capítulo 10
Hay dos noticias interesantes que resaltan sobre las demás en la revista de chismes que llega al foro los primeros días de cada mes. Con una quiero llorar, y la otra me enoja de sobremanera.
En la portada principal está Christopher con una modelo conocida del medio en una fiesta. No sé si se están besando, pero el ángulo desde el que se ha capturado la instantánea se presta para varias interpretaciones.
«Ella es la nueva conquista de Christopher uckermann. ¿Acaso será ella la indicada?»
Según la nota que acompaña la foto, no es la primera vez que se les capta juntos, pero es la imagen más comprometedora que han encontrado hasta el momento. Experimento una mezcla de furia y tristeza porque Chris no me ha hablado del tema, y se supone que somos mejores amigos.
A una parte de mi consciencia le molesta enormemente que esté tomando de la cintura a alguien más, que la tenga así de cerca y que lo acompañe en la portada. Porque bien pude haber sido yo.
Me pesa reconocerlo, pero estoy celosa.
Por otro lado, está la nota que manda a la basura todo mi esfuerzo por ventilar una relación perfecta, llena de amor y confianza. La vida de ensueño que pretendía mostrarle al mundo se ve embarrada por una serie de fotos que involucran a mi novio.
Una serie de fotos que captan el momento exacto en que mi novio coquetea con una porrista.
Hay una foto que capta cuando entran a un hotel de la mano.
Otra en la que se están besando en un reservado de una discoteca de Acapulco.
«¿Guillermo Ochoa, Infiel?» Es lo que se lee en el encabezado y de bajo, se expone a detalle lo acontecido, con datos que ni siquiera me podía imaginar y un rotundo toque de lástima en cada línea. El artículo me pinta como la cornuda, cuestiona mi opinión y una supuesta decisión drástica ante el problema.
Guillermo me humilla indirectamente, y quiero llorar.
Pero no lloro por el dolor que me causa descubrir su infidelidad, ni porque lo quiero y es difícil saber que mientras estaba conmigo, también estaba con alguien más.
No tengo esas cosquillitas de fastidio al ver las fotos, ni me enojo porque se muestra con alguien más. No pienso que la chica podía haber sido yo, ni que me lo están arrebatando de las manos.
Lloro porque la gente me piensa destruida, porque todo por lo que he trabajado estos últimos meses, dejando de lado mis sentimientos e ignorando a mi corazón, parece estar a punto de irse a la mierda.
Estoy enojada porque ahora resulta que también tengo que actuar un engaño, y supongo fingir que me afecta.
Y no estoy celosa.
Pese a que mis emociones al leer ambas notas hallan sido iguales, enojo en primera instancia y luego deseos incontrolables de llorar, las razones son totalmente opuestas. El rumor de Christopher despierta celos y rabia porque sí pude haber sido yo, y el de memo me enoja porque mi teatro se está cayendo y todo se me está escapando de las manos.
–Quiero que me digas si es cierto –le pregunto a Guillermo cuando va a recogerme del foro de grabación.
–Tú sabes, muñeca –me susurra antes de besarme el lóbulo de la oreja–. A la gente le encanta inventar rumores, y sobre todo cuando nos ven tan felices y enamorados.
Miente, y lo tengo claro. No está enamorado y no somos felices, creo que muy en el fondo ambos estamos convencidos de ello.
No dice la verdad, porque las fotos son claras y ya había visto mensajes de esa modelo en su móvil antes. Entraron a un hotel juntos, y la foto del beso no era de un ángulo distinto, era cien por ciento real.
Pero finjo creerle, y finjo disfrutar de los besos que van bajando por mi cuello.
Lo hago porque tengo que seguir haciendo hasta lo imposible por mostrar una vida perfecta, una relación extraordinaria y linda, y tengo que acallar los rumores así.
Dulce María no termina su relación, ni sale a dar declaraciones. Lo que hace, al día siguiente, para callarles la boca a todos los medios que ya cantan la infidelidad, es dejarse fotografiar muy acaramelada con su novio a la salida de un centro comercial.
–¿Es en serio, Dulce? ¿vas a actuar como si nada luego de...?
–¿Luego de leer los rumores? Sí, porque solo son eso, rumores.
–¡Tú y yo sabemos que no es así!
–¿Sabemos? ¿qué puedes saber tú de mi relación?
–Sé que no estás feliz, que Guillermo es un imbécil que no te trata bien y sé que esas fotos son reales. Tú también lo sabes, Dul.
Levanta la mano con la intención de acariciarme la mejilla, pero pese a que quiero, la imagen de la revista en la que aparece con alguien más retumba en mi mente y me alejo.
–Ya lo hablé con él y nada es cierto –intento sonar convencida–. ¿Cómo puedes creer que me haría algo así si me adora? ¿Acaso no te a quedado claro cuan enamorados estamos?
Christopher da un paso atrás, desvía su mirada y suelta un suspiro que se siente como si fuese una puñalada mortal justo al centro del pecho. Luego de unos segundos deja escapar una risa irónica que me estremece de pies a cabeza.
–Algo me dice que tú no estás enamorada –susurra despacio–. ¿Por qué te haces esto?
–¿Hacerme qué?
–hacerte daño al intentar ser la actriz de tu propia vida –quiero interrumpir, pero se adelanta–, y no intentes negarlo, porque sabes perfecto que es lo que estás haciendo. Te estás dañando al seguir en una relación que no tiene ni una sola palabra de amor real, estás fingiendo querer a una persona que no conoces bien y lo peor de todo, es que estás dejando tu dignidad de lado al tapar su infidelidad.
Mi pecho duele al mismo tiempo que mi alma parece estar desgarrándose. Agacho la mirada avergonzada, intentado formular alguna respuesta que no me deje en evidencia.
A mi mente le sorprende que alguien tan extraño a simple vista me conozca tan bien y no se equivoque en ninguna palabra para describir mi situación.
–Como que grabar drama te está afectando un poquito.
–yo más bien creo que a ti te está afectando más, porque estás poniendo todas tus fuerzas en crear una telenovela color de rosa. ¿No se supone que soy tu mejor amigo? ¿por qué no me cuentas que está pasando en realidad?
«Estoy enamorada de ti» una ola de furia me ataca al descubrir que no tengo las suficientes agallas como para decírselo.
Me invade un profundo deseo por correr a sus brazos para contarle todos mis miedos, abrirle mi corazón y decirle que estoy dispuesta a intentarlo. No obstante, eso se queda en un simple pensamiento absurdo.
–Mejores amigos –repito entre dientes–. Al parecer solo es cuando te conviene.
–¿perdona?
–no tengo nada que perdonarte, a fin de cuentas, yo no te puedo obligar a tenerme confianza. Lo que sí te pediría, Christopher, es que actúes con coherencia.
–No estoy entendiendo nada –dice tras tomar una bocanada de aire.
–¿que no entiendes nada dices? –me altero y no sé por qué–. Déjame refresco tu memoria. Una fiesta, una chica, un ampay.
–Pero eso no tiene nada que ver ¿sí te das cuenta, ¿no?
–¡Sí tiene! Porque me pides que te cuente todo cuando tú hace mucho no me cuentas nada. Estoy segura que no pensabas decirme que estás empezando algo con alguien. Hemos tenido mucho tiempo estos días como para que te acerques, y me cuentes que estás enamorado y que quieres empezar algo con alguien. Pero no, me tengo que enterar por un chisme de revista.
–¡eso no es cierto!
–¡Hay fotos! –grito desencajada–. La estabas tomando de la cintura, y se estaban besando.
–¡Por el amor de Dios, Dulce! Solo es una foto.
–¿Ya vez? Si lo tuyo solo es una foto, lo de mi novio también. Solo son un par de fotos.
–¡Joder, no es lo mismo!
–Sí es lo mismo.
–¡Él te está viendo la cara y lo sabes!
–En ese caso, tú también estás jugando con nuestra amistad. Nunca me hablaste de la chica, no...
–¡Porque no sé quien es! Solo la vi una vez en la vida, me invitó a bailar y acepté –explica exaltado–. Porque a diferencia de Guillermo, yo no tengo compromisos y así hubiese pasado algo, no le estaría faltando a nadie y no estaría dejando a mi novia como una estúpida.
–¡No me insultes, imbécil! A mí nadie me está viendo la cara, memo me ama y yo... y yo...
–¿Tú qué? ¿Vas a aceptar que eres la protagonista de una novela barata? ¿vas a reconocer que estás haciendo todo esto para fingir algo que no vas a tener ni en tus mejores sueños?
–¿Ni en mis mejores sueños? ¿de qué mierda hablas?
–De una historia de amor real. Te hablo de una relación sincera, en la que no te vean la cara ni te pinten los cuernos. Porque nunca la has tenido y eso ambos lo sabemos bien.
–Eso solo a pasado una vez –hago lo posible por no llorar–. Y si tengo una historia feliz, otra cosa es que no quieras ver la realidad.
–Quien no está viendo la realidad eres tú ¡estás loca si crees que voy a seguirte la corriente como todos los demás! Guillermo te engaña, te engaña, así como lo hizo Poncho en su tiempo y ¡oh, vaya coincidencia! De ambos engaños tenías indicios y nunca hiciste nada, porque eres una cobarde y tienes un montón de complejos estúpidos.
–Si no quieres aceptar que soy feliz con Memo debe ser por algo ¿no?
–¿Y por qué, según tú?
–Porque estás enamorado de mí.
Él se voltea, yo me echo a llorar.
Lo dije sin pensar, puesto que todo el mundo sabe que es mentira. Es una idea descabellada y poco probable, antes de que suceda, yo tendría que casarme con Guillermo.
Debo reconocer que a una parte de mi corazón le fascina la idea, pero ese cachito de alegría dura poco, cuando sin previo aviso, me mira a los ojos y me destruye por dentro.
–yo no podría estar enamorado de alguien que finge ser la actriz de su propia vida. No podría ni fijarme en alguien que deja que le vean la cara dos veces. Perdóname, pero mi mujer ideal no es cobarde ni mucho menos miedosa.
En ese camerino de paredes blancas y cerámicos desgastados, Christopher uckermann, uno de los mujeriegos más codiciados de México me rompe el corazón en mil pedazos. Mientras me cuesta respirar, mi mente trae al juego una infinidad de recuerdos estúpidos a su lado. Sus labios sobre los míos, sus manos recorriendo todo mi cuerpo, su sonrisa, su voz y la calidez con que me abrazaba cada que necesitaba sentirme segura.
Es la primera vez que lo hace, y me siento morir.
Yo descubrí que estoy enamorada, y él me dice que nunca se enamoraría de alguien con un montón de miedos como yo. Me dijo que no estaría con una cobarde que quiere ser la actriz de su propia vida.
–Qué bueno, porque yo tampoco estaría con alguien como tú. Porque eres un inmaduro, un mujeriego empedernido y sí tengo pruebas. ¿Por algo eres amigo de Poncho, ¿no?
–Pero no estaría tan mal, fíjate. Porque al parecer los tuyos son esos, los infieles.
–Pero hasta en eso hay niveles. Guillermo es mil veces mejor que tú. Él sí sabe besar, sabe como tratar a una mujer en la cama y...
–vete al diablo, Dulce –se dispone a salir.
–¿Duele que te digan la verdad? ¿Duele que te digan que solo te usaron como premio de consolación?
En ese momento no lo sé, pero se quiebra, así como yo me quebré hacía unos minutos.
Es la primera vez que nos herimos mutuamente. Es la primera vez que Christopher me deja con el alma destrozada y parece no importarle.
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