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Capítulo 11


Nos evitamos como si hubiésemos tenido una relación tormentosa y tóxica que explotó en un abrir y cerrar de ojos, tan igual a un avión que por falta de combustible cae en medio del mar. Al parecer duró tanto y acumulamos tantas cosas, que nuestras miradas destilan resentimiento cada que se chocan.

A pesar de rebuscar entre mis recuerdos no ubico el momento exacto en que la discusión medianamente normal se convirtió en una guerra por ver quien daña más rápido al otro. No sé si atribuirle mi descontrol a la impotencia de verla al lado de un idiota, o al dolor mezclado con resentimiento acumulado al centro de mi pecho luego de tantas decepciones. Y lo peor de todo, aún no logro distinguir que quiero hacer; pedirle perdón, o dejar de insistir con algo que ya es inalcanzable.

Mi corazón se niega a creerlo, pero la frialdad en sus gestos al afirmar que solo fui su premio de consolación retumba fuerte en mi mente, y el concepto de mujeriego en el que me ha encasillado se encarga de recordar cuan imposible es lo nuestro.

Con mil dudas, un cúmulo de resentimiento en mi pecho y el mal sabor de boca, viajo a los ángeles para grabar el Live In Hollywood. Uno de los peores conciertos de toda mi carrera.

No nos miramos, porque a ella se le llenan los ojos de lágrimas y a mí se me destroza el alma. No nos cantamos bajito ni en el oído, puesto que desde mi perspectiva ya no tiene sentido decirle lo que siento sin decirlo. Evitamos todo tipo de acercamiento, porque al tenerla cerca los recuerdos de ese fatídico día me inundan la mente y me lleno de resentimiento, furia y dolor.

Alfonso, al percatarse de nuestro distanciamiento, manda una indirecta breve antes de cantar este corazón. Lamentablemente, no llego a sentir que se la canto a ella, ni que ella me responde con la misma pasión.

Esa noche, Pedro nos manda a llamar a su habitación de hotel y nos da un primer consejo, charla o, mejor dicho, aviso. Comunica que los resultados no han sido los previstos, porque la gente no se ha ido contenta al vernos tan distantes.

En pocas palabras, dice que de ahora en adelante nos quiere ver cariñosos en los conciertos, que le importa muy poco que tengamos pareja o que estemos enojados. Porque somos la parte principal del Show, y porque los rumores de una posible relación venden, y le dan muchísima fama al proyecto.

Es la primera vez que descubro que televisa nos ve como mercancía, y como vía rápida para hacer dinero.

–cámbiame de compañero en los conciertos, Pedro.

Me levanto del sofá exaltado y aplaudo. Luego, suelto una carcajada irónica que consigue que Dulce ruede los ojos.

–¿De qué te ríes, imbécil? –grita.

–A veces la gente puede llegar a ser tan incoherente –empiezo, caminando despacio hacia el otro extremo de la habitación–. ¿dónde quedó tu profesionalismo, Dulce maría?

–Lo tuyo es un caso excepcional. No quiero ni puedo trabajar al lado de alguien así, y lo voy a tolerar por el grupo, no te preocupes. Pero no me pidas que siga compartiendo mucho con él.

–¿Pasó algo, Dulce? Ustedes eran mejores amigos.

–éramos, tú mismo lo has dicho –aclara conectando sus ojos con los míos–. Solo que hay límites que yo no estoy dispuesta a tolerar, y no ha pasado nada en especial, solo que ya no lo tolero.

–Tienes que entender que no puedo separarlos, ni alterar todo lo planeado. Vas a tener que soportarlo.

–¡no puedo! Me afecta a mí, y le afecta a ... –se cubre la cara y no puede terminar la frase.

–¿A quién más, Dulce? –cuestiona Pedro con parsimonia.

–Eso, vamos ¡responde!

En mi cabeza se reproduce la discusión que tuve con Guillermo en el hospital. Si él quería, podía hacer que Dulce rompiese todo tipo de relación conmigo.

Y cuando desvía su mirada lo confirmo. Y es un golpe seco en las costillas, que me quita el aire y como por arte de magia, detiene a mi corazón un momento.

Y cuando pensé que Dulce no podía decepcionarme más, lo hace.

Definitivamente, yo no me enamoré de esta Dulce.

–No es nadie, pedro. Solo que trabajar con él me va a estresar más de lo debido y tú sabes qué puede ocasionar.

–¿Tanto te cuesta decir que es porque tu novio te lo ha pedido?

–Claro que...

–ya sabía que eras tan sínica y estúpida, pero llegar a ser sumisa. Que bajo has caído, Dulce.

–No es así, y si así fuera, estoy en todo el derecho de hacerle caso porque lo amo. Pero claro, tú nunca vas a entender que significa amar a alguien, porque no sabes hacerlo, y porque nadie va a quererte a ti.

Esta vez, el golpe llega directito al centro de mi corazón. Por un momento dejo de sentir, de pensar, de ser yo mismo.

–¡Tú no puedes saber eso!

–O bueno, al menos yo no lo haría, quien lo hace estaría estúpida de verdad.

Como mecanismo de defensa, suelto una carcajada profunda que parece descolocarle un rato. Y decepcionado con su actitud, dolido por sus palabras y un poquito cabreado con su sola presencia, decido atacarla.

–Quien sigue con alguien que le ha sido infiel e intenta cubrirse los cachos sí es estúpida en serio. Pero a ti parece que te gusta serlo, porque pasa el tiempo y nada más no aprendes. O talvez no eres suficiente. Yo me pregunto, Dulce ¿qué no tienes para que tus novios lo busquen en alguien más? ¿carácter? ¿valentía?... en cierto punto hasta los comprendo y puedo ser solidario, porque yo no estaría con alguien que finge hasta su forma de ser.

–A mí nadie me ha puesto el cuerno –aprieta fuerte los ojos–. Y me importa poco lo que pienses fíjate, porque ya hay alguien que me quiere, así como soy.

–¿A sí? ¿me podrías decir quién, por favor? –me acerco a ella como si me fuese a contar un secreto.

–¡Ya estoy harta de ti! –se pone de pie y se dirige a la puerta con paso decidido–. Cuando hallas terminado con este desgraciado, me llamas, Pedro.

Quizá por las ganas de tenerla más cerca, o por el dolor que desborda mi alma, o por esta adrenalina que recorre mi cuerpo al decirle todo lo que pienso, me apresuro para llegar a la puerta y freno su huida, poniendo una de mis manos sobre la suya, que ya estaba predispuesta a girar la perilla. La cercanía me adormece de sobremanera y el mundo parece haber dejado de girar. Es ella, yo y eso tan tóxico que hemos comenzado a escribir.

Me descubro envuelto en el olor a vainilla de su cabello y el toque frutal de su cuerpo, ese mismo que hace un par de meses estreché al mío, rogando en silencio que el destino me permitiera hacerlo muchas veces más. El roce de nuestras manos envía corrientes eléctricas a todo mi cuerpo, al mismo tiempo que altera los latidos de mi corazón y entrecorta mi respiración. Su piel suave me obliga a cerrar los ojos y fragmentos de los momentos que pasamos juntos me atacan sin piedad, amontonando un millón de sensaciones al centro de mi pecho.

Pese a estar decepcionado, dolido y enojado, todavía siento muchísimas cosas por ella. Tantas, que ni siquiera yo mismo puedo explicar.

–Quiero que se dejen de juegos estúpidos, y se concentren en lo que realmente importa, el grupo y el éxito.

La voz de Pedro consigue que Dulce reaccione, y que, con una maniobra rápida, esquive mi mano para abrir la puerta. En el movimiento me golpea, y me veo en la necesidad de retroceder un par de pasos, para ver como se va sin mirar atrás.

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A fin de cuentas, resulta que mi amor por Dulce es tanto, que tres semanas después, cuando ella toca a mi puerta con los ojos rojos y el semblante perdido, la estrecho fuerte entre mis brazos. Llora sin consuelo, me pide perdón un montón de veces, se tilda de estúpida y a su manera reconoce el rumbo equivocado en el que está conduciendo su vida. De la mujer que me enfrentó ya no queda nada, y veo en su llanto rastro de la niña increíble de la que me enamoré.

Cuando le ofrezco una taza de café sin azúcar y me sonríe, me doy cuenta de cuanto la he echado de menos. El vacío en el alma que me acompañó en nuestro distanciamiento parece haber desaparecido, y mi corazón se llena de una alegría muy complicada de describí.

Para mi alma y mi corazón, nunca existió discusión, ni palabras hirientes, ni actitudes reprochables. Dulce es tan importante que por milésima vez, vuelven a pasar por alto todos sus desplantes y malas decisiones.

–Ya no sé que hacer con mi vida, Chris. Estoy harta de fingir algo que no soy, pero tampoco estoy dispuesta a que la gente me vea como tú me estás viendo en estos momentos, destrozada. Porque tienes razón. No soy feliz, no estoy bien conmigo misma y lo peor, es que no estoy enamorada de Guillermo.

Mi corazón se salta un latido al escuchar lo último. Mi alma se repara de un momento a otro y se mantiene expectante a que diga algo más.

Acaricio su cabello a falta de una respuesta clara, la aprieto mucho más fuerte y dejo que siga hablando.

–La gente está feliz con lo que muestro y estoy haciendo eso que aparentemente es lo correcto, pero yo no estoy satisfecha. Estoy cansada de ser la actriz de mi propia vida, estoy cansada de esconder lo que siento y...

Es la primera vez que dice que está cansada de ser la actriz de su propia vida, y también, es la primera vez que creo que puede ser la oportunidad perfecta de que cambie.

En ese momento no lo sé, pero Dulce María Espinosa solo necesita dejar de fingir un tiempo, porque estas ganas de hacer lo correcto no le pueden dejar vivir en paz toda la vida.

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