclamó Anaira con euforia.
—¡No puede ser! ¿Quién? —indagó pensativa.
—¡Ay, mamá!
—Felicidades, mi niña, pero ya compórtate como una adulta y deja de brincar —le riñó, pero no dejaba de sonreír— ¡Por Dios!
Aquello era lo que siempre esperó y soñó, para lo que se había esforzado tanto estudiando y trabajando la mayor parte de su vida. Fox Technology representaba el futuro del país, la gran oportunidad de cumplir sueños y metas, estabilidad para muchos y entretenimiento para otros tantos. Pero para ella, era el boleto directo al éxito.
Se había prometido darles a sus padres la vida que se merecían, devolverles todo el esfuerzo que ellos habían hecho para que ella y su hermano pudiesen ser los profesionales que ellos no pudieron.
La nueva oportunidad que se abría para ella le daba mejores beneficios, más que en sus anteriores trabajos. Como futura asistente de vicepresidencia tendría un salario bastante sustancioso, prestaciones y otros comodines que muchas otras empresas no brindaban a sus empleados. El único inconveniente que encontraba en todo ese mar de belleza era que debía mudarse a la ciudad capital por tiempo indefinido. Viviría lejos de sus padres, de toda su familia y amigos, pero valía la pena el sacrificio.
Y por ello también se emocionó, no solo tendría el trabajo que siempre quiso y justo en la empresa más importante del mercado, sino que también empezaría una nueva vida como mujer independiente. Saber eso le llenaba de emoción, palpitando su corazón a gran velocidad y llenándose de adrenalina.
—Porque nos sacará de pobres, porque nos sacará de pobres, porque nos sacará de pobres ... Y nadie lo va a evitar —canturreaba su padre y hermano entrando a la habitación.
—¿Y a este quién lo llamó? —se quejó Anaira.
—Hola, hermanito, ¿cómo estás? tiempo sin verte —le reprochaba imitando su voz—. Lo mismo digo, hermanita, felicidades por tu nuevo trabajo, te lo mereces, me alegro por ti.
—Sí, sí, como sea, interesado —replicó entre risas, acercándose para dejarse envolver en un fuerte abrazo.
—Felicidades, mi niña, sabía que lo lograrías —añadió Gabriel, su padre, con gran orgullo—. La pregunta ahora es, ¿tienes algo planificado para mudarte?
Y con esa pregunta vio un nuevo obstáculo, pero con la misma rapidez pensó en una posible y momentánea solución.
—¿Tan pronto me están echando? —reclamó con un puchero.
—Sí, tengo algunos planes para esta habitación —añadió Liam burlón.
—No te pregunté, odioso.
—Pero ¿tienes o no? —intervino su madre.
—Digamos que sí, solo debo hacer una llamada y vender mi alma al diablo —contestó burlona.
—Calle la boca, niña —le riñó—. Siento dañar el ambiente, pero hay cosas por hacer y todos van a colaborar sin importar que ya no vivan aquí. ¿Entendido?
—Sí, señora Merlina —contestaron los tres al unísono.
Una vez más, Anaira quedaba sola con sus pensamientos en su habitación, solo que esta vez no eran de incertidumbre como tantos días atrás. Por primera vez en mucho tiempo, podía respirar con tranquilidad sabiendo que tiene un futuro prometedor por delante. Solo tenía una cosa por hacer, y dudaba que le dijeran que no.
—Por supuesto que no —contestó con seriedad.
—¿Qué? ¿Por qué? —se quejó sorprendida.
Solo conocía una persona en todo el mundo a quien podía pedirle algo tan importante como buscar su futuro hogar, Matthew, su mejor amigo. Solo era buscar un lugar pequeño, cómodo y económico, así sea un apartaestudio donde poder quedarse mientras se acostumbraba a su nuevo trabajo.
—Porque ni siquiera has empezado a trabajar, no creo que tengas el dinero suficiente para pagar alquiler, depósito y comprar todo lo que necesitas —explicaba Matthew con calma—. No te darán un lugar amoblado, ¿sabes? A duras penas podrás tener cama, si te traes la que tienes allá, cosa que sería más gasto de trasporte.
—¡Touché! —suspiró con resignación— ¿Entonces qué hago? Pasado mañana debo estar allá para firmar contrato, y empiezo a trabajar en cuatro días, tengo que hacerlo sí o sí.
—Lo sé, princesa, pero tampoco te apresures tanto por algo que puede tener una solución más simple —comentó.
—¿Cómo así? ¿La hay?
—Espera a tener tus dos o tres primeros sueldos para que tengas suficiente ahorrado y compres todo —decía Matthew con seguridad—, los muebles, comida y todo el chechererío que quieras. Eso se lleva un buen billete, y lo sabes, aunque con este nuevo trabajo será fácil reunirlo.
—Aja, perfecto, buena idea —rezongó Anaira un poco irritada—, y mientras tanto vivo en la calle, ¿verdad? O mejor, ¿voy y vengo?
—A veces siento que no me conoces después de todo este tiempo soportándote —se quejó, escuchando la risa de Anaira—. Mientras que te estableces en tu nuevo trabajo, puedes vivir aquí conmigo, ¿sabes? Juntitos y revueltos.
—¿De verdad? No estés jugando con eso, solo con lo de revueltos —replicó emocionada.
Hace tiempo no disfrutaba de su compañía, y desde que Matthew se mudó a la capital por sus estudios, hace varios años, su relación se basaba en videollamadas nocturnas, chats hasta la madrugada y algunos pocos momentos que las vacaciones les permitían pasar juntos. Y, sin embargo, podían seguir diciendo que eran los mejores amigos pese a la gran distancia.
—Por supuesto que sí, ¿sabes todo lo que te he extrañado? Debo aprovechar —exclamó burlón.
—¿Me vas a violar o qué? —bromeó— Para ir preparada con mi bate golpeador de amigos pervertidos.
—Ya quisieras, pero no, solo quiero de tus deliciosas pastas con champiñones —reía a carcajadas.
—Bueno, señor interesado, allá me tendrás, pero tampoco abuses, ¿eh? —replicó Anaira—. En serio, gracias, por eso te amo.
—Sí, yo también me amo, señorita interesada, nos vemos mañana.
Con gran emoción, empezó a empacar lo más básico e importante, ropa, calzado y demás accesorios. Había cosas que deseaba llevar consigo por su valor sentimental, como los cuadros que decoraban su habitación. Sin embargo, en casa ajena no podría instalarlos libremente, ya mucho hacía con sugerirle vivir allí.
—¿Y entonces? —indagó mamá curiosa— ¿Dónde vivirás?
—Espero no te dé un infarto, pero Matt me dijo que podía vivir con él mientras me adaptaba al trabajo y conseguía un buen lugar —explicó con calma, esperando no recibir regaños—. Obviamente solo por un par de meses, mientras reúno para pagar mi chuzo.
—¿Por qué debería darme un infarto? Más bien que tenga cuidado él por las noches —se burló con fingido gesto preocupado—, pobre mi niño.
—¡Ay, mamá! Ya te dije que eso pasó, solo fue un flechazo infantil, ahora es como un hermano —replicó—. ¡Supéralo mujer!
—Tus lágrimas no decían lo mismo —y estalló en carcajadas.
—Como gozan con el sufrir ajeno, Dios —se quejó a viva voz.
Esa era una de las cosas que más extrañaría de su familia, su extraño sentido del humor. Pero no había tiempo para lamentos ni melancolía, aprovecharía ese día como si fuese el último. Con ayuda de Liam, no tardó demasiado en vaciar su escaparate dejando el vacío que su partida iba a representar. Ansiaba y temía que llegara el día siguiente, porque no quería que sus lágrimas marcaran una despedida definitiva, solo sería un hasta luego.
El amanecer la recibió mejor que todos los anteriores, porque cuando sabemos que las cosas cambiarán, vemos los detalles desde una perspectiva diferente. Para Anaira no fue la excepción, el sol brillaba diferente, el desayuno fue una experiencia más encantadora y las conversaciones con su familia tomaron nuevo significado. La despedida estaba cada vez más cerca, y eso empezaba a oprimirle el pecho.
Pero no estaba para más lamentaciones, no derramaría lágrimas sabiendo que todo eso era razón para estar feliz y emocionada. Solo podía hacer una última cosa, disfrutar lo que quedaba de día con su familia. Un último paseo con su pequeña sobrina, últimos momentos de complicidad con su hermano, ver por última vez las calles del vecindario que la vio crecer, donde vivió tantas cosas maravillosas y conoció personas extraordinarias.
Tampoco debía exagerar, no iba a morir, solo a mudarse a una ciudad a cientos de kilómetro de distancia. Tenía que aclarar sus pensamientos y emociones, no dejarse llevar ni abrumar por ellos, mantenerse en calma y, sobre todo, disfrutar.
Después de un mini desastre en la sala tratando de salir de casa con una niña de cinco años, partieron a una desconocida aventura guiada por, según palabras de Anaira, su guardaespaldas personal. Liam siempre fue de esos hermanos mayores sobreprotectores, la defendía de todo aquel que quería burlase de ella y herirla de cualquier forma. Pero, también le enseñó el arte de la defensa verbal y física, solo para momentos que de verdad se haga necesario. Gracias a él, nadie podía intimidarla sin salir ileso.
Regresó con nuevas energías, esperando reposar y esperar el momento de la gran despedida. En contadas horas debía abordar un autobús que la llevara a su nueva vida, un nuevo reto y tal vez nuevas personas. ¿Por qué no?
—¡Sorpresa!
Con un grito fue recibida por su familia, una hermosa decoración y sus pasabocas favoritos reposaban en una mesa. Todos aquellos a quienes extrañaría con el alma, se encontraban ahí despidiéndola.
—¡Porque es una buena persona, porque es una buena persona, porque es una buena persona y nadie lo puede negar! —cantaron desafinados— Felicidades por tu nuevo trabajo.
Y sin querer evitarlo por más tiempo, las primeras lágrimas empezaron a caer por sus mejillas. Los sollozos que tanto había ahuyentado se travesaron en su garganta, impidiéndole expresar lo agradecida que estaba con ellos por todo lo que hacían por ella.
—Tranquila, mi niña —le consoló Gabriel con un abrazo—, siempre estaremos contigo sin importar donde vivas.
—Sin llorar, tu misma quisiste todo eso desde un inicio —le riñó su madre, sin poder ocultar un par de lágrimas que empezaban a salir de sus ojos—, llorando deberíamos estar nosotros que perdemos a nuestra cachifa.
Y las lágrimas fueron remplazadas por risas casi incontrolables, las bromas de Merlina siempre aligeraban las cargas pesadas del ambiente, aunque por dentro ella también este sufriendo el no poder tener cerca a uno de sus hijos.
—En ese caso renuncio y quiero mi liquidación —exigió entre risas.
Sus últimos momentos en familia fueron más que memorables, y aunque le dolía tener que alejarse tanto, sabía que no era definitivo. Prometió visitar cada que pudiera, llamarlos constantemente y siempre avisar si algo extraordinario sucedía.
—Mi peque, promete que no dejarás que nadie pase por encima de ti, ¿vale? —dijo Liam abrazándola una última vez— Aunque seas una mujer hecha y derecha, siempre habrá gente que quiera pisotearte, más en el mundo empresarial al que vas.
—Lo sé, así que no te preocupes, aprendí del mejor —contestó Anaira enternecida.
—Si pasó en la universidad, puede pasar en el trabajo también —reiteró insistente y preocupado—. Ya sabes, calidad antes que cantidad.
—Estaba bien hasta que recordaste la universidad, ya supera eso, dudo que vuelva a toparme con ese —replicó Anaira, deseando borrar de su memoria aquellos primeros meses de clases—. Estaré bien, ¿sí? Matt estará conmigo y con eso me basta.
—Confiaré en ese por primera vez, ya porque toca —suspiró resignado.
Con un último abrazo, se despidió de su madre y sobrina, subiendo al carro familiar en el que su padre la llevó a la terminal de trasporte. Le dolió escuchar su dulce vocecita suplicando que la llevara con ella, pero se obligó a decir adiós por tiempo indefinido. Y en tan solo veinte minutos, todo su equipaje estaba siendo cargado en el maletero de un enorme autobús.
—Llámame cuando llegues, quiero saber que estás sana y salva —exigió su padre con último abrazo lleno de lágrimas.
—Estaré bien, no te preocupes —susurró en medio de un sollozo—, los extrañaré mucho.
—Y nosotros a ti, mi niña.
Vio el rostro de su padre alejar con la distancia, esperando ver el autobús perderse entre el resto del tráfico. Por un segundo, Anaira había dudado sobre sus decisiones. Había pensado en detener el viaje y solo regresar a casa, no se sentía capaz de hacer semejante cambio. Pero, si lo hacía, ¿dónde quedaría todo el esfuerzo y tiempo quemado hasta ese justo momento? No podía darse ese lujo, esa era una oportunidad que no desperdiciaría por un arranque de inseguridad. Respiró profundo, se acomodó en su asiento y encendió la pequeña pantalla en el espaldar del asiento de enfrente. Solo necesitaba distraerse, diez horas de viaje no pasaban tan a la ligera.
Ya no sentía las piernas, se sentía mareada y dolorida.
Anaira miraba sin parar el reloj y el paisaje que dejaban atrás en el viaje, estaba desesperada por bajar de aquel aparato y estirar las piernas entumecidas. Jamás había hecho un viaje tan largo, pero estaba totalmente segura de que jamás querría repetirlo así le cueste el doble.
—Parada final, terminal de trasporte Ciudad Capital, quiénes se bajan aquí sigan a la puerta trasera a recibir su equipaje con boleta en mano —anunció el asistente del conductor.
—¡Dios, por fin! —suspiró aliviada.
Se levantó apresurada, esperando ser de las primeras en ser despachadas para poder terminar su viaje de una buena vez. Sin embargo, dos pasos fuera del autobús y casi cae de un traspiés. Un corrientazo atravesó sus piernas dolorosamente, indicándole que no solo se apresuró demasiado en caminar, sino que su estado físico era más que lamentable.
—¿Primera vez? —se burló aquel chico— Terminas por acostumbrarte, solo relaja los músculos y ellos despertaran.
—Sí, claro, gracias por el dato —replicó entre quejidos.
Tomó sus maletas y un carrito prestado, entró a la estación de trasporte esperando ver la gran y hermosa sonrisa de su mejor amigo, Matthew. Sería la primera vez después de casi medio año que no lo vía, por lo que su estado de ánimo empezaba a mejorar. Y a lo lejos, su cabellera castaña risada brillaba con la luz de las farolas.
—Bienvenida a tu nuevo hogar, mi dulce princesa —anunció Matthew.
Llevada por la emoción, se lanzó a sus brazos dejando de lado sus dolores musculares. Siendo cargada como la niña que siempre fue para él, rodeando su cadera con las piernas y sus brazos alrededor de su cuello, terminó por sollozar una vez más. Todo un tumulto de sentimientos daba vueltas en su interior, no sabía si estaba triste, feliz, emocionada o solo asustada.
—La Anaira salvaje y fuerte que conozco no llora tan fácilmente, ¿quién eres? —se burló Matthew, pero acaricia su cabello con ternura— Devuélveme a la bruja de mi amiga.
—Esta bruja también tiene sentimientos, soy como maléfica, ¿sabes? —reprochó sin apartar su rostro de su pecho.
—Sí, enana, como tú digas —dijo entre risas, bajándola con suavidad—. Me encanta tenerte aquí conmigo, pero no quiero verte llorar, así que limpia esa carita bonita y vamos a casa.
—¿Cómo puedo amarte y odiarte al tiempo? —se quejó entre risas, mientras terminaba de limpiar su rostro de toda lágrima.
—Son mis encantos, baby —bromeó, dejando cabida para más risas.
Media hora más bastó para llegar a su nuevo y temporal hogar, un apartamento de dos habitaciones en un barrio bastante tranquilo y central. No era tan amplio como su casa, pero era lo necesario para una persona que vive sola e independiente.
—¿Quieres comer o dormir? —indagó Matthew viendo su cara demacrada.
—Quiero morir, ¿cuenta? —contestó con un suspiro cansino.
—Si mueres ahora no podrás dejarme nada de herencia, así que espérate unos veinte años para que la pensión sea jugosa —se burló entre carcajadas.
—Menos mal soy tu mejor amiga, no me imagino tenerte de enemigo —reprochó con un puchero—, pero ahora que lo dices, sí muero de hambre.
—Perfecto, porque pediré el especial de la ciudad —anunció con emoción.
Una ducha era todo lo que necesitaba para calmar su agarrotado cuerpo, relajándose y acomodándose en su nuevo espacio. Sin embargo y por lo que observaba, no sería la única que durmiera en aquella habitación.
—¿Mari está viviendo aquí? —indagó Anaira con sorpresa.
—Solo por un par de semanas mientras consigue donde mudarse, el apartamento donde solía vivir fue vendido y no le dieron mucho tiempo —explicó con un poco de culpa—, siento no haberte dicho, lo olvidé y apenas llegó anteayer.
—No hay problema, es agradable tener compañía femenina —suspiró y se lanzó al sofá como si estuviese en su casa—, pero ¿dónde está?
—Ya debe estar...
—¿Ya llegó? —su estridente voz le interrumpió, lanzándose a ella con un grito de emoción— ¡Nania! Mi chiquita preciosa, mi amor, te extrañé.
—Por llegar y aplastarte... —continuó Matthew con un suspiro— Bien, déjala respirar, vino a trabajar no a soportarte.
A regañadientes, María José se desprendió de ella solo sentándose a su lado. Se caracterizaba por ser tan espontánea como acaparadora, pero al igual que Matthew es una buena amiga. Tienen casi la misma edad, pero sabía que siempre fue más consentida que su hermano y lo demostraba en su actitud un tanto infantil.
—Oye, soy mayor que tú, muestra más respeto y deja de llamarme chiquita —replicó Anaira.
—Mides como 135, eres chiquita así que hay que cuidarte, ternurita —se burló.
—Mido 155, son veinte centímetros de diferencia —añadió exasperada—, ¿te parece poco?
—Bueno, depende de que contexto tengan esos veinte —guiñó un ojo con picardía.
Aquel momento, absurdo y algo trillado, era lo que necesitaba para bajar ese malestar que apretaba su pecho. Extrañaría a su familia, pero eso no significaba que sería permanente o estaría sola. Los tenía a ellos dos, y eso era suficiente por el momento.
Comieron hasta casi reventar, charlaron para ponerse al corriente con meses de vida separados, rieron sin control y dejó atrás todo el estrés momentáneo de tan largo viaje. Gracias a eso y a ellos también, pudo dormir profundo y sin pesares nocturnos.
La firma del contrato fue pan comido, conocer su futura segunda casa estuvo más que interesante. En realidad, solo fue una pequeña parte de ella, debido a lo enorme de las instalaciones de este. Anaira estaba más que emocionada con ello, si al inicio dudó de su decisión, ahora estaba más que segura de haber elegido la opción correcta.
Solo dos días y empezaría su jornada laboral, mientras tanto aprovecharía ese fin de semana para estar con su mejor amigo. Con Matthew a su lado, podía asegurar más que diversión. Conoció un poco la ciudad, algunos lugares interesantes y mucha comida local.
Y, sin embargo, no podía esperar a tener su primer gran día ni mucho menos evitar esos nervios insistentes recorrer su cuerpo.
Aun así, ¿qué tanto podía ocurrir?
Esa es sin duda la peor pregunta con la que se puede terminar una oración, o un capítulo. ¿ A poco no?
¿Como están, mis pulguitas?
Nueva historia estrenandose en la plataforma, finalista del concurso Cazando al millonario de Booknet
Espero les guste
Besos
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro