Capítulo 5: Fuertes confesiones
Suspiro agotada cuando la cafetería en la que trabajo se va vaciando lentamente. Hoy fue realmente un día cansador, vinieron muchas personas y varias de ellas no sabían cómo mantener quietos a sus hijos. Cierro mis ojos un momento.
Pero al cerrarlos, no es negro lo que veo...
Una visión me ciega por unos momentos. Observo frente a mi una película en cámara lenta. Una madre le está gritando a su hijo amenazándolo de dejarlo en la calle si sigue llorando por cualquier cosa. El niño mueve su brazo asustado para cubrirse el rostro, pero cuando lo hace, su pequeño brazo choca con un plato y éste cae al piso rompiéndose en miles de pedazos. Veo como el plato lentamente cae de la mesa, dando vueltas en el aire hasta dar con el piso. El sonar de la cerámica chocando contra el piso quebrándose en muchos pedazos —y algunos muy filosos— me provoca un escalofrío. Grito cuando el niño con toda buena intención baja sus dulces manos para tomar los trozos y levantarlos. Pero al hacer contacto sus dedos con la peligrosa cerámica, éstos se cortan y comienza a salir mucha sangre de ellos.
Suspiro nuevamente al regresar a la realidad y al rato escuchar el ruido del plato chocar contra el piso del lugar.
— ¡Espera! ¡Yo lo junto! —grito yo para luego volver a abrir mis ojos. La mano del mismo niño de mi visión se frena a medio camino de agarrar la cerámica esparcida por el suelo y arreglar su desastre— No te preocupes, yo lo hago —digo ya más bajo y un poco más calmada. Me acerco a pasos cuidadosos a la mesa. Me agacho a la altura del niño y le sonrío para luego comenzar a levantar los trozos.
— ¡Siempre haciendo mierdas y más mierdas, Thomas! —grita su madre y los ojos del pobre chico se cristalizan mientras me observa levantar los restos. Él ignora a su madre deliberadamente y dirige su atención a mi.
— ¿Segura que no quieres que te ayude? —me pregunta en un susurro. Yo niego pausadamente y él asiente levemente en respuesta.
— ¡Thomas! ¡Mírame! ¡¿Y ahora quién mierda pagará esto?! ¡¿Lo harás tú, inútil?! —grita de nuevo su madre.
Esta mujer me está sacando de quicio, ¡¿Cómo se atreve a hablarle así?! ¡Es solo un niño, maldita sea!
Varias lágrimas caen por sus mejillas mientras mantiene la cabeza gacha sin mirar a su madre. La desquiciada al ver que el niño no responde se levanta de la silla y se acerca a él peligrosamente. Yo juego con los restos de cerámica como si fueran entretenidos estando lo más cerca posible de él. Pero luego...
Dos segundos, fueron tan solo dos segundos los que tardé en ver la mano de la madre ir a parar a la mejilla llena de lágrimas de su hijo. Fueron tan solo dos segundos los que tarde en levantarme y frenar su brazo tomándolo por la muñeca.
La cara de la señora era todo un cuadro. Pasó de la incredulidad a la completa furia.
—Disculpe señora, pero no se le pega a un niño frente a mi y menos si él no tiene posibilidad de defenderse contra alguien como usted —rezongo yo hecha una furia. La señora completamente fuera de sí, levanta su puño en el aire y apunta a mi cara temblando de la furia. ¡¿Pero quién mierda se cree que es?! Rápidamente la tomo desprevenida y doblo su brazo por detrás de su espalda, siéndole imposible pegarme desde esa posición— ¡Pero por favor! ¡No se permite la violencia en esta cafetería! —ella ignorando mi advertencia se mueve intentando safarse de mi agarre. Su hijo observa la escena sorprendido. Más bien me observa a mi— ¡Deje de forcejear o llamaré a la policía! —ella para de repente y traga en seco. Cuando ella se encuentra más tranquila, la suelto lentamente. Pero me quedo muy sorprendida y totalmente de piedra cuando ella corre hacia la salida y sale por ésta huyendo. Vuelvo a mirar al niño que se encontraba observando todo con asombro. El chico corre a mí y me abraza sorprendiéndome aún más.
— ¡Gracias, muchas gracias! —dice él sonriente contra mi estómago— Ya era hora de que se vaya esa maldita niñera que contrató mi madre —soltó luego de dejar de abrazarme y mirarme a los ojos con real entusiasmo.
— ¿Esa no era tu madre? —pregunto yo sin creerlo. Él niega lentamente.
Al rato, luego de llamar a su verdadera madre, ella llega completamente desesperada buscando a su hijo. Cuando lo ve, corre a abrazarlo con fuerza. Luego se lo lleva retándolo por no decirle que esa niñera le pegaba y lo trataba mal.
Que familia más rara..
«Mira quién habla» Responde mi subconsciente.
(...)
Estoy a punto de salir de la cafetería cuando alguien me detiene por un brazo. Al darme la vuelta veo a mi compañero mirándome un tanto nervioso.
—Tengo que hablar contigo de algo... —confiesa con las mejillas acaloradas. Él, además de ser mi compañero de trabajo, es uno de mis mejores amigos. El único en realidad— ¿Puedo acompañarte hasta tu casa? —pregunta de manera tímida. Yo asiento afligida.
No creo que me guste el rumbo que tomará esa conversación...
Caminamos en completo silencio por las largas e interminables calles de New York. Suspiro abatida por la incomodidad del momento. Cuando estamos casi llegando a mi casa me decido por hablar ya que él parece no querer hacerlo.
— ¿Qué sucede, quejoso? —digo llamándolo por el usual apodo que solía utilizar con él cuando apenas empecé a trabajar en la cafetería por lo mucho que se quejaba de todo.
—Ara... yo... —él imita mi gesto y me llama por ese odioso apodo con el que solía molestarme— Hace tiempo que me he sentido extraño contigo. Nos conocemos hace años, cada uno sabe todo del otro, —casi todo. Contesta por inercia mi mente— últimamente he sentido cosas diferentes por ti... ya sabes... —dice él con una mueca extraña comenzando a mover las manos un poco nervioso. Luego suspira resignado y sin mucho esfuerzo vuelve a frenarme por el brazo. Tan solo faltaba una cuadra para llegar a mi casa— Idara...
— ¿Si? —pregunto temerosa. Él me toma las manos y sus ojos azul índigo me miran fijamente antes de soltarlo.
—Estoy enamorado de ti, Idara—lo que temía—. Quiero que seamos algo más que solo amigos, ya me cansé de tenerte al lado y no poder tomarte la mano como un novio tuyo lo haría, o siquiera besar tus tentadores labios... —antes de que siga hablando poso mi dedo índice en su boca para que pare su continuo parloteo.
—Estoy muy halagada y la verdad que lo esperaba. Te he notado un poco raro cuando estabas conmigo así que ya lo supuse —y aquí viene el pero que le romperá el corazón—. Pero no siento lo mismo. Lo siento mucho —digo lo último con verdadero pesar. Él me mira tristemente y asiente afligido. Al darme la vuelta, choco con algo duro y firme que realmente no me esperaba. Abro los ojos sorprendida y me encuentro con un chico un poco más alto que yo con una capucha que le tapaba la mitad de la cara. Lo único que alcanzaba a ver eran sus labios carnosos y su mentón con facciones muy marcadas. Esperen, reconozco ese rostro...
—Te dije que nos viéramos en Middagh Street, ¿Por qué no has ido? —preguntó con la misma voz grave que la última vez que me habló.
— ¿Lyan? —pregunto yo sorprendida. Él suspira y se quita la capucha que cubría su rostro. Su cara está pálida y lleva grandes ojeras debajo de los ojos. Se ve muy cansado. Él levanta la vista y observa al chico con el corazón roto que se encuentra atrás mío. Frunce el ceño un poco molesto.
— ¿Quién eres tu? —le pregunta y mi amigo solo niega lentamente antes de responder con brusquedad y algo de diversión.
—Ella me dice quejoso. Pero mi verdadero nombre es Taylor Webster. ¿Y tu?
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¡¡¡WOW!!! Tenía tantas ganas de llegar a este capítulo. ¿Algunos aquí ya lo conocen, no? JAJAJA ¡SORPRESA! Si señores, es uno de los personajes principales de Mondostrano. Espero que les haya gustado el capítulo.
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