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Capítulo 14


Pese a que mi corazón muera por contarle a todo el mundo que está feliz y completo, acordamos mantener lo nuestro como un secreto. Primero, porque no sabemos si va a funcionar, porque a penas estamos empezando y creo que ambos tenemos arruinarlo. En segundo, porque acabo de terminar una relación y ante los ojos de todo el mundo se vería mal que ya haya iniciado otra sin haberme dado un tiempo. La prensa hablaría, la gente no estaría contenta.

En tercer lugar, y quizá como factor importante, Nadie puede saber nada porque opacaríamos al grupo, y porque la imagen de RBD se dañaría al anunciar nuestra relación cuando ambos hemos sido novios de otros dos integrantes.

¿Qué va a decir la gente? ¿qué van a decir Poncho y Anahí?

Estar con él me hace muy feliz, pero cuando no estamos juntos, mis miedos salen a relucir y me hacen dudar de todo. No quiero arruinar mi carrera solo por estar enamorada, ni que la prensa hable mal de mí por los antecedentes, ni que la gente me mire raro.

¿Qué dirán todos si se llega a descubrir lo nuestro? Es una pregunta que viene a mí cada que me tomo una foto o firmo un autógrafo en la calle.

Además, me aterra la mala fama de Christopher. ¿Y si me engaña como todos?

–Dul, te voy a echar mucho de menos –me dice Zoraida al término de nuestra última escena juntas.

–Yo también te voy a extrañar –le correspondo al abrazo.

Creamos un vínculo más o menos fuerte, no lo suficiente como para contarle lo de Christopher, ni como para abrirme mucho en mis momentos de debilidad. Pero hemos compartido tanto, que el cariño queda.

–tenemos que seguir siendo amigas, y ya sabes, tenemos que encontrarnos sin falta para ponernos al día en todo. Si tienes algún novio, no sé, por allí...

–Por el momento no, acabo de terminar algo –respondo tajante.

–Bueno, no ahora, pero más adelante. No sé, ¿tu pareja de novela?

–¿Qué dices? –me acomodo el cabello.

–Que todo puede pasar –se acerca un poco más–. Pero somos amigas, y ya vez lo que comentan por allí ¿tú y Christopher, nada de nada?

–Somos amigos.

–¿Solo amigos? –asiento incómoda–. ¿Con derecho?

–Amigos, solamente –me pongo en pie.

–En parte mejor, porque ¿a que no sabes? –niego–. Christopher está interesado en María Fernanda.

Y ese, señoras y señores, es el primer chisme que me llega a cerca de las posibles relaciones de mi novio.

No sé si primero quiero llorar, gritar o vomitar. Pero soy consiente de que necesito hacer algo para olvidarme del escalofrío cargado de inseguridad que me recorre de los pies a la cabeza.

Pienso en la manera en que me mira, en su voz diciéndome cosas bonitas, en su sonrisa cada que me escucha hablar y en todo lo que ha hecho por mí. Pero justo en ese momento, cuando intentaba convencerme de que eso no podía pasar, mi mente me grita que no soy suficiente, y que si Poncho me ha engañado, él puede hacer lo mismo.

–¿Cómo sabes?

–El otro día, en una escena la estaba viendo mucho. Y, o sea, siempre la sigue en los camerinos y ella me dijo que le había invitado a salir. ¿quién lo diría, ¿no? –se ríe–, primero con Angelique, luego con Carla, y ahora... todo un mujeriego tenía que ser.

–no creo, a lo mejor lo están –digo, ignorando a la vocecita de mi cabeza.

–Por eso mejor tenlo como amigo, porque luego.

le invento que debo ir a recoger mis guiones y salgo, un poco mareada con la información. Para colmo, en el camino me encuentro con María Fernanda y Christopher más cerca de lo permitido. Ella le dice algo y luego se ríe, le toca la cara una y otra vez y algo en mi interior se levanta en forma de furia.

Es la primera vez que lo siento, y pese a querer detenerme a pensar en lo que voy a hacer, me acerco decidida.

–Zoraida te está esperando para grabar escenas, fer.

–Que raro, no me dijeron nada. Pero ya voy –vuelve a mirar a Chris–. Le estaba diciendo a Chris que los voy a echar mucho de menos a todos, esto ya se acaba mañana.

Quiero vomitar, pero primero necesito decirle que ella no tiene ningún derecho para llamarle así.

–De verdad es una pena –suspiro alejándome–. Ustedes ya no se van a poder ver. Pero Christopher y yo todos los días, por el grupo.

Mientras corro al camerino la sensación de inseguridad se triplica, y me asusto, porque según las reglas básicas de una relación de dos personas enamoradas lo que debe primar es la confianza.

Intento pensar en que me quiere, pero eso decía Poncho en el pasado y me engañó.
La idea de que no soy suficiente para ningún hombre me invade con furia, al mismo tiempo que los recuerdos de mis relaciones pasadas llegan como flashes que terminan cegándome. Daniel mirando a otras chicas mientras estaba conmigo, el día que encontré a poncho con otra, las fotos comprometedoras de Guillermo y sus conquistas. Christopher hablando muy cerquita María Fernanda.

Pienso en la nueva novia de Daniel, en la chica que encontré con Poncho y en las aventuras de Guillermo. Sorprendentemente, todas parecen ser mejores que yo; más atractivas, más decididas, más todo... perfectas.

Este sentimiento de inferioridad es tanto que termino comparándome con Anahí. Ella es hermosa, interesante, risueña, el sinónimo de "una mujer perfecta", y seguro a ella nunca le ha pasado lo mismo que a mí.

Mis pensamientos se ven interrumpidos cuando se abre la puerta. Christopher está aquí, y cuando me pregunta si estoy bien, se lo digo. Lamentablemente no mido mis palabras, ni controlo mis suposiciones; suelto todo tal cual pienso, y esa sonrisa que suele dedicarme parece tambalear.

–¿Es en serio, Dulce? ¿de verdad crees que voy a arriesgar lo nuestro?

–No lo sé, dime tú –me concentro en buscar mi próximo cambio.

–No lo haría nunca. Porque estoy enamorado de ti, y he luchado mucho por esta oportunidad y no pienso ni siquiera ponerla en riesgo con el pensamiento.

Es la primera vez que me deja claro lo que piensa, suavecito, sin mucho fondo, pero veo sus ojos y le creo.

Es la primera vez que me prometo no desconfiar, pero creo que termino haciéndolo más de lo que quisiera.

Lamentablemente, no dejo de sentirme inferior y me prometo cambiar porque estoy enamorada de verdad y no quiero perderlo.

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La última escena que hago es quizá la más romántica y la más real. Una declaración encerrada en un guion de telenovela, una promesa opacada por las cámaras y un juego de miradas que no es propio de nuestros personajes. Porque muy en el fondo, ambos sabemos que es nuestra realidad maquillada con la relación de Diego y Roberta.

No volvemos a grabar, ni hacemos cortes por falta de sincronía. La escena queda perfecta a la primera toma y la producción termina alagándonos por nuestro trabajo impecable. Para ellos somos actores de primer nivel, capaces de fingir estar enamorados ante una cámara pese a solo ser amigos.

Pero lo cierto es que no fingimos, todo sale tan natural porque soñamos con ser nosotros quienes algún día puedan disfrutar del amor en un bote. Y en ese momento no me detengo a pensarlo, pero el éxito de nuestra pareja dentro de la novela se dio gracias a esa supuesta "buena actuación" que esconde cuanto es que nos queremos.

Y resulta ser que la última escena de Diego y Roberta se convierte en la más vista y comentada. En ese momento ni él ni yo lo notamos, pero las miradas y las sonrisas que empleamos para gritar en silencio lo que sentimos consiguen que nuestros personajes se lleven el rol protagónico, quitándole el título a la relación de Mía y miguel.

Desconocemos que pese a ocultarlo, la gente ya hace teoría de lo que pasa y no es tan distante a lo que sentimos. Porque podemos decir muchas cosas, pero las miradas nos delatan.

–La voy a extrañar mucho –susurro mirando al espejo.

–Todos la vamos a extrañar, Dul.

–¿No te pasa? –le digo mientras trenzo mi cabello.

–¿He?

–Yo creo que voy a extrañar más a Roberta que a nuestros compañeros. Me ha enseñado tanto, que creo que no me va a alcanzar la vida para agradecerle.

Gracias a ella tomé el impulso que me faltaba para dar el primer paso y hablar de nuestra situación. Por ella acepté ser su novia, y teniendo en la mente cada una de sus frases pude, por un momento, esconder mis miedos y sacar a flote mis sentimientos.

Interpretarla había sido difícil, puesto nuestras personalidades son opuestas. Mientras ella sigue a sus impulsos, yo me dedico a pensar en lo que puede decir la gente; ella no tiene límites, y lo que siempre me limita a mí son los miedos.

Roberta confía en lo que es, y nunca se compararía con las chicas de su alrededor, así como estoy haciendo yo.

–Yo creo que voy a extrañar más nuestras escenas que a nuestros compañeros –susurra acercándose por detrás–. Voy a extrañar fingir que Diego es quien besa a Roberta...

–estoy hablando en serio –pone sus manos sobre mis hombros y recuesta ligeramente su cabeza en la mía–. Voy a extrañar ponerme el uniforme y jugar a que soy una chica rebelde, sin miedo a nada y dispuesta a todo.

–Tú puedes ser todo eso, cielo. Solo es cuestión de que te lo propongas y dejes atrás todo eso que te atormenta.

–es fácil decirlo.

–Y también puede ser fácil hacerlo. ¿por qué no comienzas por dejar de pensar mucho las cosas?

–No entiendo.

–Dejar de pensar en las consecuencias de lo nuestro.

–Es inevitable, estamos jugando con fuego y si alguien se entera... no solo será malo para nosotros, nuestros compañeros y...

–¿Y qué importan los demás?

–Mucho, no podemos ir dañando a la gente como si nada.

–No entiendo –se aleja y me rodea para quedar en frente–. ¿A quién se supone que vamos a dañar?

–A Poncho, a Anahí. ¿Sí ves lo que pasó el otro día en la entrevista?

–Lo nuestro no tiene porqué afectarles, además... Anahí ya lo sabe.

–¿Qué? –me pongo de pie, alterada–. ¡quedamos en que nadie lo iba a saber!

–cálmate, Dul –entrelaza nuestras manos–. Lo sospechaba, y creo que ya terminó por confirmarlo. No le dije nada, tú tampoco, supongo que lo vio y...

–¿Qué te dijo?

–Me felicitó... lo normal.

–¡No es lo normal! Quiero suponer que lo negaste todo.

–Lo hice, pero no me creyó.

–¡Debiste insistir! Ella fue tu novia, es mi amiga y...

–Y nos quiere, está feliz con lo nuestro y es lo único que debe importar. No pasa nada, relájate.

–tengo que hablar con ella.

–¿Vas a hablar con toda la gente que ya está empezando a sospechar? ¿dónde quedó la Dulce a la que hace una semana no le importaba el qué dirán?

En ese momento no supe si se había enamorado de la dulce a la que no le importaba nada y que salía por momentos, o de esta, que le invadían los miedos todo el tiempo y que no podía ser feliz en paz.

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