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Capítulo 4: El recuerdo

— ¿Ya has terminado? —le pregunto a Matthew refiriéndome a su comida. Él asiente un poco distraído— ¿Qué tienes? —Matt levanta la vista y me mira asustado. Abre y cierra la boca dudando de si decir algo o no— Vamos... dime -le indico yo.

—Es que... —suspira dubitativo— ¿Cómo te has hecho la herida? —pregunta en un hilo de voz y me sorprendo por la pregunta repentina.

—Ah pues... —miro hacia todos lados en busca de algo creíble— ¡Fue el gato! —digo con voz más fuerte de lo normal y dejo salir una pequeña risa nerviosa. De nuevo la misma excusa estúpida ¿No podías pensar en algo mejor? Me recrimina mi subconsciente.

—No tenemos gato —contesta inmediatamente. Vuelvo a soltar otra risa nerviosa sintiéndome estúpida— ¿Es él, no? —su mera mención causa un escalofrío en mi. Desvío la vista sin querer responderle. Él toma mi silencio como un sí y continúa hablando— ¡Idara! ¿Entiendes lo que eso significa? ¡Tocaste a uno de los...!

—Nuestros. Sí, lo sé Matt —le respondo interrumpiéndolo.

— ¿Qué te ha dicho? ¿Has hablado con él? ¿Qué hace aquí?

—Wow Matt, son muchas preguntas, espera un poco. Cálmate —le pido yo suavemente—. No sé qué haga acá pero él no tiene nada que ver con nosotros. No volveremos a allá ¿Lo sabes, no? —él baja la cabeza cabizbajo y asiente con desgana. Yo dejo la conversación ahí y procedo a limpiar los platos.

(...)

Me encuentro en el duro pasto de nuevo. Levanto la vista mirando hacia arriba. El cielo se encuentra todo rojo, como si alguien hubiera tirado un balde de sangre en él. Me doy la vuelta rápidamente cuando escucho un grito detrás mío. Al darme la vuelta, una mujer vestida de blanco y completamente lastimada se acerca a mí con los brazos estirados. Retrocedo al ver su horrible aspecto. Sus brazos están heridos y cortados, y de su boca y ojos comienza a salir mucha sangre tiñendo su hermoso vestido de un rojo escarlata. Ella cae de rodillas al piso y gira su cabeza en mi dirección. Observo con miedo como la sangre es tanta que comienza a llenar todo el prado a subir como si de un río se tratase. Empiezo a correr hacia el otro lado observando como el líquido escarlata se acerca cada vez más a mi. Grito cuando la sangre atrapa mis pies y me deja pegada al piso sin escapatoria. El río de sangre comienza a subir hasta cubrirme la cadera. Siento lo frío que está y lo feo que se siente tenerlo en mi cuerpo. Un recuerdo inevitablemente azota mi mente.

"— ¡No! ¡Mamá, tenemos que regresar! ¡Papá sigue ahí todavía! grito desesperada tratando de que entienda a lo que me refiero. Ella niega y sigue llevándome al ascensor con lágrimas rodando por sus mejillas. Observo como lentamente la sangre comienza a pasar por debajo de la puerta ¡No! ¡Papá! vuelvo a gritar más desesperada que antes, trato como puedo de correr hacia ahí. Me safo del agarre de mi madre y antes de que ella pueda agarrarme de nuevo, me arrodillo a la altura del cerrojo y observo qué es lo que pasa a través de ahí. Mala idea... ahora la visión de ese recuerdo me atormenta todos los días: mi padre tirado en el piso con los ojos dados vuelta, cubierto de sangre de los pies hasta la cabeza... y él... él estaba ahí, desgarrando sus entrañas, saboreando su débil cuerpo mientras el piso se llenaba de su sangre y se formaba un gran charco que llegaba hasta la puerta y mojaba mis pequeños zapatos. Mi madre volvió a agarrarme a la fuerza sin tardar más tiempo y me sacó de ahí lo más pronto posible. Yo solo podía observar la puerta mientras nos íbamos de ahí, del lugar donde nací, para dejar nuestra vida atrás y abandonar ese lugar para siempre..."

Un agarre en mi muñeca me despierta de mi trance. Él se encuentra frente a mi, sosteniendo mi muñeca, clavando sus uñas ahí. Ese sucio demonio quiere que recuerde, que me destruya, pero no pienso caerme por más que mi pasado me atormente.

 ¿Lo recuerdas, no? pregunta sonriéndome Fue tan lindo verte tratar de corretear lejos de mi, lástima que siempre pude estar cerca estés donde estés dice para luego reír. Yo comienzo a negar y lágrimas de dolor caen por mis mejillas, por más que intente, es inevitable que no me duela su recuerdo. Y él lo sabe perfectamente...

Un sudor frío baja por mi frente hasta llegar a mi espalda.

Si vuelves, te destruiré y no tendré piedad

Grito abriendo los ojos y sentándome de golpe en la cama. Mi respiración está acelerada al igual que mi corazón que lo escucho en cada parte de mi cuerpo. Subo mis rodillas y las pongo contra mi pecho mientras comienzo a mecerme de atrás hacia delante. Mis ojos comienzan a picar y en cuestión de segundos ya me encuentro llorando. Abro los ojos sorprendida al sentir un líquido espeso bajar por mi brazo izquierdo.

— ¡Mierda! —susurro desesperada levantándome para ir a buscar unas vendas. Entro al baño y busco en el botiquín de primeros auxilios. Cuando la encuentro, desinfecto el largo corte que se encuentra en mi antebrazo y comienzo a vendarlo lentamente. Cuando por fin termino, suspiro aliviada y agotada al mismo tiempo. Me apoyo contra la pared cansada.

Tengo que sobrevivir, tengo que hacerlo por Matthew...

De pronto, mi celular comienza a sonar y abro los ojos con pesadez. Lentamente me acerco a él y observo la pantalla para saber de quién se trata.

"Número desconocido"

Que extraño... Pienso con curiosidad. Atiendo distraídamente y espero a que el que se encuentre del otro lado hable primero.

—Hola... —la voz se escucha un poco distorsionada así que no puedo identificar si es de alguien que conozco o si es de un hombre o de una mujer. El hecho de no poder saber al menos eso y el tono con el que me saludó me puso la piel de gallina. Esto no me inspira nada bueno...

— ¿Quién eres? —le interrogué dudosa de si hablar o no.

—Soy la respuesta a todas tus preguntas —bufé y rodé los ojos aunque él o ella no pudiera verme.

—Me dices ya mismo quién eres o cuelgo en este maldito instante —contesto fríamente.

— ¡No! ¡Espera! Soy... —al callarse y no contestar, comienzo a impacientarme.

— ¿Y bien?

—No importa quién sea Idara, solo escúchame —Oh genial, ya sabe mi nombre... Pienso sarcásticamente—. Encontrémonos mañana en la calle Middagh Street a las cinco de la tarde. Ahí te explicaré todo.

— ¿Y qué te hace pensar que voy a ir?

—Si no vienes, iré yo a buscarte.

Estaba preparada para contestarle que eso jamás dejaría que pasara pero me cortó la llamada. Alejé mi teléfono de mi oído y miré molesta la pantalla. Pero de la nada, mi teléfono comenzó a colapsar sin parar, sacudiéndose para todos lados, tildando la pantalla y entrando y saliendo de distintas aplicaciones hasta que se detuvo en una.

— ¿La de mensajes? ¿Acaso tratas de decirme algo, teléfono? —pregunté con sorna. Pero de pronto quité mi sonrisa de la cara y miré asustada al pequeño dispositivo— ¿Qué...? —al instante volví a callarme y tragué en seco.

¿Qué mierda...?

En la mismísima aplicación de mensajes, comenzaron a escribirse palabras por sí solas. Letra por letra, el mensaje cada vez se hacía más claro:

"Recuerda, en la calle Middagh Street a las cinco p.m. O si no, les diré a todos quién eres."

A los minutos de haber leído el mensaje y salir de mi trance comencé a alterarme.

Quién soy...

Nadie puede saber eso.


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