VIII
Anthony se arrepintió de haber aceptado ir al viaje en cuanto vio a Theodora bajar las escaleras de su departamento.
El deseo, aquel sentimiento ardoroso que intentó esquivar durante mucho tiempo desde que la conoció, lo golpeó tan violentamente que tuvo que apartar la mirada porque verla solo hacía que sus pensamientos fueran notables.
Marcus, su amigo que había aceptado sin dudar en acompañarlos, soltó un silbido en cuanto la vio y murmuró un comentario alabando su belleza que a Anthony molestó en gran medida, pero tuvo que cerrar la boca al saber que él no podía hacer nada al respecto a no ser que fuera inapropiado o incomodara a Theodora.
Los saludos pronto acaecieron y, como predijo, Ryan se encontraba de buen humor congeniando en seguida con su amigo. Theodora, por su parte, aún parecía somnolienta, ya que bostezó varias veces e incluso le recriminó que fuera tan temprano a por ellos, pero él se excusó remarcando que era el horario que habían pactado; no señaló que fue el que ella específicamente eligió por una cuestión de cortesía. La joven le rodó los ojos y Anthony rio por su actitud molesta.
Ambos hombres se posicionaron en la parte trasera del vehículo y Theodora a su lado de copiloto, tal como debía ser por regla. El licenciado estaba demasiado enfocado en su conducción y en no mirar las piernas de su musa, por lo que se encontraba tenso para participar de la conversación que se desarrollaba con empeño de parte del trío.
En un momento su musa lo tomó del brazo para buscar su atención y preguntarle si podía comprar café para llevar. Al él asentir, de inmediato se llevó como premio una sonrisa deslumbrante y un rubor encantador.
Notó que Theodora era inquieta, algo que ya había descubierto, pero ahora ese hecho lo desequilibraba porque no paraba de moverse en el asiento, dejando al descubierto más porción de esas endemoniadas mallas negras que le estaban devorando el juicio.
En un momento quedó de rodillas en el asiento para hablar más cómoda con el dúo y el trasero expuesto hizo que el licenciado se ruborizara por la posición y los pensamientos carnales que lo asaltaron. Agradeció que ella llevara una chaqueta extremadamente grande, de lo contrario, acabarían teniendo un accidente.
—Demoni —masculló en italiano cuando percibió la erección en sus pantalones y se revolvió incómodo pretendiendo ocultarla. Theodora lo miró brevemente con preguntas en los ojos azules, pero él fingió que no había dicho nada.
No hacía media hora que habían salido y ya pronosticaba un desastre. Maldijo su deseo y maldijo su libido por no ser más discreta. Pero ¿quién podía culparlo? Era extremadamente hermosa.
Ryan incluso le palmeó el hombro preguntándole si se encontraba bien, su silencio debió alertarlo y para no preocuparlo, el licenciado de inmediato lo tranquilizó afirmando enfáticamente. Podía oír cómo Marcus estaba esmerándose en hacer reír a ambos jóvenes y lo lograba en gran medida porque el vehículo era inundado por la risa cantarina y musical que a él solo le depuraba las heridas. Amaba oírla reír, estaba seguro de que no existía melodía igual.
—¿De dónde lo sacaste? —preguntó en un momento Theodora inclinándose sobre él mientras carcajeaba—. ¡No deja de decir chorradas!
El licenciado tuvo que hacer un esfuerzo para concentrarse en la pregunta y no en la sensación de tenerla tan próxima, sintiendo su temperatura y sus senos que rozaban su brazo. Tragó con dificultad y se obligó a sonreír, aunque parecía que se estaba incendiando vivo, por lo que no fue un gesto muy convincente.
—Es la mejor descripción que he oído de Marcus —comentó ahogado y sofocado.
—Oigan, sigo aquí.
Antes de salir de la ciudad pasaron por un supermercado a abastecerse de insumos. Anthony aprovecharía el momento para tomar aire y depurar su conciencia que no lo estaba dejando comportarse de la manera adecuada. Si seguía así, temía lo que podía llegar a sucederle. Tal vez moriría de una combustión, sonrió por su pensamiento absurdo.
Interrumpió a Marcus para ofrecerle unas indicaciones y tenderle efectivo de manera discreta, excusándose él con unas llamadas que debía realizar.
—Aguarda, por favor —pidió cuando vio que Theodora tomaba la manilla de la puerta.
Ella lo miró con sus enormes ojos azules llenos de incógnitas y él, completamente embelesado, se recordó la caballerosidad. Carraspeando bajó del vehículo para abrirle la puerta y tenderle la mano, la cual la joven aceptó de inmediato ruborizada.
—Has esas llamadas luego —dijo en un susurro sin soltarlo de la mano. Anthony de inmediato contempló aquella inocente acción para luego observarla a ella—. Además, me prometiste un café.
—T-tienes razón —masculló ruborizado.
—¿Estás bien? —preguntó frunciéndole el cejo mientras con la otra mano le revolvía el cabello. Él tragó con dificultad y se recordó que era una persona racional que no se dejaba dominar por sus impulsos—. Estás raro desde que salimos... Bueno, más raro de lo normal —aclaró sonriendo.
—¿Te parezco raro? —inquirió preocupado.
—Sí, pero en el buen sentido —dijo riendo. Anthony se preguntó cómo una persona podía ser rara en buen sentido, pero supuso que no era buen momento para inquirir.
—Estoy bien, no debes preocuparte. —Sonrió para darle más énfasis, aunque en realidad estaba más pendiente que aún no lo soltaba de la mano y ella estaba cada vez más cerca.
—¿Te pongo nervioso? —cuestionó estrechando los ojos.
—N-no. —Ella le arqueó una ceja y él solo pensaba en besarla—. A-a ve-veces...
—¿Estás nervioso ahora? —susurró cerca de su boca haciéndolo sudar como un púber, por lo que solo pudo asentir—. ¿Por qué?
—¡Ya dejen de compartir saliva y vengan a elegir lo que van a beber! —gritó Ryan en compañía de Marcus en las puertas del supermercado.
Ambos tomaron distancia y Theodora, completamente ruborizada, no lo miró cuando le indicó que la acompañara.
Se abastecieron de productos realmente irracionales según la perspectiva de Anthony, pero ver feliz a Theodora era todo lo que importaba, por lo que no le pareció horrendo llenar el carro de compras con comida ligera que a ella al parecer tanto le gustaban. Se mostró tan feliz que pudo vislumbrar la dicha de una niña y eso lo colmó de paz, había olvidado lo que era la felicidad genuina y Theodora lo era con unos simples dulces. Era realmente encantadora.
Él, por su parte, eligió llevar algunas frutas y verduras, cereales y frutos secos, cosa que su musa lo miró con el cejo fruncido.
También se abastecieron de varios galones de agua mineral y frutal. Para el momento del alcohol, Theodora optó por cerveza y él prefirió el whisky, aunque llegaron un acuerdo en compartir ambos brebajes por lo que también se mostró dichosa. Marcus y Ryan se encargaron de los embutidos para la parrillada y de sus bebidas de preferencia y una vez que hubieron terminado con las compras cargaron todo en el maletero, listos para continuar el viaje.
Anthony disfrutaba a gran medida la conversación que Theodora impartía, se mostraba de tan buen humor que él no quiso verla de otra forma por lo que se prometió hacer lo que estuviera a su disposición para que el resto del fin de semana así sea.
Cuando llegaron fueron recibidos por unos guardias que no solo revisaron el vehículo sino que también a ellos. No debían portar armas, ni objetos que pudieran alterar la tranquilidad del lugar, tampoco productos incendiarios. Firmaron una declaración jurada y pudieron entrar al complejo luego de tan exhaustiva revisión.
Un camino sinuoso, empedrado y completamente arbolado fue quien los recibió, Anthony sonrió al ver como Theodora bajaba el vidrio para sacar medio cuerpo y poder ver mejor la belleza natural. Marcus y Ryan, por otra parte, debatían en un duelo absurdo de manos en donde el ganador se quedaba con la botella de ron.
La flora decoraba gran parte del borde del camino, dándole una idea absoluta del expresionismo natural. El sol, quien no era interrumpido por ninguna nube, lograba filtrarse por las copas de los frondosos árboles creando destellos relucientes verdaderamente magníficos.
Al llegar al final del camino, fueron acaparados por un enorme claro donde la hierba pulcramente cortada dejaba reposar las cabañas construidas en piedras y maderas de robusto roble; piedras que simulaban de mesa y troncos que se disfrazaban de diversos bancos eran esparcidos por todo el claro. En el centro, de un diámetro considerable, se encontraba el esperado fogón; los adoquines copaban el suelo y almohadones multicolores bordeaban el centro creando un lugar cálido donde la decoración se la llevaban las flores y arbustos que hacía de marco.
—Es un lugar hermoso —susurró Theodora.
Cuando aparcaron en el sitio indicado, Anthony vio que ya había unas cinco personas reunidas en una de las cabañas. Supuso que aquellos eran los amigos de Theodora y Ryan y no se equivocó, ya que fueron recibidos por proclamas en cuanto bajaron del vehículo.
Su musa se mostró feliz al igual que el rubio y pronto las presentaciones se llevaron a cabo. Hubo risas e intercambio de comentarios acerca del viaje que si bien fue ameno, fue bastante incómodo para el licenciado.
Solo había dos mujeres en el grupo y Anthony debió apartar la mirada al sentirse incómodo por el escrutinio que le estaban haciendo. Parecían divertidas por su presencia allí, ya que lo miraban de forma alegre y jovial.
—Anthony —dijo su musa tomándolo de la mano—. Ella es Clara, una vieja amiga. Hacía demasiado tiempo que no la veía —exclamó extremadamente feliz. —Y ella es Penélope, es su amiga de la gran ciudad, ¿puedes creerlo?
Ambas mujeres, que el licenciado supuso debían tener su edad o menos, de inmediato lo saludaron efusivamente para luego palmearle el hombro de forma amistosa. Llevaban pendientes, maquillaje y un atuendo que no era nada adecuado para el sitio en donde se encontraban, estaba seguro de que se arrepentirían luego. Al ver tan feliz a su musa, sonrió en respuesta y les devolvió el saludo.
—Pero sí que estás guapo, chico —dijo Clara sugerente guiñándole el ojo—. Dime qué comes para estar así. —Anthony se ruborizó en gran medida por el comentario y la carcajada del trío solo hizo que bajara la cabeza mientras sonreía—. Y además de guapo, tímido. Si no te lo quedas tú, yo lo reclamaré.
—Es u-usted muy amable —murmuró mortificado.
—Y encima galante —subrayó Penélope con una voz excesivamente humorística.
—Ya déjenlo en paz —expresó carcajeando Theodora—. Es mi invitado y lo tratarán bien —agregó enredándose del brazo de Clara.
—¡Uy, rojita! Ya lo creo...
—Eso significa que tampoco lo incomodes —puntualizó mirándola—. No te pases de lista. —Alcanzó a oír Anthony que le susurraba con irritación.
—¡Le quitas la diversión a todo! —exclamó Clara fingiendo enfado.
Anthony y Marcus se sintieron cómodos de inmediato. Si bien el aspecto de los hombres era bastante amenazador, no eran para nada maliciosos y, contrario a lo esperado, eran extremadamente divertidos, amables y serviciales. No los hicieron sentir forasteros por haberse inmiscuido en su reunión y ni siquiera ahondaron en sus vidas privadas. Las conversaciones se desarrollaron sin esfuerzo y Anthony hacía tiempo que no se relajaba tanto en compañía de personas, sobre todo de desconocidos.
En un momento vio que las mujeres estaban caminando por el prado enredadas del brazo. Theodora parecía tener el semblante triste, pero no podía estar seguro. La imagen de su musa, con el cabello suelto y alborotado por el aire, le quitó la respiración.
El licenciado se obligó volver a la conversación cuando Ryan lo empujó levemente; pronto se llevó varios comentarios acerca de que estaba colado por alguna de las chicas y, Anthony, no pudo más que mortificarse.
Marcus y Ryan comenzaron a destapar cervezas, acto que se llevó la celebración de todos. Las chicas pronto se le acercaron y, luego de tomar un botellín, comenzaron a formar parte de las charlas. Anthony estaba en un momento hablando con Rick, el hombre de aspecto más amenazante por su corpulencia, tatuajes y calvicie, pero que en realidad era el más sensible porque le contó acerca de un pleito que tuvo con su novia y por ello se encontraba allí solo. Parecía realmente desolado, por lo que Anthony procedió a intentar animarlo, aunque desconocía el conflicto completo acontecido de la pareja.
Estaba Rick agradeciéndole cuando Theodora se le acercó pidiéndole las llaves del coche para sacar su mochila, él de inmediato se ofreció en acompañarla y ella aceptó.
—¿Cómo los conociste? —preguntó dando paso a su curiosidad mientras caminaban a paso lento al vehículo.
—Es una historia aburrida... No querrás oírla —dijo apresurada bebiendo de su temprana cerveza.
—Sería un honor oírla —proclamó apreciando su exquisito perfil cincelado. Ella lo miró de inmediato y él la alentó sonriéndole.
—Pues, todos trabajan o han trabajado en el taller del tío y padre de Ryan —dijo y pareció haber concluido el tema porque bebió un buen trago del botellín para continuar con su mirada en el sendero.
—¿Taller mecánico? ¿Reparan coches?
—¿Cómo lo sabes? —inquirió observándolo.
—Puedo verlo en sus manos —confesó.
—Ya. Tú tienes las manos impolutas. —Anthony prefirió no comentar nada, solo aguardó en silencio a que continuara. Luego de varios minutos en silencio lo hizo—: Venimos todos del mismo barrio, ¿sabes? Donde no da el sol porque el cielo suele ser las autopistas que personas como ustedes utilizan para llegar a sus trabajos.
—Theodora, yo...
—No es tu culpa —interrumpió—. Y sí da el sol. Solo a mí me daba esa impresión, estar debajo de todo suele tener sus consecuencias. Eres el primero al que le digo esto —terminó murmurando—. En fin, los conozco desde pequeña. La mayoría sobrepasa mi edad, pero siempre me han tratado como su igual. Todos somos iguales. Es nuestra ley tácita. Cuando las cosas se ponían difíciles en... casa... iba al taller a pasar el día con ellos. Me enseñaron muchas cosas.
—Lo siento mucho —murmuró contemplando un dolor reciente aún no menguado.
—Está bien.
—¿Ryan estaba también allí?
—Claro. Solíamos hacer tanta juerga que Tobías o Rick —dijo haciendo un gesto, él asintió al ya reconocerlos—, nos reprendían y nos ponían a lavar piezas. De todos modos, nos gustaba hacerlo por lo que hacíamos lío a propósito —terminó riendo y él sonrió vislumbrando a una niña atormentada buscando refugio.
» Clara solía acompañarme al colegio, fue muy difícil para ella, pero lo afrontó igual. Tenía que enfrentarse a las burlas y discriminación, pero ella no iba a permitir que mi educación se detuviera. Un día fuimos todos los que ves aquí y solo bastó que vieran que estábamos protegidas para que no volvieran a meterse con nosotras. Para ella fue muy difícil. Primero comenzó travistiéndose en el taller, allí podía hacerlo porque ninguno de nosotros le decíamos nada ni mucho menos le faltábamos el respeto. Rick, con el que estuviste hablando, hasta aprendió a maquillar para ayudarla —dijo con una sonrisa tierna—, pero luego no fue suficiente para Clara. Ella quería ser quien era sin necesidad de esconderse —terminó murmurando.
—Pero ahora ella está bien, ¿cierto?
—La verdad es que hace tres años que no la veía. Se fue a otra ciudad a dedicarse al espectáculo; al principio hacíamos muchas llamadas y luego fueron menguando hasta en un momento culminar.
—¿La extrañabas?
—No me había dado cuenta de cuanto hasta que la vi —dijo con una sonrisa pesarosa.
—Pues no deberías desperdiciar tu tiempo. Ve y compártelo con tus amigos —alentó entusiasmado.
—Solo si vienes conmigo. —Él aceptó gustoso.
***
Estaban todos cómodamente sentados en la hierba, bebiendo cervezas y contando historias; las risas no faltaban. Theodora había dejado reposar su cabeza en las piernas de Anthony, quedando con el cuerpo extendido y las piernas alzadas. Ryan se encontraba descansando la cabeza en el estómago de Theodora.
El licenciado se apoyaba contra un grueso árbol que le daba sombra y confort, mientras, de vez en cuando, se atrevía a acariciarle los rizos a Theodora que no parecía molestarle. Observaba su semblante en busca de algún rechazo o incomodidad frente al gesto, pero ella entrecerraba los ojos y dejaba esculpir una sonrisa radiante.
Los demás estaban en semicírculo contando anécdotas de sus días de adolescencia o de borracheras. Clara, por otra parte, estaba hablando alejada con Marcus, al parecer, de temas muy serios.
Se preveía que las cervezas no iban a ser suficientes y estaban planeando un nuevo viaje a la tienda más cercana antes del anochecer.
—En breve llega Lidia con sus amigos —comentó Ryan más para sí mismo que para el grupo mirando su teléfono.
Anthony percibió como Theodora se detuvo en el gesto de acariciar el cabello rubio para mostrarse nerviosa, ya que levantó la cabeza bruscamente haciendo que él apartara las manos de inmediato.
—¿Sabes con quién viene? —masculló.
—Solo me dijo que son siete y que Sara está con ellos —dijo encogiéndose de hombros.
—Me agrada Sara —comentó la pelirroja.
—Y a mí —agregó sugerente Ryan.
La joven volvió a su posición y le dedicó una sonrisa a Anthony que lo dejó obnubilado. Estaba impresionado por la calidez humana que desprendía y, sobre todo, porque su belleza era conjuntamente armoniosa y caótica como su carácter.
Para el grupo, la mañana estaba pasando demasiado deprisa, pero estaban todos muy cómodos para planear alguna actividad, por lo que todos estuvieron de acuerdo en al menos estar un momento más recostados en la hierba. Anthony hacía tiempo que no estaba en un lugar tan tranquilo, porque a pesar de estar rodeado de personas se sentía completamente en paz y ahora se alegró de haber aceptado ir.
Por inercia, el licenciado miró a Marcus que continuaba hablando con Clara. A ambos se los veía muy cómodos, pero nunca había visto a su amigo hablar de manera tan seria fuera del trabajo porque ninguna risa fue replegada por el dúo. Se preguntó si él la estaba pasando igual de bien, esperaba que sí.
Un fuerte derrape seguido del sonido del claxon dio alerta a los recién llegados, y todos prestaron inmediata atención al grupo que descendían de los vehículos de manera jovial.
—¿Tu hermana sale con ese idiota? —dijo Theodora a Ryan. Anthony reparó al instante en quien era el sujeto del que estaba hablando y cuando lo vio solo arqueó una ceja.
—No creo —masculló el rubio negado a aceptarlo.
Pero el sujeto agarraba de manera posesiva y poco caballerosa a la dama que al parecer era Lidia, ya que el parecido con Ryan era increíble. El pelinegro la tenía abrazada del cuello mientras caminaban bordeando el jeep y en un momento le palmeó el trasero, haciendo que la rubia le diera un suave empujón seguido de una risa incómoda. Él se abalanzó sobre ella tomándola del cuello y comenzó a besarla. Todos de inmediato apartaron la mirada porque la escena era en verdad fuera de lugar.
El pelinegro, a pesar de que no hacía calor sofocante, llevaba una sudadera abierta a los lados y unos pantalones cortos deportivos, los anteojos de sol eran extremadamente oscuros y masticaba una goma de mascar de manera grosera. Anthony se recordó guardar cualquier tipo de comentario acerca del seguramente idiota que se iba acercando a ellos. Se notaba en su postura y modo de desplazarse que era los típicos machos que se creían superiores a todos.
No se equivocó porque en cuanto abrió la boca, lo arruinó todo:
—Creí que habría fiesta, pero veo que es una reunión de N.A. —Todos quedaron petrificados por unos segundos, y la carcajada del pelinegro se hizo estruendosa, pero nadie celebró nada. —Vamos, tienen que bajar los bolsos.
—Su comentario fue absolutamente impropio —dijo hastiado de lo que veía y escuchaba—. Todos los aquí presentes están esperando una disculpa, en especial las damas.
El muchacho lo miró arqueando una ceja y continuó mascando el dulce con la boca abierta sin importarle absolutamente haber incomodado o hecho enfadar a alguien. Anthony vio a Rick y Spencer que se levantaban acercándose, por lo que soltando un suspiro y disculpándose con Theodora y Penélope se acercó a ellos para apaciguarlos.
—¿Qué mierda quieres aquí, estúpido? —exclamó Penélope.
—Ya, chicas. No peleen. Tú lárgate —intervino Ryan haciendo un gesto despectivo al recién llegado.
—¿Chica? —preguntó riendo y mirando a Penélope con suficiencia.
—Lárgate o te partiré la boca, escoria. Pírate —exclamó Theodora levantándose para encararlo.
Anthony, completamente asombrado de ver a su musa en estado de defensa, se acercó a ella por si el idiota osaba responderle algo.
—Me gustan las gatas como tú, después puedes clavarme las uñas.
Anthony lo tomó del brazo con fuerza dispuesto a llevarlo con su grupo que no hacía más que mirar a lo lejos la escena, al parecer no estaban oyendo lo que estaba sucediendo. Pero Theodora, lejos de amilanarse o esconderse por ese agravio, le dio tal puñetazo derecho que le dolió hasta a él.
El idiota incluso cayó de rodillas y exclamó un quejido de dolor. El licenciado lo soltó en cuanto el golpe fue dado y la sostuvo para que no continuara golpeándolo, aunque escuchó a los demás clamar una carcajada y cómo Lidia se acercó gritando.
—¿¡Qué hiciste, pordiosera?!
—Oye, deja de llamarla así —intervino Ryan hacia la joven que se inclinó sobre el idiota que no dejaba de quejarse.
—¡Solo les pedí ayuda, Li! ¡Son unos salvajes! ¡¿Dónde me trajiste?! —exclamaba escudándose tras la chica.
—¿No creerás lo que dice este maldito, cierto?
—Lo único que sé es que siempre donde ustedes están hay líos —exclamó la rubia arrodillada.
Los demás del grupo de la joven se mantuvieron un tanto apartados de la escena y hasta parecían gustosos de lo que sucedió.
—Lidia, él empezó insultándonos. No ha hecho otra cosa, ¡¿acaso no ves que te está mintiendo?!
—Ya cállate, Ryan —profirió Lidia levantándose mientras ayudaba al idiota—. Los quiero lejos de nuestras cabañas a todos, en especial a ti, maldita mierda drogadicta —dijo mirando con furia a Theodora. Anthony contempló a su musa que, imperturbable, estaba cruzada de brazos.
El licenciado se tragó la impresión de oír semejante agravio y dispuesto a hablarlo se acercó a Theodora. Le observó las manos y al ver que no tenía lesiones sonrió, pero ella solo pareció avergonzada. Masculló algo que no entendió, pero el suspiro que lanzó le indicó que se sentía apenada. Él le dio un breve abrazo y se prometió hablar cuando estuvieran solos.
Anthony no se percató que Marcus y Clara estaban junto a ellos hasta que el primero hizo un comentario que provocó la risa de todos:
—Sí, bueno. ¿Quién tiene hambre?
Ryan, por otra parte, se había sentado contra un árbol con las piernas encogidas y la cabeza escondida. Anthony, al percatarse, le señaló a Theodora su desazón y ambos se acercaron a él.
—Oye, Ryan. ¿Estás bien?
—¿Viste a Lidia? Nuevamente prefirió creerle a un psicópata que a su propio hermano —dijo enfadado, aunque parecía dolido.
—Bueno, es difícil... —comenzó Theodora. Pero Anthony, al entender que no sabía cómo continuar, tomó la palabra:
—Ryan. —Esperó a que lo mirara para seguir—, eres un joven inteligente. No te enfades con tu hermana. Se nota claramente que el sujeto es un manipulador. No sabemos nada de la situación por la que Lidia está pasando allá lejos, en la universidad. Quizá esta sea una oportunidad para que te acerques a ella, no para convencerla de que deje al sujeto, sino para entender un poco lo que le está sucediendo.
—¿No escuchaste que no nos quiere cerca?
—Estoy segura de que lo dijo por mí —subrayó Theodora—. Si hasta lo aclaró enfáticamente —culminó para luego reír. Anthony sonrió sin ganas, pero asintió, luego hablaría con ella—. Anda tonto, en un rato has las paces con ella. Nosotros ni figuraremos por allá. Sé que por eso te hacía ilusión venir.
—Estoy cansado de que siempre insulte a mi gente —susurró.
—Tú sabes quienes tienes al lado, es cuestión de que ella también lo vea. Pero para ello se necesita tiempo y oportunidad. Estoy seguro de que ese momento sucederá. Ahora no desperdicies tiempo y ve con ella.
—Si quieres hasta me disculpo con el idiota ese —dijo Theodora.
—No, Theo, se lo tenía merecido —agregó sonriendo—. Tienes ovarios.
—Solo porque estabasegura junto a ustedes. Sabía que nada iba a pasarme.
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