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Capítulo 21

la veo dormir en el avión mientras intento procesar que gracias a nuestro "romance" una chica despertó del coma. Ya es una noticia mundial, así que la producción puede sentirse feliz por tener algo más con qué lucrar. Es un abrazo al corazón saber lo fuerte que cala un secreto a voces como el que tenemos, pero no puedo tapar el sol con un dedo.

Creo que Dulce y yo no tenemos ni la más mínima idea del poder de nuestro amor, pero televisa sí, y por lo que hace deja claro que está dispuesta a sacarle todo el jugo posible.

Y yo no quiero que pase, porque me aterra que eso nos aleje más.

–¿Ya has visto el video de ser o parecer? –pregunta Maite cuando le hago caso a los toquecitos que da en mi hombro.

–Lo veo después –susurro señalando a Dul.

–Es importante.

–¿Por?

Sacude la cabeza antes de alcanzarme el computador que tiene justo en el video que tan malos recuerdos me trae, pues en la grabación se notó lo mucho que nos está afectando ocultarlo, escuchar rumores y estar trabajando de un lado a otro. A ella más que a mí, evidentemente.

Dulce sufrió un ataque de nervios en Brasil, justo cuando estábamos rodando el video. Lloró cansada de toda la mierda que nos rodea. Estaba lejos de su familia y ese también era un factor que influyó. No obstante, la presión por ocultar lo nuestro y lo mal que nos estaba saliendo todo, mezclado con la vorágine de sentimientos agolpados en el ambiente, la hicieron explotar.

Y los vestigios de ese día quedaron reflejados en el video, pese a haberle suplicado a Pedro que no se filtrara nada aparte de los rumores. Si era capaz de comprar fotos comprometedoras, nada le iba costar acallar todo si se lo proponía.

Lo hice por la tranquilidad de Dulce, pero al muy desgraciado no le importó. En el video había una imagen, una maldita imagen que ocupaba fracción de segundos, pero estaba ahí, al fin.

Era Dulce en una camioneta abrazando a un fan. Pero lejos de todo eso, era ella con los ojos todavía llorosos.

Furioso, le devolví el computador a Maite y abracé a mi novia en un intento por protegerla de todo lo malo que nos rodeaba. Ya le había hecho una pregunta sobre eso en el chat de Univisión, pero ver que de alguna u otra manera la producción ventiló su intimidad me frustraba mucho.

–¿Qué vas a hacer?

–¿Tengo opciones?

Maite, conocedora de mi expresa petición a pedro, negó y no dijo nada más. Volvió a enfocarse en revisar el maldito disco mientras que yo cerré los ojos queriendo dormir para olvidar, sin éxito.

Su respiración era tan calmada que tuve el impulso de encerrarla en una cajita de cristal así tal cual, para que no volviera a llorar, para que ya no sufriera más. Sonaba egoísta, pero prefería que dejara a un lado sus sueños profesionales si eso la mantendría más tranquila; ella no era tan fuerte como pretendía serlo. No cuando tenía infinidad de miedos invadiendo su alma.

me encantaba mirarla. Podía quedarme una noche entera sin dormir solo para detallarla, pues tenía una extraña necesidad de grabarme cada mínima facción de su rostro. Dulce para mis ojos era el sinónimo de perfección, tenía la sonrisa más bonita que he visto jamás y la mirada más limpia y especial que debía ser inmortalizada en el tiempo.

No iba a ser fácil, pero por esa sonrisa y la respiración acompasada que era mi paz y mi lugar seguro estaba dispuesto a luchar. La seguiría hasta el fin del mundo sin miedo a nada.
Mirándola en ese asiento de avión, entendí que les había perdido el miedo a las cenizas, y que ponía todo en juego por ella.

Nunca me cansaría de amarla.

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En mis ganas de gritarle al mundo que estaba enamorado de mi pareja protagónica, encontré a la serie como el único proyecto bueno del grupo. Grabando las escenas de besos y momentos románticos podía canalizar, de alguna u otra manera, la impotencia que sentía al no poder mostrarme con ella sin miedo. Porque a diferencia de lo que hicimos en la novela, aquí no actuábamos, éramos nosotros mismos.

Y hasta parte de la trama se prestaba para ello, pero el papel que cumplía la producción al advertirnos sobre el daño que le haríamos al grupo al estar en una relación lo hacía Cristian. En el último capítulo nuestra cercanía puso en alerta y fue nuestro compañero el encargado de darnos una extensa charla.

Todo ocurrió tal cual en la vida real. Sus palabras movieron fibras en Dulce que hasta actuando, ponía la cordura y el bienestar de los demás por su felicidad.

Dul y Ucker en RBD la familia decidieron ponerle fin a ese romance por "el bien de todos". Pero Dulce y Christopher en la vida real no lo harían.
No, porque yo no estaba dispuesto a arriesgar mi felicidad por un grupo que tarde o temprano iba a acabar. O por las malas gestiones de televisa, o porque alguien, que no es feliz cantando renuncie.

Ese era Poncho. Si accedió a firmar el contrato fue por la novela y por una promesa falsa como su relación con Anahí en la serie: "el grupo dura solo lo que dura rebelde".

–¿Y si eso piensan ellos? –me dijo Dul, cuando me senté a su lado en el camerino.

–¿Qué? –la recosté en mi pecho.

–Lo que dijo Cristian en la escena.

–Dijo muchas cosas –le doy un beso en la frente.

–Que somos un grupo de seis y que aquí las parejas no funcionan.

–Ahora no, mi amor. Por favor.

–Si la gente se entera al principio va a ser muy bonito, pero sabemos como es la prensa amarillista. Que han salido a comer, que una supuesta infidelidad... ¿crees que ellos piensen lo mismo?

–¿Y que importa lo que piensen ellos?

–Mucho. Son como nuestra familia y lo que menos quiero es dañarlos.

–¿Con esto quieres decirme...?

–Que hay más consecuencias de seguir con esto –se aleja y sujeta su cabello en una cola–. No quiero que me odien, y no sé, e las entrevistas los dejan de lado para centrarse en nosotros...

–¡Eso ya no es tu culpa! Y ellos tienen que entenderlo. ¿Acaso tú haces la pauta de la entrevista? ¿acaso tú les pides a los periodistas que te bombardeen con preguntas?

–No, bueno sí. Indirectamente. Les quitamos el protagónico a Poncho y a Anahí en la novela –susurra como si fuese un secreto–. Es probable que lo hagamos también en la serie y...

–Dile a Pedro que te cambie de pareja, entonces –me levanto, cansado de escuchar lo mismo todos los días.

–Yo no quise decir que...

–las malditas consecuencias de lo nuestro ya las tengo claro –empiezo, levantando la voz más de lo necesario–. Estoy harto de que me repitas lo mismo todos los días. Que, si opacamos al grupo, le arruinamos el negocio a la empresa, dañamos a nuestros compañeros. Ya hemos quitado un protagónico y no se ve bien. Si tanto daño hacemos, no sigamos con esto.

Cegado por la furia, me doy la vuelta dispuesto a salir. Dulce se apresura por llegar a mi lado y me toma del brazo con suavidad.

–No es así, Chris. Yo quiero que entiendas que...

–Que lo nuestro no está bien, ya lo sé. Que todo es más importante. Que desde que he llegado a tu vida te la he puesto de cabeza.

–¡No es fácil! ¡quiero que lo entiendas!

Su voz se quiebra, y me quiebro yo también.

–¡Te he entendido siempre! desde que éramos amigos, he estado ahí para ti. Te he tenido paciencia porque sé que te han dañado, y ahora estoy aceptando ocultar lo nuestro un tiempo. Pero ¿quién me entiende a mí?

Me mira, pero no me dice nada. Entrelaza sus manos como si ahí pudiese encontrar una respuesta.

Ella está cansada, y no se da cuenta que yo estoy igual.
A ella le desgasta el qué dirán, a mí, que todo el tiempo busque las peores consecuencias de seguir con esto.

–Quiero pasear con mi novia, llevarla a cenar después de un día largo, bajar de un avión de la mano y llegar al aeropuerto cargando sus maletas. Ya no quiero ir a escondidas a tu habitación de los hoteles por la noche con el miedo de que me vean los trabajadores, quiero hacerlo sintiéndome libre. Quiero que vayamos de fiesta y que vayamos al cine, porque ahora no lo hacemos con tal de guardar apariencias.

–Vamos a tener tiempo para todo eso.

–Luego, seguramente. Porque ahora es más importante buscarle lo malo a nuestra relación, ponerse a pensar en todos los demás y proteger a un proyecto que se va a ir a la mierda en cualquier momento.

–¡Eso no es cierto!

–¡Claro que sí! Porque si no renuncia Poncho, lo voy a hacer yo.

–Tú no puedes...

–¿No puedo seguir llenándoles los bolcillos a los productores? Sí puedo, y créeme cuando te digo que si no lo hago todavía es por ti.

–Tenemos un contrato.

–No me importaría pagar la penalización si eso me asegura que tú y yo vamos a estar bien y vamos a poder tener una relación como mejor nos plazca.

–¿Y dónde quedan nuestros sueños profesionales?

–Con la fama del proyecto podemos conseguir trabajo en cualquier otro lado.

–Le debo mucho a Pedro y...

–Y quieres que sea tu manager y tu productor en todo lo que venga después de RBD, ya lo sé.

–Es una buena persona. Solo está velando por los intereses de la empresa y por nuestro bienestar.

–No me hagas reír, Dulce –le digo, soltando una carcajada seca–. Espero que en diez años me digas lo mismo.

–No te entiendo –se limpia las lágrimas–. ¿Por qué habría de cambiar de opinión?

–Porque Pedro solo piensa en él, y porque si sigues creyendo en todo lo que te dice nos vas a perder y te vas a perder a ti.

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