Capítulo 13
La prensa explota cuando se filtra la noticia de la ruptura de Dulce y Guillermo. Cada programa de espectáculos describe a la situación de manera diferente, pero todos coinciden en algo. La infidelidad es la causa principal.
El que un programa saque a la luz videos comprometedores de Ochoa y una foto en donde él y yo estamos discutiendo en el hospital lo empeora todo. Por allí se filtra la teoría alterna de que soy el culpable, y otra que dice que ambos se han estado engañando mutuamente, solo que la diferencia es que ella a sido en medida más discreta. A esto se suma la declaración de quien dice ser una persona cercana al foro de grabación, alegando que me ha visto discutir muchísimas veces más con el portero en el estacionamiento.
Ya éramos un grupo exitoso, pero el revuelo nos hace mucho más visibles. El rating de la novela aumenta en 4,5 y aunque ya era el programa mas visto de las estrellas, pasa a ser el primero en preferencia con gran ventaja ante los demás. Nuestros discos se venden más rápido, hay más gente que viene a vernos a los foros y los programas de televisión le revientan el teléfono a Pedro para agendar una entrevista.
–¡Te pedí una maldita cosa, Dulce! –grita Luis cuando subimos a la camioneta luego de una entrevista.
Una entrevista que la producción de televisa quería aprovechar para promocionar nuestra música, la novela y la marca de nuestros personajes. Quería, porque todo eso se quedó en planes cuando el entrevistador le puso el micrófono a Dulce en la cara desde que llegamos.
Íbamos a cantar, no obstante, a los conductores del programa parecía importarles solamente una cosa. Dulce y su bendita ruptura.
No exagero al decir que Maite no habló en ningún momento, y que por más que Anahí intentaba desviar la conversación, no logró nada.
–Luis yo...
–¿Tú qué? Es la peor entrevista que han dado en su vida y todo porque a la señorita se le ocurrió terminar en un momento crucial. Queremos que hablen del grupo, de que se acerca el final de la novela, de sus próximos conciertos. No de ti, maldita sea. ¿Disfrutas dejar de lado a tus compañeros para que solo se centren en ti?
–No es eso, yo no...
–Tú ahora llegas, te retocas el maquillaje y te vas a hacer prensa que por lo visto te encanta un montón –escupe furioso–. Te están preparando una conferencia de prensa y más te vale que la aproveches y que sea la última vez que vuelven a mencionar tu ruptura con ese arquero de quinta, dejas las cosas claras, los puntos sin pie a más comentarios y si quieres llora, pero que esto quede aquí ¿entendiste?
–Sí –susurra antes de mirar a los demás–. Lo siento, chicos.
–No es tu culpa Dul –la apoya Anahí.
–¡Sí es su culpa! Y voy a aprovechar esto para dejarles las cosas claras de una buena vez –pasea la mirada entre todos antes de seguir–. Cuando queramos que una relación amorosa cobre más protagonismo que el grupo, se los vamos a decir. Mientras tanto, hagan hasta lo imposible porque no sea así. Y eso de tener relaciones y jueguitos de novios entre ustedes ni lo contemplen. Nada puede ser más importante que RBD como marca.
En ese momento no lo sé, pero la última frase terminaría siendo culpable de que Dulce volviera a esconderse bajo la máscara de ser la actriz de su propia vida y que, en el proceso, me arrastre con ella.
Todavía no somos nada, porque necesito darle tiempo, y porque después de ese beso no pudimos tener una conversación para aclarar nuestra situación. Pero creo que a la par somos todo, y a ella le comienza a parecer una mala idea.
Como ya estaba previsto concede una conferencia a los programas de chismes más importantes, y vuelve a actuar. Porque le dice a todo el mundo que su ruptura se debió a que ya no tenían tiempo y que la culpa era de sus trabajos tan disparejos. Reitera una y otra vez que no hubo infidelidad, y que se siguen teniendo un cariño infinito. En ningún momento toca el tema de mis discusiones con su ex, ni la otra teoría de que ella también lo engañaba a él.
Dice estar tranquila, feliz y con muchas ganas de seguir trabajando. Y así, de la nada, desvía la conversación a su personaje, la música y el final de Rebelde.
No sé si lo sabe, pero sigue construyendo su vida pública a base de mentiras.
Sí hubo infidelidad, y terminaron porque ella estaba cansada de ser la actriz de su propia vida.
Terminaron porque acabo de descubrir que ella me quiere igual que yo a ella.
Terminaron porque está desbordada y quiere respirar.
Todo eso ambos lo sabemos, pero, aunque no hacemos un juramento, hacemos lo posible porque nadie más se entere.
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Nos entregamos tanto que hay un punto en el que ya no diferencio entre la ficción y la realidad. Mientras veo la escena editada de "Te quiero como un imbécil", lista para salir en todas las pantallas, me pregunto si de verdad estábamos interpretando a Diego y a Roberta, o si solo estábamos recreando lo que le dije ese día en mi auto, tras recogerla de la carretera.
Pasa lo mismo en las escenas posteriores, en donde Diego y Roberta ya son novios y hacen todas las cosas que yo quisiera hacer con Dulce. No sé si se besan los personajes o si somos nosotros mismos que aún sin aclarar nuestra situación final, nos demostramos en silencio lo que sentimos.
Resulta que ahora no solo la puedo besar entre cuatro paredes, descubro que también lo hago en los estudios de grabación frente a las cámaras, mientras jugamos a ser estudiantes de colegio elitista.
Lamentablemente, no soy el único en darse cuenta de lo contradictorio que es todo. Los demás también se dan cuenta y sus teorías no tardan en circular por todo el foro. Algunos compañeros creen que de verdad yo he sido el cuerno en su relación anterior, y otros se hacen a la idea de que somos novios.
Me sorprende, pero Dulce no inventa nada para callar los chismes, ni se sienta a contarles que están en un error. Cuando escuchamos que Angelique y Soraida hablan de nosotros mientras toman un café, sentadas en una de las hamacas de bosque real, no se molesta, ni va a encararlas.
Muy por el contrario, vuelve a recostar su cabeza en mi pecho y suelta una carcajada que me alborota el pecho.
–¿Tan evidentes somos? –murmura.
–No lo sé, dime tú –bajo la cara y le doy un beso suave en la coronilla.
Es de noche y estamos esperando que nos llamen para grabar nuestra última escena del día. Ya es la semana final y el ambiente se siente pesado en demasía, pero, sobre todo, triste. No sé cuantas veces he escuchado en la última hora "te voy a extrañar", pero creo que no logro asimilar todo eso que sienten mis compañeros.
Quizá por el estrés, o porque estoy tan feliz con ella, que mi corazón no alberga una sensación contraria.
–¡hasta que por fin los encuentro! –levanto la cabeza para encontrarme con Maite, que luce más que cansada–. Pedro los está buscando.
–¿ya vamos a grabar? –Pregunta Dul mientras se aleja.
–No es necesario –hace una mueca extraña.
–¿Qué?
–Que te alejes.
–No es... –intenta decir con las mejillas súper rojas.
–Pedro me manda a decirles que ya pueden irse, porque Rocha tuvo un percance y no llegará hoy. Grabarán mañana.
–Gracias.
–No hay de qué. Tienen una suerte maldita –comenta dándose la vuelta.
Mientras caminamos de la mano hacia el estacionamiento, agradezco en silencio al universo por habernos salvado de la larga noche de grabación que tendrán todos los demás. Después de dos semanas sin respiro, la vida se apiada de nosotros y nos regala horas que, desde ya, consideramos valiosas.
–¿A casa? –miro de reojo como se recuesta en el asiento.
Pese a tener una capa sólida de maquillaje, sus ojeras se siguen viendo profundas y tiene un semblante que evidencia cansancio absoluto. No obstante, hay algo en la fisionomía de su rostro que le hace ver hermosa y una sonrisa en sus labios que consigue que se siga viendo igual de radiante.
Nunca la he oído quejarse de las largas horas de trabajo, ni de los viajes pesados, ni del acoso de la prensa. No pide días libres, ni aumento de sueldo por la carga de trabajo; cualquiera de fuera pensaría que está satisfecha con su vida. pero somos pocos quienes sabemos como se siente ante esto y que escribe para desahogarse, cuando bien podría exteriorizarlo todo hablando, así como suele hacer el resto.
–Quiero que me lleves a un lugar especial. No sé, a cenar..., a pasear.
–¿No prefieres descansar hoy? –pongo una de mis manos sobre la suya, que descansa sobre mi pierna–, luces cansada.
–Sí... supongo –concede después con duda.
–¿Supones? Quiero que estés segura. ¿qué quieres hacer?
–A lo mejor tú si quieras dormir y...
–no, Dul. No te voy a negar que estoy agotado, pero estar contigo es mejor que dormir, tenlo por seguro.
–¿Me llevas a cenar?
–¡Qué te apetece?
–Un lugar tranquilo.
Cuanto más famosos nos hacemos, el interés por hacer cosas que a simple vista son cotidianas se va perdiendo. No solo le pasa a ella, cenar en lugares concurridos también me incomoda mucho. Porque no hay privacidad. Si no te reconoce un comensal, lo hacen los meseros; si no vienen corriendo a pedir fotos o firmas, observan todo lo que haces con una pisca de curiosidad mientras cuchichean.
No podemos pasear tranquilos por las calles, ni hacer compras en un supermercado como el resto, ni cenar tranquilamente en cualquier lugar. Todo lo ven, todo es noticia.
Optamos por comprar hamburguesas en un carrito de por allí, pero antes de bajar, Dulce se cubre la cabeza y parte de la cara con una capucha que le queda enorme. No buscamos cenar en uno de los mejores restaurantes, ni en uno de esos bares con temática romántica como seguro hubiésemos querido; lo hacemos en el balcón de mi habitación, luego de armar una mesa rápida y tirar por el suelo varios cojines.
Comemos a la luz de la luna y las estrellas, teniendo como única música de fondo el ruido de una ciudad que está a nada de apagarse. No hay velas al centro de la mesa, ni rosas ni tulipanes; hay una libretita de composición, una guitarra y media botella de vino.
No se asemeja en nada a una cena de dos enamorados de ensueño, pero en un punto de la velada creo que sí es una cena romántica.
Es una cena romántica a nuestra medida, con luna incluida.
Ni siquiera la conversación es normal. No hablamos del futuro, ni nos contamos anécdotas raras, ni le hago propuestas sugerentes; le ayudo a terminar de componer una canción y ella en respuesta, abre la plática para la que no estaba preparado.
–¿Qué somos? –pregunta cuando vuelvo a llenar su copa.
–¿Perdón?
–tú y yo ¿qué somos?
–Amigos, supongo.
Cuando lo digo me dan unas nauseas terribles. No quiero que sea mi amiga.
–Ambos sabemos que no es así –cruza los brazos a la altura del pecho.
¿quién diría, ¿no? ella, que hace unos cuantos meses me decía que solo podíamos ser amigos, ahora está buscando otra definición para nuestra relación.
–¿De verdad quieres hablar de esto ahora?
–¿Cuándo, si no?
–Yo no creo que sea el momento. mejor sigamos escribiendo, para el coro podemos...
–Es que nunca vamos a encontrar el momento preciso –me quita la libreta y la cierra–. No sé si luego me arrepienta de lo que te voy a decir, pero yo no quiero ser solamente tu mejor amiga.
–Dulce yo...
–Ni siquiera sé si voy a dejar mis miedos de lado, o si de verdad voy a poder con lo que sea que pasemos a ser ahora. Pero quiero intentarlo, por ti y por todo lo que haz echo por mí, por mí y... por nosotros.
–Yo te quiero y ya te lo he dicho. He intentado demostrarte cuan importante eres para mí desde que terminaste con Alfonso, porque ya que nos estamos abriendo. Creo que estoy enamorado de ti desde que te vi en el foro por primera vez –entrelazo sus dedos con los míos–. Estoy enamorado de ti y te quiero tanto, que he sido capaz hasta de poner tu "felicidad" por encima de la mía.
Una lágrima resbala por sus mejillas, y me quedo sin aire.
–Yo también te quiero, y estoy enamorada de ti. Pero me siento tan poca cosa, que creo que no merezco tu cariño, ni que estés ahora mismo conmigo... creo que no te merezco.
–Eso no es cierto. Eres la mejor mujer que he podido conocer en el mundo, y para mí es un honor el simple echo de saber que también sientes lo mismo.
–¿Gracias? –susurra con una pisca de duda mezclada con miedo en sus ojos–. ¿tengo miedo, sabes?
–¿Miedo a qué?
–Miedo a no ser la mujer que esperas, miedo a fallarte a ti porque he venido fallándome a mí desde hace tiempo.
–la pregunta es ¿quién no tiene miedo?
–Pero mi caso es diferente, y más ahora, cuando es la primera vez que siento esto y todavía, cuando todo está en nuestra contra. Pedro no quiere que opaquemos al grupo, para la prensa acabo de terminar una relación y la gente...
En medio de la euforia y de las ganas que tengo por dejar de ser solo su amigo, corto sus palabras y aunque sé que tiene todavía ese pensamiento que tanto daño le ha hecho, la beso.
En ese momento no lo sé, pero todos esos miedos y esos complejos que está admitiendo abiertamente, van a ser los mayores causantes de todos nuestros problemas.
Mi corazón alterado y desbordado por tanta felicidad, confía en que puede hacerle cambiar.
–¿Quieres ser mi novia, Dulce? –le pregunto, acunando su rostro entre mis manos.
–¿Y si sale mal?
–No perdemos nada con intentarlo ¿no?
–Pero... –me mira un rato y luego cierra los ojos con fuerza–. Sí, quiero.
En ese momento no lo sabemos, pero la pregunta, la respuesta y el beso que nos damos luego terminan por condenar nuestra vidas y poner un cello inalcanzable al concepto de felicidad.
No sabemos que estamos retando al destino, a lo correcto y a todo un mundo deseoso de fama y dinero.
No sabemos que estamos jugando con fuego, y que nuestros peores enemigos están dentro de nosotros mismos, preparando el momento exacto para salir a la luz.
***
¡Hola! ¿Cómo va todo?
He disfrutado escribir la última escena y espero que ustedes también. Vamos avanzando de apoquitos y si les está gustando voten y comenten :)
También, les quiero invitar a pasarse por "Decirte adiós", una historia inspirada en Dulce y Christopher que seguro, les roba el corazón.
Un beso ::)
Daina ♥
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