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 capítulo 17

♦ Christopher ♦

Las escenas de Diego y Roberta no habían sido tan naturales como las que hacemos para la nueva serie. En verdad somo solo ella y yo, y aunque contamos una historia totalmente distinta a la real, notamos que la atmósfera y el fin son los mismos. Inconscientemente, hacemos que la gente tenga momentos auténticos en medio de tanta trama.

De manera indirecta le gritamos al mundo nuestro amor, y dejamos que todo lo que guardamos para una habitación de hotel fluya por fragmentitos delante de una cámara que luego nos convertirá en personajes de pantalla.

Entre grabaciones y conciertos me llega un momento de seguridad infinita y ya no quiero ocultarlo más. Quiero besarla en un centro comercial, así como hago tras bastidores, quiero llegar con ella a las alfombras rojas y le quiero dedicar canciones en los conciertos. Poco o nada me importa que les quitemos protagonismo a nuestros compañeros, o que el nombre de RBD termine por reducirse a un nuevo romance.

No me importa nada porque estoy cansado de fingir a todas horas. A diferencia de Dulce yo no he conseguido sentirme bien actuando mi propia vida, no me sale y no puedo hacerlo más.

Estoy cansado de decirle a la gente que estoy soltero, de no poder llevar a mi novia a un paseo por la ciudad, de no poder acompañarla a una sesión de fotos.

–Te veo dentro –deja un beso en mi mejilla y se dispone a bajar.

Pongo mi mano sobre la suya para evitar que abra la puerta y me gano una mirada confundida. Estamos a cinco cuadras del evento al que nos han invitado, y ya no quiero mentir.

–¿Qué? tengo que bajar ya. No tardan en aparecer los periodistas y no pueden vernos juntos.

–¿no pueden, o no quieres que nos vean juntos?

–Sabes que no pueden vernos juntos, Pedro, el grupo... se armaría un escándalo.

Me regala una sonrisa tierna que en otro momento de seguro me convencía, sin embargo, ahora no.

–Creo que ya es momento de hablar claro. La que no quiere que nos vean los periodistas eres tú, porque de poder pueden, si luego se les apetece hacer fotos están en todo su derecho y ya, pero nosotros podríamos entrar como lo que somos ¿no te parece?

–Eso nos traería muchos problemas. A pedro no le va a gustar y no podemos hacer ningún escándalo, la serie no tarda en estrenarse y...

–no me importa la serie, ni el grupo, ni mucho menos Pedro. Me importa lo nuestro y ya no quiero esconderme más, quiero entrar con mi novia.

–Chris, no podemos...

–¿por qué? Si ya lo sabe Dios, que lo sepa el mundo.

Grabé una frase parecida hace un par de semanas y jamás se me ocurrió que la repetiría solo días después, en una situación un tanto parecida y a la misma persona. ¿Por qué ocultarlo cuando no estábamos haciendo nada malo?

Medio sorprendida y divertida, Dulce dejó de sostener la manija y volteó a mirarme. yo le miré de vuelta y descubrí, por primera vez en todo este tiempo, una tormenta de duda asomándose en sus ojos; noté también un brillo de impotencia mezclado con miedo, no obstante, lo más desgarrador fue ver el vacío que se instaló de pronto.

–¡Ni siquiera lo pienses! por piedad, no lo hagas.

–Es que es lo más normal del mundo, mi vida. ya hemos esperado lo suficiente y a lo mejor ya ha llegado el momento de dejar de escondernos.

–¿Y arriesgarnos a que los chismes de la prensa destruyan lo que estamos construyendo? –hace hasta lo imposible por no echarse a llorar.

–Si nos queremos no tiene por qué afectarnos.

–es muy fácil decirlo, pero...

–Pero no quieres que te relacionen con un mujeriego como yo, dilo sin miedo. Porque todavía no confías en mí y...

–No es eso, Chris –me interrumpe desesperada.

–No entiendo qué más tengo que hacer para demostrarte que he cambiado por ti y que estoy dispuesto a luchar contra todos por lo nuestro. Creo que ya habíamos tenido esta conversación, y pensé que te había quedado claro –suelto una carcajada–. Que equivocado estaba.

–¡No es eso! –se acerca un poquito más–. Piensa en el grupo, en los chicos...

Tomo aire para intentar asimilar la descarga de información que traen sus palabras. Mientras ella no sabe con qué otra cosa excusarse, la miro fijamente buscando entender como la misma mujer que hace no menos de una hora me miraba con amor, acaba de decirme que hay cosas más importantes que lo nuestro.

–de verdad no lo puedo creer. Resulta que todo el mundo es más importante que lo nuestro y yo recién me acabo de enterar.

–¿Por qué estamos teniendo esta conversación ahora? –me pregunta tras unos segundos en silencio.

–Porque resulta que quiero llegar de la mano de mi novia y me dice que no, porque pedro se va a enojar y porque los periodistas van a comenzar a hablar.

–Tú y yo habíamos quedado en mantenerlo en secreto ¿ya no te acuerdas?

–me acuerdo perfectamente, y supuse que eso sería por un par de meses, hasta que nos acostumbremos y estemos seguros de esto.

–No puede ser solo por un par de meses porque hay más factores que influyen, estamos dentro de un grupo importante y no podemos darnos el lujo de tomar decisiones que terminen afectando a todos.

–¿Me estás proponiendo que lo mantengamos en secreto toda la vida? –no me responde–. Quieres que nos ocultemos como si fuéramos delincuentes, o amantes.

–¡Lo hago por nuestro bien!

–Y por el bien de los otros, ya lo entendí, Dulce –trago fuerte antes de responder–. No pasa nada, vamos a seguir escondiéndonos y todo el mundo allá afuera va a poder estar feliz.

–Chris, eso no es...

–Nos vemos en el hotel después, entonces –concluyo la conversación, estirando la mano para abrirle la puerta.

Nos vamos a ver en la habitación de un hotel, porque hay muchas personas que pueden salir afectadas si es que se descubre lo nuestro. Y como Dulce es la Madre Teresa y no puede permitir el sufrimiento ni la desgracia de los otros, está dispuesta a sacrificar su felicidad; ofreciendo nuestra relación como un tributo en el proceso.
Nos vamos a esconder en una habitación como si fuéramos dos fugitivos, y ante todos vamos a actuar como dos buenos conocidos de toda la vida.

Dolido, frustrado y cansado, entro al evento con solo una cosa en mente, voy a hacer lo que quiere que haga. Si le hace feliz que actuemos como dos desconocidos, lo vamos a hacer. Si se va a sentir mejor sabiendo que la ignoro, lo haré pese a estar muriéndome por dentro.

----------------***----------------

Tenemos que estar en el Lobby del hotel en treinta minutos, pues hoy por fin, luego de quince días en Estados Unidos volvemos a México. Desde la discusión con Dulce el tiempo ha pasado convenientemente muy lento y he sentido la ausencia de mi madre como pocas veces en la vida. No veo la hora de aterrizar y alejarme de todo para intentar olvidar, así sea por unos minutos, la montaña rusa de sentimientos que me invade.

La puerta del baño se abre cuando estoy haciendo la última inspección para ver si no me dejo nada en la habitación. Dejo entreabierta una compuerta del armario y medio volteo para verla apoyada en la pared, con el cabello recogido a lo torpe y con un suéter mío que le queda hasta las rodillas.

–Quítate eso antes de salir –observo antes de voltear a seguir con lo mío.

–Hace frío –susurra.

Pese a la discusión del otro día hemos seguido compartiendo habitación. Ya no sé si es por costumbre o porque no podemos estar mucho tiempo separados, pero antes de que lleguen las doce, le da un par de golpecitos a la puerta e ingresa. No hablamos ni nos miramos; solo me abraza y dejo que lo haga.

–Entonces ponte algo tuyo, la gente puede sospechar.

–No quiero –la volteo a ver de nuevo–. Estoy bien con esto, ya veo lo que me invento luego.

–Ve tú, pero luego no me reclames nada.

Porque estoy cansado, quiero agregar.

–¿Ya recogiste todo? –asiento con la cabeza–. Entonces vámonos, nos esperan.

–¿Vámonos? Suena a mucha gente. Mejor baja tú primero, no vayan a sospechar.

–Chris... –se acerca y yo me alejo.

–No dilatemos más el tiempo, muero por llegar a México.

–Es que no me estás entendiendo. Quiero que bajemos juntos, podemos decir que nos encontramos en el ascensor o yo que sé, pero...

–Te entendí perfectamente –muevo las cejas–. No quieres que nadie sospeche de lo nuestro y la mejor manera de hacerlo es reduciendo todo a una habitación de hotel.

–¡Pero no así! me duele tu indiferencia, el saber que estamos juntos, pero no puedo abrazarte ni...

–Es lo mejor, así todo el mundo está contento. ¡no es lo que querías?

–¿Dónde queda lo nuestro?

–Es lo mismo que te pregunté yo, y me dijiste que había muchos factores alrededor. Déjalo así, por favor.

Niega con la cabeza antes de acercarse a la puerta, donde nuestras maletas yacen apiladas una encima de otra. Observo con curiosidad como las riega por el suelo, hasta que de una de ellas extrae una libretita rosada y se pone de pie, sin tener la delicadeza de devolver todo tal cual estaba. No puedo actuar indiferente cuando se acerca a paso inseguro apretando el cuaderno en su pecho; los segundos se me hacen eterno y el silencio reinante por alguna razón que desconozco me hace sentir culpable.

Toma y expulsa aire antes de abrir la libreta. No sé si me pone nervioso el miedo reflejado en sus ojos o su cercanía, pero comienzo a mover mis cejas de forma alterna.

Cuando encuentra la hoja que busca, se acerca un poquito más, se pone de puntas y me la entrega como cual niña pequeña que tiene miedo a que la regañen. El roce de nuestras manos se siente extraño y soy el primero en romper el contacto, ansioso por leer lo que ha escrito.

–No soy tan valiente para decirte lo que siento en voz alta, así que ahí tienes, mi faceta más oculta. En esa en la que no soy la actriz de mi propia vida, ni la que se preocupa por los demás, y quizá ni siquiera la mujer de la que te enamoraste; pero te quiero, y si quiero seguir con esto creo que es necesario que lo leas. La escribí para ti.

En ese instante no lo sé, pero es la primera vez que me escribe una canción.

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