—Estaré en tu habitación e la medianoche… No duermas temprano.

Era la promesa algo lasciva que mi joven amo susurra a mi oído, con ese respirar agitado percibía que estaba tan extasiado como yo cuando nuestros labios se separaban después de ese exquisito beso.

Tal vez era la excitación de ser descubiertos, quizás que toda su familia estaba a unos cuantos metros en el salón de juegos o solo porque en toda la tarde no nos habíamos tenido cerca, parecía que él quería seguir devorándome a besos…

Lo sentía por esa mirada lujuriosa que no se apartaba de mi y sus manos que apretaban mi entrepierna disimularlo, pero mi cuerpo me traicionaba una vez más.

—Sabes bien que no duermo así que tendré que esperarte a la fuerza… Considero que no deberías arriesgarte a colarte en la habitación de tu mayordomo solo para que te de placer, podría ser que tu esposa y futura madre de tu primogénito descubra tu repugnante infidelidad.

Le insinuaba con una sonrisa cínica mientras trataba de recuperar la compostura me apartaba de él, de esas traviesas manos y labios provocadores que me tentaban.

Note como malhumorado chasqueaba la lengua y me torcía la mirada, unas simples palabras mías hacia que su humor cambiara así de repente eso me complacía a veces más que esos eróticos y furtivos besos que me regalaba.

<<Se sentía reconfortante tener el control sobre él, como el lo tenía sobre mi>>

Callado se arreglaba la ropa y se relamía los labios en ese beso, observe como se disponía a marcharse sin decirme una palabra antes, ni un reproche ni un regalo eso me resentía

—No es repugnante estar contigo… Es mi delirio y mi locura estar a tu lado.

Ahora era a mi a quien callaba con esas dulces palabras, y ahí estaba yo de nuevo cediendo a su encantadora manipulación mientras me le acercaba, él de prisa salía de la habitación tirándome la puerta a la cara.

—Vaya y se supone que era yo el enojado…

Murmure con una risita para mi mismo, no me quedaba mas que tomarme todo esto con humor y la paciencia de un santo… Espere unos segundos antes de salir para evitar sospechas innecesarias.

La velada termina, las visitas me agradecían amablemente el banquete disfrutado esa noche al despedirse en la entrada, se les notaba felices por el feliz acontecimiento. Mi joven amo me trataba indiferente tanto así que no acertaba ni a mirarme, solo sonreía para ellos y en especial para su radiante esposa.

Debía admitir que Ciel llevaba muy bien su rol de esposo devoto, que hasta yo comenzaba a creerlo llenándome de celos, pero aquel trance de posesión silenciosa fue interrumpido por la voz de ella que me llamaba cuando su familia se marchaba al carruaje.

—Sebastián… Estuvo delicioso el banquete, gracias por tu esfuerzo ¿Qué haríamos sin ti?

Ella me decía de una forma dulce y sincera con una sonrisa mientras se agarraba del brazo de mi joven amo para entrar, yo me disponía a seguirlos cual perro sumiso siguiendo a sus amos me disponía a agradecer su halago cuando mi joven amo me interrumpo.

—No exageres Lizzy, si Sebastián no estuviera buscaríamos otro mayordomo y ya…

Era obvio que se estaba desquitando de una forma cruel por la forma en que le hable antes, aun cuando sabia que era un desquite tonto no por eso dejaba de ser menos doloroso, sus palabras me lastimaban, pero yo como siempre lo fingía con mi gran sonrisa de idiota.

<<¿En una pieza reemplazable era en lo que me había convertido en este tonto y caprichoso juego de amor? Mas humillado no podía sentirme… Rebajándome a esta condición>>

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