capítulo 7
Me siento estúpido por muchas cosas. En primer lugar, por haberme enamorado de la persona menos ideal. En segundo lugar, por haber creído que podía ganármela poco a poco.
En tercer lugar, por pensar que ella podía ser más que mi mejor amiga. En cuarto lugar, por confirmar, gracias a sus propias palabras, que solo fui para ella un maldito premio de consolación. Y, por último, por haber aceptado tan rápido su punto final, sin haber jugado mi última carta.
Decirle abiertamente lo que siento por ella.
Tengo el corazón frágil y no sé cuánto más pueda aguantar. Ella parece liberada luego de haber dejado las cosas aparentemente claras, mientras yo intento vivir como si nada hubiese pasado, pese a lo mal que me sienta ver que somos solo amigos, otra vez.
O Para Dulce todos los momentos que pasamos juntos no significaron nada y solo fueron su "ruta de escape al dolor", o ya se ha tomado en serio eso de interpretarse a sí misma.
Resulta que todo es como antes. Que somos amigos, que bromeamos como si nada y que nos sentamos a tomar el café luego de las escenas. Actúa como si nunca me hubiese besado, como si nunca la hubiese tocado bajo la luz de la luna. A ella esta dinámica le resulta sencilla, a mí muy difícil, pues todo el tiempo recuerdo eso que compartimos juntos.
Cruzamos juntos la línea que nos distinguía como mejores amigos, rompimos reglas, tratos y rutina. No fuimos conscientes, pero lo que vivimos fracturó el rumbo de nuestra amistad, y no puede pretender que las cosas sean igual que antes, porque yo ya he probado sus besos, la he acariciado, me he enamorado de su sonrisa y mi corazón se niega a conformarse con poco.
Hasta pensarlo me sabe mal. Pero fuimos amigos con derecho, y ella nunca me dio el derecho a amarla, o, al menos, a intentarlo.
Por momentos sus palabras crueles retumban en mi mente, y pese a que muchas veces he admirado su sinceridad, hubiese preferido que me mintiera. Solo fui una salida de emergencia, y yo que creía tener la oportunidad perfecta para empezar a conquistarla.
¿Un verdadero imbécil, ¿no?
Es sábado a medio día, y el foro parece estar extasiado con el rumor de la nueva relación de dulce. Según información de camerino, se trataría de uno de los porteros de la selección. Un poco rara la cosa, pues también oí por allí que se conocieron a penas ayer.
Y la Dulce que yo conozco nunca actuaría así. Para empezar una relación primero tenía que conocer a la persona.
Lamentablemente, el rumor parece ser más cierto de lo que quise creer. Ya que cuando se lo pregunta Zoraida en uno de los descansos de grabación, junto a la piscina, no lo niega. Opta por reírse, fuerte, bonito...
Mi corazón cosquillea al escuchar el sonido dulce de su risa, sin embargo, casi al instante parece detenerse un ratito, en busca de un análisis completo de su reacción.
Rehúye de mí el resto del día, cuando me la encuentro nunca está sola por más raro que parezca, grabamos un par de escenas juntos manteniendo una tensión para nada agradable y no puede sostenerme la mirada. Quiero pensar que el rumor es solo eso, no obstante, su actitud, mezclada con la crueldad del otro día, me hace dudar.
Maite nota que no puedo concentrarme, me da ánimos y ella si está negada a creer lo que se dice por ahí.
–No hace falta, Memo quedó en venir por mí.
No es metáfora, ni exageración. Tengo el corazón colgando de un hilo desgastado, tan frágil y con una grieta al centro que no ha dejado de doler luego de aquel intento de aclarar la situación. En cualquier momento va a romperse, y no sé cuanto me tarde en repararlo.
Lo que sí sé, es que justo en cuanto la escucho decir eso, mi corazón se detiene en medio de un latido tan de pronto, que mis manos caen frías a mis costados.
–¿Sí llegas a casa esta noche, ¿no? –la insinuación de una de ellas me congela las venas.
Ellas no me ven, yo tampoco las puedo ver. No distingo la voz de quien insinúa, ni de quienes ríen a carcajadas intercambiando frases sugerentes. Pero muy a mi pesar, si distingo su voz, su risa nerviosa. Así no hubiese hablado, yo sabría que estaba allí.
–Saca provecho, Dulce. No todos los días eres novia de un hombre exitoso, famoso, deportista y guapo a la vez.
"También soy exitoso, famoso, deportista y guapo. No soy arquero, soy actor, canto y por ella soy capaz de hacer todo.
Mi mente me juega en contra recordando que eso lo sé, que ella no lo sabe, y que por el rumbo que van tomando las cosas, nunca lo sabrá.
–A ver si le dices que me presente a uno de sus amigos.
A la distancia desbloqueo los seguros de mi auto, el ruido las sobresalta y las miradas se disparan en todas las direcciones. Aunque no estaban diciendo nada malo, eran consciente del impacto que podrían tener sus palabras en televisión internacional justo cuando la novela iba por su mejor momento.
Justo su mirada encuentra a la mía, se congela un ratito y el miedo se refleja en sus ojos. Una extraña combinación de temor, duda y algo que no puedo descifrar tiñen su color natural, haciendo que se vea más vulnerable que nunca.
–Es Christopher –dice Carla restándole importancia y eso consigue que Dulce se recomponga–. Mejor prométenos que vas a contarnos todo lo que pasa con lujo de detalles.
–De eso no tengan dudas.
Quiero vomitar. Dulce es un alma solitaria, no suele compartir su felicidad con el resto, se reserva las cosas.
A pesar de no saberlo entonces, descubro un detalle de su actuación perfecta. Cuando sabe en el fondo que no es feliz, busca la manera de gritarlo a los cuatro vientos para convencer a todo el mundo y de paso, intentar convencerse también.
Y quiero vomitar. Quiero golpear algo. Quiero romperle la cara a alguien.
Me quiero arrancar el corazón, puesto que está doliendo más que nunca.
Es la primera vez que estar enamorado de ella me desgarra el alma.
Aún así, tras sopesar la situación por unos segundos, me acerco al pequeño grupito con la mejor sonrisa de galán que tengo.
–¿Cómo están, Chicas?
–Súper bien. Aquí Dulce nos está contando todo lo de su nueva relación. El rumor es cierto, Chris.
María Fernanda no sabe cuan hirientes son sus palabras. Dulce no ve mi desconsuelo, y yo, que no sé fingir muy bien, lo intento.
–¿A sí? –suelto una carcajada limpia–. ¿Me permitirían hablar con ella solo un segundo, por favor? Quiero felicitarla.
Esto último suena falso, lo tengo claro. Estoy furioso, desesperado, dolido.
Ella intenta protestar, sin embargo, una sonrisa vasta para que cada una vaya saliendo del estacionamiento a paso rápido. Le dedican un saludo a la distancia, le guiñan el ojo y le gritan que no se olvide de contarles todo a detalle.
–¿Es cierto? –pregunto bajito.
–¿Qué? –traga fuerte antes de hablar.
–Lo tuyo con el arquero –decirlo sabe mal.
Primero mira al suelo, luego a sus zapatos, después a mi auto. Sigue la misma ruta un par de veces más. Veo que la coraza se le ha caído en un parpadeo, luce nerviosa, vulnerable... confundida.
Mi corazón alterna latidos rápidos y lentos, mi alma se muestra ansiosa y mis manos no han dejado de moverse. Tomo una fuerte bocanada de aire antes de sujetar su rostro firmemente para a continuación hacer toda la presión permitida con mis ojos.
Me cuesta, me duele, me lastima. Ella sabe lo mucho que estoy sufriendo, pues mis ojos lucen incluso más vacíos y desolados que los suyos.
Ella ha tomado la decisión de manera consciente, yo no decidí que me lastimaran tan fuerte.
Lo suyo es elección, lo mío, obligación.
–Necesito que me lo digas tú misma. ¿Es un simple rumor, ¿no? –mi parte esperanzadora se quiebra un poquito y yo tengo que ejercer presión para no derrumbarme por completo.
Primero recibo silencio. El eco de nuestras respiraciones altera el ambiente, se respira con dificultad y todo huele a desamor.
Luego, veo sus ojos llenarse de lágrimas que se traga casi con la misma rapidez con que logra sonreír a veces.
Y finalmente, sus palabras me destrozan.
–Somos novios, Chris.
El suelto como si su piel quemase.
Siento que mi corazón se parte por un millón de cuchillos al instante. Los pedacitos suenan en mi interior, se esparcen rápido y mi alma se desgarra en simultáneo.
Me rompo, y no lo disimulo.
Dulce maría Espinosa, la mujer que me cautivó desde el primer día con esa sonrisa encantadora, mi mejor amiga y confidente que me ha robado el sueño los últimos días, acaba de romperme el corazón.
Es la primera vez que lo hace, y pese a creer que no puedo aguantar, lo hago.
–¿Cómo? Tú no lo conoces.
–Nos conocimos ayer –responde con la voz temblorosa.
–Para la Dulce que conozco, un día no es suficiente.
–Pero ella no decide cuando ni en qué tiempo se enamora.
–¿Por qué lo haces, Dulce?
–¡Porque me hace feliz!
–Solo es un premio de consolación más, ¿cierto?
Niega rápido, y gran parte de mi consciencia parece creerle. De mi corazón no hablamos, ya que está tan destrozado que no es capaz de experimentar un sentimiento más.
–¿Eres feliz?
–Muy feliz.
–Entonces, adelante. Cuentas conmigo, Dulce.
Habla el mejor amigo porque es el papel que me queda bien. El hombre enamorado está tan lastimado, que se esconde en lo más recóndito de mi cuerpo y no quiere salir jamás.
Habla Christopher, el mujeriego de televisa que también tiene que aprender a fingir. El Chris que comenzaba a hacerle campo en su corazón está herido.
Habla el conformista que, por no perderla, está dispuesto a hacerse a un lado y no luchar.
No solo es el primer corazón roto.
Es la primera vez que la dejo ir, por cobarde, por no saber cómo luchar.
En ese momento no lo sé, pero le acabo de permitir que me rompa el corazón, que me decepcione y que me relegue a un lado. Solo porque estoy enamorado.
Ese parece ser el peor de los dolores, y no soy consciente de que a comparación de lo que viene después, no es nada.
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