4
¡La fiesta!
ESTEFANO.
26 horas para la fiesta.
Como lo prometí ayer en la cena, hoy iremos a comprar ropa para la fiesta. Y ahora me encuentro en mi camioneta, conduciendo hacia al refugio de animales para recoger a Nicolás e ir a Machus. Cuando llego, le envío un mensaje para que venga al estacionamiento y luego de un par de minutos, lo veo salir por la puerta principal. Me muestra una de sus encantadoras sonrisas mientras se acerca a la camioneta.
Entra al vehículo y le ayudo a poner su mochila en los asientos traseros. Luego enciendo la radio y empieza a sonar "Perfect" de Ed Sheeran y Beyoncé para acompañar nuestro inicio de trayecto hasta la tienda. Durante el camino, pasamos nuevamente por el centro de la ciudad para llegar a Burnside Street.
Las calles nos reciben con los verdes árboles en todo su esplendor y el cielo de verano empieza a tornarse de un naranja suave, justo como me encanta. El atardecer es uno de mis momentos favoritos del día, amo cuando puedo disfrutarlo mientras estoy conduciendo o dando un paseo por las calles de Portland. Es como si se le aplicara un efecto vintage a la ciudad.
Conduzco un par de calles más y estaciono a un lado de la vereda, delante de otros coches.
—Llegamos —digo apagando el vehículo y quitándome el cinturón de seguridad. Nicolás asiente y se quita el cinturón para salir de la camioneta.
La tienda es hermosa por fuera, se encuentra en el primer piso de un edificio moderno y de estructura curiosa. Desde la calle se puede ver el interior, porque todo el contorno de la tienda tiene ventanales. En la puerta está las letras "Machus" de color blanco, estampadas sobre el cristal.
Rodeo el capó de la camioneta y me pongo a la par de mi hermano, que se encuentra dándole un vistazo a su móvil. Me mira y le dedico una ancha sonrisa para hacerle entrar en confianza, antes de que se arrepienta de haber venido.
—¡Entremos ya! —sugiero emocionado e ingresamos.
Por dentro la tienda es muy acogedora. Tiene la ropa distribuida por colores, diseños y marcas. La decoración es muy bonita, las paredes son de un color blanco, con lámparas iluminando cada sección y los muros con un tapiz de mármol le dan un aire moderno al lugar. Unos metros más allá, hay un grupo de chicos que están viendo modelos de polos de verano.
Regreso la mirada hacia mi hermano.
—¿Estás seguro de que estamos en el lugar correcto? —inquiere, dudoso, por el estilo de ropa que aprecia por todas partes. Frunzo el ceño y se encoge de hombros—. No sé, creo que deberíamos ir vestidos más formales a la fiesta, ¿no crees? —explica para concluir con mi confusión.
Un hombre de aproximadamente mi misma edad y que usa un polo negro con el logo de la tienda estampado en él, se acerca a nosotros con una sonrisa de boca cerrada y nos interrumpe:
—Hola, mi nombre es George —se presenta —. ¿En qué les puedo ayudar? —nos muestra una sonrisa confiable.
—Estamos buscando ropa para una fiesta de cumpleaños. Que sea elegante y cómoda —expreso y George nos hace un gesto con la mano para que lo sigamos.
Nos muestra trajes muy elegantes para ocasiones formales, sin embargo, le recuerdo que iremos a una fiesta donde debemos sentirnos cómodos para bailar, así que nos guía hacia otro estante donde está la ropa más sport, pero sin perder la elegancia.
Durante la siguiente media hora nos probamos varias prendas con la seguridad de que vamos a comprar algo, pues tampoco queremos aburrir al chico que nos está atendiendo y luego no llevar nada. Finalmente, me decido por una camisa ceñida de color azul oscuro, con unos vaqueros crema y zapatillas blancas. Nicolás se decide por una camisa guinda no tan ceñida y pantalón crema también. Todo lo usaremos con accesorios como relojes, cadenas y pulseras para complementar.
A la hora de pagar, tengo una graciosa y pequeña discusión con Nicolás, porque no quiere dejar que yo pague su ropa. George se ríe y recibe mi tarjeta para cancelar todo lo que hemos comprado. Regreso la mirada a mi hermano y me encojo de hombros, acompañado de una expresión victoriosa, a modo de que me da igual algún reclamo de su parte ahora mismo.
—Nicolás, soy tu hermano mayor. Déjame regalarte algo —explico para que no se sienta apenado.
Bufa y se cruza de brazos.
—Está bien, pero yo invito la cena cuando salgamos de aquí —propone y asiento aceptando.
El chico termina de poner nuestra compra en bolsas separadas, nos las entrega y aprovecha para regalarnos unas tarjetas de la tienda. Agradecemos y él también lo hace acompañándonos amablemente hasta la salida. Nos despide agradeciéndonos nuevamente y antes de salir nos invita a volver pronto. Le aseguramos que así será.
Entramos a la camioneta después de guardar las bolsas en los asientos traseros y nos dirigimos a un restaurante de comida china para comprar nuestra cena. Esta búsqueda de la "ropa perfecta", nos ha dejado hambrientos a los dos. Conduzco de regreso a la autopista e inicio el trayecto a Panda Express, un restaurante de comida china, al cual llegamos en casi quince minutos. Hacemos un pedido rápido de Siu Mai y esta vez le dejo a Nicolás pagar la cuenta.
Para cuando llegamos a casa, ya está anocheciendo y el patio delantero de la mansión se ha pintado de un azul claro. Estaciono frente a la puerta principal y apago la camioneta antes de decirle a Nicolás lo siguiente:
—Iré a ver si papá ya llegó. Tú quédate aquí y te llamaré para avisarte. —Señalo mi móvil y lo veo asentir por el espejo retrovisor—. Apenas te dé la señal, sales con las bolsas hacia la casa. Debemos ser rápidos si en caso él no ha llegado, porque no tardará en volver de la empresa —informo.
—Vale, estaré atento —asegura, asintiendo otra vez.
Me quito el cinturón de seguridad y salgo del vehículo con dirección a la casa. Rodeo el jardín e ingreso por la puerta que da a la cocina. Encuentro a Sigrid esperando sentada en la barra con su móvil en la mano y eso me da un indicio de que papá aún no ha vuelto de la empresa.
—Buenas tardes, Sigrid —saludo, abrazándola por detrás y dándole un beso en la mejilla—. ¿Papá llegó? —pregunto sin sonar interesado.
—Todavía no, pero ya no tarda —intuye mirando el reloj que cuelga en la pared, arriba del umbral de la puerta.
—Okey, estaré en mi habitación —aviso antes de caminar sin prisa hacia la sala.
Tres, dos, uno...
Coloco los audífonos a mi móvil y me llevo uno de ellos al oído mientras guardo el dispositivo en mi bolsillo.
"Llamando a Nicolás...".
Aguardo a que responda.
—¿Aló? —musita después de la segunda timbrada.
—Drácula, aún no ha llegado a su castillo... Repito, Drácula aún no ha llegado a su castillo... —manifiesto y me acerco a la puerta principal para abrirla.
Lo veo correr como alma que lleva el diablo, con las bolsas en las manos mientras lo espero en el umbral de puerta; la cierro a su paso y lo sigo por todo el salón de la sala hacia la escalera.
—¡Rápido, rápido! —apuro con inquietud.
No obstante, no contamos con la astucia de Sigrid, que sale por otra puerta y nos detiene a medio camino, atrapándonos con las manos en la masa. Para nuestra buena suerte, ella apoya toda travesura o locura que hacemos, así que omite el interrogatorio sobre lo que estamos tramando y solo pregunta si deseamos que sirva la cena porque papá le acaba de avisar que ya ha merendado en la empresa. Le decimos que cenamos hace poco en Panda Express y estamos satisfechos.
—Está bien. Si necesitan algo, no duden en pedírmelo —agrega antes de regresar por donde vino.
Subo a mi habitación y empiezo a desempacar lo que hemos comprado. Dejo las bolsas a un lado y coloco todo en mi clóset, escondiendo la ropa entre las demás prendas para que no se note que he comprado ropa nueva.
Sé que es algo exagerado, ya que solo Sigrid entra a mi habitación a sacar la ropa para lavarla, pero papá es capaz de todo con tal de averiguar lo que estoy tramando. Así que, es mejor prevenir que lamentarse después. Escucho la puerta principal de la mansión cerrarse e inmediatamente concluyo que es él quien acaba de llegar. Rápidamente, escondo las bolsas vacías debajo de mi cama y cierro mi clóset con llave para que nadie pueda entrar.
Este plan es de vida o muerte.
Salgo de mi habitación, cerrando la puerta a mi paso y me detengo cuando escucho la voz de mi padre en el salón principal. Asomo un poco la cabeza, ocultándome detrás del muro que da inicio al pasillo del segundo piso. Veo que papá se quita su saco y lo coloca en el colgador que está al lado de la puerta antes de avanzar hacia la escalera donde se encuentra Nicolás, a los pies de esta. Retrocedo unos pasos para evitar ser visto y escucho atento.
—Padre, bienvenido —saluda mi hermano, educadamente.
—Gracias, Nicolás. —Le devuelve el saludo con un asentimiento.
Sigrid sale de la cocina, limpiándose las manos con una toalla absorbente y se acerca a ellos.
—Buenas tardes, Antonio, ¿desea algo de comer o de tomar? —cuestiona, amable, con una dulce voz que me sosiega cada vez que la escucho.
Mi padre niega con la cabeza.
—Acabo de cenar en la empresa —informa y Sigrid asiente sin inmutarse—. Iré a mi habitación a descansar. Por favor, llévame una manzanilla —le ordena con una sonrisa de boca cerrada.
—Está bien —expresa ella y regresa a la cocina.
Nicolás la sigue, pero la voz de mi padre lo detiene.
—Nicolás... —lo nombra y este se gira para verlo. Trago saliva esperando sus palabras. Estoy seguro de que le preguntará qué hemos hecho esta tarde—. La camioneta de Estefano está estacionada en el patio, ¿salió?
Veo por la expresión de su rostro que la pregunta lo agarra con la guardia baja y se demora un poco en responder.
—Así es, padre. —Asiente rápido—. Fue por mí al refugio de animales y luego... salimos... salimos a comprar —tartamudea, nervioso.
Rayos, Nicolás.
El ceño de nuestro padre se frunce y dirijo la mirada a Nicolás, que ahora se ha puesto pálido y blanco como Casper, el fantasma.
—¿Comprar qué? —vuelve a preguntar papá.
"A comprar ropa para ir a la fiesta de mañana, a la cual estamos prohibidos ir, pero igual iremos a tus espaldas".
¡Vamos, Nicolás, no te quedes callado!
—Salimos a comprar... comida china —asegura y hace un mohín, convenciéndose a sí mismo de que ha hablado seguro y sin flaquear.
—¿Comida china?
—Así es. —Muestra una sonrisa confiable para que papá termine de creerse sus palabras—. Se me antojó cuando veníamos del refugio de animales —explica, agregándole otra sonrisa de boca cerrada y papá asiente.
Bueno, puede que se la haya creído, como que también no. Solo espero que los nervios y la duda de Nicolás no hayan alimentado sus sospechas. Nicolás es muy honesto y más cuando de hablar con papá se trata, sin embargo, hoy ha sabido ocultar muy bien la información de que hemos ido a comprar ropa para la fiesta y solo se limitó a comentar lo de la comida. Pero desgraciadamente, mi hermano tiene gestos o tics nerviosos que lo dejan en evidencia cuando pasa por situaciones inquietantes y espero que eso no nos juegue en contra, ni altere mi plan para mañana.
Nota mental: Enseñarle a mentir a Nicolás.
***
0 horas para la fiesta.
Al día siguiente llamo a Marco para coordinar y ajustar los últimos detalles a mi plan. Consiste en que, supuestamente nos quedaremos a dormir en casa de Marco, como parte de una "pijamada" entre amigos, incluido mi hermano por supuesto. Por otro lado, Sigrid nos está ayudando, pero a la vez no está de acuerdo con nosotros. No le parece bien que vayamos a escondidas a la fiesta y no la culpo, estamos jugando con fuego.
La noche ha llegado, Nicolás y yo nos preparamos para la fiesta unas horas antes. Pienso detalladamente con qué ropa saldré de aquí y cuál es la que usaré al regresar a casa de Marco luego de la fiesta.
Me reviso en el espejo de la cómoda por última vez, antes de salir de mi habitación y mi mirada recae sobre el portarretrato de mamá que reposa debajo. Lo cojo mientras miro la foto. Me pregunto si ella estaría de acuerdo en que vayamos a la fiesta a escondidas de papá. De seguro que, si estuviera con vida, nos hubiese dejado ir sin ningún problema, y mi padre no se opondría.
Dejo el cuadro en su lugar y miro nuevamente mi reflejo en el espejo, elevo las comisuras de mis labios en una sonrisa de boca cerrada para decirme que todo saldrá bien y darme motivación personal. Solo es cuestión de confiar en mí mismo y en mi astucia.
Tomo mi mochila y la cuelgo sobre el hombro para salir de la habitación.
—¡Nicolás, vámonos! —grito cuando estoy en el pasillo.
—Dame un segundo —responde desde el otro lado de la puerta.
Bufo por su demora y mientras espero, reviso el móvil. Veo que tengo dos llamadas perdidas de Marco. Recuerdo que lo puse en vibración para concentrarme en empacar mis cosas, pero ya mismo lo pondré en audio normal. Le escribo un mensaje diciéndole que ya estamos en camino, aunque todavía estamos en casa, sin embargo, eso lo calmará un poco. Es algo inquieto a veces y eso me irrita.
—Estoy listo. —Aparece Nicolás en la puerta de su habitación y pongo los ojos en blanco, cansado de tolerar tanta tardanza.
—Vale, apresurémonos —digo haciendo un gesto para que se dé prisa mientras bajamos las escaleras a paso rápido.
—¡Sigrid, ya nos vamos! —exclamo cuando llegamos a la sala.
Sigrid sale apresurada de la cocina y se saca el delantal de frutitas graciosas que lleva puesto.
—Cuídense mucho —nos pide preocupada, dándonos un beso en la frente y un abrazo a cada uno. Puedo reconocer el agradable olor a manzanilla en su ropa, característico de ella.
Asentimos al mismo tiempo.
—Gracias, te veo mañana —respondo mientras caminamos detrás de ella hacia la entrada. Abre la puerta y se hace a un lado para dejarnos pasar—. Ah, y no olvides lo que tienes que decirle a mi padre si te pregunta sobre nosotros.
Sigrid pone los ojos en blanco y asiente evitando las ganas de reír. Al menos ha sonreído y eso me quita un peso menos de encima. No quiero que se quede toda la noche preocupada por nosotros. Ya estamos grandes y sabemos cuidarnos, ¿no? Detesto que se ponga en un plan sobreprotector con nosotros al mismo estilo que papá, pero a la vez me agrada que nos apoye en este tipo de situaciones. En eso sí hay mucha diferencia, no es amargada y autoritaria como mi padre.
Le damos una última despedida, moviendo las manos y salimos de la mansión. Dejamos las mochilas en los asientos traseros de la camioneta y entramos en ella. Antes de partir, aprovecho en preguntarle a Nicolás si ha olvidado algo y niega con la cabeza como respuesta. Eso espero, porque luego a mitad de camino siempre recuerda algo que dejó en su habitación. Sin ningún otro detalle que resolver, enciendo el vehículo y salimos con dirección a la casa de Marco.
Durante el camino, recibo un mensaje de Marco con un "OK" de respuesta. Dejo el móvil a un lado y sigo conduciendo acompañado de "Dusk Till Dawn" de Zayn y Sia, como fondo en la radio. Ya todo está planeado y solo nos queda esperar y confiar en que el plan saldrá bien. Estoy seguro de que así será. De pronto, Nicolás empieza a jugar tamborileando sus dedos en la ventana y le hago un gesto para que se detenga porque me pone más nervioso de lo que ya estoy.
Al cabo de quince minutos, llegamos a la casa de Marco y estaciono la camioneta a un lado de la vereda. Su padre aún no ha vuelto del trabajo y eso nos da más libertad de poder cambiarnos sin estar pendientes de que nos vea, sin embargo, tenemos la prisa de irnos antes de que llegue. Sería una completa desgracia si le comenta algo a mi padre.
Estaríamos fritos.
Subimos rápidamente a su habitación y nos cambiamos a la velocidad de la luz.
Cuando estoy listo, me doy una revisada en el espejo de cuerpo completo que tiene Marco en la pared de su habitación y hago un mohín satisfecho al convencerme a mí mismo de que esta noche captaré la atención de algunas chicas en la fiesta. La camisa color azul oscuro y el pantalón crema me quedan muy bien, de acuerdo a la ocasión. Igualmente, Nicolás se ve muy elegante y tierno con una corbata de moño que adorna el cuello de su camisa guinda y lo hace ver aún más adorable de lo que ya es.
Marco nos da un silbido en broma para decirnos que estamos muy guapos y presentables.
Salimos de su casa con prisa y entramos a su camioneta. Él se quedará en su habitación para no levantar sospechas y me va a prestar su camioneta para que la mía se quede en el garaje. Así podrán saber que estamos aquí.
—Cuida mi camioneta —advierte Marco, señalándome con su dedo índice—. La quiero de vuelta sin ningún rasguño.
Alzo los brazos en señal de inocencia.
—Pierde cuidado, Marco. —Le levanto el pulgar mientras entro en el asiento del conductor. Nicolás hace lo propio en el asiento del copiloto—. Está en buenas manos, descuida. —Guiño un ojo.
Prendo el vehículo mientras mi mejor amigo se cruza de brazos al otro lado de la puerta.
—¿Qué recibiré a cambio de este favor? —inquiere en tanto que levanta una ceja.
Bufo y me encojo de hombros.
—Lo discutimos cuando regrese de la fiesta, ¿te parece? —propongo y antes de que responda, empiezo a avanzar por la calle con dirección a la casa de Peter.
Marco no da puntadas sin hilo. Era obvio que iba a desear tener algo a cambio y lo entiendo, está siendo parte de un plan que, si es descubierto, lo llevará a un castigo por complicidad. Al fin y al cabo, es mi mejor amigo y sabe que no puede negarse a apoyarme porque para eso estamos, desde los doce años nos hemos ayudado y tapado toda travesura que hacíamos y seguimos haciendo. A veces.
Decido no seguir pensando en Marco y fijo la mirada en el camino que estoy conduciendo con dirección a...
¿Y ahora dónde diablos queda la casa de Peter?
"¡Ay, no!", se queja mi subconsciente.
¡Dios, qué distraído soy! Debí guardar la dirección de la tarjeta. Estoy tan nervioso con el plan, que me he olvidado por completo de ese detalle.
Nicolás parece darse cuenta de la situación y saca su móvil.
—Llamaré a Peter —avisa y asiento algo avergonzado mientras mi hermano se lleva el móvil al oído.
Por suerte, Peter responde y le brinda la dirección de la fiesta a Nicolás. Avanzamos como diez cuadras y pasamos dos parques hasta que el GPS —que tiene la voz de la chica del asistente de Google— nos dice que avancemos y giremos a la izquierda. Ante nuestros ojos, se presenta un vecindario muy acogedor, de esos que se pueden ver en las películas de Hollywood, donde las casas están rodeadas de jardines y muchas áreas verdes. Enseguida se puede ver varios vehículos estacionados en fila, afuera de una de las casas de la calle.
—Es ahí —indica Nicolás, emocionado y suspiro de alivio por haber llegado sin ningún tipo de contratiempos. Estaciono a un lado de la calle y salimos de la camioneta.
La casa de Peter es muy bonita y moderna por fuera. Tiene un jardín principal donde hay varios chicos tomando y bailando. También hay personas adultas platicando y niños pequeños corriendo por todo el jardín hacia el interior de la casa. Los invitados están vestidos apropiadamente para la ocasión, muy elegantes y obviamente nosotros no somos la excepción. De inmediato, ubico a Peter y nos abrimos paso entre las personas que están disfrutando de la celebración. Él nota nuestra presencia y una sonrisa ancha se acrecienta en su rostro.
—¡Peter! ¡Feliz cumpleaños! —le saludo dándole un abrazo y un pequeño presente.
—¡Joven Estefano, joven Nicolás! —Corresponde nuestros abrazos con la felicidad brillando en sus ojos—. ¡Gracias por venir!
—Nada... Gracias a ti por la invitación y, por favor, llámame Estefano —expreso con una sonrisa afable.
Peter asiente, aceptando mi petición y nos invita a pasar a la casa.
—¡¡¡Estefano!!! —logro escuchar entre la música el grito de una chica y me detengo recordando a quién pertenece esa voz que me parece haber oído antes.
Puedo reconocer esa voz chillona a kilómetros.
Julieta.
No, no, no...
¡Hola, Dios... soy yo de nuevo!
Giro algo nervioso y en menos de un segundo, Julieta está corriendo hacia mí para atraparme en un abrazo. Me quedo inmóvil sin saber cómo reaccionar. Está claro que, no me esperaba encontrarla aquí. De hecho, esta fiesta sería el último lugar en el mundo en el que esperaba encontrarla, y mucho menos me agrada la idea de que haga estos gestos afectuosos en público. Peter me mira con compasión y niega con la cabeza.
—Bueno, chicos, me voy a recibir a mis invitados. Espero la pasen bien y ya saben... siéntanse como en casa —manifiesta muy emocionado por nuestra presencia.
—Gracias —respondemos Nicolás y yo al unísono.
Instantáneamente, aparto los brazos de la rubia que tienen rodeado mi cuerpo y le hago un gesto con las manos para que mantenga su distancia. Julieta se da cuenta de la presencia de mi hermano y le saluda, pellizcándole la mejilla como siempre.
—Hola, ternurita —chilla y Nicolás se soba adolorido.
Observo la escena, divertido, como si cada vez que lo vuelve a hacer, me produjera más risa. Está claro que, molestar a Nicolás es una afición que ha desarrollado desde hace poco.
—Hola, ¿quieres bailar? —me pregunta una chica pelirroja, acercándose con una bebida en la mano.
Me quedo mirándola como si hubiese visto aparecer un fantasma de repente. Me hace un gesto con las cejas, invitándome a responder su propuesta y salgo de mi ensimismamiento cuando siento que Nicolás me da con el codo. Reacciono y me sonrojo al pensar en lo bobo que me debo haber visto. No tardo ni un segundo más y acepto para librarme de Julieta automáticamente. No obstante, ella se interpone entre nosotros, separándonos.
—Disculpa, pero iba a bailar con mi novio —protesta a modo de defensa.
¡¿Qué?!
—¿Novio? —preguntamos Nicolás, la chica y yo al unísono.
Está claro que eso ni nos la esperábamos.
Todos me miran aguardando una respuesta de mi parte. Nicolás tiene en el rostro un gesto de confusión y la chica me mira avergonzada, quizá por haber interrumpido el mejor momento de una pareja feliz.
Nótese el sarcasmo.
—¡Qué graciosa eres, Julieta! —digo, tratando de reírme a carcajadas, pero me da más miedo que risa.
—Entonces, ¿son novios? —inquiere la chica con los brazos cruzados. Parece que está perdiendo la paciencia.
Niego con la cabeza.
—Solo es una amiga de la familia —aseguro, encogiéndome de hombros y la tomo de la mano para llevarla más allá y empezar a bailar.
Novio.
Oír salir esa palabra de la boca de Julieta suena horrible y hace que me estremezca de tan solo pensarlo. Por suerte, será la única vez que lo hará, porque hablaré con ella luego para dejarle las cosas en claro. No puede ir por ahí diciendo esas barbaridades.
—¿Cómo te llamas? —interroga la pelirroja mientras me ofrece un vaso de trago de la mesa de los bocaditos.
Pienso si decirle mi verdadero nombre o uno falso, ya que no estoy acostumbrado a darle mi nombre a una extraña, porque luego me buscan en las redes y terminan acosándome. Lo sé, suena raro, pero ya me ha pasado. Bueno, ese es otro tema que quizá después lo haga storytime y lo suba a mis historias de Instagram.
—Estefano —opto por decirle a ver qué sucede luego. Me gusta mucho la adrenalina y estar aquí a escondidas de mi padre, no es suficiente para mí.
—¿Estefano? —pregunta. Al parecer no escuchó bien porque la música suena casi a full volumen. Asiento—. Lindo nombre para un chico tan guapo.
Le muestro una sonrisa de boca cerrada. Me gusta que me hagan cumplidos de este tipo.
—Gracias.
—Mi nombre es Bella —agrega, llevándose un mechón de cabello rojo por detrás de la oreja.
—Lindo nombre, Bella. —Trato de ser amable con ella también—. ¿Hace cuánto llegaste?
—Hace poco. —Me sonríe, coqueta. Es muy simpática—. Espérame aquí, ya vuelvo. —Me hace un gesto para que aguarde y asiento preguntándome a mí mismo dónde va.
Aprovecho en revisar mi móvil mientras termino la bebida que me ofreció. No hay llamadas ni mensajes de nadie, menos de mi padre. Abro la cámara para tomarme algunas selfies y grabar vídeos para mis historias de Instagram. Hay que estar activo en esta red, sino pierdo seguidores.
Aunque papá no usa esta red social, me aseguro de que mi Instagram esté en modo privado antes de subir todo. No puedo correr el riesgo de que acceda desde Google y busque mi usuario.
Guardo mi móvil y empiezo a mirar alrededor, buscando a Nicolás, pero no lo encuentro. No podemos separarnos mucho por precaución, seguramente ha ido al baño porque tiene una vejiga de bebé que no puede resistirse a las ganas. Busco también si Julieta está cerca, pero tampoco hay señales de ella. Sigo mirando por todos lados, entre la multitud, hasta que mi atención es captada al instante por una chica, con unos peculiares ojos color café, cabello castaño lacio con puntas onduladas, tez blanca, labios rojos, cejas pobladas y un sencillo, pero elegante vestido floreado.
Si fuera físicamente posible, la boca se me caería al sueño como en las caricaturas. Sin embargo, la quedo mirando embobado, con la boca abierta en forma de O y los ojos bien puestos en ella como si se tratara de una celebridad a la que he admirado desde niño.
Simplemente no puedo quitar la mirada.
¿Quién es ella?
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