Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

La línea que separa la valentía de la estupidez es muy fina...

...y la que separa la virilidad de la humillación todavía lo es más.

Fíjate qué título más reflexivo me acabo de marcar. Si no entiendes a qué viene no te preocupes, lo entenderás a lo largo de la noche.

Por fin había llegado la noche en la que nos tocaba acabar con Daniel Queen. Gutts y yo habíamos descansado lo suficiente y estábamos listos para la acción. Sin embargo, en contra de lo que seguramente has pensado y de lo que habíamos planeado en un primer momento, no nos tocamos los cojones los tres días enteros.

Durante los días previos a la noche del encuentro, Gutts y yo habíamos estado haciendo varios viajes (esta vez con su coche) a los alrededores del escondite de Daniel Queen, tanto de día como de noche. Analizamos a fondo el terreno, así como las zonas de vigilancia de aquellas bestias negras. Éstas no solían en moverse muy lejos de la fábrica.

La verdadera sorpresa llegó cuando empezamos a vigilar de noche: las bestias guardianas habían desaparecido. La fábrica estaba en completo silencio, sin que nadie la rondara. Incluso examinamos la zona con unos prismáticos detectores de calor (otro de los juguetes militares que compré en la Deep Web) y no apareció nada. Gutts y yo llegamos a la conclusión de que aquellas arañas dormían en el interior de la fábrica.

Era la una menos diez cuando Gutts y yo examinamos por última vez la zona de la fábrica desde lo alto de la colina que descubrí en mi primera visita. Nada había cambiado: las bestias estaban en el interior. Ambos llevábamos nuestro arsenal habitual: yo dos pistolas, dos metralletas y el lanzacohetes y Gutts una pistola y la fuerza, la rapidez y la precisión del Toro de la Central. La novedad es que portábamos unos walkie-talkie para comunicarnos en caso de que durante la batalla nos separáramos. Si soy sincero, ni Gutts ni yo confiábamos en los móviles (el mío, como de costumbre, no tenía batería), así que preferimos la eficacia y rapidez de los walkie-talkie. Además, eran más masculinos y nos daban un aspecto más profesional, como los policías de las series americanas.

No miento si digo que me sentía bastante más acojonado que con Margareth. Ahora nos enfrentábamos a un tipo que ya se había cobrado una víctima. Un chico del que no sabíamos nada y que, además de no tener un pelo de idiota, no pensaba como un humano normal. Y por si esto fuera poco, tenía a su servicio un ejército de arañas cuya peligrosidad desconocíamos.

A Gutts, en cambio, se lo veía bastante más confiado, cosa que no me gustaba nada. Para redimir su fracaso con la búsqueda de información, quería hacerse el héroe y lanzarse al ataque aunque no estuviéramos preparados. Dentro de mí estaba convencido de que el orgullo de Gutts nos perjudicaría.

— Bueno, Gutts, propongo entrar en la fábrica de escondidas —dije, observando el edificio.

— No me sea cobarde, Cross. Somos hombres, y tenemos que comportarnos como tales. Daniel Queen nos ha citado para luchar contra nosotros de frente- Entraremos por la puerta principal —contestó el viejo.

— Gutts, soy valiente, pero no soy idiota. Si nos ha citado es porque tendrá una trampa preparada. Y, ahora que hablamos del tema, ¿no era usted quien no veía con buenos ojos que peleáramos cara a cara contra Margareth?

— Él ha enviado la citación sabiendo que nos podíamos plantear lo que usted dice. Así que es muy posible que tenga prevista una entrada sigilosa. Y sí, tiene razón, no me hacía mucha gracia atacar directamente a Margareth sin un plan. Actué como un cobarde. Es hora de redimirme.

— Pues ahora que lo dice, quizá tiene razón con eso de la entrada sigilosa.

— Y una cosa, Cross. Le pido un favor —dijo el viejo, con seriedad.

— ¿Qué?

— Entraré yo solo. Usted vigilará desde el coche que no se acerque ninguna araña. Si necesito ayuda, lo llamaré por el walkie-talkie —me pidió, decidido.

— ¿Se ha vuelto loco? —pregunté, inundado de desconcierto.

— Confíe en el Toro, Cross. Recuerde que éste es mi caso.

— Estoy harto de que me quite protagonismo, Gutts. Aquí el héroe soy yo. Y, claro, querrá narrarlo todo usted, ¿verdad? —dije, cabreado.

— Pues sí, es lo que toca.

— ¿Ve lo que le digo? Esto es un golpe de Estado a la historia.

— Coño, Cross, ¿es esa gilipollez la que lo preocupa? Pues va, venga, cuando lo tenga arrinconado dejaré que la narración pase a usted y que haga el golpe final.

— Hmm... No me gusta mucho el plan, pero acepto. Eso sí: que no vuelva a pasar, ¿de acuerdo?

— No se preocupe, yo no soy tan egocéntrico como usted.

Bajamos la colina y subimos al coche. Gutts detuvo el vehículo a bastantes metros de la fábrica.

— Es posible que haya alguna bestia escondida por la zona. Quédese aquí y vigile con los prismáticos, no creo que corra peligro. Yo continuaré el trayecto hacia la fábrica a pie.

— ¿Y si le ataca alguna de las arañas?

— Avíseme si ve un movimiento extraño y venga a ayudarme tan pronto como aparezca alguna.

— De acuerdo. Le pasaré el relevo de la narración cuando se haya alejado lo suficiente.

— Me parece bien. Por cierto, tenga —dijo el viejo mientras se quitaba el sombrero –. Guárdelo, no quiero que se estropee. Y el reloj también: es todavía más valioso.

Dejé el sombrero en el asiento de detrás del coche. El reloj lo dejé en un pequeño agujero al lado del freno de mano.

— Le deseo mucha suerte, Gutts. No me decepcione —le animé, un poco preocupado.

— No tema. Le enseñaré a ese idiota por qué me llaman el Toro de la Central.

Nos dimos la mano y nos miramos a los ojos una última vez.

Antes de comenzar a vigilar, me quedé observando cómo la figura de Gutts se adentraba en la oscuridad nocturna. Me notaba extraño: en mi interior sentía que algo iba a ir mal.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro