capítulo 8
Paso de ser novia de un actor de telenovelas a ser la pareja de uno de los arqueros más excepcionales del fútbol mexicano. Paso de mantener mi vida en secreto a ventilarla poco a poco, con tal de que la gente se convenza de que estoy inmensamente feliz. Quiero que me vean enamorada hasta los huesos, quizá así yo me lo pueda creer también.
Mi novio tiene un BMW deportivo de lujo con el que me recoge del foro cada que su trabajo se lo permite y eso me convierte en una de las chicas más envidiadas del medio. Me hace regalos carísimos que luego presumo con mis compañeras de reparto, y todo parece salir bien cuando ellas alagan mi relación y la pintan como un cuento rosa.
A pesar de no vernos mucho por nuestras agendas apretadas, solemos hacernos espacios chiquitos para estar juntos. No sé cual sea su propósito al aceptar, pero el mío, en definitiva, es desafiar a mi corazón y acallar esos sentimientos que se están saliendo de lugar.
Lamentablemente, todos mis esfuerzos por hacer lo correcto y no dejarme llevar se ven afectados al estar cerca de Christopher. No debería pasar, pues es mi mejor amigo y es natural que quiera pasar tiempo conmigo, que quiera llevarme a mi casa y que me sonría así.
Lo que no es natural es que mi pecho se alborote con su sonrisa, y que mi mundo se pare al tener sus ojos dominando a los míos.
No es normal que muera por volver a besarlo y sentir sus manos recorriendo mi piel porque tengo novio.
Debo soñar con Memo, sin embargo, sueño con mi pareja de novela. En mi sueño me dice que está enamorado de mí, me besa y yo le correspondo con una felicidad abrazadora que no he experimentado jamás.
Eso es cien por ciento falso, no está pasando y nunca va a pasar. Solo es mi mejor amigo y lo ha dejado claro al apoyar mi relación con el arquero.
No entiendo el motivo, pero al ver la realidad, una sensación amarga sube desde mi estómago hasta instalarse en mi garganta. Tomó la noticia de mi relación mucho mejor de lo que hubiese querido.
No se puso celoso, no me reclamó y nunca me dijo que...
¿Y si en una realidad alterna Chris si lo hubiese hecho? ¿y si me hubiese reclamado, y me hubiese dicho que estaba enamorado de mí?
¿habría cambiado algo?
Un rotundo no retumba en mi cabeza casi al instante, no hace falta sopesar la situación y ver opciones distintas porque la respuesta existe desde el inicio de los tiempos.
Lo nuestro no puede ser. Por el grupo, por lo que va a decir la gente, por el simple echo de que es Christopher. Porque tengo miedo.
Con amargura, mi corazón me grita que Chris me ha dejado ir. O que, mejor dicho, yo lo he dejado ir a él.
Suelto una carcajada fuerte, ya que nunca nos hemos tenido el uno al otro, pero el corazón parece negado a aceptarlo.
–El que se ríe solo de sus maldades se acuerda.
Despego la vista de mi taza de café ya fría para posarla en la mujer que se sienta en frente sin pedir permiso. Trae el cabello negro recogido en un moño improvisado, tiene una bufanda rosada y debido a la ausencia de maquillaje la falta de sueño se le nota alrededor de los ojos. Luce estresada, sin embargo, la sonrisa que le adorna el rostro parece sincera y eso me golpea el pecho.
Aún con esas ojeras infinitas, el cansancio reflejado en su cara y el estrés marcado en sus líneas de expresión, luce genuinamente feliz. Su sonrisa no es forzada, tiene un brillo único en la mirada que distingo como señal de satisfacción, y pese a no mostrar indicios de estar enamorada, puedo ver que no se siente vacía.
Mi estómago se revuelve al identificar en ella muchos de los rasgos que yo quisiera tener. En silencio, le ruego al cielo que mi sonrisa no parezca forzada, y que nadie sepa leer los ojos tan bien como lo hago yo.
Los ojos son el espejo del alma. Desde muy pequeña aprendí cuan reveladora puede ser una simple mirada y al enfocar la de Maite descubro muchas cosas interesantes.
El miedo de que mis ojos puedan reblar lo que pasa en realidad me encoge en seguida, porque puedo forzar una sonrisa y nadie se va a dar cuenta, puedo decir muchas cosas y mostrarme de lo más cariñosa con mi novio. Pero lamentablemente, no puedo hacer nada para que mis ojos me sigan la actuación.
–Por fin Luis se apiadó de mí. Me dio tres horas libres ¿y tú?
–El vuelo de Ninel se retrasó un poco y la estoy esperando. Con ella hago las últimas escenas del día. Solo espero que no se demore mucho, estoy algo cansada.
–Se te nota –murmura entre dientes.
–Por eso el café.
–Como que no va a hacer mucho efecto –ríe y le miro interrogante–. La taza está llena, dulce, y eso ya debe estar frío. ¿En qué estabas pensando, ¿eh?
"En el lío que me ha metido Christopher", quiero decirle.
–El amor me tiene así, Mai. Es que cada que pienso en Memo el tiempo se me va y... –suelto un suspiro profundo, hay que saber aprovechar los beneficios de ser actriz.
–¿Y si nos salimos un poquito del guion?
–¿Perdona?
–Conmigo no tienes que fingir, Dulce. Tú no estás enamorada, lo puedo ver en tus ojos.
O, no. Trágame, tierra.
Todo el teatro parece tambalear ante la seguridad que reflejan sus palabras. No lo pregunta ni lo insinúa, lo afirma sin temor a equivocarse.
No pienso en cambiar de tema, pues tengo el cerebro desconectado. Estoy tan impresionada y descubierta, que solo opto por reírme mientras que mis mejillas se tiñen de rojo fuerte.
No soy la única capaz de leer el alma a través de los ojos y eso me frustra. Pero lo que me enoja mucho más es que no soy capaz de ocultar mi impresión para salvar el juego.
–Eso de los ojos es relativo ¿no crees? –me escudo luego de un rato en silencio–. Hay ojos que no demuestran nada y ese es mi caso.
–Hay casos, tú misma lo has dicho. Pero ambas sabemos que no perteneces a ese grupo. Tienes una de las miradas más expresivas y transparentes que he visto en mi vida, no puedes mentirme.
Se distrae un ratito abriendo la bolsa de cereales artesanales que saca de su neceser. Acerca el batido que había dejado sobre la mesa antes de sentarse y le da un sorbo largo.
–Sí estoy enamorada de Memo. Por eso acepté ser su novia.
–Cuéntame que sientes cuando lo tienes cerca –niego cuando me extiende la bolsita de cereal.
Un flash de la voz de Christopher explicando lo que se siente al estar enamorado me llega de repente, pienso en repetir lo mismo, pero justo en ese momento, mi mente hace una comparación dolorosa.
Cuando miro la sonrisa de Christopher el mundo se me para, cuando lo escucho hablar mi corazón se acelera.
No creo que sea perfecto, y no amo el echo de que sea uno de los solteros más codiciados de televisa.
Pero sí lo quiero tener cerca todo el día. Sí invento conversaciones estúpidas para que no se aleje, sí busco la manera de estar a su lado.
Sí aparece en mis sueños, lo pienso más de lo que quisiera y extraño sus labios sobre los míos.
Mi mundo parece derrumbarse al descifrar el mensaje oculto en las señales, mi corazón se detiene y me cuesta respirar. No puede ser.
Primero me decepciono del destino, luego de cupido y finalmente, de mi corazón. Odio cada sensación que se despierta al relacionar a Christopher, aborrezco ese sentimiento que crece en mi interior por él, y lo detesto.
Siento como si un balde de agua helada me hubiese caído encima. He luchado con todas mis fuerzas para evitarlo, he puesto esas razones de peso por, sobre todo, he tomado decisiones arriesgas y nada ha servido.
¿Por qué no previne lo que podía pasar luego del beso en Canadá?
¿Por qué seguí alimentando esas maripositas en el estómago cada que hablaba con él?
¿Por qué le di pie a una infinidad de primeras veces que ahora golpean fuerte en mi mente?
¿Por qué dejé que me besara y le correspondí? ¿por qué me quedé esa noche en su departamento?
Debí advertirlo, el destino estaba siendo bastante claro con sus indirectas, pero yo, consumida por el éxtasis de experimentar cosas nuevas con una persona más que especial, lo ignoré todo.
Mi parte racional decide aferrarse más a memo, a la idea de nuestra relación y a un posible escenario en el que esto que estoy sintiendo solo sea pasajero. Prefiere confiar en el tiempo y en mi capacidad para controlar las cosas. No suele creer en dichos, pero elige creer en el que dice que cuanto más deseas algo y lo dices con todas tus fuerzas se hace realidad.
Y por segunda vez consecutiva, rompe la promesa que le hizo a Christopher. Se dispone a crear una historia rosa paralela en la que soy la protagonista, y le pongo más empeño a eso de ser la actriz de mi propia vida.
A diferencia de la primera vez, no le pido perdón a Christopher. Y no lo sé en ese momento, pero esta también es una primera vez nuestra.
Es la primera vez que no le pido perdón por romper una promesa y que dejo de lado todas sus palabras.
–Cuando lo tengo cerca siento que se me para el mundo –entro en personaje, fingiendo que mi vida no se acaba de desmoronar–. No sabes, Mai. Memo es tan lindo, tan detallista –fuerzo una sonrisa amplia antes de mostrarle el brazalete de diamantes que adorna mi mano–, ¿no es lindo?
Me irrito un poco al no ver ni una sola pisca de emoción en su rostro. Su reacción es opuesta a la de mis otras compañeras, quienes al ver el regalo gritaron, me felicitaron y alagaron a mi novio.
–Lindo es, caro también, pero ¿tiene algún significado especial para ti?
Los llaveros que mandé a personalizar con Christopher simbolizan la unión, y esa noche de luna llena en la que todo es bonito y especial.
Su llavero es el complemento del mío, y nuestras iniciales se ven tan bien juntas.
Pese a rebuscar entre mis recuerdos un significado especial para los diamantes de mi mano no encuentro nada. No hay momentos, no hay palabras, no hay sonrisas ni miradas.
–No tiene un significado particular, porque todo lo que él me da es especial.
Me lanza una mirada extraña, como si no reconociese a la persona que tiene en frente. Como si no quedara nada de la Dulce que algún día se sentó a hablar con ella de los cuarzos rosas en el balcón de un hotel.
Y yo también me siento diferente. Siento que lo que digo y hago no tiene relación con lo que soy en realidad.
Siento que eso que demuestro ser está escondiendo mi esencia, y tengo miedo.
Un escalofrío recorre mi columna vertebral al pensar en que ser la actriz de mi propia vida me está matando por dentro.
Pero a pesar de la clara advertencia y del mal sabor de boca, sigo haciéndolo por miedo al que dirán, por miedo a perder lo que he construido hasta ahora, por miedo a dañar al grupo y por miedo a sufrir más.
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