Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

I

Las irregularidades a la joven no solían desestabilizarla totalmente, aunque, debía admitir, eran momentos poderosos que abarcaban latido y exhalación en la espera de deteriorarla, aislarla, abatirla y doblegarla. Pero para ser muy consiente de esas consecuencias, la joven mujer, anteponía siempre su capacidad de deguste. Masticaba saboreando el amargor de los hechos y los tragaba sin siquiera respirar para que no le produjera consecuencia alguna que le impidiera continuar. Desde pequeña tendría que haber aprendido a no ejercer tanta malicia hacia su propia persona, pero a las inequidades debía filtrarlas por algún sitio para que aquello no dañara a sus personas afines y corrompiera por completo sus pasos.

Había salvaguardado tanto las consecuencias que podía desencadenar hacia otros, que gran parte de ella se arruinó. Estaba completamente rota, a veces incoherente y también perdida. Aun así, la risa nunca la abandonaba cuando estaba con la persona que más amaba desde que tenía recuerdos: su amigo, Ryan.

Parte de su alma vibraba cuando lo veía llegar con la enorme sonrisa que lo caracterizaba, y era inevitable que la suya apareciera para copar su rostro y olvidar lo que en el transcurso del día había acontecido.

Su buen amigo le había declarado su amor eterno a la tierna edad de los primeros otoños. Eran muy niños y él le decía cada día lo maravillosa que para él era. Habían planificado que se casarían y que tendrían una enorme casa con un gato. Con el transcurso de los años, Ryan le recordaba aquel pacto siempre que podía y ella, por la patética excusa de no perderlo, lo afirmaba con una felicidad ahora incómoda. Hace unos años, estaba perdidamente enamorada de él. Pero luego sucedió la vida y las circunstancias. En ella no funcionaba nada acorde a cómo debía ser y por ello, ahora, le resultaba difícil confesarle a su amigo que esa casa enorme con el gato aún más enorme, no iba a suceder.

El estruendo de un objeto vidrioso hizo que retornara a la realidad y, por el momento, que dejara de añorar los tiempos de inocencia. En la pared, frente a ella, se hacía añicos el plato con el almuerzo que a su madre, minutos atrás, sirvió.

—¡Te estoy hablando! ¡Maldita escoria!

Theodora, aun intentando procesar lo que acababa de suceder, no respondió al agravio, pero se limitó a limpiar el desastre sin siquiera mirarla.

—Esa mierda estaba asquerosa, cocina otra cosa —despotricó la mujer calando un cigarrillo con la bata abierta dejando al descubierto una porción de piel magullada.

Las irregularidades solían ser aquellas, esas que por las noches no la dejaban dormir por el recuerdo de los fuertes sonidos, de las palabras consonantes o de la mirada despreciativa. O también solían ser situaciones extremas en donde debía recurrir a diversas pérdidas para no arruinar aún más su psiquis.

La joven sabía que aquello cambiaría en un futuro muy cercano, pero sabía también que nunca lo olvidaría. No conocía otra cosa que la violencia constante; esa cualidad humana que se le adhirió y con la cual luchaba continuamente para no reproducirla. Era muy difícil no repetir ciertos patrones, y aún más difícil era comprender cómo se debía amar. Ella no sabía hacerlo y era muy consciente qué gran parte del afecto que le tenía a Ryan era porque le enseñaba que existían otras cosas, otros tratos y otras miradas, al menos por una porción de tiempo. La joven no quería perder eso y era entonces cuando la relación que los unía se tornaba ambivalente.

El sonido áspero de la vieja televisión y su respiración pausada era todo lo que se escuchaba en la casa. Theodora sabía que si no salía pronto del lugar comenzaría a escuchar un pitido irritante que producía en ella perderse. No podía oír si Susan se encontraba en el mismo espacio que ella, pero temía corroborar si seguía ahí o al fin se había largado a la habitación.

Cocinó en silencio y en soledad propia. Volvió a hacerlo para salvar su piel de ser herida. El reloj de la pared aún marcaba lo temprano que era para que el día acabara y lo trágico que esa aseveración significaba para ella.

Muchos días era en los que se vislumbraba feliz. Esporádicamente, solía perderse en invenciones en medio de sus clases. Esas imágenes, con olores y sonidos, lograban arrancarle alguna lágrima burda, pero su terca conducta de desenvolverse en el verdadero ambiente y no en ensoñaciones, la privaban de seguir imaginando más.

Se veía en un campo apacible, descalza y con un fino vestido blanco bajo la sombra de un castaño de indias. Siempre sola. No podía vislumbrar a Ryan, aunque con la sonrisa con la que se veía, sabía que estaba cerca.

Necesitaba de un lugar armonioso, luminoso, cálido y con aroma a pan horneado. Necesitaba estar sumergida en las discontinuidades de las nubes. O ahondar en los cantos de las aves. Pero lo que más necesitaba, era sanar. En un lugar así, estaba segura de que lo haría.

El sonido de su móvil la arrancó del abismo en el cual se estaba sumergiendo y, mirando la pantalla, sonrió. Su buen amigo le ofrecía una invitación difícil de rechazar dadas las circunstancias, por lo que tecleando rápido, la joven aceptó el ofrecimiento de un buen café humeante para mitigar miedos.

La joven se apresuró en dejar todo en orden y la comida recién elaborada servida en un plato donde allí moriría. Susan no estaba, por lo tanto, debía de haber regresado a la habitación. Procurando, entonces, no hacer algún ruido inquietante, la joven tomó su vieja mochila y su chaqueta negra para salir a esperar a Ryan en el porche.

***

El parloteo del joven siempre la animaba, aunque mayormente no solía escuchar lo que él emitía. Sin embargo, le gustaba observar como gesticulaba. Ryan era una de esas personas que fácilmente podías analizar con solo visualizarla: todo lo que él no decía lo hacían sus gestos y posturas. Sencillamente, con él aprendió también a ser observadora. Sabía cuándo estaba mintiendo, exagerando e incluso cuando estaba abatido y no era por las palabras —que siempre eran un torrente inacabable—, sino por su postura. Su rostro, generalmente, no demostraba expresión alguna en el intento de ocultar aquellas singularidades. Era algo extrañamente atractivo que el rubio poseía: los gestos.

Además, era grato mirarlo porque era portador de unas grandes manos, de piernas robustas y una altura considerable. En la preparatoria muchas jóvenes se sentían atraídas por esa amabilidad eclipsada por su humor.

Ryan era sin duda una persona de fiar, divertido y libertino, como también posesivo y demandante. Para él la vida consistía en reír y hablar. Era por ello que ahora no paraba en comentarle todos los avances que estaban haciendo por la tan esperada graduación, al parecer se preveía una ceremonia sin igual. El joven era parte del comité de estudiantes en donde desarrollaban diversas actividades extracurriculares, él simplemente lo hacía por diversión y no con un fin de obtener méritos académicos.

—La revista se ha encargado de publicar toda la entrevista, puedes leerla allí. Creo que di un gran ejemplo de estudiante modelo —dijo con una sonrisa perversa.

Theodora rio, si bien Ryan participaba activamente de los eventos de la preparatoria, no tenía nada de estudiante modelo porque las maldades que cometían contra la institución eran innumerables.

—Si logras graduarte sin que antes te expulsen en verdad voy a festejar —acotó la joven.

—¡Oye! Mi promedio es bueno, además nunca nos han descubierto.

—Por no ser descubiertos —dijo levantando su copa para brindar.

Como el café no había sido suficiente para mitigar su ansiedad, Theodora optó por ir a su bar preferido. Era en el único donde Ryan podía pasar sin ser cuestionado a pesar de poseer una perfecta documentación que indicaban que no estaban cometiendo alguna falta. La joven aparentaba ser mayor de los escasos años que contaba, pero su amigo, a pesar de tener una apariencia robusta y atlética, las formas redondeadas de su rostro aún no desaparecían, lo que inducía a que cuestionen su edad.

—Mira, ahí está de nuevo. —La muchacha de inmediato sintió el pulso palpitar. Su corazón comenzó a latir desenfrenado y aún no lo había visto—. Voy a enfrentarlo, a estas alturas creo que nos está siguiendo.

Theodora se percibió nerviosa e intentó ocultar su estado apurando el vaso de cerveza. Hacía varias semanas que no veía al joven y su necesidad bruta de contemplar la belleza la llevó también, inconscientemente, a insistirle a su amigo para acudir al bar.

Contemplarlo era como una odisea. Todo en ese hombre era en extremo calamitoso y, contradictoriamente, relajante. Theodora se vio guiada por la fuerza del magnetismo a darse levemente la vuelta para corroborar con sus propios ojos que Ryan no se haya equivocado de sujeto, pero no. Ahí estaba él. Posicionado en el mismo lugar de siempre, portando un saco impecable negro y esos jeans ajustados.

La joven suspiraba por ese hombre enigmático, hermoso y solitario. Jamás lo había visto con alguien, su única compañía era algún libro y, otras veces, algunas llamadas telefónicas que le consumían gran tiempo.

—Te gusta, ¿verdad?

De repente, descubierta por esa declaración, observó a su amigo que la miraba intranquilo.

—No. Solo me llama la atención.

—¿Por eso querías venir aquí? —preguntó acusatorio.

—Venimos a este bar hace un año. Deja las quejas idiotas.

Ryan despeinó su cabello rebelde y luego de observarla por un largo tiempo soltó un suspiro. Theodora percibió que había algo importante que rondaba su mente, pero no insistió. Lo conocía tanto que cualquier palabra para importunarlo sobre los asuntos que él quería charlar, lo intimidaría y silenciaría. Con él, la joven también había aprendido a ser un poco más paciente, aunque esa cualidad jamás la caracterizó.

—Está mirándote, otra vez —dijo viendo un objetivo tras ella. Theodora se sorprendió que ese hombre la notara y, con las manos temblorosas, tomó la copa para terminarla de un solo trago—. Iré a ver qué demonios quiere.

—Ya basta, Ryan. Olvida el asunto. El sujeto solo es un cliente habitual como nosotros.

—No lo es, Theo. He venido varias veces sin ti y en cuanto me ve solo, se marcha. Te busca a ti. O es un pervertido, o es un idiota. Quiero descubrir qué es.

La muchacha estaba sorprendida por esa confesión. Tomó de impulso la mano de Ryan y él se mostró tan atónito por ese gesto que su semblante se relajó.

—Dime qué sabes —pidió no pudiendo creer el tono insistente en su voz.

—Solamente eso —comentó encogiéndose de hombros­—. Hace tres meses que viene al bar, se sienta en el mismo lugar y pide un whisky en las rocas. Siempre te observa y cuando se nota descubierto por mí, de inmediato aparta la mirada. No sé qué demonios se trae entre manos, pero me agotó la paciencia.

La joven pasmada por semejante información no supo qué decir. Patéticamente, había creído que su amigo no se había dado cuenta de la existencia del mismo hombre. Pero, aparentemente, eran dos los interesados por saber de él.

—Ese sujeto jamás se fijaría en mí, querido amigo —sentenció al rato con un suspiro por haber creído un poco en la palabra de Ryan. Seguramente estaba sufriendo alucinaciones, pensó.

—Lo que digas —murmuró bajo—, iré por otra ronda —agregó exhalando un suspiro. Pero, Theodora, al descubrir sus intenciones, se levantó primero.

—Voy yo.

Trató de acomodar su apariencia sin que Ryan se percatara, pero al ver el levantamiento de cejas que le hacía, la joven le mostró el dedo del medio y se dirigió a la barra.

Con mucho miedo, vergüenza e incertidumbre, se sentó a solo dos banquetas de distancia del hombre que fue foco de su conversación. Lo contempló sin prisas y se asombró aún más por la belleza de la que era portadora, desde cerca lo era aún más. Era el hombre más hermoso que había contemplado, parecía los típicos modelos de perfumes y estaba segura de que no se equivocaba. Luego apostaría con su amigo el valor de su paga semanal, pensó.

Más observaba la joven y más espléndido lo encontraba. Se mordió el labio imaginando como sería probar esa exquisita boca.

Era heraldo de un perfil inigualable, con esas pestañas que enviaba sombras a sus pómulos, con esa nariz respingada y esos labios carnosos. Debía de tener un sabor exquisito como todo él. Cuando levantó la mirada, se encontró descubierta.

La miraba con una expresión de terror, los enormes ojos verdes estaban repletos de sorpresa y tenía los labios entreabiertos.

Theodora se ruborizó como nunca lo hacía y apartó la mirada pensando en qué decir y que no sonara tan espantoso. Después de todo, al haberse encontrada descubierta frente a semejante escrutinio inescrupuloso, debía darle algún tipo de explicación.

—Mi amigo cree que nos estás siguiendo. —En verdad que en ese momento la joven quiso golpearse por decir semejante idiotez. Corrió la mirada y murmuró bajo, despotricando insultos hacia su propia persona por ser tan necia.

—N-no. No estoy si-siguiéndolos.

La joven le frunció el ceño a la barra al escuchar ese tono tan hermoso ser brutalmente golpeado por la tartamudez y el desespero.

Volvió a observarlo y ahora lo notaba ruborizado, él de inmediato apartó la mirada. ¿Sería idiota como señaló su amigo? Se preguntó para luego encogerse de hombros al encontrarlo un poco encantador por el pudor que evidenciaba y se relajó al prever que ella ahora no estaba del mismo modo.

—Es un alivio saber eso entonces —dijo un tanto picada de que su amigo se haya equivocado—. Dos pintas —pidió entonces al camarero cuando se acercó a tomarle el pedido.

—¿Él es su a-amigo? —pronunció roncamente. La joven lo observó de nuevo y aunque lo encontró ruborizado, parecía estar más tranquilo.

—En efecto.

—La-lamento mucho haberles causado una impresión tan inadecuada.

—¡Oh! No te preocupes, a veces Ryan tiene una imaginación muy extraña. Le diré que deje de mirar documentales de crímenes —dijo entre risas. La joven se sorprendió de lo mucho que se relajó estando con él. Debía de ser porque no era el tipo de hombre con el cual solía tener trato—. Soy Theodora, por cierto —agregó de lo más campante extendiendo la mano—, pero todos me dicen Theo o roja.

El joven titubeó un instante antes de estrecharla y lo que sintió Theodora no fue normal. Una corriente instantánea se adhirió a su anatomía privándola por un momento de la respiración. Era el toque más inocente, pero, aun así, ardiente que haya recibido.

—Es u-un placer —dijo avergonzado cuando ella retiró bruscamente la mano.

La joven apartó la mirada completamente perdida y asombrada frente a lo que sintió. El corazón parecía bombear aceleradamente y la calidez en conjunto con el cosquilleo en su extremidad no mitigaba.

—Aquí están tus copas —dijo el cantinero depositando sendos vasos sobre la barra. La joven salió del trance para recuperar dinero de su bolsillo trasero, pero la voz del hombre interrumpió su acometido.

—Per-permítame invitarlos, así me excuso por a-alentar conclusiones tan de-desafortunadas —dijo con un tono abatido.

—No, no podría...

—Por favor, señorita. Insisto —pidió mirándola con esos bosques tormentosamente hermosos.

Ahora quien estaba sumamente nerviosa era ella porque cada segundo lo encontraba más encantador. Fue por eso que asintió tragando de manera visible el nerviosismo que parecía no querer abandonarla.

Con una sonrisa tensa de despedida, la joven tomó las copas y regresó con su amigo que pareció no perderse ningún detalle del extraño encuentro.

—¿Y? ¿Qué demonios quiere? ¿Cómo se llama?

Theodora parpadeó seguidamente ante tal bombardeo de preguntas tratando de encontrar una respuesta que lo satisfaga, pero no lo logró.

—Olvidé preguntarle. 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro