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Capítulo 8: La aventura comienza

— ¿Estás listo, Matt? —pregunto con hastío por enésima vez. 

¿Por qué tarda tanto?

— ¡Ya voy! —vuelve a gritar él. Suspiro impaciente. Al rato aparece con una mochila en la espalda y con una gigante sonrisa— ¿Por qué tanto apuro? ¿Estás emocionada? —lo miro con mala cara.

— ¿Qué estabas haciendo? —pregunto molesta evadiendo sus preguntas.

—Tranquila, solo... estaba arreglando algunas cosas —susurra sospechosamente. Lo observo con una ceja enarcada— ¿Vamos? —pregunta emocionado. Sigo mirándolo acusatoriamente hasta que me rindo y asiento. 

Ambos bajamos por las escaleras del pasillo hasta llegar a la puerta. Miro dudosa el picaporte, temiendo que lo que estemos a punto de hacer tenga graves consecuencias. Me giro hacia mi hermano antes de abrir la puerta.

—Matthew, necesito que me escuches...

—Fuerte y claro, capitana —responde de repente interrumpiéndome, algo muy común en él. Lo miro severa dándole a entender que hablo en serio y él eleva una mano para pasarla sobre su boca como si estuviera cerrándola con un cierre. Ruedo los ojos divertida y continúo.

—No sabemos lo que habrá allá, tenemos que ser muy cuidadosos, así que ante cualquier indicio de peligro; corres. ¿Entendido? —él rueda los ojos pero al notar que no es broma lo que le digo, asiente desganado.

—Deja de preocuparte, ¿Podemos irnos ya? —pide insistente mientras hace un ridículo puchero.

— ¿Por qué quieres ir? —pregunto interesada en su respuesta. Él habla tan rápido al responder que a duras penas le entiendo.

—Porque quiero faltar al colegio —dice a la velocidad de un rayo sin que se le entienda nada.

— ¿Porque qué? —cuestiono confundida.

—Porque no podría dejar sola a mi querida hermanita... —murmura él con una deslumbrante sonrisa.

Sospecho que eso no fue lo que dijo...

(...)

—Por fin llegaste... —bramo con impaciencia cuando Lyan llega hasta nosotros.

Él me sonríe apenado disculpándose con la mirada.

—Llegamos —corrige con voz aguda la misma rubia que me tiró su café sobre mi remera aquella vez en la cafetería—. Cuanto tiempo sin vernos... —dice con falsa alegría al tenerme en frente de nuevo.

—El sentimiento es mutuo —murmuro en voz baja y ella parece no escucharme. Mi hermano a mi lado finge toser para disfrazar su sonrisa. Luego dirijo mi vista a Lyan. 

«¿Tenías que traerla?» pregunto en su dirección con molestia.

—Sé leer labios querida, puedo ser forra pero no estúpida.

Bien por ella, supongo. Pienso encogiéndome de hombros.

Vuelvo a mirar a Lyan esperando una respuesta. Él nos observa preocupado a ambas y luego se detiene cuando nuestras miradas chocan.

—Ella también es de Nixard.

— ¿Ella qué? —pregunto sorprendida— ¿En serio...?

¡¿En serio me estás diciendo que tendré que aguantarla por el resto del viaje?! 

Termino la frase en mi cabeza y Lyan asiente.

¡Me lleva la...!

— ¿Quién es ella? —interroga Matthew deteniendo mis pensamientos. Ella le sonríe amablemente.

Puf claro, como si lo fuera... Ironizo en mi mente.

—Mi nombre es Aldana Roberts, pero puedes decirme Ana si prefieres, ¿Y el tuyo? 

—Matthew —contesta él devolviéndole la sonrisa. 

—Lindo nombre, Matthew —contesta ella con cortesía. Luego vuelve a erguirse y le dedico una mirada asesina. Ella no se queda atrás y me mira irritada.

Luego todo vuelve a estar en silencio y nos miramos las caras entre sí sin saber qué decir. Sí, en un incómodo y largo silencio. Y de no ser por Lyan —que se encontraba aparentemente intranquilo por nuestro juego de miradas entre la rubia y yo—, todo hubiera seguido igual.

—Muy bien, ya que todos nos presentamos creo que deberíamos ir yendo, ¿No creen? —pregunta él para romper el hielo para luego reír nerviosamente. Todos asentimos de acuerdo y lo seguimos a donde sea que tengamos que ir— Bueno, el portal para volver a nuestra realidad se encuentra en una mansión abandonada... —explica brevemente— qué bonito... —ironiza luego de unos segundos en un murmullo. 

Lo seguimos hasta llegar a un auto azul viejo de esos que suelen tener los mayores de hace setecientos años. Tiene partes oxidadas e incluso varias abolladuras en el costado y en el frente. Lyan lo observa como si fuera la cosa más linda del mundo y con una exagerada emoción mientras yo y los demás lo miramos con hastío.

—Aquí está mi hermoso Torino —dice con una boba sonrisa en el rostro— ¿No es una belleza? —nos pregunta luego mirándonos a nosotros uno por uno. Lo observo con una ceja arqueada. Él rueda los ojos y me mira molesto— Está bien, no es el mejor auto del mundo, pero es el que podía comprar cuando llegamos aquí —aclara Lyan con fastidio.

—Bueno, basta de charla, vámonos —refunfuñó la rubia. Rodé los ojos con visible molestia por su innecesaria compañía y la seguimos hasta el auto en silencio. Todos nos subimos en él y Lyan pone en marcha el vejestorio de auto que compró. 

— ¿Qué tan lejos queda el lugar ese? —pregunto con sueño, lanzando un bostezo al terminar la pregunta. Los asientos del auto, a pesar de tener muchísimos años encima, son muy suaves y cómodos. 

—Pueden dormir si quieren, faltan como dos horas —replicó Lyan con tranquilidad. 

No sé si lo mejor sea dormir, aún no puedo confiar del todo en ellos...

Matthew, al notar mi incomodidad, me sonríe y me abraza de costado.

—Tranquila, vamos a estar bien, podemos confiar en ellos —me asegura él en susurros con mirada inocente. Finjo estar de acuerdo con él y cierro los ojos. Por una pequeña ranura que me deja observarlo —sin ser descubierta de que en realidad tengo los ojos medianamente abiertos—, lo veo sonreír y formarse en él esos pequeños hoyuelos adorables que suele tener siempre cada vez que sonríe genuinamente. Luego bosteza también al igual que yo antes, y recuesta su cabeza sobre mi hombro. Al cabo de un rato, vuelvo a abrir los ojos y paso mi mano izquierda con lentitud de arriba abajo por encima de su rostro, verificando que en serio estuviera dormido.

— ¿No piensas dormir, Nix? —me pregunta con desprecio Aldana, nombrando la última palabra con descontento. Le sonrío con suficiencia.

— ¿Acaso te molesta que yo sea Nix y tu no, Aldana? —le digo bromeando, tratando de sacarla de quicio. Ella suspira y rueda los ojos.

—Me molesta que esté en el mismo auto que tu —reclama ella con fastidio, y luego de unos segundos agrega:—. Y si, también me jode la vida que una niñata como tu sea Nix.

— ¿Una niñata? ¿Yo? —pregunto sin creerme lo que ésta loca me está diciendo— Disculpa, pero... ¿Quién fue la que me tiró el café encima por estar celosa de su novio? 

— ¿Novio? —salta entonces Lyan, metiéndose en la conversación.

—Si, ella me dejó muy en claro que...

—Que fue un accidente, yo no quise tirarle el café... —me interrumpe ella, sin que pueda terminar la frase, mientras observa a Lyan con una sonrisa nerviosa. La miro molesta.

¿Y ahora qué mosca le picó?

—No, esperen, retrocedamos un poco. ¿De qué novio están hablando?

— ¡De ti, Lyan! ¿De quién más? —le grito yo tratando de esquivar la mano de la rubia que trata de cubrirme la boca para que me calle.

— ¿Yo? ¿Tu novio? —le pregunta él desconcertado a Aldana. Ella se ruboriza y pone cara de ofendida— Idara, ella y yo somos solo amigos, —aclara Lyan luego de observar molesto por varios minutos a la rubia loca. Esa mentirosa víbora... ¡Se atrevió a mentirme! Ya se las verá conmigo... Pienso enojada mirándola con furia. Mi rostro y mi expresión reflejaban todo el disgusto que sentía por la situación. Pero luego, inevitablemente una sonrisa surcó mi rostro cuando volvió a hablar Lyan, aclarando algo ya aclarado:— estoy más que solterísimo —agrega insinuante. Aclaro mi garganta para no reírme.

—Bueno, creo que lo último no hacía falta aclararlo —le comento yo en broma y él se ruboriza viéndose totalmente adorable.

—Lo siento... —se disculpa Lyan luego de unos segundos.

Me la paso el resto del viaje admirando el campo y el cielo despejado por la ventana. Según Lyan, la mansión abandonada a la que debemos ir, solo los Nixardianos pueden verla, y se encuentra en medio de la nada. 

Genial Pienso con cansancio. 

No sé si podré aguantar sin dormir por un tiempo más, mis párpados me están traicionando y se están cerrando lentamente.

Y sin poder evitarlo, me dejo vencer y me quedo dormida.

(...)

Despierto acostada sobre una cama que no es la mía, dentro de una casa que no conozco. Abro los ojos despacio, entrecerrándolos; tratando de acostumbrarme a las luces rojas que me apuntan a éstos. 

— ¿Qué es...? —pregunto confundida cuando una voz extraña y grave me interrumpe.

—No cruces esa puerta, Idara, no lo hagas —aquella luz roja no me dejaba ver nada, pero cuando mi vista por fin se acostumbra, puedo observar un par de ojos rojos en medio de toda la oscuridad, en el rincón más lejano de la habitación. Mi cuerpo comienza a levantarse por sí solo, sin que yo tenga control sobre mis movimientos. Lentamente me pongo en pie, caminando en dirección a una puerta de madera antigua, con mucha suciedad y grietas, que la hacían ver aún más vieja. 

Trato de detenerme, pero por más que intente mi cuerpo no responde. Mis ojos eran los únicos que podía mover por voluntad propia con libertad para poder observar los alrededores de donde me encontraba. 

Más ojos rojos comenzaron a aparecer en los lugares más recónditos y oscuros de la habitación. No podía apreciar sus formas, sus cuerpos o caras, pero algo muy en el fondo en mi interior me decía que no eran humanos. O siquiera estaban vivos.

—No lo hagas, te arrepentirás —repetían las voces una y otra vez, junto con un sin fin de frases advirtiéndome que lo que sea que encontraré detrás de esa puerta no será bueno. Trato de formular alguna palabra pero parece como si mi voz hubiera desaparecido. A pasos lentos y desequilibrados me aproximo a la puerta de la que me advierten aquellos seres extraños. 

— ¿Q-qué es...? ¿Qué es lo que hay ahí? —logro preguntar entre tartamudeos. Mi voz se escuchaba lejana también, como una súplica temblorosa en otra parte de la casa. Uno de los seres con ojos rojos dejó ver ante mí su brazo. Extendió un brazo lleno de un polvo negro que asemejaba la azúcar negra. 

No... no es polvo. 

—Mi brazo está hecho de cenizas —aclaró con voz espeluznante—. ¿Eres Nix, no es cierto?

—S-sí. Eso dicen —respondo con miedo— ¿Quiénes son ustedes? —le pregunto teniendo un mal presentimiento.

—Nos llaman los "Cinis Propheticorum" —respondió él con voz sombría.

¿Qué nombre es ese? No le entendí nada.

— ¿Q-qué quieren de mi? —pregunté con desconfianza. Su brazo de ceniza se extendió por completo hasta abrir su mano y señalar con uno de sus dedos la puerta que permanecía a tan solo unos pasos de mi.

—Ya lo descubrirás.

Sin previo aviso, mi cuerpo volvió a impulsarme a la puerta, mientras la mano de aquel ser inhumano desaparecía de nuevo en la oscuridad. Mi mano, temblorosa por mis intentos de tratar de controlarla, se posó sobre la madera de la sucia puerta, y a penas con un pequeño empujón, la entrada se abrió de par en par. 

Y jamás en la vida, me habría preparado para lo que me encontré detrás de ésta...

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