capítulo 1
–Porque funcionamos mejor como amigos que como novios.
–Y porque estás enamorado de alguien más.
La respiración se me cortó por una fracción de segundo. Ella no podía estar hablando de eso con total tranquilidad, es más, no tenía por qué decirlo, ya que yo ni siquiera sabía lo que estaba sintiendo.
Desde hacía un tiempo comencé a sentir cosas extrañas, para ser precisos, desde que hice ese casting y me topé con la sonrisa más hermosa que había visto jamás. No sé si me cautivó su alegría genuina, su mirada Dulce o esa sensación de calidez que experimentaba al tenerle cerca; pero ella se había convertido en mi lugar favorito. Quizá por pasar tanto tiempo juntos, talvez debido a la relación de nuestros personajes y las interacciones tan íntimas, o a lo mejor la combinación de ambas cosas, terminaron por intensificar las reacciones disparejas de mi cuerpo.
–¿Qué? –pregunté nervioso.
–vamos, bebé –hizo una pausa para robarme unas cuantas galletas–, tú acabas de decir que funcionamos mejor como amigos y los amigos tienen ese instinto para descubrir lo que pasa con el otro.
–Pero...
–Ve por ella –me interrumpió.
–Yo ni siquiera sé lo que siento –me sincero.
–Estás enamorado, bebé.
–¿Qué sientes cuando estás enamorado? –me avergüenza hacer la pregunta.
Any se ríe haciéndome sentir más estúpido.
Tiene una sonrisa perfecta, sin embargo, mi mente me juega a traición cuando proyecta, en reemplazo, a Dulce.
–Cuando miras a esa persona sientes que se para el mundo, solo quieres tenerla cerca, odias verla sufrir. Amas todo de ella y ante tus ojos es perfecta.
Me deja en Shock descubrir que su descripción coincide con lo que me pasa con Dulce. Porque es la novia de uno de mis amigos, porque todo indica que lo ama como a nadie, porque apenas nos conocemos...
Porque antes de que estemos juntos se tendrá que hacer el segundo viaje a la luna.
Somos tan distintos, que, pese a que digan que los polos opuestos se atraen, no va a pasar con nosotros.
–Nos estamos desviando de lo importante –digo después de tragar el nudo de mi garganta–, ¿todo está en orden contigo y conmigo? Nuestra amistad, la ruptura...
–Me acabas de quitar un peso de encima ¿cómo no va a estar todo en orden? Más bien, tú no te desvíes del tema –ruedo los ojos–. Harían una bonita pareja.
–¿Sabes...? ¿sabes de quién...?
–Lo sé, porque solo hace falta ver como la miras –sonríe–. Harían una muy bonita pareja, no tengo dudas.
–Tiene novio –recuerdo amargamente.
–Un novio que no sabe valorarla. Su relación ya no da para más, están tensando demasiado la cuerda.
–Quizá porque lo ama ¿no?
–eso no es impedimento, porque el amor cambia, y si no es verdadero, se extingue. Aparte, puede asegurar que lo ama, que es el amor de su vida, pero... ¿si está equivocada?
El mensaje de Pedro llega antes de que pueda responderle, salvándome de una conversación para la que no estaba preparado. Me despido mostrando mi celular y no tiene idea de cómo retenerme, ya que la indicación a sido clara: "Hay una camioneta esperándome porque aún tengo una escena por grabar"
me subo al auto relajado. La ruptura no le afectó a nadie, Any y yo estamos mejor que nunca, nos hemos quitado un gran peso de encima y un compromiso que no sabíamos afrontar. También he logrado evadir gran parte de sus insinuaciones.
«La vida me está sonriendo sin miedo». Pienso, mientras veo el paisaje por la ventana.
Pese a haber llegado ha Canadá hace un par de días, no tuve la oportunidad de pasear. La producción nos enfrascó tanto en el rodaje de escenas, que apenas teníamos tiempo para comer y dormir. Pero los paisajes eran hermosos, un escenario perfecto si quería hacer fotos.
Mañana podría disfrutar de todo esto, ya que esta era mi última escena.
Espera... ¿última escena?
Mis alertas se activaron casi al instante. Mi corazón comenzó a latir desbocadamente, de pronto me sentí ansioso y nervioso a la vez.
Iba a grabar con Dulce. Precisamente, una escena de beso.
No entendía mi reacción, porque esta no era la primera vez que debíamos hacerlo. Es más, creo que ya perdí la cuenta de cuantos besos de Diego y Roberta ha tenido la novela.
Pese a que moría por besarla de verdad, me vi obligado a mantener una línea que separaba la ficción de la realidad.
Llegué cuando Dulce ya estaba lista. Le saludé rápido, percibiendo un tono triste y un semblante desganado, el cual, venía acompañándole desde hace un tiempo. Ciertamente el resto no se daba cuenta del cambio en su estado de ánimo, sabía disimularlo muy bien. Y, aunque en ese entonces no lo entendí, ya era la actriz de su propia vida.
Papel que nos dañaría en lo más profundo.
Papel con el que escondería muy bien nuestra historia.
Papel que, por el rumbo de las cosas, no dejaría de interpretar jamás.
–Discusión, caída y beso –recuerda Luis–, ¿listos?
–Sí –responde ella.
Los nervios más intensos que hace dos minutos me impiden hablar.
–Comienza en 3, 2, 1...
Comenzó la grabación, nuestra conversación caminando por la nieve, la pelea y... el momento del beso.
Caímos y nos miramos durante unos segundos que bastaron para alterarme el pulso. Tenía unos ojos increíbles que me incitaban a no dejar de verlos jamás. Era como si tuviese una carga opuesta a la mía, que conseguía que nos volvamos como esos dos polos opuestos que se atraen.
Primero rosamos nuestros labios con suavidad inmensa. El contacto hizo que me cosquillase la piel como nunca antes. Las palabras de Anahí llegaron de repente, dándome la fuerza necesaria para romper mi ética profesional.
Mandé al diablo la actuación al profundizar el contacto. No quería simular que Diego besaba a Roberta; yo, Christopher, quería besar a Dulce.
Y Lo hice.
Moví mis labios al compás de los suyos, y cuando ella entreabrió la boca, me hizo saber que lo estaba disfrutando. Mi lengua no tardó en unirse con la suya, iniciando así un baile frenético que me hizo ver estrellas.
El beso se tornó intenso, profundo, cargado de algo imposible de describir. Aún con nuestros ojos conectados, nos dejamos llevar sin que importe el mundo, ni lo que había a nuestro alrededor.
Nos separamos tras oír el "Corte" del director. Tenía la respiración agitada, ella estaba sonrojada, y al parecer mi mente estaba en blanco ya que no supe como reaccionar. Los labios me escocían. A los segundos, Pedro nos avisó que ya podíamos irnos, así que, en un acto estúpido y cobarde, cogí mis cosas y salí corriendo.
Me aterraba pensar en que el beso iba a marcar un antes y un después en nuestra relación. No quería que ella se alejase, porque algo en mi interior me gritaba que no lo iba a soportar. La situación era muy complicada, al fin y al cabo, mi impulso podía ser causante de una nueva discusión.
No llegué al hotel hasta la hora de la cena. Tomé la decisión de pasear, necesitaba pensar muchas cosas, analizar a profundidad lo ocurrido, ver la manera de darle la cara a Dulce. En definitiva, el beso se encargó de alterar el rumbo de las cosas; es más, el recuerdo de sus labios sobre los míos me atormentó tanto, hasta convertirse en el deseo de probarlos otra vez.
Me crucé con Poncho en el lobby del hotel, y una especie de culpa se instaló en mi pecho. Pero, así como se instaló repentinamente, desapareció al recordar lo especial de aquel beso. Pese a saludarle con una sonrisa, no me quedé a platicar. En vista de que todos había terminado de cenar, subí a mi habitación tras pedir una bolsa de cereales.
–Tenemos que hablar, Christopher.
No esperé encontrarle parada delante de la puerta, con la expresión confusa y la indecisión reflejada en cada mínimo movimiento. Las reacciones de mi cuerpo no se hicieron esperar, adopté el tic nervioso de las pestañas, mientras que mi corazón comenzó a retumbar fuerte, hasta el punto de hacerme creer que ella podía escucharlo. Mis ojos viajaron de manera inconsciente a sus labios, consiguiendo que una corriente eléctrica recorriera mi columna.
–Quería hablar sobre la escena de hoy –sus mejillas se encendieron furiosamente.
–Yo también quería hacerlo –admití, porque una parte de mí quería hacerlo, solo que no encontraba el momento preciso, o no quería verlo.
–yo..., tú..., nosotros..., el... –intentó balanceándose en sus talones.
–Fue un impulso que, por más que intenté, no pude frenar –tomo la palabra, armándome de valor–. No quería incomodarte. Lo lamento.
–Yo también me he dejado llevar. En todo caso, también lamento haberte incomodado.
–Pero lo inicié yo –rebato–, no debí hacerlo.
–Creo fielmente en que no debemos lamentarnos si las cosas ya pasaron. Tú lo iniciaste, yo lo seguí, ya está.
A veces me sorprendía su capacidad para afrontar las cosas. En un inicio, la vi flaquear, ahora, parece tomar las riendas de la situación.
–Quería hacerlo hace mucho tiempo ¿sabes? –decido sincerarme tras unos minutos en completo silencio.
Su fortaleza volvió a decaer, al mismo tiempo en que su cara pasaba por un par de fases dignas de grabar.
Primero, sorpresa. Luego, confusión. Y finalmente, vergüenza.
–Yo... tú... –musitó apretando sus manos entre sí–. Tienes novia, yo tengo novio. Somos amigos, solo fue un arranque...
Me dolió, no obstante, puse de mi parte para que no se notase. Pero ¿qué me esperaba? ¿qué me dijera que también había significado algo para ella?
«Solo fue un arranque»
–Anahí y yo lo hemos dejado.
–¿Qué? ¿por qué?
–Descubrimos que funcionamos mejor como amigos que como novios. Y ambos somos conscientes de que no podemos seguir tensando algo que simplemente, nunca ha funcionado.
Se queda callada y algo se fragmenta en su mirada. Noto que la última frase le ha pegado fuerte. No estoy dentro de su mente para saber que piensa, pero su mirada es lo suficiente transparente para saber que le ha afectado.
–¿Tú crees que si algo no funciona es mejor no intentar y dejarlo así?
–Te hablo desde mi perspectiva, porque no hay amor de pareja –suelta un suspiro–. Supongo que cuando hay amor es más difícil.
–poncho y yo no estamos bien –dice de repente, dejándome sin saber que decir–. Y creo que el tensar la cuerda más de lo debido también aplica para nosotros, porque ya no sé si lo nuestro tiene arreglo.
–¿Me quieres contar?
–Es lo mismo de siempre, no sabe cuidarme, le importa poco o nada lo que pasa conmigo. Siento que estoy atrasando un final que ya es inevitable.
–Pero se quieren –siseo.
–Hasta hace un tiempo pensaba que sí –se sienta en el suelo e imito su acción–, pero creo que lo que amamos es la costumbre de estar siempre juntos.
–Tienen que averiguarlo, entonces. Recuerda que el amor cambia y si algo no es verdadero...
–No dura para siempre.
–Quizá sea una confusión y si lo hablan...
–Es que ya no sé si quiero seguir con esto. No sé si quiero luchar por algo que ya no tiene arreglo. La relación me ha desgastado tanto ¿sabes?
–Puedes tomarte un tiempo, pero siempre recuerda que luchar por lo que se quiere vale la pena, así no salga bien.
¿Qué acabo de decirle?
¿Cómo puedo aconsejarle que luche si yo no lo hago?
¿Cómo le puedo decir que "aunque no salga bien", si es a lo que yo más le temo?
Porque no estoy luchando por ella, porque soy tan cobarde, que he tenido que esperar a que sea quien me busque para hablar. Porque no creo tener la valentía de decirle que me estoy enamorando.
Sin embargo, en ese mismo momento, cuando se acercó y me abrazó, supe que no debía rendirme fácil. Decidí que lucharía, que iría despacio, pero que, por, sobre todo, perseguiría lo que tanto quería.
–Mejor... cuéntame ¿ya has paseado por los al rededor? –preguntó.
–No mucho, pero lo que vi me ha encantado. ¿tú?
–Desde el balcón y desde las ventanillas de las camionetas... bueno, también cuando grabamos, pero no es lo mismo.
–Si quieres mañana podemos dar un paseo.
–me encanta la idea –su sonrisa me derrite por dentro.
–¿Quieres pasar? Aquí hace mucho frío –propongo señalando la puerta–. Podemos ver una película, si no tienes otro plan mejor, claro.
–va a servir para desestresarme.
Ese día no solo es nuestro primer beso como Dulce y Christopher.
Esa noche comemos juntos nuestra primera bolsa de cereal.
Y esa misma noche, decido que quiero tener muchas más primeras, segundas, terceras e infinidad de veces distintas con ella.
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