14. El juego del gato y el ratón
Al final, la bebé no presentó gran problema para Danilo. Molestó solo un par de veces porque tenía hambre; porque había manchado el pañal; porque tenía frío y, finalmente, porque estaba ante un desconocido. Eso me hizo reír cuando Danilo me contó su hazaña.
—Es que es ilógico —se queja él—. Soy su papá.
—Biológicamente cierto, pero en la práctica eres un completo desconocido para ella —le explico, con cuidado de no herir susceptibilidades—. Aunque soy madre primeriza, poco a poco voy entendiendo el cerebro de los bebés, además, conforme va creciendo reconocerá su entorno.
—Es cierto —dice finalmente y forma un puchero—. De cualquier forma, fue lindo estar una noche con ella.
—Una mala elección de palabras, pero es entendible —contesto, y luego nos reímos.
Al parecer nuestra amistad no se fragmentó por el asunto de tener que quedarme con ella como si fuese mía, le dio nostalgia al reparar en el asunto; a la larga, sabe que tendrá que lidiar con esa realidad y no intervenir, sobre todo, porque fue su idea inicial la de deshacerse de la pequeña. Y, aunque no entramos en detalles, le agradezco por cuidarla mientras yo estaba cumpliendo con la cita de Federico, y tampoco es que le interesara saber más de lo permitido.
・・・★・・・
Hoy es el día de entrevistar a la nueva niñera de Sofia. Extraño a Rosita, de eso no hay duda, pero no puedo obligarla a quedarse cuando su salud está en juego. La estadía de esa mujer será momentánea, pues mientras ella la cuida desde las ocho de la mañana hasta las cinco de la tarde, luego seré yo quien se ocupará de ella; también le dejaré claro que los fines de semana me haré cargo yo. Además, planeo viajar este fin de semana a Medellín —aprovechando que hay un día festivo—, así mis padres podrán conocer a la pequeña y aconsejarme sobre cómo poder ser una mamá responsable sin descuidar mis labores diarias. Sé que es un gran trabajo, pero nadie mejor que tus padres para ese tipo de consejos. También estoy considerando hablar con mi hermana Natalia, este rencor no puede durar toda la vida; sí, fui una pésima hermana al arruinarle la recepción de su boda, pero ella también lo fue y debe entender que yo estaba cruzando por una difícil situación.
Salgo del apartamento con la bebé entre mis brazos; sin embargo, en la entrada del edificio he encontrado un rostro que no esperaba ver.
—¿Raúl? —pregunto, entornando la mirada, si no es él, es alguien muy parecido—. ¿Eres tú?
—Sí —contesta—. Buenos días, Paulina.
—No quiero ser grosera, pero ¿Qué diablos haces aquí? Yo nunca te dije dónde vivo, acaso...
—Mis palabras quedan suspendidas en el aire, me estremezco ante las posibles sospechas, mas él debe ser quien dé la última palabra.
—Sé que hemos seguido hablando y que he sido un poco..., insistente, pero no puedo negar que me ha gustado seguir charlando contigo durante los últimos días —explica, mientras juega con sus manos, demostrando lo nervioso que está—. Pero si quiero que esto funcione entre nosotros, debo ser honesto contigo.
—Primero, no hay un nosotros —digo, arrullando a Sofia para que no se altere—. Solo somos amigos y eso debe tenerlo claro; segundo, considero que la honestidad es un pilar fundamental que debe reinar en todas las relaciones, sobre todo si hay una amistad de por medio —referirme varias veces al concepto de amistad, hace que se me retuerzan las tripas. ¿De dónde ha salido este loco? Después son mis recuerdos los que dan respuesta a ese interrogante.
Mierda. No debí haber ido a esa fiesta, o, mejor dicho, no debí haber bebido como si fuera el fin del mundo, pero la música estaba en su punto y, después de ciertos tragos, todo me supo a agua; eso fue lo que me mantuvo hidratada y animada. El autocontrol a veces se va de paseo, así que tendré que trabajar en ello, este error no puede ocurrir en el futuro.
—Tienes razón, somos amigos —afirma—, pero estoy intentando por todos los medios dejarte en claro que me gustas, que quiero ser algo más que un amigo, además, cuando fuiste a casa y...
—No me lo recuerdes —lo interrumpo—, recuerdo muy bien lo que pasó.
—Pues eso, no es algo carnal o pasional, tenemos una química y eso es algo en lo que no dejo de pensar.
¡Dios! Lo que me faltaba. Si estuviéramos en medio de un puente, lo empujaría y saldría corriendo, no obstante, por muy atractiva que parezca la idea, es un delito. Eso lo tengo claro.
—El caso es que debes saber la verdad —retoma su explicación—. He contratado un investigador privado para que te vigile; lo de la sorpresa a la hora del almuerzo de aquella vez fue solo una excusa, la peor, lo sé. Yo no fui quien buscó la dirección en internet, fue él quien me dio las indicaciones y me ha estado contando constantemente dónde te encuentras, la idea de cocinar para ti fue real, es lo único en que no he mentido y espero que me perdones por todo, puede sonar horrible esta confesión, pero debes saber la verdad. Vigilo todo lo que haces porque quiero conquistarte, porque quiero saber las cosas que te gustan y las que no, estoy seguro de que seríamos una pareja maravillosa, lo puedo intuir; lo del bebé es algo nuevo, nunca lo mencionaste ni mi investigador lo hizo, pero eso poco importa y quiero que seas tú quien me cuente sobre ese tema y lo que tú quieras.
—Virgen Santísima —pronuncio, y luego me doy cuenta de que lo he dicho en voz alta.
¡Debo dejar de pensar en voz alta! Pero su confesión me remonta al típico juego del gato y el ratón, donde yo soy la pobre ratona acechada.
—Sé que debes estar alterada, lo entiendo; pero no puedo ocultarlo más, me hace sentir fatal no decirle la verdad —concluye él, poniendo una mirada tierna como un cerdito a punto de convertirse en lechona.
—A mí me hace sentir fatal saber esa verdad de la que está hablando, es decir... —Trato de buscar las palabras correctas; esto es una completa locura—. No puedo creer que haya hecho eso, es que... —Suspiro—. Se lo voy a poner de esta forma, aléjese de mí, aléjese o sufrirá las consecuencias, ahora debo irme, voy tarde a trabajar.
—¿Eso es una amenaza, Paulina? —pregunta, riñéndome—. Ah, estoy seguro que ya debes estar con alguien y por eso me rechazas, eso explicaría al bebé.
—Tómelo como una amenaza si quiere —digo, y me dirijo a la salida del edificio—. Soldado advertido no muere en guerra.
—Pagarás por esto, Paulina —grita, mientras sigo mi camino—. Te darás cuenta de que estás perdiendo una gran oportunidad.
Veo a Danilo esperando en su vehículo, ha salido más temprano de lo usual y, a juzgar por su cara, lo ha presenciado todo.
—¿Quieres que llame a la policía? —pregunta mi vecino.
—No —respondo—. Por ahora no.
El corazón me late deprisa y un ligero temblor se apodera de mí. Sofia comienza a llorar y sigo arrullándola para que se calme. Dicen que nuestras sensaciones se transmiten al bebé desde que está en el vientre y, cuando finalmente sale, también se contagia de las emociones por el vínculo que crea con sus padres. Y, aunque no la concebí, de alguna forma se ve contagiada por todo lo que siento.
Danilo no dice nada, está tan conmocionado como yo; sin tiempo más que perder, arranca el vehículo.
・・・★・・・
En última instancia, Leo es quien se encarga de la bebé mientras me ocupo de ciertas cosas, y, cuando encuentro un poco de calma, me encargo de ella. Él no ha puesto inconveniente, le gusta ayudar; aunque no tenga conocimiento sobre cómo cuidar a la bebé, lo hace con gusto y le he prometido un pago extra por toda su ayuda; es algo que no se puede pasar por alto y le ha alegrado la idea.
Todo esto es momentáneo, debo dejar de escudar mis miedos y temores con las situaciones laborales: la falta de tiempo, la razón por la que sigo soltera; todo lo escudo con el trabajo, eso no puede seguir así. Sin duda, lo que ha dicho Danilo —aunque un poco imprudente— me ha dejado pensando, ha sido una lección para darle un nuevo rumbo a mi vida, uno que sea para bien, para mejorar como persona. Hay que verle el lado positivo a la charla que tuvimos.
Suspiro, tres chicas me han enviado la hoja de vida y les he citado para hoy a la hora del almuerzo, es un pequeño sacrificio para tener a alguien que me ayude esta semana, pues después de que viaje, regresaré con un nuevo pensamiento y una nueva visión sobre cómo criar a la pequeña Sofia.
La primera entrevistada, se llama Marina, es una jovencita que surca los veinte y es algo que no me genera mucha confianza, ¿Cómo podría fiarme de alguien que es más joven que yo? Aunque ha dicho que es una buena estudiante y que ha sabido demostrar su responsabilidad en diversos aspectos; siento que no es la mejor opción. Si bien solo será para una semana, debe ser una persona completamente calificada y preferiblemente mayor que yo. Sí, ha sido mi error cuando estaba revisando las hojas de vida, tal vez tenía unos antecedentes muy convincentes, incluso tenía experiencias anteriores cuidando bebés, pero no me genera confianza que sea tan joven y cuando una mujer tiene una corazonada de que algo no va de esa forma, hay que hacerle caso a esas señales; lo llaman sexto sentido.
—Lo siento, gracias por venir —le digo, con una sonrisa cálida.
—Lamento tanto que no le haya convencido, gracias por su atención —dice de vuelta.
Y con su dignidad intacta se levanta de la silla y se retira de la oficina.
—¡Espere! —exclamo, y mis palabras hacen que gire su cuerpo y me vuelva a ver—. Tengo dos entrevistas más, puede esperar en recepción y le daré una respuesta definitiva.
Marina sonríe, asiente con su cabeza y retoma su camino.
La segunda candidata es una mujer de cuarenta y cinco años. Soltera, sin hijos, pero con toda la energía para cuidar hijos ajenos. Ha sido niñera por mucho tiempo y se ha caracterizado por ser estricta y de mano dura, de alguna forma, me recuerda a Tronchatoro de la película Matilda. No veo a Sofia con esa mujer, aunque ha dicho que es una niña hermosa.
«Pues con Tronchatoro no será», digo internamente.
Carraspeo y finalmente hablo:
—Es una hoja de vida impresionante y su experiencia la antecede —digo—, pero no es lo que estoy buscando, gracias por venir.
—¿Algo va mal? —pregunta, asustada.
—De cierto modo me recuerda a la mujer que trabajó antes conmigo —miento para sonar más convincente y no dar la verdadera razón—, ella fue como una madre para mí y ver a alguien que se parece a ella... —Parte de lo que he dicho es verdad, recordar a Rosita es poner un dedo en la llaga y he puesto la voz quebradiza para sonar más convincente—. Gracias por venir.
—Entiendo, lamento que haya pasado por algo así —responde—. Ha sido un gusto conocerla y gracias por recibirme.
La mujer sale de la oficina y espero unos minutos a que llegue la tercera seleccionada, sin embargo, tal parece que no llegará. Le pido a Leonardo que le indique a la chica que espera en recepción que puede pasar. Marina entra y se sienta frente a mí sin pronunciar palabra.
—El trabajo es suyo —le digo.
Ella se queda sin palabras y solo sonríe.
Por si no sabían, la lechona es parte de la gastronomía colombiana, básicamente es un marrano relleno de arroz, arveja y otras cosas. Les dejo una foto.
Aunque es un poco desagradable de ver, su sabor es delicioso y se come más que todo en el Tolima, al sur de la capital.
Por otro lado, la frase "soldado advertido no muere en guerra", es un refrán muy usado por acá que significa "si llegas a hacer algo, recuerda que hice una advertencia antes y sabes cuáles serán las consecuencias".
Algunas personas tenían la sospecha de que Raúl es un acosador y este capítulo lo confirma jajaja amo que hagan teorías de mis historias por muy trilladas que sean ❤️
Marina será el reemplazo de Rosita y pronto sabremos cómo le va.
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