29
El plan
ESTEFANO.
Abro la puerta de mi habitación y dejo caer mi maletín sobre la cama. He pasado la tarde con Marco en el club, a pesar de los insistentes ruegos de Ximena para que la acompañe a hacer compras al centro comercial.
—Llegaste —menciona Ximena, apoyada en el umbral de la puerta. La miro, pero no respondo, sé en qué modo lo dice—. ¿No piensas decir nada? —pregunta con algo de molestia en su voz.
La miro de nuevo.
—¿Ya vas a empezar? —respondo en advertencia porque no me apetece iniciar una nueva discusión.
Ruedo los ojos y comienzo a desempacar mis cosas de mi maletín deportivo.
—Baby, tenía muchas ganas de hacer planes contigo hoy, pero no, preferiste irte con... Marco. —Hace un gesto de desagrado al mencionar a mi mejor amigo.
Bufo mirando hacia otra parte y ella se acerca.
—Solo fui a jugar un partido de tenis con él —le aclaro y levanta las manos en señal de rendición.
Me alejo antes de irritarme más.
—¿Podemos salir ahora? —inquiere, acercándose de nuevo y me acaricia el brazo.
Niego con un movimiento de cabeza.
—La verdad estoy algo cansado —contesto y maldice por lo bajo—. Iré a bañarme. Solo espero que eso no te moleste también —continúo, sarcástico antes de entrar a mi clóset para buscar ropa limpia y una toalla para secarme después de salir de la ducha.
—Al menos dime que puedo bañarme contigo —pide en un susurro.
Me encojo de hombros.
—Como gustes.
Siento que estoy siendo muy duro e indiferente con ella, pero no me nace ser de otra forma.
Como lo era con...
¡No pienses en ella, Estefano!
No puedo mostrarme cariñoso con alguien a quien no quiero y con quien finjo estar, solo por despecho y para darle celos a una persona que decidió no corresponderme. Para mí, Ximena es una extraña, así haya pasado un buen tiempo viviendo bajo el mismo techo que yo, nunca voy a acostumbrarme a ella y a lo nuestro.
Y es que realmente no hay un "lo nuestro".
Una relación es de dos, es mutua y recíproca. Sin embargo, siento que su presencia me asfixia y es solo ella la que intenta que esto siga adelante y para ser sincero, no creo que lleguemos ni al primer mes.
Las gotas de la regadera golpean mi piel mientras ella se quita la toalla que cubre su cuerpo y entra, sosteniéndose de mis hombros. La recibo con mis manos en su cintura para apegarla a mí y evitar que resbale y caiga. Cruza sus brazos alrededor de mi cuello y sus felinos ojos me miran atentos a la vez que sus pechos rozan provocativamente mi piel.
Es hermosa, lo sé, eso no lo puedo negar.
Sus labios empiezan a besar mi cuello delicadamente mientras sus manos bajan a mi abdomen para acariciarlo. Cierro los ojos, sintiendo sus labios chocar contra mi piel que está sensible por la temperatura del agua. Le hago un gesto para que se detenga, pero no lo hace. No quiero hacer algo de lo que me pueda arrepentir después.
Se muerde el labio inferior mientras recoge su cabello y lo lleva detrás de sus hombros, dejándolos expuestos e invitándome a acariciarlos. Regreso la mirada hacia sus ojos y empiezo a ver sus verdaderas intenciones.
Quiere ser mía.
Me acerco a sus labios para besarla mientras la tomo de la cintura y la aprieto más fuerte, contra mí. Ella suelta un gemido ahogado en mi boca cuando siente mi erección chocar en su vientre.
—No espera. —Rompo el beso, cayendo en la cuenta de que por un momento me dejé llevar por la lujuria. Las pupilas de sus ojos están dilatadas y sus manos en mi abdomen amenazan con seguir y bajar.
No sé qué puede llegar a pasar si no freno esto. No puedo usarla solo para complacerme a mí mismo. No quiero seguir lastimándola y tengo temor de que crea que siento amor si nos echamos un polvo ahora.
—Déjame solo, por favor —le pido, dándole la espalda.
No sé a quién mierda le estoy siendo fiel, pero estoy seguro de que no quiero hacer nada más con ella.
—¿Pasa algo, Estefano? —pregunta, confundida.
—No pasa nada, solo vete —respondo con las palabras más frías que me he escuchado decir.
Espero a que abra la puerta y salga hacia el baño para girarme. Siento un horrible sentimiento de culpa al verla sollozar a través de la puerta de cristal que nos separa, sin embargo, me convenzo a mí mismo de que fue lo mejor. Más daño le hubiese causado al tener relaciones con ella y dejarla al terminar.
Me incorporo para desactivar el agua caliente. Es mejor una ducha fría para quitarme toda la calentura y la frustración.
Debo frenar esto antes de que termine peor. Necesito disculparme por haber sido tan imbécil con ella y haberla despreciado de esa forma.
Salgo a mi habitación y una pequeña decepción me invade al ver que ella no está esperándome. Me visto rápidamente, elijo una camisa guinda con rayas blancas, unos pantalones jeans oscuros y zapatillas Converse blancas.
Rocío perfume en mi ropa y tomo mi móvil que está en la mesita de noche para salir de mi habitación y buscar a Ximena. No está en su habitación, así que bajo hasta la sala y ahí la encuentro, sentada en uno de los sofás, llorando desconsoladamente.
Mierda, Estefano.
No me gusta provocar lágrimas en una persona.
Si papá o Manuel la vieran así, ya estaría metido en serios problemas.
Me acerco hasta ella y me siento a su lado. Bajo la mirada y juego con mi móvil en las manos para tomarme un tiempo antes de hablarle.
He sido un completo gilipollas con ella.
—¿Podemos hablar? —inquiero con un tono de voz calmado.
Niega con la cabeza.
—No quiero hablar contigo, Estefano —contesta, limpiándose una lágrima con el dorso de su mano—. Vete, ¿no querías estar solo?
Suelto un profundo suspiro.
—Lo lamento, en serio —me disculpo en un susurro—. No podíamos hacerlo. No me sentía preparado y tampoco quiero usarte solo para darme placer.
Bufa, acompañada de un gesto sarcástico.
—Adelante, sígueme contando más. Están muy interesante tus palabras —manifiesta con una sonrisa irónica y luego su expresión se endurece—. Estoy harta de que todo este tiempo solo he sido yo quien pone de su parte. De tu parte solo me llevo indiferencia, malos tratos y hasta llego a pensar que estoy perdiendo mi tiempo. —Se encoge de hombros.
Me siento mal al oír esas palabras, no puedo seguir con esta mentira que inicié solo por mis celos.
—Necesito tiempo —respondo, bajando la mirada.
Tiempo para pensar cómo terminar sin herirla.
—Tómate todo el tiempo que quieras y me buscas cuando lo hayas pensado bien. Antes no. —Se pone de pie y avanza hasta la escalera. No digo nada y la dejo ir, pues sé que, si sigo hablando, solo voy a empeorar las cosas.
¡Joder!
Necesito hablar con alguien, alguien que esté al día con todo lo que me está sucediendo.
Nico.
Subo con dirección a la habitación de mi hermano y al llegar, toco la puerta un par de veces. Espero impaciente a que abra y al ver que no lo hace, decido ingresar por mi cuenta.
—Nicolás —lo llamo desde el umbral, pero no recibo respuesta de ningún lado. Su habitación está ordenada y todas las puertas tanto del clóset como del baño están cerradas.
Ha salido.
Decido bajar a la cocina y preguntarle a Sigrid si sabe dónde está mi hermano y ella me dice que se encuentra en casa de Narel. Le agradezco y me dispongo a salir de la casa para subir a mi camioneta y llamar a mi hermano.
Responde después de la tercera timbrada:
—¿Aló?
Me humedezco los labios antes de iniciar mi plan.
—¡Peque! ¿Dónde estás? —inquiero, fingiendo no saber.
Él se toma un segundo antes de responder con tono de voz neutral.
—En casa de Narel, ¿por qué?
—¿Puedo ir a recogerte? Necesito hablar contigo —comento.
Su respuesta no es inmediata. Deduzco que ella está a su lado y es por eso la duda y timidez de parte de él.
—Okey, te espero —termina y cuelgo con una sonrisa victoriosa en el rostro.
Enciendo mi camioneta, iniciando el trayecto hacia la casa de Narel y no sé por qué, pero me siento nervioso y ansioso a la vez. El plan es ir a recoger a mi hermano y de pasada saludarla para que crea que ha sido coincidencia nuestro encuentro. No quiero que piense que estoy yendo solo por verla a ella.
"Si tú lo dices", responde el Estefano de mi subconsciente, encogiéndose de hombros.
Mierda, a quién engaño.
Sí, la verdad es que no puedo seguir evitando todas estas ganas de verla y me siento nervioso, como un adolescente enamorado que está yendo a ver a su crush, aunque la otra persona no sepa que lo es.
Pero Narel si lo sabe. Ella sabe que aún la quiero.
Y sé que ella también me sigue queriendo.
El camino se me hace eterno por el tráfico que hay a estas horas de la tarde en el centro de la cuidad, pero finalmente llego y estaciono mi camioneta a un lado de la vereda. Me tomo un segundo para mirar hacia la puerta donde sé que la veré salir en unos minutos, cuando le avise a mi hermano que he llegado por él.
Me miro en el espejo retrovisor y peino mi cabello con los dedos antes de sacar mi móvil del bolsillo y mandarle un mensaje a Nicolás.
Yo: Estoy afuera, hermanito.
Bloqueo la pantalla de mi móvil y aguardo a que ambos salgan por la puerta. Trago saliva cuando pasan dos minutos y mis expectativas desaparecen por completo al ver que se abre la puerta de la casa y solo sale Nicolás. Inmediatamente se cierra y mi hermano menor se acerca caminando con una sonrisa de boca cerrada.
Ocupa su lugar en el asiento del copiloto mientras yo aún sigo mirando hacia la puerta con los labios entreabiertos.
Me vuelvo hacia él y sin pensarlo pregunto:
—¿Y Narel?
Nicolás se encoge de hombros.
—En su casa —responde con un gesto obvio.
—Pe... Pero pensé que saldría contigo a despedirte en la vereda —continúo diciendo.
—Se despidió adentro —indica con el ceño fruncido—. ¿Por qué? ¿Querías verla?
—¿Tú qué crees? —contesto con los ojos entrecerrados.
Por un momento me planteo la idea de bajar de la camioneta y llamar a la puerta con la excusa de que me preste su baño. Pero como lo dije anteriormente: no quiero que ella piense que he venido a verla.
Nicolás me lee el pensamiento.
—Creo que ella no quiere verte —admite, haciendo un puchero y siento que el corazón se me contrae de manera dolorosa—. He intentado hacer que ella vaya a la mansión, pero se ha negado varias veces.
Asiento, bajando la mirada para que no vea la decepción en mis ojos.
Que Narel no quiera verme me duele demasiado y sé que me lo merezco.
—Nico, necesito hablar con alguien. —Le doy una sonrisa tímida. Todavía no me acostumbro a platicar de estos temas con él, sin embargo, estoy desesperado.
—¿Qué pasó ahora? —pregunta, preocupado.
No sé cómo decírselo. Es algo incómodo hablar de esto con tu hermano menor, pero no me queda de otra porque si hablo de este tema con Marco, él se pone intenso. Además, Nicolás ya está grande y entre hombres es menos vergonzoso. Lo diré de la manera más directa y clara.
—Entre Ximena y yo... casi pasa algo. Ya tú sabes qué —confieso y abre los ojos, horrorizado—. Felizmente reaccioné a tiempo y lo impedí.
—Solo evita darme detalles, ¿sí? —me pide, frunciendo los labios.
Pongo los ojos en blanco y niego.
—Pierde cuidado, Nicolás. Soy un caballero y lo que pasó en la ducha queda entre ella y yo. Estuve a punto de dejarme llevar por el momento, pero al final me arrepentí y no la traté tan bien que digamos. —Aparto la mirada porque quiero evitar reproches de su parte—. No quiero lastimar a esa chica, estoy dándome un tiempo para pensar cómo terminarle.
—¿Te disculpaste con ella? —pregunta muy tranquilo, como un maestro de meditación.
Asiento varias veces.
—Sí, pero siento que no estoy siendo sincero del todo —confieso, dándole una mirada atenta—. ¿Cómo está Narel? ¿Crees que me extraña? —le interrogo y entorna los ojos, observándome con recelo. Sabe que quizá no sea una buena idea volver a juntarme con ella.
—Narel está bien. Está enfocada en su trabajo y no sabría decirte si aún te extraña. No hablamos sobre ti —responde con honestidad y sus palabras duelen, pero son ciertas.
Me comporté como un completo gilipollas con ella y lo acepto. Necesito verla, saber si aún siente algo, aunque sé que no seré correspondido. Al menos quiero tenerla como amiga, pero la necesito cerca. Quiero que esta distancia se termine porque la extraño demasiado.
—Necesito que me ayudes a verla, por favor —le pido con un tono de voz impaciente que más parece súplica.
Me mira mientras analiza la situación. Sé que es su mejor amigo, por eso he recurrido a él en busca de ayuda, porque solo Nicolás es capaz de convencerla para volver a vernos.
—Está bien, pero solo no hagas más problemas, por favor —sugiere.
—Lo prometo —contesto, levantando la palma de la mano en señal de juramento.
Me toca el hombro y su mirada se torna siniestra, como si tuviera un plan malévolo.
—Bueno, como ya sabes, se acerca mi cumpleaños y siempre organizo algo como una fiesta o un almuerzo, pero este año no quiero nada de eso. La cuestión es que, este sábado, iremos de campamento con Narel —comenta, haciendo un mohín.
Okey, eso no me lo esperaba. ¿Con qué permiso? ¿Papá sabe de esto? ¿Por qué no me lo dijo antes? ¿Iremos? ¿Acaso irá un tercero? ¡Sergio! ¡Seguro que irá él!
Cálmate, Estefano. No eches a perder todo con tus impulsos repentinos.
—¿Irá Sergio? —pregunto, apretando la mandíbula, pero me doy cuenta de que estoy con una cara de culo y disimulo. Trato de relajarme para que Nicolás no se arrepienta de habérmelo contado. Asiente ante mi pregunta y mi rostro adopta una expresión de fastidio—. No puedo dejar que duerman juntos, Nico.
—Si tienes miedo que hagan el frutifantástico, no lo creo. Yo estaré ahí para detenerlos.
Le doy una mirada asesina por el comentario que acaba de hacer, pero no puedo molestarme con él ahora. Me está ayudando con esto y por lo que veo, está de mi lado.
—¿Cómo piensas juntarme con ella? —pregunto con interés.
Se toma un momento para buscar alguna excusa y su mirada se torna divertida cuando llega la respuesta.
—Pues, les diré que papá no me dará el permiso a menos que vayas tú. —Una sonrisa triunfadora se dibuja en su rostro, pues sabe la manera correcta de condicionar a ese par.
No puedo evitar sonreír, satisfecho. Sé que he venido a pedir ayuda al lugar correcto.
—Dentro de esa pequeña cabecita de ratón, hay una mentecilla diabólica —digo, riéndome—. Me parece perfecto. —Le muestro un pulgar arriba.
Será la mejor oportunidad para ver a Narel y saber si aún sigue sintiendo algo por mí. Sé que no me ha olvidado a pesar de que ambos hemos cortado toda comunicación. Estoy ansioso por este reencuentro, pero también algo nervioso porque quizá no quiera verme y terminen cancelando el campamento por mi culpa.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro