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Capítulo 15

–A partir de ahora lo único que debe importar es RBD. Nada de noviecitos polémicos, ni de intentos de relaciones entre ustedes. ¿Queda claro?

Aparentemente habla en general, no obstante, siento que todo el discurso y esa mirada de advertencia que lanza van hacia mí. Desvío los ojos hacia Dulce y le dedico una sonrisita cómplice mientras el resto asiente con seguridad, porque ya es demasiado tarde.

El juego de sonrisas dura solo un instante, ella es quien aparta su atención primero para enfocarla en el productor, y yo lo hago después, fijando la vista en las pulseras que adornan mi muñeca.

–¿Quedó claro, Dulce y Christopher?

El gritito de Christian viene acompañado de un carraspeo de Anahí, una risa socarrona de Maite y una mirada cargada de incertidumbre de Poncho.

Me sorprende un poco, ya que nuestra relación a seguido al pie de la letra todas las condiciones que impuso Dulce para que nadie se entere. Estamos sentados a extremos opuestos de la sala, llegamos por separado y nos vamos a ir de la misma manera.

No hemos hecho nada para que Pedro sospeche.
O, mejor dicho, nada de manera consciente. Llego a esa conclusión cuando la conversación que tuve con Anahí hace algunos días se hace presente en mis recuerdos.

«No hace falta que confirmen algo, su actitud, sus miradas..., todo termina delatándolos»

Sus palabras no habían cobrado sentido completo hasta ahora, que pedro hizo una afirmación inscrita en una especie de pregunta casual. Me remuevo incómodo el en sofá porque tengo la mirada de mucha gente en mis movimientos, y juro que hago lo posible por ocultarlo, pero el golpecito que recibo en mi brazo me confirma que no puedo.

–Disimula un poco –susurra Anahí.

–Todo claro, Pedro.

Dulce, experta en ser la actriz de su propia vida, fingir sentimientos y ocultar muy bien otros, responde sin titubeos, con una expresión tranquila en la cara y sin mover ni un solo músculo. Intento encontrar sus ojos, pero me desvía la mirada y eso duele como nada había dolido antes en la vida.

–¿y tú, Christopher? –siento que sus ojos quieren ejercer presión.

–Todo claro –murmuro con más de seis miradas posadas en mí.

Muchos ojos estaba posados en mí a la espera de una respuesta más convincente, pero los de ella no. Dulce miraba fijamente a pedro, con los labios sellados y ni una sola pisca de esas sonrisa enamorada que me había dedicado antes de venir a la reunión. Parece no estar nerviosa, pues no juega ni con sus dedos, ni con su cabello, como seguro hubiese echo cualquier otra persona en su lugar.

Mi garganta se seca al pronunciar esas palabras que nos terminan condenando a los dos.
Nada está claro, porque desde hace mucho hemos roto la regla de ser solo amigos.
ya no hay un intento de noviazgo en el grupo, porque ya lo somos, a escondidas, pero a fin de cuentas estamos juntos.
Y si algún día decidimos hacer público lo nuestro, RBD tendría que afrontar un escándalo terrible. Dejaríamos de ser seis en una entrevista porque ella y yo seríamos el centro de atención. Como crítica por parte de aquellos que ven mal una relación luego de haber estado con otros dos miembros del grupo, y como alegría inmensa para quienes sueñan con materializar a Diego y Roberta.

–Lo que sí vamos a mantener intactas son las parejas en los conciertos. Venden muy bien y en un futuro, podrían vender más como marcas por separado.

Debí darme cuenta, sin embargo, en ese momento no le presté la atención necesaria. Pasé por alto sus palabras, ignorando que esas serían, precisamente, las causantes del declive de nuestra relación más adelante.

–Sobre todo Dulce y Christopher –susurró Christian, lo bastante fuerte como para que Poncho voltease a mirarme otra vez.

Moví la cabeza un par de veces, asintiendo quizá a la petición implícita que me hizo con la mirada. Le debía una explicación.

–Tu lo has dicho, no yo –concedió el productor, paseando por toda la sala–. Y lo primero que vamos a hacer para aprovechar las parejas es darle a la gente un poco de lo que quiere.

–No entiendo –Maite dejó de trenzar su cabello–. ¿Qué es lo que quiere la gente?

–Acción y amor. Sus fans sueñan con ver a Dulce y Christopher y a Poncho y Anahí, y vamos a hacer algo para que lo crean. Ficción disfrazada con realidad, diría yo.

–RBD la familia –habló por fin Luis–. Es una serie con ustedes como protagonistas, con un poquito de lío y por qué no, parejitas incluidas.

–¿No se supone que no quieres parejas dentro del grupo? –pregunté medio confundido.

–No quiero parejas que acaparen toda la atención. pero como esto va a ser ficción, no tiene porqué afectar ni en las entrevistas, ni en los titulares. ¿Por qué? si no son reales y no han confirmado nada.

–Yo no estoy de acuerdo –me levanté rápido–. Si lo que quieres es que ninguna relación opaque a RBD como grupo de seis, corta con eso de raíz. Parejas como parte de la novela y listo, ¿por qué seguir alimentando con una serie ridícula?

–Una serie ridícula que nos va a llenar los bolcillos a todos –me cortó Luis–. La gente está medio feliz, no se opaca a nadie y listo. Tómalo como una novela más, Christopher.

Una relación real significaría más titulares para el grupo, más entrevistas y más ventas. Pero nada se centraría en la música que hacemos y en la marca personal que nos han dejado los personajes, todo giraría en torno a eso. ¿Cómo surgió el amor? ¿desde cuando están juntos? ¿fue este el motivo de las rupturas? Muy por el contrario, una relación de ficción con media realidad le daría a la gente contenido de sus parejas favoritas, se sentarían a ver todos los capítulos y, por ende, terminarían consumiendo más de la marca del grupo.

Lástima que a estas alturas yo ya no podía tomarlo como una novela más. Porque ahora Dulce no solo me gustaba, era mi novia y necesitaba cuidar lo nuestro.
Yo no iba a actuar en un beso ni en una conversación de amor. Porque todo eso existía, y más bien, esa nueva serie sería el lugar perfecto para gritar lo que siento en silencio.

No anunciaría una relación, por tanto, no opacaría a mis compañeros y todo iría bien. Pero sí les daría más motivos a los fans para creer en nosotros y hacer infinidad de espectáculos. Ahora lo tenía bastante claro, pero quizá en el momento me faltó nitidez para ver las cosas.

Dulce aceptó, firmó un contrato como todos los demás y me miró una fracción de segundos, suplicándome en silencio que hiciera lo mismo. Tardé en reaccionar, sin embargo, a ella no le podía negar nada y también lo hice.
Firmé sin medir las consecuencias que traería, y entonces no lo sabía, pero estaba contribuyendo en la construcción de un coche de guerra que buscaba destruir lo nuestro.

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–Me di cuenta de lo que pasaba entre ustedes, no lo voy a negar. Quizá todo se hizo más evidente con tu actitud intolerante cuando ella estaba con el arquero, pero ahora hay algo diferente... ¿es lo que creo?

–no lo sé –sumergí el limón a la botella de cerveza.

Estábamos sentados en la barra de un bar poco concurrido, de esos que pocas veces frecuentábamos cuando hacíamos una dupla de perfectos mujeriegos de revista. Era extraño debido a que no salía con él desde hacía un buen tiempo, y más extraño aún que el motivo no sea una fiesta o algo por el estilo, y que sea, más bien, porque le tenía que confesar que era novio de su ex.

–Ella está sola y más feliz que de costumbre –observó casual–. Tú has dejado de responder mis mensajes para salir, y por alguna razón siempre la llevas a casa... en plan de amigos, pensaría cualquiera.

–¿Es mi mejor amiga, ¿no? tengo que cuidarla y...

–y sus últimas escenas no son actuadas. Hasta el que no es actor se da cuenta que los besos, las miradas y hasta los diálogos no son actuados.

–Hay química, como la que tienen Anahí y tú.

–No vas a comparar la química que tenemos Ani y yo con la que tienen ustedes –suelta una risa medio contagiosa–. Es un pecado en toda la norma. Yo no la miro como tú miras a Dulce, yo no sonrío como estúpido cada que habla. A Ani no se le iluminan los ojos cuando me ve, ni se olvida de todos sus perjuicios estúpidos cuando estoy cerca.

Hay una regla rara en el marco de relaciones, una regla que sorpresivamente Poncho no sigue.

Es de suponerse que si un amigo tiene algo con tu ex no le hablas, le recriminas todo y cortas amistad para siempre. pero con él no pasa, me está relatando todo con una tranquilidad envidiable, no quiere golpearme ni hace el ademán de cortar nuestra amistad por traición.

–¿A dónde quieres llegar?

–A la verdad –no deja de sonreír–. Estás enamorado de Dulce y no es reciente. Ella también está enamorada de ti, y aquí sí dudaría desde cuándo.

–A lo mejor estés confundiendo a nuestros personajes y...

–En los conciertos no tienes que actuar, en las camionetas tampoco y mucho menos en las entrevistas. Confírmalo, Christopher, ¿estás enamorado de Dulce?

–No tienes idea de cuanto –susurro mirando hacia otro lado.

–Y ya te digo yo que ella también está enamorada de ti. Hace lo posible para disimular y a veces lo logra –comenta sin cambiar el tono de su voz–. Es la diferencia entre ustedes, ella sí puede disimular por momentos, en cambio tú, nunca.

–¿No te molesta?

–¿por qué habría de molestarme? Lo que más quiero en esta vida es verla feliz, y estoy convencido que eres la persona indicada para hacerla feliz.

–¿Cómo estás tan seguro?

–has dejado tu vida de mujeriego para demostrarle que no eres como todos los demás. Ignoras a cientos de chicas porque ella está allí, y yo nunca pude hacerlo. Porque no la amo, y tú sí.

–Creo que es muy pronto para hablar de amor –sigo la línea.

–No, Chris. Lamentablemente eres muy mal actor en estos casos, y creo que todo el mundo ya tiene indicios de lo que sientes por ella. Pero yo, que te conozco de fiesta, sé que la amas.

–Ella sí puede fingir muy bien –le doy un largo trago a mi cerveza.

–sabe como ser la actriz de su propia vida. La verdad no sé que tan bueno sea eso, pero tú estás aquí para intentar canalizar eso. Pero ahora dime ¿desde cuándo son novios?

–¿Eh?

–Sí, porque amigos con derecho no son, o ya no son. Eso sí no sé bien, pero ¿desde cuándo?

–Desde hace un mes y medio –mi sonrisa se ensancha.

–No me contaste, ¿he? Me debes una por eso –se pone de pie y me hace una seña para que haga lo mismo–. Pero cuentas con todo mi apoyo, para gritarlo a los cuatro vientos, para enfrentar las críticas y a Pedro.

–Acordamos que sea un secreto. Bueno, ya no tan secreto porque lo sabe Anahí, y ahora tú.

–un secreto a voces, querrás decir. Porque puede actuar muy bien, disimular sonrisas y controlar nervios, pero a sus ojos nunca. Y de ti mejor no hablamos.

–Por el momento es lo mejor. Ella no está lista y...

–¿por qué?

–Tiene miedo al que dirán, a arruinar al grupo...

–Entonces ahí está tu labor, tienes que luchar contra sus miedos y dejar que sea solo ella.

–No creo que pueda.

–Inténtalo, porque a lo mejor y son esos miedos tus peores enemigos. Mucho más letales que los intereses de Pedro y las críticas de los medios.

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