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XII

La joven amaba contemplar absolutamente todo. Parte de su capacidad estaba en observar, en descubrir qué se escapaba en aquello que otros quizá no notaban. Podía estar horas intentando comprender el vaivén de la materialidad o el movimiento inconsciente que hacían las personas.

Le agradaba observarlas cuando no se percataban que estaban en plena abstracción, porque solía imaginar sus vidas plenas y felices, nunca catastróficas y siempre les deseaba felicidad.

Odiaba ver a las personas llorar, y lo que más lamentaba era comprender que había personas que también sufrían. Solía desear que aquellos sufrimientos desaparecieran e, incluso, quería llegar a treguas con quien sea el forjador de destinos para que le transfiriera esas dolencias a ella, así el otro podía ser feliz. Pero eran situaciones que no sucedían y solía entristecerse con aquellos seres que se miraban perdidos.

Lo que más lamentaba era ver tristeza en los niños. Aquello la corroía tanto que no sabía qué hacer al respecto. Solía quedarse paralizada preguntándose sobre la carencia, y aquello no hacía más que intensificar su ira hacia los impíos que la manifestaban.

Theodora no era maliciosa. Casi nunca tenía pensamientos malévolos, pero cuando los presentaba eran un torrente inacabable de deseos perniciosos para que aquellos que proclamaban el mal ardieran en la profundidad del infierno. Pero luego devenía la culpa al encontrarse tan pérfida y solo ese recuerdo prevalecía en ella.

Theodora se consideraba una persona que caminaba por el hilo finito que existe entre el infierno y el paraíso. No se consideraba tan mala para ser arrastrada a las profundidades, pero sabía que tampoco era buena porque sus acciones se contradecían a sus sentires. La única excusa que encontraba a eso era que, simplemente, no podía controlarlo.

Se sentía tan incapaz para nada que cualquier signo bueno hacia ella le parecía inadecuado y cómico. Conjeturaba que la estaban poniendo a prueba para luego arrebatarle todo.

La esperanza era lo que más detestaba. En su niñez había creído tanto en eso que ya no le quedó un suspiro más para dedicarle. Suponía que, en parte, aquello había modificado su carácter y no había logrado adecuarse a los buenos momentos porque los creía ajenos.

Pero luego llegó Anthony, quien con su sonrisa de hoyuelo y sus gestos nobles logró nublarle el juicio y hacerle más confusa su tarea de entender a las personas. La joven no sabía qué era específicamente aquello que Anthony le hacía sentir, solo sabía que era confortante, cálido y podía inferir ser una buena persona.

Tal vez, al él ya saber muchas cosas de ella y que aún esté a su lado, significaba que no importaba la historia, sino la esencia. ¿Sería cierto, entonces, que ella era buena como él mencionaba? ¿Podía llegar a ser buena como él? Theodora lo creía imposible, pero al menos lo admiraría y compartiría todo el tiempo que él quisiera con ella porque había algo que estaba segura: ya no se percibía sin él.

La joven sonrió observándolo y se encontró como una boba cuando él le devolvió una sonrisa hermosa de hoyuelo. Amó sus perlas blancas impolutas y sus generosos labios, y deseó poder besarlo para sentir aquello como propio, al menos por un efímero momento.

—¿Estás cómoda? —murmuró con esa voz ronca que ella comenzó a amar. La joven solo asintió en respuesta y él la arropó aún más.

Estaban ya en una de las cabañas, y si bien estaban compartiendo una de las camas, sus cuerpos mantenían una distancia prudente. Algo que Theodora agradeció porque el sitio estaba invadido por todos sus amigos que se empecinaron en no dejarlos solos o eso parecía.

—¿La estás pasando bien? —preguntó en un murmullo.

—Es el mejor fin de semana que he tenido en mi vida —aseguró. Ella se sorprendió por esa declaración al ser él un hombre de mundo y lo miró arqueando una ceja.

—Mientes —farfulló tapándose con las mantas medio rostro, pero él descorrió su refugio para acariciarle la mejilla.

—No habías estado antes en ninguno de mis días, no estoy mintiéndote —enfatizó. Theodora solo se sonrojó y bajó la mirada preguntándose si podría llegar a acostumbrarse a sus declaraciones empalagosas.

—Exageras —dijo con dificultad.

—No emito palabras que no siento —aclaró con una media sonrisa.

Se contemplaron por lo que pareció una eternidad, aunque fueron unos pocos segundos. Ella pretendiendo encontrarse en los bosques primaverales de sus ojos y él en los oceánicos luminosos por la amabilidad. Theodora se encontraba cada vez más eufórica de estar a su lado, y comprendió que Anthony fácilmente podría volverse su nueva droga; se removió incómoda al saber eso.

—En serio que lo de ustedes está empezando a fastidiarme —exclamó riendo Ryan, tirándose en medio de ambos y logrando que la incomodidad corporal en la pequeña cama fuera inmediata—. ¿Van a pasar el fin de semana pegados? —inquirió frunciéndole el cejo a ambos.

—No estamos pegados, pendejo, y quítate que no hay lugar —exclamó la joven molesta por la interrupción constante.

—Lo que sucede —dijo Marcus al otro extremo de la habitación con la botella de ron en mano—, es que Anthony está malditamente interesado... Aunque enamorado sería la palabra correcta. ¿Verdad? —espetó.

—No maldigas —corrigió el mencionado apartándose de la cama para cederle el lugar al rubio, pero Theodora se irguió apoyándose en sus antebrazos para mirarlo confundida—. ¿No has bebido suficiente?

La pelirroja notó la tensión en ambos y las charlas que se desarrollaban le dificultaban la tarea de dilucidar si Anthony estaba molesto o preocupado.

—La verdad es que no. El panorama lo pide —masculló el moreno bebiendo un trago directamente de la botella.

—¿De qué panorama hablas? —preguntó preocupada Theodora. Marcus la miró gélidamente para luego arquearle la ceja, pero no le contestó, haciendo que ella se sintiera en verdad incómoda y reforzando su teoría: si Anthony seguía presionándolo, se desataría un caos—. Tranquilo —pidió alcanzando la mano del licenciado, quien se estaba aproximando a su amigo furioso—. Anthony, ya basta.

—Si una dama te hace una pregunta lo mínimo que haces es responder —clamó con la mandíbula tensionada.

Se hizo un silencio contundente en la cabaña. Todos miraban al dúo: a Anthony que estaba tremendamente furioso y a Marcus que en cualquier momento dejaría su ira florecer.

—Chicos, sea lo que sea —intervino Clara—, pueden hablarlo cuando estén sobrios. —Anthony estrechó los ojos y al final asintió, pero Marcus, al parecer movido por el alcohol, prosiguió:

—Me importa una mierda tu cortesía ahora, Anthony. ¿A quién tendrás como mayordomo ahora? ¿A ella? —exclamó señalando a la pelirroja—. ¿Ella firmará tus contratos? ¿Irá a las putas reuniones? ¡Pues no! —gritó.

—Cálmate —masculló Anthony apretando la mandíbula.

—¡Te di mis mejores años! ¡Me conoces hace tiempo! ¡¿Hace cuánto la conoces a ella?!

—Marcus, cálmate.

—Ya, primor —murmuró Penélope tomando del rostro a Marcus que estaba completamente desquiciado—. Luego lo charlan, ahora no es momento.

—¡Sí, es momento! —gritó desistiendo del toque para levantarse del sitio y encarar a Anthony, que no se movió ni un milímetro. Theodora miró boquiabierta como Marcus se paró frente al licenciado para espetarle cosas en la cara y Anthony, lejos de amilanarse, quedó en su lugar—. ¡Al menos ten puta consideración! —gritaba enfurecido—. ¡Estas todo el tiempo diciendo que hay que ser amables, pero tú no lo eres conmigo!

—Está bien —concedió de manera dura—. Lo siento.

—¡No! ¡Nunca te importó lo que siento por ti! ¡Si te hubiera importado un poco, no me habrías alentado! —gritó empujándolo, pero el licenciado ni se inmutó, solo lo agarró de las muñecas para que desistiera de querer golpearlo.

—Iré afuera para no incomodar a nadie más, en especial a las damas —dijo Anthony de manera seria y calma—. ¿Me acompañas? —Marcus lo miró enfurecido y con la respiración alterada, pero luego de un momento relajó la postura y asintió, por lo que Anthony pudo soltarlo.

El licenciado miró a Theodora y gesticuló una disculpa a lo que ella solo pudo asentir porque estaba completamente pasmada frente a la escena de celos y amor no correspondido que vio. Nunca había presenciado unos sentimientos tan profundos proclamados en palabras y gestos; frente a ellos, provenientes de otro y dichos hacia su persona de afecto, no supo cómo sentirse.

Cuando la puerta se cerró, todos se contemplaron por un minuto exacto. Rick fue el primero en romper el silencio:

—Pobre Marcus —masculló.

—¡¿Pobre, dices?! —exclamó Theodora.

—¡Está enamorado! ¿No lo ves?

—¡Pues no era el puto momento para decírselo! —profirió enfadada.

—Creo que era bastante obvio —señaló Ryan—. Se la pasa hablando de Anthony —agregó riendo—, aunque como también se la pasa alardeando de chicas no me imaginé que estaba colado por su amigo.

—No es gracioso —señaló Spencer—. El tipo está sufriendo hace tiempo, el alcohol lo envalentonó. Y al parecer, Anthony anduvo jugando con él...

—¿Qué se siente estar en un triángulo amoroso, roja? —preguntó Penélope dejándose caer a los pies de la cama.

Theodora no podía siquiera digerir lo que escuchaba. ¿Había Anthony jugado con Marcus? ¿Sería él capaz de hacer acto tan imprudente? La pelirroja se preguntaba y no pudo evitar llevarse a ella como ejemplo y posicionarse en ese lugar.

—No estoy en ningún triángulo amoroso —farfulló.

—O sea que no estás saliendo con Anthony, deberías dejarle el camino libre a Marcus. Empatía se llama —señaló Rick.

—Cállate —espetó molesta—. Y eso no es la empatía.

—¿Estas saliendo o no con Anthony? —inquirió Ryan.

—¡No! —profirió irguiéndose para buscar la botella de whisky.

Tobías, quien siempre estaba en silencio, pero no perdiéndose de nada, soltó una risa haciendo que todos lo mirasen de inmediato.

—Te ganaste un enemigo, Theo —dijo lo más calmo—. Si empiezas a salir con tu chico, debes llevarte bien con sus amigos, es una regla.

Todos de inmediato asintieron estando de acuerdo.

—Pues no es mi puta culpa que Marcus esté enamorado de él y que me odie —manifestó molesta.

—No, pero en algún momento deberás hablar con él cuando las cosas se pongan serias con Anthony.

La pelirroja soltó un prolongado suspiro dejándose caer nuevamente en la cama e ignoró la charla sobre amores que se comenzó a desarrollar. Bebió unos tragos más de whisky preguntándose qué estarían haciendo Marcus y Anthony en la soledad del prado, pero si pensaba en ello, comenzaba a enfadarse, por lo que ignorando su mal imaginario, se dio la vuelta dándole la espalda a la puerta principal pretendiendo hallar el sueño, porque la madrugada estaba demasiado alta para ignorarla.

El arrullo de las voces de sus amigos y sus risas lograron relajar un poco sus pensamientos, pero, inconscientemente, estuvo atenta a cualquier sonido exterior y fue hasta mucho tiempo después, cuando todos estaban ya durmiendo, que oyó la puerta ser abierta y la risa de Marcus seguida de unas palabras que no entendió las que fueron las que la despertaron, frunció el cejo y pretendió fingir que continuaba durmiendo atenta a cualquier palabra que pudiera captar.

—Te quiero, no sabes cuánto —mascullaba Marcus con palabras patosas.

—Lo sé —murmuraba Anthony—. Ahora ve a descansar, debes estar agotado.

—Haré siempre lo que me ordenes. —Theodora se crispó al escucharlo decir esas palabras y su ira se incrementó.

Escuchó unos ruidos sordos y luego nada: silencio extremo por varios minutos. Su corazón bombeaba aceleradamente preguntándose qué demonios estaban haciendo en su propio rostro y, no soportando más, estaba por observar al dúo cuando las mantas fueron corridas a su lado para luego sentir el cuerpo de Anthony detrás de ella.

Eso la relajó por un momento, pero luego los celos devinieron en torrente al preguntarse qué estuvieron haciendo tantas horas fuera, en la noche y en soledad. Eso la llevó a apartarse de su cuerpo que, además, estaba frío, pero Anthony pasó un brazo por su cintura para atraerla nuevamente y besarle la coronilla.

—Estás frío —masculló con enfado.

—Lo siento —murmuró soltándola para luego arroparla más—. La noche está helada —aclaró.

—¿Estás bien? —preguntó tratando de dejar la ira de lado.

—En realidad no lo sé —dijo luego de un rato de silencio—. ¿Tú estás bien?

—Al final, sí te lo confesó hoy —masculló ignorando su pregunta. Anthony no dijo nada, solo soltó un suspiro—. Ven —pidió tomándole la mano para atraerlo nuevamente a ella—. Mañana será otro día, ahora descansemos —farfulló.

—Gracias, principessa —murmuró besándola en la sien para luego abrazarla con fuerza.

Ambos se durmieron de inmediato y nunca habían descansado tan bien en su vida a pesar de las circunstancias que lo rodeaban.

***

—Anthony...

El aludido escuchaba su nombre a la lejanía, pero reacio a desprenderse de la comodidad decidió ignorarla. Se sentía todo extremadamente suave y confortable, aunque extremadamente caliente. Estaba sofocado, pero era tanta la comodidad que aquello no le importaba. Sintió un movimiento que hizo de su cuerpo vibrar, eso lo hizo fruncir el cejo confundido ya que en su somnolencia, sentimientos lujuriosos jamás había experimentado.

—Despierta que tenemos hambre. —Esa maldita voz lo hizo apretar los ojos reacio a despertar, pero sabía que ya lo había hecho.

Abrió los ojos lentamente y se encontró con una luminosidad inadecuada: puertas y ventanas abiertas, Rick y Tobias que entraban y salían de la cabaña arrastrando los colchones y, en el pequeño porche, se escuchaban las risas de las chicas. Frunció el cejo y recorrió el lugar encontrándose con Theodora durmiendo entre sus brazos, sus níveas piernas desnudas estaban sobre él, en realidad casi toda ella estaba encima de él, incluso su hermoso cabello estaba copando su rostro y cuello. Anthony aún la tenía abrazada y, corrió inmediatamente la mano al notar que la sostenía del trasero, las mantas tapaban la evidencia.

Ryan estaba sentado en el suelo con su espalda apoyada en el borde de la cama y lo miraba de manera lastimera.

—¿Qué sucede? —dijo con voz ronca entrecerrando los ojos a causa de la luminosidad.

—El desayuno, tenemos hambre —masculló.

—¿Y qué quieres que haga? —inquirió volviendo a cerrar los ojos pretendiendo disfrutar de su musa y la posición en la que estaban. Además que portaba una terrible erección imposible de ocultar si se levantaba.

—Marcus dijo que haces unos desayunos exquisitos. —Anthony de inmediato se crispó y soltó un suspiro. El recuerdo de la noche lo asaltó y deseó que haya sido una pesadilla.

—Tengo sueño —señaló para intentar de esa manera que lo dejara en paz.

—Anda, Anthony, no seas así. Ya todos estamos despiertos... No puedes ser tan flojo, por Dios.

—Ryan —masculló Theodora pegando la frente al pecho de Anthony—. En verdad que en este momento quisiera asesinarte.

—Tú sigue durmiendo que nadie está hablando contigo.

—Lo haces cuando sueltas pendejadas a escaso espacio mío —espetó molesta.

—Pues no es mi culpa que estés prendida a este —señaló Ryan—. Si te molesta ve a otra cama.

—No discutan —dijo Anthony soltando un suspiro—. Ahora les preparo el desayuno, por lo pronto ¿podrías darnos un poco de privacidad? —inquirió llevándose la mano al entrecejo.

—¿Piensan hacer cosas sucias? Porque en ese caso me quedaré aquí a vigilar que no te pases de listo con mi hermana.

—¡Ya, pendejo! ¡Lárgate que me agotas la paciencia! —profirió Theodora intentando asestarle un empujón, pero Ryan se levantó carcajeándose para salir corriendo y la joven se dejó caer soltando un bufido—. Es insoportable.

—Solo está bromeando, no te enfades, cariño —murmuró besándole la frente—. ¿Cómo has dormido? —inquirió mirándola a los ojos.

—Extremadamente bien —dijo soltando un suspiro—. Eres muy cómodo —agregó riendo.

—Sí, he notado que has preferido descansar sobre mi cuerpo —murmuró acercándose a su boca. Ella se ruborizó y solo asintió.

—¿Tú has dormido bien? —masculló afectada por su proximidad.

—Jamás he dormido tan bien, me das paz —manifestó besándole la frente.

—¡El desayuno! —profirió Ryan desde el porche asomándose por la ventana.

Anthony soltó un suspiro y Theodora bajó la cabeza indignada a que estén todo el tiempo interrumpiéndolos.

—Descansa un momento más, te despertaré cuando el desayuno esté listo.

Pero Theodora, reacia a hacerle caso, se dedicó a contemplarlo como preparaba con pericia diferentes jugos exprimidos por él mismo, frutas rebanadas en pequeños trozos e incluso preparó tostadas y las untó con un dulce de frutilla que le comentó eran perfectas para reducir el estrés, dato que la hizo arquear la ceja. También preparó café e incluso sirvió pequeños vasos con agua. Todo pulcramente decorado y ordenado en platos individuales para cada uno. Theodora hizo un gesto de sorpresa al ver el arte en comida y se maravilló al saber que el desayuno podría verse así, ya que ella bebía solo un café negro por las mañanas.

—¿Vamos con los demás, cariño?

Ella solo asintió y lo ayudó a repartir el esperado desayuno que fue merecedor de halagos, aplausos y vitoreo de parte de la manada que estaba desparramada en el pequeño porche. Era de esperarse que devoraran el desayuno sin piedad y sin siquiera admirar el trabajo culinario que había Anthony replegado.

Theodora se percató que Marcus los miraba con atención y no parecía para nada incómodo, sino que molesto. La joven se removió inquieta en el mullido almohadón en el que se había posicionado y observó su plato sin tocar, de repente, el hambre se había evaporado.

—¿No tienes apetito? —preguntó Anthony sentándose a su lado junto a Rick también.

—Si no lo quieres, tengo espacio para más —señaló el fortachón observando con ansias el plato de comida.

—Puedo prepararte más —ofreció Anthony, a lo que el voluminoso hombre sonrió feliz por la propuesta y el licenciado negó en gesto mientras reía—. Theodora, come al menos unas frutas, no está bien que no ingieras nada. Han pasado muchas horas desde tu última comida. —Ella le frunció el cejo por ser extremadamente mandón, pero decidió hacerle caso para no sufrir algún tipo de desmayo, sobre todo porque el calor que se estaba sintiendo comenzaba a ser bochornoso.

Los demás hablaban sobre ir al arroyo que se encontraba en la profundidad del bosque y que los chicos habían encontrado el día anterior. Todos estaban entusiasmados, excepto Theodora al prever que iría también Marcus y no tenía ganas de sentirse incómoda con las miradas que le dedicaba.

Comió sin prisa y degustando la variante de frutas hasta que reapareció Anthony con un nuevo plato cargado para Rick, quien agradeció enfático y palmeándole el hombro.

—Primor, deberás quitarte esos jeans para ir al arroyo ­—sugirió Clara mirando al licenciado.

—¡Oh! ¿Iremos a un arroyo? Está bien —concordó llevándose un trozo de durazno a la boca.

Theodora observó el gesto sintiendo un extraño calor recorrerle el vientre para terminar directamente en su intimidad, apartó la mirada de inmediato al comenzar a imaginar groserías con él.

—Me gustaría... —comenzó Theodora, pero calló al saber que era oída por Marcus.

—¿Qué te gustaría? —inquirió Anthony tomándola levemente de la mano—. Dímelo y será tuyo. —La joven se ruborizó aún más porque Rick los oía claramente y no apartaba la mirada de ambos mientras ingería con voracidad las frutas.

—Me agradaría que caminemos juntos hasta el arroyo —murmuró con la mirada fija en su plato. Escuchó que Anthony soltó una risa breve y de inmediato lo miró.

—Eso suena perfecto, principessa.

—¿Qué demonios significa eso? —inquirió Rick con la boca repleta de frutas, por lo que el jugo escapaba de la comisura de sus labios.

—A Anthony le agrada hablar en italiano, sobre todo cuando dice groserías —intervino Marcus haciendo que Theodora se crispara y el licenciado soltara un suspiro—. Pero eso significa "princesa".

—¡Oh! Theodora suelta las palabrotas para que la entendamos, ¿verdad, roja? —La joven le sonrió a su amigo y asintió, aunque no podía borrar la incomodidad que le estaba produciendo Marcus.

Pensó que la caminata sería buen momento para hablar a solas con Anthony y que le aclarara ciertos aspectos.

—Theo también habla en italiano, muéstrales —alentó Ryan.

—¡Oh, no! Lo hablo pésimo.

—¡Pero qué dices si pasaste años estudiándolo! Anda, Theo, patea el trasero de Anthony y demuéstrale como se habla.

El licenciado rio y pronto la animó a que lo hiciera, la joven fue alentada por todos excepto por Marcus que la observaba inescrutable. Al ser el centro de atención, el nerviosismo tomó poder y su piel se tornó rojiza.

—Bueno, vale. Pero solo si se callan. —Todos de inmediato hicieron silencio y ella, inspirando, rebuscó algo que decir por qué sabía que podía ser entendida por dos personas—. Non posso confessare quello che provo perché ho paura di perderti, ma desidero ardentemente i tuoi baci.

Observó a Anthony en toda su declaración, quien con los ojos cristalinos pronto una sonrisa preciosa copó su rostro. Para su sorpresa y la de todos, la tomó del rostro para besarla castamente aunque con ímpetu. Los aplausos se hicieron presentes nuevamente y las chicas lanzaron suspiros enamorados.

Non sai da quanto tempo ti ho aspetatto, mia musa —susurró observándola a los ojos, ella sonrió feliz por su hermosa declaración y le depositó un casto beso en los labios.

—Necesito urgente un hombre así —dijo Clara recostándose en el sillón de madera mientras se abanicaba el rostro.

—Son malditamente perfectos —masculló Penélope con una mano en el corazón completamente embelesada.

Ryan por su parte se carcajeaban con Rick que contemplaban la escena no creyendo que un tipo tan grande fuera tan frágil y pudiera lagrimear por unas palabras ininteligibles.

Marcus, por otra parte, había ignorado la declaración de Theodora, pero sí había sufrido por las palabras proclamadas por Anthony, a quien amaba desde años.

No entendía que veía en ella, se notaba de primera mano que una mujer así, solo le traería problemas a alguien tan ingenuo como él. El moreno tenía que obligarse a olvidarlo, pero le era malditamente imposible al ya haber esquematizado todo con Anthony, incluso había planeado en declarársele en los próximos meses.

Repasaba la forma en que se lo dijo y se despreciaba por haberlo abordado de ese modo. Fue demasiado, tanto para sí mismo como para su amor no correspondido, que miraba encandilado a aquella mujer a la cual comenzó a guardarle resentimiento.

Pero Marcus no era persona que se diera por vencida tan fácilmente, lucharía por él porque, sencillamente, Anthony valía la pena. 

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