Capítulo 9: Aterradora contemplación
No podía creerlo. No era real.
—No... —susurré con impresión— No puede ser, esto no está pasando, es solo un sueño como cualquier otro —continuaba murmurando sin cesar, tratando de convencerme a mí misma de ese hecho. Mis manos comenzaron a temblar y sentí mi cuerpo entero recibir una sacudida por la conmoción. Negaba repetidamente, tratando de negar lo que mis ojos estaban viendo, pero mis emociones me traicionaron y comenzaron a salir un centenar de lágrimas por mis ojos—. ¡Esto no es real maldita sea!
Me acerqué lentamente al cadáver, sin importarme pisar los cuerpos sin vida de las demás personas. Ahora lo único que mis ojos podían ver era aquel cuerpo desangrado y descolorido que se hallaba en el centro de la habitación.
Lo único que podía contemplar, era su cuerpo.
Sus hermosos ojos verdes llenos de luz se encontraban apagados, mientras que aquella sonrisa que él siempre solía tener en el rostro ahora mismo se encontraba convertida en una fina línea recta. Me dejé caer de rodillas frente a su cuerpo inmóvil y rompí en llanto de nuevo. Su sangre teñía las baldosas blancas y brillantes que adornaban el piso, mientras que su mano derecha se cerraba en un puño fuertemente contra su pecho, justo sobre su corazón. Su dulce rostro se fruncía con furia, con una expresión que indicaba molestia, dando a entender que estaba enojado con lo que sea que haya visto antes de morir.
—Oh, Matt... —sollocé con dolor mientras extendía mi mano y rozaba suavemente mis nudillos contra su rostro, que ahora se encontraba frío, sin ningún rastro de aquel cálido calor y felicidad que él emanaba con su simple toque. Dos gruesas lágrimas rodaron por mis mejillas. Dejé caer mi cabeza sobre su cuerpo, justo debajo de donde su mano se encontraba.
No había respiración, no había latidos, no había nada.
Él realmente estaba muerto.
Lloré desconsoladamente rogando que esta tortura se acabara, mi mente parecía jugarme una mala pasada, y me obligaba a recordar todos los buenos momentos que viví junto a él como algo triste, todo lo malo por lo que él y yo habíamos pasado, aquella gran unión que hemos tenido desde el día en que nació.
Todo se sentía muy real, a pesar de ser un sueño.
Luego, algo extraño llamó mi atención, deteniendo todo lamento que en ese momento ocupaba mi mente. Un pedazo de papel se asomaba por el borde de la mano de Matthew, que se cerraba en un puño apretado sobre él, como si lo que tuviera en sus manos fuera lo más importante del mundo y debiera sí o sí cuidarlo con todas sus fuerzas. Elevé mi mano sobre la suya y quité lentamente el trozo de papel. Lo abrí frente a mí y leí en voz baja lo que el papel revelaba:
«La respuesta a tu pregunta, es Jayden C.» Decía aquel papel con letra cursiva y elegante.
Es la letra de Matthew... ¿De qué pregunta habla?
Parecía que la nota seguía, pero esa parte del papel estaba rota, dejando ver solamente el comienzo de una letra, que por más que intente descubrir cuál era, se me hacía imposible llegar a hacerlo. Doblé el papel con delicadeza por la mitad y lo guardé en el bolsillo de mi pantalón, teniendo cuidado de no perderlo. Me levanté lentamente y observé a mi alrededor, mirando con miedo los demás cuerpos que se encontraban acumulados rodeando a Matthew, formando un círculo humano alrededor de él. La imagen era escalofriante, y ninguno de los rostros de los cuerpos que se encontraban rodeándolo lograba reconocerlo. Para mi, todas aquellas personas eran desconocidas. Excepto mi hermano, claro.
— ¿Esto es lo que querían mostrarme? —pregunto en voz alta, esperando a que alguno de ellos me respondiera. Pero al notar que ninguno pensaba responderme seguí hablando— ¿Por qué querían que viera esto?
—Para ayudarte —respondió una voz detrás de mi—. Debes considerarte muy afortunada por obtener nuestra ayuda. Muchos morirían por conseguir nuestro poder, todos nosotros corremos un gran peligro al traerte nuestra sabiduría y apoyarte con nuestra pequeña ayuda en tu camino a la libertad.
— ¿Libertad? ¿Poder? ¿De qué hablas? —pregunté.
—Hablo de tu camino en busca de la libertad de Nixard, la era de la lucha por el poder —concretó con una determinación y dureza aterradora. Asentí casi automáticamente, todo esto de mi deber, y la confianza que tienen conmigo en que lo lograré, me hace sentir cada vez más presionada. Siento que mientras más hablan sobre el tema y agrandan la responsabilidad, más peso tengo sobre mis hombros, y más encerrada me siento. Moví mi cabeza levemente, sacudiendo esos pensamientos lejos de mí, tratando de sacarlos de mi mente. Abrí mis ojos, tratando de verlo completamente, pero la oscuridad que lo envolvía me dificultaba la acción.
— «Muchos morirían por conseguir nuestro poder» —repetí en voz alta— ¿De qué poder hablas? ¿Cuál es ése poder que ustedes poseen? —pude vislumbrar, a pesar de no poder verlo, que sonrió burlonamente antes de responder.
—Ya lo descubrirás... —murmuró ladinamente antes de que todo se volviera negro de nuevo, siendo sus gigantes ojos rojos lo último que veo antes de despertar.
Solté una exclamación y abrí los ojos de par en par, respirando agitadamente. Miré a mi lado a Matthew, abriendo lenta y pesadamente sus ojos por el brusco movimiento.
—Idara, ¿Estás...? —comenzó mi hermano con voz adormilada pero mi murmullo de alivio lo detuvo.
—Matt, estás vivo —susurré con una inmensa alegría inundando todo mi ser. Él me observó confundido por lo que había dicho.
—Claro que no, estoy muerto pero con los ojos abiertos —repone él con burla. La rubia y Lyan se ríen de su chiste mientras lo observo indignada.
Yo toda preocupada y él encima me bromea en momentos como estos...
—Bueno ya, ¿Por qué no lo estaría?
«Él no sabe porqué lo dijiste, tonta. Date cuenta, mujer» Repone mi subconsciente justo después de que Matt preguntara aquello con confusión y es ahí cuando me doy cuenta de ese pequeñísimo detalle.
—P-por nada —murmuré afligida. Suspiré con cansancio y volví a recostarme sobre el asiento con pesadez. Matt entrecerró sus ojos y me observó sospechosamente, pero al cabo de un rato se dio por vencido y miró hacia otro lado, pensativo.
Pasaron los minutos y el silencio dentro del anticuado vehículo parecía hacerse eterno. Nadie decía ni se atrevía a decir algo. Lyan nos observó a todos mientras iba manejando tranquilamente por la solitaria avenida. Se detuvo de pronto en mi persona, observándome a través del espejo retrovisor del auto. Entrecerró sus ojos, contemplándome con inminente atención. De pronto, algo cambió en su mirada, ya no me observaba con curiosidad o indecisión, su mirada se había vuelto dura, amargada y fría. Me miraba con disgusto, casi con rencor. Luego parpadeó sorprendido y volvió la vista al frente.
¿Qué fue eso? ¿Por qué sentí odio en su mirada?
Decidí no darle importancia y observar por la ventana.
Quizás fue solo mi imaginación...
—Llegamos —anuncia Lyan.
—Muy bien. En marcha, entonces —dictaminé yo con rudeza. Todos asintieron y bajamos del vehículo.
No te tenía ni idea de todo lo que me esperaba...
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro