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9. El postre antes del plato principal

La cita con Federico fue mejor de lo esperado. Pienso una y otra vez en todo lo que hablamos; esa chispa que alguna vez tuvimos, se volvió a encender en cuestión de segundos; esa química que teníamos para hablar de un sinfín de cosas, regresó a nosotros, como si nunca se hubiera ido.

Mantuve una sonrisa dibujada toda la noche hasta que me fui a dormir. Me envolvía un calor conocido a la altura del pecho, una sensación que no podría describir, pero se sentía como si el corazón estuviese a punto de salir de su sitio.

No dejaba de pensar en él y sentía que eso era algo nuevo en mí. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que me sentí de esta forma.

«Como una chica enamorada» dice una voz dentro de mi mente. ¿Acaso eso puede ser real? Soy una mujer ocupada que no tiene tiempo ni para pensar en ella misma... pero, aquí estoy, pensando en la cita con Federico una y otra vez.

Sofía va mejorando con los días, si sigue tomando sus medicamentos y continúa con los cuidados sugeridos por el médico, para el lunes estará saludable y sin ninguna molestia. La noche anterior, Rosita no tuvo problema en quedarse un poco más mientras yo tenía la cita con Federico, aunque se enfadó un poco cuando le pedí que necesitaba de su ayuda el día de hoy. Sí, sé que es sábado y, también, sé que nunca pactamos que ella trabajaría los fines de semana; además, ha pasado una semana desde que la bebé llegó y ese es un nuevo panorama para ambas, por lo que, de una u otra forma, aceptó a la petición.

—Es la segunda vez que incumples el contrato —dice ella, con una mirada inquisidora—. Contrato que tú redactaste. Tú pusiste las condiciones y yo no tuve reparo en aceptarlas, pero..., ¿por qué un sábado?

Le conté sobre la cita con Raúl y le he contado lo poco que hemos hablado, eso incluye que entre semana se le dificulta atender otras situaciones que no sean su trabajo; de alguna forma me recuerda a mí, aunque yo saqué tiempo para ver a Federico y, de vez en cuando, saco tiempo para mis amigos, y llamo a mis padres todos los días; a él, lo conocí hace años atrás, por lo que no tuve inconveniente en que coincidiéramos una noche.

Rosita ha dicho que no le agrada ni un poco que salga con Raúl, le da la sensación de ser un hombre impulsivo y controlador, y que teme por lo que pueda hacer si le rechazo una cita.

—Solo será un momento —apaciguo la situación con una sonrisa, sé que es la mujer más comprensiva que he podido conocer, tanto como mi madre, de ahí que me dé esa figura materna—. Buscaré la forma de evadirlo porque tampoco quiero dedicarle mucho tiempo, ya le expliqué que solo le puedo ofrecer mi amistad, aunque no estoy segura si lo quiero como amigo, entiendo lo que quieres decir con que no te da confianza, a mí tampoco, pero considero que todo mundo merece una oportunidad y estoy segura de que estoy juzgando a la ligera; al menos, debo darme el chance de conocerlo y después juzgar. Prometimos que hablaríamos a lo largo de la semana y, tanto él como yo, perdimos contacto. Ninguno se atrevió a dar el primer paso, así que, una forma de remediarlo, es acudir a esa cita.

Rosita suspira y esa es la señal de que no discutirá conmigo sobre el tema.

—Solo ten cuidado y, si sucede algo, no dudes en llamar.

Sus palabras son las que diría cualquier madre a sus hijos y siento que ella ve en mí una hija más, es por ese motivo que ha cedido en cuidar a la bebé y también me ayudó por las razones que le he dado, no hay forma de discutirlo. Me despido de las dos y acudo al compromiso.

Raúl me ha dado una dirección, al ponerla en Google Maps, me lleva a un lugar cerca de mi oficina y al ver imágenes es un conjunto de apartamentos. Esperaba que nos viéramos en un restaurante, pero él ha insistido en que tiene una sorpresa y que será una velada maravillosa.

El taxi me lleva al destino acordado sin ningún problema y, parece ser un lugar tranquilo y agradable. A simple vista se ven como unos apartamentos hermosos y acogedores. Me acerco hasta la entrada y saludo al vigilante, un hombre con un mostacho que le da aire de Mario Bros, le indico que voy al apartamento diez cero uno de la torre dos.

—¿Cuál es su nombre? —pregunta el vigilante.

—Paulina Castellanos —respondo.

Escucho como el vigilante anuncia mi presencia y es cuestión de segundos para que dé vía libre, anunciando que puedo pasar. Me señala una de las torres más próximas y me dice que es ahí, que debo apretar un botón para poder entrar.

Sigo las instrucciones y eso me da a entender que es un lugar que tiene muy buena seguridad, además el vigilante es muy amable al atender, debo decir que vive en un lugar interesante. El edificio donde vivo es más pequeño y su servicio de vigilancia, también es muy bueno; pero este conjunto tiene más edificios y es mucho más grande, afortunadamente hay ascensor y tal parece que vive en el último piso del edificio.

Raúl me recibe con una sonrisa, está agradecido por haber accedido a su invitación, temía que en el último minuto desistiera por todo el misterio que alrededor de él se iba envolviendo. Y es que siempre me pareció misterioso y extraño, desde que apareció en la oficina para invitarme a almorzar; aunque, en esta ocasión me da una visión diferente y se ve como un hombre normal, que vive en un apartamento de soltero. 

El lugar es bastante acogedor, perfecto para una sola persona; todo queda cerca y tiene ese aire hogareño que tienen las casas enormes, pero con la diferencia de que este es un pequeño refugio.

—Es un gusto tenerte aquí, bienvenida —dice él y extiende su brazo como señal para invitarme a entrar.

Asiento y cruzo el umbral, con más nerviosismo de lo habitual.

En este tipo de situaciones es cuando se debe usar la alerta rosa, un código que creamos con Mateo y Sara para cuando se quiere huir de una cita que promete ser un desastre o cuando accedemos a una cita a ciegas y la cosa se torna bastante incómoda; solo basta con enviar un mensaje de texto a uno de ellos con la frase "alerta rosa" y al instante llamamos para salvarnos el pellejo; es como una llamada de emergencia que te ayuda en esos momentos que surgen de diversas citas, pero éste momento, no es el caso, por ahora.

—He estado pensando acerca de tu invitación —hablo mientras voy entrando al apartamento—, bastante misteriosa.

A veces no puedo evitar ser imprudente y salen las palabras desde la parte más venenosa de mi ser.

—El misterio es... —rebate él y se dirige a la pequeña cocina—, decidí cocinar para ti. —Y sonríe, mostrando completamente sus dientes—. Hemos estado ausentes esta semana, no hemos hablado y me siento mal por eso, de mi parte he estado enfrascado en tantas cosas que..., mira, es sábado. —Abre sus brazos para darle más dramatismo a sus palabras—. Y cuando llego a casa solo pienso en dormir y renovar energías, pero ha sido una gran semana, ¿Qué tal ha sido la tuya?, tampoco me has escrito o llamado, si lo hubieras hecho, bueno, eso sería otra cosa.

—No tiene nada de diferente —contesto, cruzándome de brazos para mostrar un ligero aire de autoridad—, es lo mismo. Me refiero a... Si no escribiste es porque tampoco esperabas que yo lo hiciera o, al menos, pensaste que no lo haría y se te fue la semana con ese pensamiento. De mi parte, también he estado bastante ocupada, el trabajo, la bebé, mi estabilidad emocional.

—¿Tienes hijos? —pregunta con los ojos abiertos de par en par.

—Una niña y es... Es una historia larga y muy aburrida, te lo aseguro —explico con una sonrisa, la verdad es que no quiero darle los detalles, no sabría cómo reaccionaría sabiendo la razón tras esa bebé—. Como sea, me alegra estar aquí y es un hermoso gesto que cocines para mí..., para los dos, quiero decir.

—¡Seguro es algo de lo que no quieres hablar y tampoco voy a presionar para saber los detalles! —exclama, aunque su tono de voz refleja nerviosismo. A eso me refiero cuando hablo de ser imprudente. No lo puedo evitar—. Pero te admiro, ser madre soltera es todo un desafío.

Luego de eso, nos sentamos en el pequeño sofá y comenzamos a hablar de temas al azar, resulta ser un buen conversador; algo que la verdad no esperaba, pero que, baja las defensas y hace que disfrute del momento.

—La pobre vomitó en la mitad del pasillo y ahí fue cuando los rumores de que estaba embarazada se hicieron reales —comenta Raúl y rio por sus anécdotas, es bastante divertido.

—Supongo que le dieron la licencia mientras daba a luz, ¿no?

—Sí —responde y afloja un botón de su camisa.

¿Acaso soy yo o la temperatura subió? Su movimiento es señal del calor que nos rodea. Aunque en el exterior hay un cielo gris —señal de que más tarde lloverá—, aquí en este espacio pequeño se siente un calor que no sé de dónde proviene, tal vez mis bragas están reaccionando a los movimientos de Raúl.

Entre los dos surge un pequeño silencio y, luego, él se abalanza a mis labios. Al principio me toma por sorpresa, pero después atiendo el asunto. Sigo sus movimientos, su lengua quiere jugar con la mía y, cada vez más, los movimientos se vuelven más bruscos, con más pasión. El calor proviene dentro de mí, una sensación de tener a este hombre dentro de mí, sentir sus labios y su masculinidad en diferentes dimensiones y en diferentes zonas del cuerpo. Él se deshace del suéter y la camisa que tiene debajo, yo imito su movimiento y me quito la blusa; parece que el calor se reduce un poco y me siento más ligera, no puedo entender cómo sucede esto, hace mucho tiempo que dejé los rollos de una noche y, para rematar, es de día, pero bien decía mi abuela: «cualquier momento es bueno para follar».

Los besos se van extendiendo, Raúl se deshace de mi sostén con una agilidad increíble y comienza a poner sus labios a lo largo de mis pechos y va bajando... Ya sé cómo terminara esto.

Y así es, terminamos teniendo sexo en el sofá, y resulta ser uno de los buenos, definitivamente sabe cómo complacer a una mujer; sexualmente hablando. Después de una hora y unos cuantos minutos más, nos vestimos y surge un silencio que se puede cortar con un cuchillo.

—Eso fue... Inesperado —le digo.

—Pero estuvo bien, ¿no es así? —pregunta, mientras se termina de abrochar el pantalón.

—Sí, eso creo —contesto.

¿Cuándo fue la última vez que tuve un encuentro sexual? No logro descifrarlo, pero sin duda ha pasado mucho tiempo desde la última vez y aunque me siento como una zorra, no me arrepiento de haber cedido a esos viejos instintos.

Después de estar vestidos, es cuando decide servir la comida; después de todo, la cita era esa; aunque el postre vino antes del plato principal. Rio internamente y espero a por los alimentos Raúl se ha lucido preparando un pollo con salsa, papa en puré y una ensalada que está de rechupete. Todo es increíble y me siento en las nubes, aunque el recuerdo de la alerta rosa viene hacia mí. Debí usarla cuando comenzó a devorar mis labios.

Como sea, una vez finalizado el almuerzo me despido, diciéndole que debo atender a la bebé
—lo cual es levemente la realidad—, pero antes de hacerlo, debo atender dos situaciones: contarles a mis amigos la locura que acaba de pasar y visitar a Danilo por una explicación que me debe.

Paulina tiene una gran característica, dice una cosa y hace otra 😂 pero así la amo.

Les agregué un poquito de picante que no puede faltar, no quiero que se convierta en una historia erótica porque esa no es mi idea, pero un poco de sazón hace más interesante la trama jaja

¿Qué les pareció el capítulo? Nos vemos en el siguiente y gracias por estar aquí.

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