17
Ella lo hizo de nuevo
NAREL.
Termino de despedirme de Sigrid, también de Marco y su padre, y finalmente le agradezco al señor Antonio por la invitación de hoy. La verdad la he pasado genial con su familia. Todo ha estado de maravilla, excepto por la presencia de Bella que me incomodó. Mucho.
Por más que evité mirarla en todo momento, me ganaba la curiosidad de saber si ella me miraba a mí. Y sí, en varias ocasiones la descubrí mirándome con esa sonrisa ladina que me da escalofríos y que me lleva a pensar que su presencia en esta casa tiene otras intenciones.
No quiero llegar a ser paranoica, pero desde que pasó... bueno, lo que llevó a distanciarme de ella, siento que a Bella se le cayó la máscara conmigo. Puede fingir muy bien con otras personas, sin embargo, yo puedo ver a través de esos astutos ojos, que alguna vez me vieron sufrir por alguien que no valía la pena.
—Te llevaré a casa —me informa Estefano mientras me acompaña hasta la puerta. Asiento en agradecimiento.
No sé si es mi perspectiva o es que Estefano está muy raro. Desde que dejamos la mansión no ha dicho una sola palabra y solo se centra en conducir. Bueno, seguro debe estar pensando en otras cosas y será mejor no distraerlo con mi curiosidad.
Abro mi pequeño bolso para buscar mi celular y me detengo cuando veo en el fondo, el arete que encontré en el apartamento de Alan. No sé por qué lo guardé. ¿Para seguir dándole vueltas al asunto que tengo pendiente? No, no... si es obvio lo que sucede con Alan.
Una sensación angustiante me traspasa el pecho cuando recuerdo aquella tarde:
Guardé el arete en mi bolso y salí del apartamento con el corazón latiéndome a toda velocidad. Lo sentía palpitando en las orejas, ahogando todo ruido exterior. Estaba muy perdida en mis pensamientos. Lo único que quería era largarme de ahí lo más pronto posible, antes de que Alan terminara su llamada y vuelva a la sala.
Al abrirse las puertas del ascensor, me volví a encontrar con Lea, la arrendadora. Esta se encontraba limpiando el vestíbulo de la recepción, y seguramente yo tenía una cara de haber visto un fantasma, porque se me acercó inmediatamente a preguntarme si estaba bien. Le dije que sí. Y fue en ese preciso momento en el que mi subconsciente me pidió indagar. No me importó las palabras que le había dicho a Ysabel horas antes: "La que busca, encuentra". Y sí, yo quería encontrar una respuesta o algún otro indicio que me permitiera convencerme al cien porciento de que ya no debía seguir con Alan.
—Disculpe, solo quiero hacerle una pregunta —dije tratando de estar tranquila mientras me preparaba para oír una posible afirmación. Ella debía saber algo, ya que también vive en uno de estos apartamentos y siempre está pendiente de que sus inquilinos cumplan las reglas. Es una mujer muy exigente—. ¿Ha venido una chica en estos últimos días? Mire, lo que pasa es que hace un mes, Alan me hizo el favor de encargar por internet unos materiales a una estudiante de medicina y tengo miedo de que haya sufrido una estafa porque ya se cumplió el tiempo previsto para la entrega —miento.
Lea se tomó un momento para pensar, luego negó con la cabeza.
—No ha venido ninguna chica, solo una prima del joven Alan —respondió con una sonrisa de boca cerrada.
¿Prima?
—¿Su... prima? —pregunté, dudosa. Ella no pareció inmutarse por mis palabras.
—Sí, una chica pelirroja que siempre viene —comentó sin ningún problema.
—Oh, cierto... —Chasquee los dedos, fingiendo recordar a esa persona que ni siquiera sé quién es—. Sí la conozco. Por favor, no le diga nada a Alan sobre lo de la entrega de los materiales. Estaré volviendo en los próximos días para preguntarle. —Me despido de ella con un movimiento de mano—. Muchas gracias, que tenga buen día.
—No es nada. Usted también tenga un buen día —contestó mientras yo caminaba hacia la puerta.
¿Quién era aquella chica de la que se refirió Lea? Alan nunca me presentó a una prima pelirroja. No, nunca me presentó a nadie más que no sean sus padres. Entonces... ¿Es una amiga suya o una de sus compañeras de la universidad? ¿A ella le pertenece este arete que encontré? ¿Por qué llegaba a su apartamento?
Ya, Narel, deja de hacerte muchas preguntas.
Suelto un corto y silencioso suspiro y cierro mi bolso. Alan es un tema que había olvidado por estar enfocada en el trabajo. Aún sigo firme en mi decisión, por más que la he meditado varias veces y no, ya no quiero seguir con estos pensamientos rondando cada cierto tiempo en mi cabeza. Quien quiera que sea esa chica que lo frecuenta, es algo que solo le compete a él.
Me vuelvo hacia Estefano y me humedezco los labios antes de hablar:
—Estefano... —lo nombro y él me da una mirada rápida—. Necesito ir a otro lado. Por favor, llévame a esta dirección... —le pido, diciéndole la dirección del apartamento de Alan.
—¿Sucede algo? —pregunta con una pisca de preocupación en sus ojos que, por primera vez en todo el camino, me prestan atención.
—No. Solo quiero que me lleves a ese lugar, por favor —contesto con un tono de voz serio y él asiente.
Mentiría si dijera que me encuentro nerviosa, pero no es así. Solo estoy ansiosa por llegar y terminar con esto. Ya no quiero que Alan siga siendo parte de mi vida. No quiero que siga invadiendo mis pensamientos como un fantasma que me atormenta y me hace sentir culpable de ser yo la que siempre provoca las discusiones y él solo es una víctima más de la rutina de nuestra relación. Una relación muy corta que no va a dar para más y que al ponerle punto final, sé que me liberaré de un peso en mis hombros que vengo cargando desde hace una semana.
Cuando Estefano estaciona afuera del edificio, me quito el cinturón de seguridad y antes de abrir la puerta, me vuelvo hacia él para pedirle:
—Por favor, ¿podrías esperarme? —Le suplico con la mirada—. No tardaré mucho.
Asiente y apaga el vehículo.
—Vale, te espero.
Y sin decirle nada más, salgo de su camioneta y me encamino hacia la puerta principal.
Para mi buena suerte, Lea no se encuentra en el vestíbulo y agradezco internamente porque sé que su presencia me hubiese detenido unos segundos para saludarla. El ascensor parece que tardara horas en subir y cuando finalmente se abren sus puertas al llegar al piso 16, camino a paso rápido hasta la puerta del apartamento de Alan.
Me doy un segundo para tomar una larga bocanada de aire y suspirar. Toco el timbre y aguardo pacientemente a que abra la puerta. Sin embargo, los segundos pasan y siento que se cumple un minuto desde que toqué. Empiezo a convencerme de que no hay nadie en casa.
Ni modo, tendré que regresar luego.
Doy unos pasos, alejándome del apartamento a regañadientes, dispuesta a volver a la camioneta con Estefano, pero el sonido de la puerta al abrirse, hace que detenta mis pasos para luego girar sobre mis talones. Alan se asoma por el umbral de la puerta para ver quién ha tocado el timbre.
—Alan, qué bueno que estás aquí —expreso, regresando hacia la puerta—. No te quitaré mucho tiempo, solo vine a... —me callo al ver su apariencia.
Está descalzo, lleva puesto un pantalón gris de franela, una camisa a medio abotonar, el cabello desordenado, los labios enrojecidos y marcas de labial en la parte baja del cuello y la clavícula.
—Estoy a punto de salir, vuelve otro día. —Intenta cerrarme la puerta en la cara, pero pongo una mano para evitar que lo haga. Consigo ingresar un poco al apartamento.
—Solo será rápido —aseguro con desinterés.
—No, en serio llevo prisa. —Trata de empujarme para afuera, sin embargo, un ruido en el interior del apartamento lo detiene. Él se gira y yo ladeo un poco la cabeza para ver de qué se trata—. Mierda —masculla, fastidiado.
—Alan, ¿estás con alguien? —pregunto en un susurro.
Y antes de que él me responda, la figura de una chica se asoma con discreción por el muro que da al pasillo. Mis ojos se encuentran con los de ella y al verme, sale completamente a la sala, con una toalla enrollada en su cuerpo desnudo y una ancha sonrisa triunfante en el rostro. Esa sonrisa que recuerdo muy bien y que me transporta a unos años atrás, cuando me encontraba en la misma situación que estoy viviendo justo ahora. Es como si estuviera experimentando un déjà vu. El corazón me late de prisa, siento que la sangre se me congela en el cuerpo y mis ojos escuecen mientras se empiezan a humedecer, nublándome la visión hasta que cae la primera lágrima.
—Hola, Narel, bienvenida —me saluda ella, manteniendo esa sonrisa victoriosa en el rostro.
Bella.
No puedo creerlo.
No puedo creer que lo haya hecho otra vez.
Todos los pensamientos que tenía sobre Alan y una posible infidelidad de su parte, se acaban de confirmar. Pero lo que nunca me imaginé, lo que jamás se me hubiese pasado por la mente, es la maldita idea de que ella sea la responsable de causarme otro dolor nuevamente. Aún no logro entender por qué la vida la ha vuelto a poner en mi camino. ¿Acaso Dios y el destino planearon esto? Yo sabía que su presencia no era de buen augurio, pero aun así decidí ignorarla mientras ella ya estaba moviendo sus piezas para volver a derrumbarme. Tampoco logro explicar cómo llegó a relacionarse con Alan.
Él se vuelve hacia mí para darme explicaciones, pero mi mano viaja directamente hacia su mejilla, estampándose en ella con una sonora cachetada. Un jadeo sale de sus labios y no dudo en quedarme un segundo más para seguir espectando esta humillante escena. Avanzo a paso rápido hacia el ascensor y presiono el botón para que las puertas se cierren antes de que Alan me alcance.
Me limpio con el puño de mi blusa las lágrimas que caen por mis mejillas. Trago saliva para aliviar ese nudo que se me ha formado en la garganta, pero no lo consigo. Mis nervios me han traicionado y las manos me tiemblan como gelatina, las piernas también. Tengo demasiado miedo de no poder controlar mi cuerpo y sufrir un ataque de pánico. Las puertas del ascensor se abren y corro por el vestíbulo hacia la puerta de entrada, ignorando la presencia de Lea que me mira desconcertada cuando paso a su lado.
Lo lamento, Lea.
Salgo por la puerta y busco con la mirada la camioneta de Estefano. Él parece verme desde el interior y sale rápidamente con los ojos bien abiertos como búho, rodea el capó y corre hasta donde estoy. También camino hasta llegar a él y me abrazo a su cuerpo, dejando salir un fuerte sollozo contra su pecho.
—¿Qué ha pasado? —pregunta, nervioso, acariciando mi espalda con sus manos a modo de consuelo.
No respondo.
La respuesta llega por sí sola, cuando Alan sale por la puerta del edificio, seguido de Bella, que ahora trae puesta una camisa de mi exnovio, que le cubre hasta los muslos. Ella pestañea un par de veces al ver a mi acompañante y niega con la cabeza mientras se acerca, sin embargo, Estefano le hace un gesto para que se detenga.
—Vámonos, por favor —le pido con la voz entrecortada. Él asiente y me toma de la mano para llevarme hacia el asiento del copiloto y abrirme la puerta.
Antes de ingresar, les doy una última mirada a esas dos personas que acaban de romper mi felicidad. La sonrisa de Bella se ha esfumado ante la presencia de Estefano, y Alan ya no parece ser el hombre empoderado que hace unos días me culpaba de ser yo la mala de esta relación que acaba de terminar. Ahora se ve como un cachorro que está siendo abandonado por sus dueños en medio de la calle.
Adiós, Alan.
***
El atardecer se refleja en el agua de la piscina de los Arnez.
Le pedí a Estefano que no me llevara a casa porque mamá no iba a estar y no quiero quedarme sola llorando en mi habitación. Quedamos en que hoy, ella saldría con sus amigas mientras yo estaba en la casa de los Arnez, almorzando. Es por eso que hemos regresado a la mansión.
—Ten —me dice Estefano, ofreciéndome una lata de Coca-Cola.
—Gracias —respondo a la vez que la abro.
Él se sienta a mi lado. Regreso la mirada a la bonita piscina que tengo enfrente. Estefano me sugirió venir aquí porque es un lugar más alejado del jardín trasero y acepté porque no quiero encontrarme con Sigrid o el señor Antonio. Por suerte, es un terreno amplio, me sorprendo al darme cuenta de que la mansión es inmensa. Hasta ahora, yo solo había caminado por los pasillos de la casa y no por los exteriores.
—¿Te sientes...? —inicia Estefano con duda.
—¿Mal? —completo por él. Asiente despacio y yo suelto un suspiro—. No me siento mal en el aspecto de decepción amorosa, sino en que me siento muy humillada y avergonzada. Las cosas con Alan no iban bien y si hoy te pedí que me llevaras allí, es porque tenía planeado terminar con él. Pero solo me facilitó las cosas, él ya tenía a alguien más y yo intuí eso.
Abro mi bolso para buscar el arete y mostrárselo a Estefano.
—¿Ves este arete? —Él lo recibe entre sus dedos—. Lo encontré un día en la sala de su apartamento. Solo hizo que mis sospechas aumentaran.
Estefano mira con detenimiento la pequeña joya que está hecha de pedrerías baratas.
—Es de Bella —comenta, tratando de devolvérmelo, pero le hago una mueca para indicar que no lo quiero—. Es el mismo que usó en la fiesta de Peter.
Le doy una mirada rápida y frunzo el ceño.
—¿Bella estuvo en la fiesta de Peter? —inquiero con un notorio asombro en mi voz. Estefano asiente.
—¿No la viste? Alan estaba en un grupo con ella, junto a Christhoper y otro chico más que forman su círculo de amigos —manifiesta, confundido.
Suelto otro largo suspiro y me humedezco los labios antes de hablar:
—Hace unos años, Bella y yo éramos mejores amigas, de esas que son inseparables y se guardan secretos de todo tipo. Confié en ella y le abrí no solo las puertas de mi casa, sino también las de mi corazón y de mi familia. Mi mamá la quería mucho y la invitaba siempre a cenar y a quedarse para hacer pijamadas. Pero todo eso se acabó cuando descubrí que ella y mi novio de ese entonces, mantenían una relación a mis espaldas. Mamá los vio besándose en una cafetería cerca del barrio donde vivía él...
Estefano escucha, atento mi narración. Quizá tocar este tema ahora es como echarle limón a la herida, pero siendo sinceros, no tengo otra persona para platicar. Ysabel ya se sabe esa historia y en este momento debe estar celebrando las fiestas con su familia en Seattle y mamá debe estar pasándola bien con sus amistades. No quiero preocuparla.
—En un principio no quise creerle, pero un día Bella dejó su Facebook abierto en la computadora de mi casa y leí las conversaciones que tenía con Alexander, mi ex. No te imaginas de todo lo que hablaban y las cosas que se enviaban. —Le doy un sorbo largo a mi Coca-Cola—. Créeme que el día que la vi junto a ti mientras yo bajaba la escalera con Alan, sentí un escalofrío recorrerme por todo el cuerpo, porque sabía que su presencia solo traería cosas negativas para todos. Y mira lo que sucedió hoy.
—¿Por qué no me contaste cómo era ella? —pregunta él con pesar.
—Porque no me gusta hablar mal de las personas, Estefano —contesto, negando con la cabeza—. Eso solo demostraría que soy alguien cizañera y preferí ignorarla, aun sabiendo que iba a encontrarla seguido por aquí, ya que era amiga tuya. Y si te estoy contando todo esto, es porque sé que puedo confiar en ti.
Una sonrisa cómplice se dibuja en su rostro.
—¿Debo sentirme honrado? —pregunta con un falso gesto de preocupación. Su sonrisa me contagia, así que termino carcajeando con él—. Me agrada que ya estés sonriendo, no tolero verte triste —añade.
Intento darle una sonrisa de boca cerrada y él me levanta los pulgares.
—Sufrir por una decepción, te vuelve más fuerte. Y cuando te sucede otra vez, ya no duele como antes. Es más, me siento como si hubiese dejado una carga que no me permitía avanzar.
Estefano frunce el ceño y me da una mirada rápida.
—Sigrid dice que, si no duele, es porque no amaste de verdad —expresa y se encoge de hombros.
Le doy otro sorbo a mi lata de gaseosa.
—Nunca llegué a amar a Alan —le confieso con una sonrisa apenada—. Nunca le dije "te amo" por más que él me lo pedía. No podía decirle esa palabra a alguien con quien solo tenía tres meses. Para mí, amar es algo más fuerte y significativo. Pero ya no estoy segura de que el amor sea verdadero o reciproco en estas épocas, porque siento que solo es una etiqueta que se usa para denominar lo que hay entre dos personas... personas que a las espaldas se mienten u ocultan cosas y ante los demás se muestran como la pareja perfecta. El amor se ha convertido en un fantasma; en un alma en pena que vaga entre nosotros, tratando de encontrar a enamorados que se entreguen a este sentimiento con pasión y afecto para demostrar que aún es posible creer en él. En el amor verdadero.
Las comisuras de los labios de Estefano se curvan hacia arriba.
—Que hayas sido novia de un patán que no te valoró, no quiere decir que todos los chicos somos iguales —declara con seguridad—. Y yo creo que sí, que el amor verdadero y recíproco sí existe, pero con la persona correcta, Narel. —Posa sus ojos sobre los míos y siento que me arden un poco las mejillas. Asiento, dándole la razón a sus palabras.
Decido cambiar de tema.
—Parece que esos dos están hablando de mí ahora porque me queman las orejas —comento, llevándome los dedos hacia una de ellas y sí, está caliente.
—Y están rojas —añade Estefano.
—¿En serio? —Él asiente—. No veo la hora de que acabe el verano. No soporto el calor —admito, abanicando mi cara con mi mano.
Estefano se pone de pie y se acerca a la piscina.
—Ahora que lo mencionas, también siento calor —manifiesta mientras se desabotona la camisa. Lo miro extrañada—. Pero eso se soluciona con un buen chapuzón.
Veo cómo su camisa se desliza por sus brazos y cae en el piso de mármol. Mis ojos realizan una corta inspección por su trabajado cuerpo que ya había visto antes, cuando entré a su habitación la otra vez y él salía de darse un baño. Los músculos de su abdomen se contraen cuando se inclina para quitarse las zapatillas blancas y las medias que trae puestas.
Por un momento creo que también se va a quitar el pantalón blanco y alejo la mirada hacia otro lado, pero no, por suerte no lo hace. Se lanza a la piscina y el agua me salpica un poco, provocando una risita de mi parte. Veo que nada hasta el centro y me hace un gesto con la mano para que vaya también.
—Ven, está buena el agua —sugiere.
Niego rotundamente con la cabeza. Aunque se ve divertido, no pienso meterme en la piscina. No quiero llegar a casa toda empapada.
—No, gracias —vuelvo a negar con la cabeza y Estefano rueda los ojos, fastidiado.
—Aburrida —se burla.
Hago unas muecas graciosas, imitándolo y él se acerca, peligroso, nadando hasta el borde para salir del agua y tratar de darme un escarmiento. Pone sus manos sobre el mármol y se impulsa, pero al instante, noto que deja caer su cuerpo sobre el suelo y su rostro se contrae de dolor.
—¡Ay! ¡Calambre! ¡Calambre! —se queja y corro hacia donde está para ayudarlo.
—Tranquilo, tranquilo... —me arrodillo a su lado para extenderle la mano, sin embargo, él es más rápido y me jala del brazo hacia el agua.
Mi jodido grito se debe haber escuchado por toda la residencial.
Estefano me toma de la mano mientras nos encontramos sumergidos en el fondo y nadamos a la superficie para poder tomar aire.
—¡Mentiroso! —protesto entre risas. Risas que se unen a las suyas.
—Tenía que hacerlo, sino te hubieses perdido de esto —responde, con el pecho inflado de orgullo.
Entro en pánico al no poder respirar bien por el susto que me ha pegado. Me sostengo de sus hombros y me paso la mano por la cara para quitarme un mechón de cabello que tengo pegado en la frente. Estefano me toma de la cintura y me pega a él para llevar el resto de cabello suelto detrás de mi oreja.
—Al menos hubieses dejado que me lo sujetara con una liga —le digo, poniendo los ojos en blanco.
—No importa, déjalo ser libre. —Se encoge de hombros—. Además, te ves bien con el cabello suelto —agrega.
Llevo mis manos a su cabello y lo peino con mis dedos. Quito los pequeños mechones que se han pegado a su frente y los llevo hacia atrás. Una sonrisa de boca cerrada se forma en su rostro y me apega más a él. Siento las gotas caer desde su cabello hasta su hombro, golpeando cosquillosamente mis manos que se encuentran aferradas a su cuello.
De pronto, ambos damos un respingo cuando el sonido de los fuegos artificiales en el cielo nos toma por sorpresa. Reímos por nuestra reacción. Había olvidado que en el centro de la ciudad se iba a llevar a cabo este espectáculo por el Día de la Independencia.
Nuestras pieles se iluminan, pintándose de colores mientras miramos al cielo, expectantes, sonrientes y encantados por el momento que estamos viviendo. Nuestras miradas coinciden bajo las luces de la piscina y de los fuegos artificiales. Podría decir que este momento es lo mejor que me ha podido suceder en la semana. Pienso que, si hubiese estado sola en casa, me habría perdido de esto. Sin duda Estefano se ha encargado de arreglar y mejorar este día.
—Feliz 4 de julio, Narel —dice sin despegar sus ojos de los míos.
Formo una media luna con los labios antes de responder:
—Feliz 4 de julio, Estefano.
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