Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

 capítulo 4

–Descansa, Dul.

Esta vez fui yo quien acortó la distancia que nos separaba. Rocé suavemente nuestros labios, como antesala al beso que vino después, cuando sus manos hicieron lo propio acunando mi rostro con firmeza.

Todo lo que venía de él se sentía maldita y tentadoramente bien. La manera sincronizada en la que se movían nuestros labios, el sabor exquisito de su boca, el roce lento de sus manos en mis mejillas, su cabello sedoso que se resbalaba entre mis dedos.

Tras finalizar el beso nuestras narices se rosaron más tiempo del necesario, ambos queríamos alargar el momento. Estar así de cerquita y sentirme protegida entre sus brazos era lo mejor del día, y daría lo que fuese con tal de que se hiciera eterno.

Desde hacía unas semanas todas las noches, pese al cansancio que nos podía embargar, me traía a casa, me abría la puerta del auto y nos despedíamos así. La luna era el único testigo de algo sin nombre, porque no me atrevía a darle el término que merecía en realidad; sonaba incorrecto, inmoral y para nada profesional.

Hacía poco más de un mes que terminé una relación tormentosa en extremo, no podía darme el gusto de comenzar una nueva con el hombre más inmaduro de toda televisa. No podía, porque prometí centrarme solo en mi carrera.

No podía, pero a mis labios, que todas las noches se entregaban a los suyos con urgencia, parecía importarles un reverendo rábano. Igual que a mi corazón, que latía desbocadamente cada que le tenía cerca.

"Solo somos amigos", repito en silencio cuando nos separamos.

Solo amigos, porque no puedo aspirar a tener algo más con alguien como Christopher Uckermann.

Porque ya aprendí la lección, y no me puedo dejar envolver ni por una cara bonita, ni por unos labios tentadores, ni por una mirada estremecedora.

–Tú también descansa –le doy la espalda rápido.

Me demoro más de lo normal entrando a casa, lo suficiente como para observar como es que se pierde en la obscuridad de la calle. Un vacío extraño invade mi estómago al tiempo en que mi corazón experimenta una especie de quiebre.

El pensamiento de que no quiero alejarme de él y que quiero que se quede conmigo me hiela la sangre.

¿Qué me está pasando?

–¿Qué tal te fue? –es el saludo de Blanca, que está aguardando en la ventana de la sala.

En la ventana de la sala, con una linterna prendida, que apuntaba a la calle. Precisamente, al mismo lugar en que Christopher había aparcado el auto hace un rato.

–¿Qué... qué haces? –dejo las llaves descuidadamente en la ratonera.

–Lo vi todo, Dulce –se pone en frente, encarándome.

–¿Todo? –siento que mis mejillas se encienden.

–Christopher, tú, el beso. Todo.

–¿Por qué estás espiando?

–Porque me dio curiosidad. Pero nunca, nunca se me pasó por la cabeza que pasaras la página tan rápido. ¿Dónde quedó tu duelo? ¿por qué tan pronto?

¿Por qué tan pronto, de verdad?

–Si crees que así vas a olvidar a poncho, déjame decirte que...

–Yo no estoy buscando olvidar a nadie –la seguridad en mi voz me sorprende.

–¿Entonces, ¿qué? Me vas a decir que te gusta, que te has enamorado y que ya has olvidado a Poncho.

–Una traición no se olvida así de fácil, el daño que nos hicimos no se va a borrar en un abrir y cerrar de ojos.

–No vas a dejar de amarlo así, todo lleva tiempo.

–No voy a dejar de amarlo porque nunca lo amé.

–¿Qué? –grita incrédula.

–Lo quise mucho, pero si lo analizas en retrospectiva. Creo que nunca lo amé.

–¿Y para comprobarlo te besas con Christopher en la calle?

–Si me beso con Christopher es porque me gusta, quiero hacerlo y...

–¿Qué son? –se acerca un poco más, hasta posar sus manos en mis hombros.

–¿Perdón?

–Él y tú, ¿qué son?

–Amigos –digo dubitativa.

–Los amigos no se besan en la boca, Dulce –hace una pausa eterna–. Unos "amigos" no comparten cosas tan íntimas y no sonríen así, como él sonrió cuando se separaron. Dulce, vi cómo te miraba y cómo te sostenía con adoración absoluta. Él está enamorado de ti.

Mi corazón da un saltito y comienza a latir tan fuerte, que estoy segura de que mi hermana lo puede oír. Tardo en procesar sus palabras, pero cuando lo hago, me descubro aterrada.

Me aterra la reacción de mi corazón, las mariposas que se han instalado en mi estómago y el torrente de información que corre por mi cerebro. Pienso en las veces que me consoló, en todos los consejos que me dio. recuerdo a cámara lenta la vez que me contó que estaba completamente enamorado de alguien con sonrisa perfecta.

–No digas estupideces –respondo nerviosa–, son besos insignificantes.

He mentido, y sin saberlo, es la primera vez que le miento a mi propia consciencia.

–besos insignificantes –se burla–. ¿Está enamorado de ti, y por eso no pueden ser besos insignificantes"

–Es que no puedes afirmar que está enamorado de mí, cuando ni siquiera tú sabes que involucra estarlo.

–Solo hace falta ver cómo te mira.

–Es Christopher Uckermann, Blanca. No se enamora, y si lo hace algún día, no estaría con alguien como yo.

Algo se quiebra en mi pecho cuando lo digo, y me asusto más.

–¿Por qué?

–Porque estuvo con Anahí, Anahí... –recalco con un nudo desagradable en el estómago–. Quiero creer que entendiste.

–¿Porque estuvo con Anahí no puede enamorarse de ti?

–Es Anahí, blanca –muevo las manos frustrada.

No la quiero convencer a ella, me quiero convencer a mí. No puedo ni debo hacerme ilusiones, porque es Christopher Uckermann.

–¿Qué tiene Anahí que no tengas tú? No te menosprecies.

–No lo hago, solo que él tiene otros gustos y yo...

¿Por qué me besa, entonces? La pregunta llega para alterar mi tranquilidad.

–Tenía, porque ahora le interesas tú. Solo falta saber... ¿qué sientes tú por él?

–Nada –digo rápido.

Le miento a mi hermana y me miento a mí. En realidad, ni siquiera yo entiendo lo que le pasa a mi cuerpo al tenerle tan cerca, o lejos, o solo con la simple mención de su nombre.

–¿No te estarás enamorando?

–Claro que no.

A falta de algo más ingenioso me río. Me río, porque quiero ocultar que la pregunta me ha movido hasta la última fibra de cordura.

Tras unos segundos de silencio en los que la duda y el miedo me carcomen, decido dar la conversación por finalizada. Subo a mi habitación sin agregar nada más, puesto que siento que cualquier cosa que salga de mi boca será un error. "Christopher" es lo primero que pasa por mi mente en cuanto me acuesto en la cama. Veo su sonrisa al cerrar los ojos y escucho su voz.

El cansancio me vence, pero creo que esa noche sueño con él. Mi mente parece guardar restos de su sonrisa, sus labios sobre los míos, y un "Estoy enamorado de ti" tan bajito como el susurro del viento.

Aunque suelo creer en los sueños y en que tienen un significado especial, esta vez no lo hago. Prefiero convencerme de que todo fue consecuencia de la conversación con Blanca y de la duda que se instaló en mi mente.

Duda que la razón se encargó de resolver, por cierto. Yo no siento nada por él, y no está enamorado de mí. Los besos son solamente medios para escapar del estrés.

-----------***-----------------

–¿Pasamos por Sushi y vemos una película?

–¿Puede ser pizza?

–Lo que quieras. También por un postre, se me antojó algo dulce.

No sé si era por lo bien que sonaba la palabra en sus labios, pero esbocé una sonrisa que se perdió solo segundos después, cuando se acercó para fundir nuestros labios en un beso tierno.

Hacía un par de días terminamos de grabar la primera temporada de la novela y dentro de una semana comenzaríamos a rodar la segunda. Eso no significaba que estábamos descansando, todavía teníamos conciertos y sesiones de fotos. Era agotador, sin embargo, valoraba estos momentos felices a su lado que hacían que olvide mi vida tan caótica.

No era consciente de lo que pasaba al aceptar sus proposiciones, ni al corresponder todos sus besos, ni al sentir que mientras estuviese a su lado el mundo no importaba. A veces me atormentaba pensando que esto estaba mal, que era inmoral.

«Si nos ocultamos y no le ponemos nombre a lo que tenemos, es porque muy en el fondo ambos sabemos que está mal».

Una parte de mí grita que no actuamos como amigos. Yo pongo una mano sobre su pierna mientras conduce, él me mira de vez en cuando y nos sonreímos, cantamos juntos la mayoría de canciones de la radio, nos besamos en los semáforos.

Por miedo a ser descubiertos y confirmando, sin sutileza que lo nuestro no está bien, no vamos juntos al supermercado. Espero en el auto con unos lentes de sol pese a que ya es de noche, con la música más alta de lo normal para acallar el dilema de mi mente.

Mientras yo elijo la película y acomodo los cojines en el suelo, él se encarga de preparar la comida. De casualidad descubro que su casa se siente como mi hogar, al igual que su pecho, su voz y sus besos.

–Todo listo –deja las bandejas sobre la mesita de centro.

–Compraste galletas de coco –doy un saltito de emoción.

Chris me mira de una manera extraña que hace que mi pecho deje de latir.

–Y tu pizza favorita.

–¿Qué estamos celebrando? –me arrodillo a su lado.

–Que tú y yo estamos juntos –pasa uno de sus brazos por mis hombros, atrayéndome un poco más–. Y que estás sonriendo así.

Quiero preguntar cómo así, en cambio, me concentro en absorber su perfume y escuchar su corazón.

–Gracias –susurro.

–¿Por qué?

–Por siempre estar conmigo, por hacerme sentir bien, por.... Por todo.

–Solo quiero que tú estés feliz.

El aire parece atascarse en medio de su trayectoria habitual, mi estómago da una pequeña voltereta y mi sonrisa crece.

No, dulce.

–¿Puedo tomar prestada una sudadera de tu vestidor? –hago lo primero que se me ocurre, cambiar de tema.

–Lo que quieras.

–No me tardo.

Me coloco una camiseta con estampados de algún super héroe que me queda enorme. También tomo prestados unos pantalones que tengo que doblar, pero cuando me veo al espejo, soy feliz. Huelo a él, y con esa sensación de paz me acomodo a su lado para ver una de esas películas románticas que me hacen llorar desde la mitad.

Nos damos de comer mutuamente. Me besa en la cabeza un sinfín de veces, acaricia mi cabello y le sonrío. Parece disfrutar del momento, pese a que de vez en cuando pierde la ilación y tengo que explicarle en que va.

La película termina casi a media noche. La razón me recuerda que ya debo irme, pero algo me pide a gritos que me quede. Nadie dice nada mientras paseo de un lugar a otro, intentando sincronizar todo mi cuerpo para tomar la mejor decisión.

–Te queda muy bien –se acerca.

–Me queda súper grande.

–Pero lindo. Si quieres, te presto una casaca y ya mañana me devuelves todo. Te llevaré a casa.

«No quiero irme». No quiero, pero tengo que hacerlo. ¿qué tal si no quiere que me quede?

Asiento a regañadientes antes de ir a su habitación por mis cosas. Lleno la ropa sin doblar en una bolsa de tela, tomo la primera casaca que encuentro en el colgador y me coloco los zapatos. He sido tan feliz, que las ganas de correr hacia él para besarle y decirle que me quiero quedar esta noche me invaden. No obstante, soy tan cobarde que no lo hago.

Me acerco a la ventana del salón un minuto. A fuera llueve torrencialmente, puede ser una buena excusa ¿no?

Él viene segundos después, observa el panorama y mis ojos captan el momento exacto en el que toma una fuerte bocanada de aire.

–¿Quieres quedarte esta noche, Dul?

Sus ojos se mueven más de lo normal al tiempo que se sonroja, Christopher Uckermann se sonroja.

Yo me río nerviosa, creo que también me sonrojo, pero no estoy segura.

–Sí –mi respuesta es casi imperceptible.

Como no tengo las fuerzas para decirlo más alto, me pongo de puntillas para enredar mis brazos en su cuello. Busco sus labios urgentemente, y cuando los encuentro, le doy un beso que quiere reafirmar mi respuesta.

Esa noche hacemos a un lado lo que piense la gente, los miedos y el dilema que envuelve lo nuestro para dejarnos llevar.

Creo que es la mejor noche de mi vida, porque dejamos que los besos y las caricias hablen por nosotros.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro