Comprendo a las madres solteras. Deben hacer de padre y madre a la vez, ocuparse de sus trabajos y mantener una vida social más o menos activa; sin contar a aquellas que, no solo deben trabajar, sino que deben mantener sus hogares medianamente limpios y adaptables para esa pequeña personita en crecimiento.

Eso es admirable. Ahora, temiendo por cumplir ese rol de madre primeriza, debo ocuparme de la niña y del trabajo; el aseo de la casa, tendrá que esperar. Desde que comencé mi vida como mujer independiente, no tuve que preocuparme por el aseo de mi apartamento, siempre hubo alguien que limpiaba los desastres que dejaba a mi paso, pero ahora, siento que es el destino quien, de alguna forma, me manda una señal para darle un nuevo rumbo a mi vida; al menos, así lo creo.  

Ha sido una semana complicada, casi no duermo porque, en medio de la noche o en la madrugada, la bebé me despierta con sus berridos, ya sea porque ensució el pañal, porque tiene hambre, o, simplemente, porque le cuesta dormirse. Sin Rosita, ha sido una completa odisea.

Raúl escribe de vez en cuando y, de una forma u otra, le contesto, tratando de llevar la situación de la mejor manera posible; pero él, está empeñado en conquistarme a como dé lugar. De cierta forma me siento halagada, por otra parte, no encuentro palabras más claras para hacerle entender que no tiene chance. Mi concentración está en Federico y en retomar esa química inconclusa que se esfumó con los años en los que estuvimos ausentes.

Con Federico no hemos hablado, aún no le he dado la explicación de la bebé y la razón es sencilla: no estoy lista para soltar esa bomba; decirle que Danilo y su amante fueron malas personas al deshacerse de una bebé con unos días de nacida, no es lo más alentador; primero, porque no sabría cómo sería su reacción ante esa verdad; segundo, porque la confianza que tenemos está en construcción. Sin embargo, en eso hemos estado trabajando y me ha comunicado que el lunes de la próxima semana será la reunión con el gerente de la compañía que se fusionará con Megaglass.

He tenido que ir a la oficina con la bebé todos los días, al menos, mientras encuentro una niñera que la cuide. Siento que voy a enloquecer si tengo que seguir ocupándome de ella y del trabajo. Sé que una niña como ella, necesita de una figura materna y, de cualquier forma, cumplía con ese rol los fines de semana y las noches, antes de que Rosita se jubilara —por obligación, más que por cualquier otra cosa— y, como le comuniqué, su salud es primordial.

Esta mañana no es la excepción. Aunque he tenido deseos de pedirle a Leo que me ayude, he optado por no hacerlo después del incidente con Federico; además, lo he contratado para ser mi asistente, no mi niñera, y es que tampoco él se siente cómodo teniendo a la niña, ha dicho que se siente novato respecto al cuidado de bebés y que, si planea tener hijos, será en unos diez años aproximadamente.

Ocuparme de Sofia, ha sido una locura, y hoy ha sido la gota que rebosó la copa. Tengo un montón de papeles sobre el escrito y, mientras le cambio el pañal, el desgraciado cae boca abajo y deja todo manchado con excremento de bebé. ¿Así de mala es mi suerte? No quiero darle respuesta a esa interrogante que ronda en mi cabeza, en su defecto, suelto un grito porque no sé qué más hacer. 

—¡Leonardo! —grito con afán. Y, al cabo de unos minutos, él llega con sus ojos abiertos de par en par—. Necesito que por favor imprimas el contrato 0410, te lo envié hace unos días, y..., lo he manchado —le explico levantando los papeles, mientras la bebé espera acostada sobre una manta que he puesto sobre los demás documentos.

—¿Estás segura de que no necesitas ayuda? —pregunta Leonardo con preocupación.

—Puedo ocuparme, no te preocupes —le respondo—. Solo ocúpate de imprimir otra copia del contrato que te mencioné porque este ha quedado arruinado. —Y le exhibo el papel que se ha manchado con el pañal. 

Y cuando voy a tomar el frasco de talcos, riego el biberón sobre otros documentos que no estaban cubiertos por la manta. Contengo un grito, solo muerdo mi mejilla interna para no externalizar mi frustración.

—¿Segura? —pregunta una vez más—. No tengo inconveniente en ayudarte, sé que fue un poco incómodo lo de la otra vez, pero no resisto verte tan... Ataviada.

—Necesito una niñera —susurro, más para mí, que una respuesta para él—. Me estoy poniendo a prueba, viendo de qué soy capaz; así que no te preocupes por mí, esto es un entrenamiento para el futuro, por lo menos, mientras pongo en orden unas cuantas cosas.

—En serio, esto es preocupante, lo del otro día fue super incómodo, no lo puedo negar; pero él señor Rey no está aquí y el doctor Vélez se está preocupando. —Sus palabras son como ese niño que ha prometido hacer todos sus deberes y espera por una recompensa.

—Puedo hacerlo, confía en mí —le digo, mientras termino de abrochar el pañal de Sofia—. Ves, como si nada hubiera pasado —termino de hablar y levanto a la bebé como un triunfo.

Leonardo señala los documentos mojados con la leche caliente del biberón.

—Es cierto, debo hacerle un nuevo tetero —le digo con una sonrisa y fijo mi mirada en él.

Alza sus hombros como una señal de rendición y sale de la oficina.

・・・★・・・

Por primera vez, en meses, he salido más temprano. Eleazar me ha dicho que, por tener a la bebé, gozo de ciertos beneficios, como salir temprano de la oficina. También me ha dicho que, si necesito de una licencia de maternidad, me la puede dar; pero la he rechazado y le he dicho que solo será algo momentáneo y que puedo lidiar con la situación. A regañadientes, dijo que no había problema, pero que reconsiderara la oferta. No podría hacerlo, solo ha pasado un par de días y ya es suficiente con haber llegado al trabajo misteriosamente con una niña con poco tiempo de nacida, de la cual, mantengo en completo secreto sobre su origen. Nadie ha preguntado de dónde provino o por qué hasta ahora la doy a conocer en la empresa, tampoco es algo permitiría, de cualquier forma, sé que es un suceso que se prestará para chismes de pasillo. 

Al igual que días anteriores, llamo a mamá más tarde de lo habitual. En la mañana he tenido que alistar el morral de viaje de la pequeña, darle de comer y dejarla con un pañal limpio, además, comer algo antes de salir para no incomodar a Leo; eso sí, el café de la mañana que siempre me lleva, no puede faltar. Eso se ha convertido en un ritual. 

—Hola, cariño —saluda Cecilia, mi mamá, al otro lado de la línea—. Al parecer tenemos un nuevo horario de llamadas —continúa con su tono de voz jocoso.

—Hola, mamá, lo sé, es solo que ha surgido un..., pequeño contratiempo y quisiera tu ayuda.

Sé que se volverá loca cuando le diga sobre la bebé, pero estoy segura de que ella tendrá las respuestas correctas a mis dudas, siempre tiene todas las respuestas a mis preguntas y, tratándose de un tema de maternidad, estoy segura de que hará el panorama mucho más claro. Solo una madre tendría las palabras correctas para hablar sobre crianza. 

—Solo bromeaba, mi niña, pero dime, ¿Qué necesitas? ¿Estás bien?

Un nudo se forma en mi garganta ante su pregunta. Prácticamente, todos quienes me rodean, saben de la existencia de Sofia y prometí a Danilo que sería prudente con el tema, pero si la niña se convertirá en mi hija, debo decirle a mi madre, ella más que nadie sabe de maternidad. Debo afrontar de la mejor forma su reacción. A mal paso, darle prisa.

—Tengo una niña —confiesa con toda tranquilidad.

—¿Qué? ¿Quiere decir que estás embarazada? Edgar, ¡ven aquí! —exclama mamá y tal parece que ha alertado a papá.

—No, no, no estoy embarazada —le digo.

Luego, le confieso todo lo que respecta a Danilo y su relación con su amante, las consecuencias de esa tórrida relación y la eventual estadía de la niña en mi apartamento, además de los documentos que ellos alistaran para que la niña legalmente sea mía, tampoco que la policía ya está al corriente de lo sucedido. No he ocultado ningún detalle y, tras esa confesión, reina el silencio entre las dos.

—Bien, ese es un panorama totalmente distinto  —confiesa mamá—. Falsa alarma, mi amor, Pau no está embarazada —dice en voz baja, pero le alcanzo a escuchar.

—Temía que pasara eso —confieso—. Papá no tenía que saberlo..., al menos, no tan rápido.

—Pero, somos tus padres, debemos saber ese tipo de cosas —narra ella, con un tono de voz más calmado, está feliz por la bebé y ha reaccionado mejor de lo que llegué a imaginar.

Me cuesta creer que estuviera tan asustada sobre la reacción que tendría al saber la verdad, ahora que le he soltado la noticia, estoy más tranquila; sin embargo, a mi mente llega Danilo y, de cierta forma, me siento como la peor persona, como si no fuera lo suficiente madura como para guardar un secreto, sobre todo de tal magnitud; pero seamos realistas, no puedes ocultar un bebé como si se tratara de un tatuaje, tal vez puedas mentir un poco para que poca gente se vea involucrada, pero no se puede esconder como si fueras el culpable de haberle hurtado de sus padres biológicos. Sacudo mi cabeza y continúo la conversación.

—Lo sé, mamá —digo—, pero..., si voy a hacer todos los trámites legales, deben saberlo y no guardarlo para mí; aunque me he tomado unos días para meditarlo porque no estaba segura de cómo reaccionarían.

—Pues, orgullosos de tener una hija tan bondadosa, cualquier otra persona hubiese tomado medidas más severas —rebate mamá—. Tus acciones fueron las correctas; además, podrías aprovechar para venir a Medellín, te extrañamos y sería el momento preciso para que hagas las paces con Natalia, por lo que sucedió en la boda y también para conocer a la bebé y a ese hombre del que me hablaste hace unos días, ¿Cuál es su nombre? ¿Roberto? ¿Fernando?

—Federico, mamá —le aclaro—. Y no estoy segura de que vaya, es un hombre muy ocupado, es gerente de una compañía que pronto se extenderá al mercado internacional, además, solo somos amigos; y, respecto a Natalia..., tendré que pensarlo, hace mucho tiempo que no hablamos y estoy segura de que no quiere verme ni en pintura, así lo dejó claro ese día y yo he cumplido, tú sabes que así fue.

—Suenas como una egoísta, Paulina —refuta mamá—. Si vienes a Medellín, te ayudaremos a que hables con ella, podemos concretar una cita para tomar onces y podrás hablar con ella, todo será sorpresa, pero intervendremos si las cosas toman otro rumbo.

—Como te dije, má, tendré que pensarlo, aún no estoy lista para lidiar con ese tema —digo antes de despedirme.

Aunque hablamos muy seguido, el tema del día se ha agotado, luego vendrán otros temas de los cuales hablar, sobre todo aquellos que tienen que ver con lo que ha hecho en el día, eso siempre lo hace, pero siento que mi cabeza va a estallar si profundizamos en ello, más que todo porque ya he abordado todo lo concerniente a la bebé —que me tenía preocupada— y quiero descansar un poco. Ella dice que podemos hablar mañana sin ningún problema porque le contará a papá todo lo que hemos hablado y su comentario me hace reír.

Pienso en su sugerencia luego de cortar la llamada y en mi mente se dibuja lo que haré los próximos días: visitar a mis padres en Medellín, llevar a la bebé, extenderle la invitación a Federico y hacer las paces con Natalia. Suena como una lista de mercado, así que tendré que pensar cuidadosamente con qué comenzar. 

Siento que este es otro capítulo de relleno, pero tiene algunas cosas importantes: lo complicado que es para Paulina cuidar a la bebé, conocer un poco a los padres de esta y darles un panorama de lo que vendrá. 

Nos vemos en el próximo capítulo y gracias por estar acá.