Capítulo 22
"Y si alguna vez creí en ti, aprendí que sin ti yo sí puedo vivir
quiero poder conocer a alguien con poder de arrebatarme el alma con una mirada
puedo querer a alguien con poder de hacerme feliz, que no le importe nada
solo mi amor arriesga tu corazón, despertarás mi pasión".
Mis relaciones amorosas estaban llenas de clichés. Me tocó al actor guapo, exitoso, todo un mujeriego, incapaz de mantener una relación sana, fiel a la fiesta y a las aventuras de una noche. Pero el final fue diferente, no me tocó hacer el papel de la mujer que lo hacía cambiar por amor. Más bien fui la que decidía dejarlo para seguir adelante.
También me tocó el hombre egocéntrico que creía que, por tener dinero, una camioneta de marca y ropa fina podía hacer y deshacer a mi antojo. Esos que lucen a las mujeres como uno más de sus trofeos, los que se catalogan a sí mismos como "indispensables". Y no, no me acostumbré a una relación tóxica y machista, ni fui la que le hacía replantearse las cosas. Por segunda vez, fui la que decidía terminar, porque estaba sintiendo algo por alguien más.
Algo que no había experimentado ni con el mujeriego ni con el egocéntrico. Algo distinto tan intenso, que a veces tenía la capacidad de hacer que mi corazón se saltara latidos, que mi alma se sintiera llena al ver sus ojos y vacía al tenerle lejos.
Y, sorprendentemente, ese alguien también formaba parte de un cliché, el tercero en la lista.
"De la ficción a la realidad". "De amigos con derecho a novios". "el mujeriego que decide cambiar para enamorar a la chica buena".
Pero no seguía la misma regla que los anteriores, porque a este me negaba a dejarlo ir. Porque no me había echo daño, más bien, permanecía firme en su idea de traer el mundo a mis pies pese a mis miedos e inseguridades.
Después de dos decepciones amorosas, una más dolorosa que la otra, evidentemente, había creído no ser de esas personas afortunadas que encontraba a su alma gemela. Quería sentir algo distinto, conocer a alguien capaz de hacerme temblar con una mirada. Y escribí quiero poder.
La escribí pensando que jamás encontraría a esa persona. Pero estaba equivocada, porque ya la tenía en frente y me negaba a darme cuenta.
Sonreí nostálgica al terminar de leer la canción. Había pasado más de un año desde que me senté a escribirla a la luz de la luna, y ahora tenía eso y más.
Christopher me arrebata el alma con una mirada.
Me deja sin respiración con una palabra.
me paraliza el cuerpo al tener a sus ojos color miel dominando los míos.
Está dispuesto a arriesgar su corazón por verme feliz.
–¿No vienes, mi amor?
Un escalofrío agradable me recorre la columna vertebral al sentir sus manos masajeando mis hombros. Cierro los ojos para disfrutar de su cercanía y recuesto la cabeza levemente. Así soy feliz al menos, por un rato.
Estamos encerrados en su departamento desde ayer, que llegamos luego de quince días bastante agotadores. No tenemos intenciones de salir, así que, pese a que el sol a penas se está ocultando, seguimos con pijamas y pantuflas de animalitos.
La vida de fuera agota. Estoy cansada de dormir y despertar en aviones, de los hoteles, de los restaurantes. Estoy cansada de la calle.
Si de mi dependiera, me quedaría toda la vida encerrada a su lado, porque así no nos arriesgamos, no mentimos. Así somos reales.
–Quería escribir.
–¿A, ¿sí? ¿vas a escribir sin luna?
–Ahora que pedro me ha dado la oportunidad de escribir una canción para la serie, se me ocurrió hacer algo que vaya con mi personaje.
Pese a que muchas de las escenas de RBD la familia sean más una copia de la realidad que otra cosa, interpreto a una Dulce diferente. Sobre todo, en los primeros capítulos.
Es como si estuviese hablando de la Dulce de hace un año con un par de diferencias, pero con las mismas ganas de saber que se siente el amor de verdad.
–A ver –se sienta a mi lado y pasa uno de sus brazos por mis hombros, atrayéndome un poquito más.
–Mejor dicho, pensaba completar una cosa que ya tenía escrita –paso la vista por la agenda, indicándole con la mirada.
–Mi vida, crees que tienes mi vida en tus manos por tener el BM del año –lee cuando mueve el cuaderno para ver mejor–. Crees que tienes poderes por tu cuenta de cheques y la marca en tus jeans.
Mientras lee, lo miro fascinada. Tengo la necesidad de grabarme cada facción de su rostro, la intensidad del brillo de su mirada, el timbre ronco de su voz, el movimiento de sus labios... todo.
Pasan los meses y sigo sin hacerme a la idea de que me quiere solamente a mí. Que me ha elegido entre todas, que ha cambiado por mí. que está dispuesto a arriesgarlo todo por nuestro amor.
–Eso tiene solución –me dice, apartando la letra para besarme.
Cuando lo hace siento que dejo de tocar el suelo, y es una forma más de animarme a seguir con esto pese a todo.
–¿Te gustó?
–Ciertamente, es muy bonita –susurra todavía sobre mis labios–. Ya está completa ¿qué más le quieres agregar?
–No sé..., siento que le falta algo.
–¿Algo cómo qué?
–No lo sé –escondo la cabeza en su cuello–. Me convencería si tuviera algo más.
–A ver... vamos a ver que se hace.
Deja un besito en mi nariz antes de sentarse en el suelo con la agenda abierta. me mira unos segundos, coge un lapicero y empieza a escribir.
–¿Qué...?
No me responde.
No sé cuanto tiempo pasa entre borrones, muecas que quedarán seguro en la historia y suspiros cansados, hasta que se levanta.
"Si tú quisieras, te puedo amar.
Cierra los ojos, no pienses más.
Tú solo entrega tu corazón mi amor, deja el dolor".
No me lo dice, pero sé que es una forma más de dejarme claro cuanto es que le importo.
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El 2007 no solo comienza con el estreno de RBD la familia y la producción de un nuevo disco revolucionario que incluiría versiones de nuestras canciones en inglés y otras nuevas, también empieza con una mudanza. Chris y yo, luego de pensarlo mucho, decidimos que lo mejor era comprar un departamento solo nuestro.
Desde hacía un par de meses había estado sopesando la idea de independizarme, y me convencí de ello cuando supe que vivir a su lado significaría tener más tiempo juntos, fuera de cámaras. Lo cierto era que ya vivía en su departamento, así que el cambio había sido solo de lugar, con el agregado de que ya tenía mis cosas completas.
Fuimos amoblando poco a poco nuestro nuevo hogar. Con cuadros minimalistas, retratos de fotos que nos había hecho en paseos y ocasiones especiales, cuarzos rosas, guitarras y muchos discos. El departamento tenía un balcón hermoso, al que llené de plantas y luego, acondicionamos con sofás, una mesita baja y cojines para mirar la luna y componer.
A inicios de 2007 también se filtró una foto de la celebración de año nuevo en Acapulco, donde había ido con mis hermanas y Christopher. En los chats de Univisión las fans habían causado revuelo, pues su teoría cada vez más iba tomando forma, sin embargo, nunca corroboramos nada.
Televisa se estaba dando cuenta del poder de nuestras fans, de la complicidad que sobrepasaba pantallas y del claro favoritismo de la audiencia por nosotros. Pero supongo que les convenía vendernos más como un rumor.
–No lo sé, Dulce. Siempre es bueno desconfiar, ¿no crees?
Había invitado a Zoraida y a María Fernanda al departamento, porque hace mucho no las veía y era una buena oportunidad para que lo conocieran. Como mucha gente en televisa, ya se habían enterado de lo nuestro, y no tenía caso negarlo sabiendo que las conocía desde hacía mucho tiempo. Así que esperaba, al menos, un poquito de comprensión.
Christopher estaba en el cumpleaños de uno de sus amigos. Justo coincidió con nuestros días libres, y pese a que me insistió para que lo acompañara, decidí quedarme. Supuse que a veces también se necesitaban momentos a solas, con nuestros propios círculos cercanos.
O eso creía la Dulce cuerda, pero la otra, llena de celos, ya empezaba a dudar.
–Chris me ama. Confío en él, nunca haría nada para lastimarme.
"Estará rodeado de chicas bonitas, con medidas perfectas".
Arrugo la nariz y muevo la cabeza para borrar los malos pensamientos y los miedos, que empezaban a apoderarse de toda mi parte racional poco a poco.
"Chicas seguras, decididas. No cobardes".
–Estamos hablando de Christopher Uckermann, uno de los hombres más codiciados de todo el medio. Es amigo de Poncho –agregó María Fernanda, metiéndose una galleta a la boca.
–Te lo decimos porque somos tus amigas. Por ahí dicen, dime con quien andas...
–Y te diré quién eres.
–Chris me ha demostrado que...
–¿Y las chicas? ¿De verdad confías en las modelos o en las actrices que están en la fiesta? –insinúa Zoraida.
–Nada, Zori. Ni siquiera deberías confiar por completo en él. Es Christopher, todo el mundo sabe cómo es, y yo no quiero que salgas herida, mi Dul.
–Chris a cambiado –digo más para mí que para ellas–. Me quiere, ha luchado tanto por mí...
–Luego de todo lo que te ha pasado no deberías confiar tanto, porque cuando la realidad golpee te va a doler demasiado.
–Llámalo, Dul.
–No quiero que piense que soy una controladora obsesiva. Confío en él.
–¿De verdad? amiga, está rodeado de chicas bonitas, con cuerpos de infarto...
Con cada palabra la duda se asienta con más fuerza en mi pecho. Al final, pese a que lo intento con todas mis fuerzas, elijo llamarle.
Un tono, dos, tres...
Una llamada, dos,...
Contesta recién a la tercera llamada, al séptimo tono, y eso no me gusta.
–¿Qué haces que no contestas rápido?
–La música está muy fuerte, mi amor. Perdóname.
–¿Con quién estás?
Me da el nombre de dos de sus mejores amigos. Supuestamente, están en la barra de la discoteca pidiendo unas cervezas.
Pero no le creo. Ni cuando dice que la música estaba muy alta, ni cuando me da dos nombres exactos.
Le exijo que me pase con uno de ellos. Me sorprendo yo, se sorprende él.
–No seas intensa –me dice en medio de una carcajada.
No sé si está bromeando, pero eso me molesta de sobremanera. Mis ojos se llenan de lágrimas y lucho para no echarme a llorar.
Si dice eso es porque algo oculta. Porque no está con los amigos. Porque está con alguien más.
Quiero colgar, no obstante, al otro lado, en medio de todo el ruido que se filtra por la línea, me saluda una voz súper animada.
Paulo. Uno de sus amigos.
Y aún así, no le creo
Y me odio por no hacerlo.
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