Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

45. Respuestas

―¿Un ataque de ansiedad? ―inquirió Mike alterado.

―No soy una experta, pero todo indica eso ―explicó Lola, más sosegada que él.

Yo ya estaba harta de escucharlos. Me encontraba sentada en la mesa de la cocina, con los ojos cerrados y el codo clavado en la mesa mientras me sujetaba la frente con el dedo índice y el pulgar.

―¿Cómo es posible? Nonni, ¿qué te ha pasado para que te haya dado un jodido ataque de ansiedad?

Si seguía así, a él acabaría dándole otro.

Hacía unos minutos casi había desfallecido en su cuarto. Me había cogido en brazos mientras bajaba conmigo a pulso llamando a su asistenta. Al parecer, la buena señora tenía nociones de enfermería. Suponía que era una de las características por las que la habían contratado.

―Dale tregua, Mike, aún está asustada ―lo reprendió ella.

Abrí los ojos como pude, el mareo aún persistía. Mis pulsaciones habían descendido, pero aún notaba mi cuerpo descompuesto. El dolor del pecho también había menguado. Ahora que estaba más serena, no entendía cómo había podido estallar así.

Lola me puso una taza de té delante de las narices. Se me revolvió el estómago.

―No, no hay tregua. ―Él tomó asiento en un taburete situado junto al mío. Sus ojos pugnaban porque les diera una respuesta acorde a las circunstancias―. Casi me da un infarto.

―Estoy bien. ―Nada más decirlo, mi labio inferior tembló.

No, no quería montar otra escenita.

La tempestad que había en sus ojos amainó.

―Eh, no quería... ser brusco contigo. Es que me he asustado mucho. Nunca te he visto así. ¿Qué te ha pasado?

Miré de soslayo a Lola y esta captó la indirecta.

―Voy a ver si el señor quiere algo.

Se marchó.

―Nada. ―No me animaba a hablar. Si seguía en esa cocina era porque había tenido un arrebato de humanidad hacia mí, si no, ya me habría mandado a paseo.

Me levanté, con paso inestable.

Mike también lo hizo, se puso a mi lado y me cogió de los codos para enderezarme.

―¿A dónde crees que vas? No estás bien, siéntate.

Me zafé de él y ese movimiento hizo que me tambaleara.

―Solo obedezco tus órdenes: no debería estar aquí, no debería haber escuchado lo que escuché.

Las lágrimas se amontonaron de nuevo en mis ojos. Le di la espalda, no quería que me viera más vulnerable de lo que ya me sentía.

―Nonni... ―Puso las manos sobre mis hombros y esta vez no me aparté.

―Él tiene razón ―dije sollozando, al final no había podido evitarlo.

Avanzó unos pasos y se puso delante de mí. Parecía bastante preocupado.

―Amor, no te entiendo. Cuéntamelo desde el principio.

«Amor», hacía mucho que no me llamaba así.

―Hugo ―confesé―, tiene razón.

Soltó un gruñido.

―Nada de lo que diga ese caraculo puede ser verdad. ¿Qué cojones te ha hecho para que estés así? ―De repente se puso lívido―. No me digas que ha intentado...

Poco a poco la expresión de sorpresa fue mutando a una de ira.

―No ha pasado nada. Solo me ha abierto los ojos.

Me giré, dispuesta a coger la puerta y no volver jamás a esa casa.

―Alto, alto. ―Mike vino hacia mí y se interpuso en mi camino―. ¿Abierto los ojos sobre qué? ―Respiró hondo―. Necesito que te calmes y me lo expliques todo desde el principio, debo saber cuántas hostias tengo que propinarle a ese imbécil.

―En el fondo, Hugo no tiene nada que ver. El problema eres tú. No me has escrito. Me has dejado... colgada ―expresé resentida.

Mike abrió los ojos, sin comprender del todo. Y no me extrañaba, tenía la mente tan atolondrada que mi única neurona funcional no podía tirar para adelante con una simple conversación.

―¿Él te ha dicho eso?

―No hace falta, Mike. Dijiste que me llamarías, que nos veríamos pronto.

―No lo he hecho no porque no quisiera. Mi padre me ha tenido demasiado ocupado.

―¿Tanto como para no enviar un simple wasap?

Volvió a coger aire, abatido.

―Aunque no te lo creas, sí. Llevo varias noches sin dormir bien pensando en lo que ocurre.

Hice una mueca.

―¿Y qué ocurre? ¿Lo del trato? ¿Lo que no debería haber oído?

―Sí, Nonni. Dije que no quería volver a ponerte en peligro y lo mantengo.

―Te necesito ―reconocí afligida―. Y tú no estás. Vas a volver a darme puerta. He sido una estúpida por confiar en ti.

Su rostro se estremeció.

―Claro que no, Nonni. ¿Qué te hace pensar eso? Lo único que ansío en el mundo es poder estar contigo sin restricciones.

Meneé la cabeza en señal de negación.

―No es lo que parece.

―Lo que parece y lo que es, son dos cosas distintas. ―Me evaluó unos segundos―. Algo te ha pasado. Te conozco, tú no estarías así por nada. ¿Qué te ha hecho ese miserable?

No era solo por Hugo, era un todo, por muchas razones. Sin embargo, le dije la principal:

―Mi madre se ha marchado, y no sé si va a volver. Mi padre hace como si nada hubiera pasado, y Mario está a kilómetros de aquí. Estoy asustada, Mike, me siento... muy sola.

―Joder ―blasfemó, acercándose a mí―. Lo siento, no tenía ni idea, Nonni. ―Me abrazó.

Y aunque necesitaba aquel abrazo como agua de mayo, lo rechacé. Mi orgullo no me permitía arrastrarme más.

Por amor se hacen locuras, estoy de acuerdo. Por amor nos bajamos del carro para contentar a la otra persona. Pero estaba demasiado mal como para sentir que se compadeciera de mí por haberle confesado mis miserias. No iba a mendigar sus caricias o su consuelo. Si Mike quería estar conmigo, tendría que currárselo mejor.

Me solté de él.

―Da igual. Tengo que aprender a lidiar con esto sola ―manifesté más resuelta.

Me dispuse a irme.

―No te vayas, por favor ―pidió angustiado.

―Si quieres algo de mí, ven tú a buscarme.

Dolida, salí de aquel caserón de estilo indeterminado.

¿Y ahora qué hacía?, ¿volvía al instituto sin más? Debería. Mis cosas estaban allí esperándome. Pero no podría volver por la valla, por el lado de la calle estaba más alta que por el de dentro del instituto, y además, tampoco quería parecer una delincuente.

―¡Nonni! ―Mike me llamó.

Yo no me giré, seguí andando por la calle.

Escuché sus pasos corriendo hacia mi posición.

―Nonni ―dijo más cerca de mí―. No podemos dejar las cosas así.

Se puso a caminar junto a mí y yo empecé a avanzar más deprisa, sin contestarle.

―Para ―se puso delante de mí, su expresión atormentada―, por favor.

Lo hice, más que nada porque no podría con su musculoso cuerpo si intentara apartarlo y, no parecía querer dejarme en paz.

―¿Qué?

Alzó las cejas, en un gesto de sorpresa.

―¿Cómo que qué? Me acabas de decir que si quiero algo de ti fuera a buscarte y lo estoy haciendo. Lo quiero todo de ti, Nonni, hasta la última pestaña. Sé que no he estado muy comunicativo y, por lo que me has dicho, tú has estado bastante mal. No intento resarcirme, pero sí arreglar el destrozo que creo que está ocurriendo después de nuestro acercamiento.

Lo miré de manera fulminante. Después de haber llorado a moco tendido, parecía haberme invadido una emoción de apatía hacia todo. El carrusel de sentimientos que sentía dentro de mí iba a acabar conmigo.

―Realmente, no sé porque te empeñas en decir todas esas cosas, porque luego haces lo contrario.

Inspiró.

―Vale. Sé que tienes toda la razón. ¿Quieres respuestas? ―preguntó no muy seguro―. Haré todo lo posible por dártelas.

***

No volvimos a su casa, y tampoco fuimos al instituto. En su lugar, me llevó al parque donde había visto a Pablo desfallecer el día que lo vi hablando con la Hiena.

No me sentía muy segura en aquel lugar, pero no lo mencioné en voz alta. Ya que Mike se había dignado a hablar, esperaría pacientemente sobre uno de los bancos de piedra de aquel lugar abandonado de la mano de Dios.

―Dispara ―me incitó sentándose a mi lado.

Quería preguntarle tantas cosas que no sabía por dónde empezar.

―La timba, ¿de qué se trata?

Mike se rascó el mentón, indeciso. Veía los engranajes de su mente funcionando a toda pastilla. Me iba a contestar, pero sus palabras estarían cuidadosamente escogidas.

―Es una reunión clandestina de socios de una cooperativa con tintes ilegales. Creo que de eso has podido darte cuenta tú sola.

―Sé un poco más conciso ―lo presioné.

Mike bufó, rebuscando en su cabeza qué palabras serían adecuadas a continuación.

―Se trata de personas anónimas que buscan divertirse, pero también fraguar negocios un tanto... turbulentos. Acceder a este tipo de empresa no es muy fácil. Pero la mayoría son contactados según sus antecedentes; trapicheos, dinero salido de la nada, nuevos ricos... Muchos burgueses del mundo de hoy. Hay un poco de todo, médicos, abogados, algunos famosos... Pero también gente poderosa que vive al margen de la ley. Mercenarios, traficantes, proxenetas...

Se me heló la sangre en las venas.

―¿Y por qué estás tú metido entre esas personas?

―Mi padre. Nos mudamos de Estados Unidos porque tuvo un problema de dinero. Malas inversiones que le costaron caras. Un amigo suyo era europeo, francés, y le habló de esta organización. Salimos prácticamente huyendo de allí ―reconoció derrotado―. Podrán haberle vetado la entrada, pero el Tejedor es un tipo listo y sabe aprovecharse de los más necesitados. Mi padre necesitaba dinero urgentemente para deshacerse de las deudas y ese hombre las pagó todas sin pedir explicaciones. Y además le dejó una módica suma de dinero para comenzar de nuevo.

»La nueva empresa fue bien, es accionista mayoritario en compañías de teléfonos y automóviles. Pero la realidad es que está ligado a ese hombre de por vida. Y no solo la suya, la mía también.

―¿Por qué? ―quise saber.

Sus ojos castaños se posaron en los míos. Una tristeza absoluta los inundaba.

―Soy el siguiente en tomar posesión de ese adeudo con el Tejedor. Nunca estaremos en paz con él, por mucho dinero que consigamos. No todo es... tan blanco como parece. Mi padre también tiene intereses en el mercado negro. Y la Hiena lo sabe todo de nosotros. Podría hacer que lo encarcelen en un segundo y dejarnos en la calle a mi hermana y a mí. Le debemos lealtad absoluta.

Un pensamiento oscuro atravesó mi mente.

―¿Qué tienes que hacer para él?

―Por ahora, no mucho. El tipo trafica con colecciones de arte. Un socio le firma los documentos necesarios para legalizar copias que hace pasar por objetos de coleccionista. Nadie sabe su verdadero nombre, excepto él. Yo entrego esos paquetes en un punto de partida y los sirvientes los transportan hasta su destino. A veces lo hace él mismo, es muy minucioso según qué cosas.

Yo más que minucioso lo veía un extorsionador.

»Cuando nos castigaron, tuve que entregar un paquete de ese hombre. Era la primera vez que hacía, y no quería dejar sospechas de mi implicación en aquello si luego los policías pillaban al sirviente. Por eso te dije que me cubrieras. Estaba aterrado, Nonni.

Recordaba bien las tareas de limpieza que había tenido que hacer con María y el extenso calendario que el señor López había preparado para nosotros.

―Pensaba que sería una cosa puntual ―siguió diciéndome mientras desviaba la mirada a sus manos, cuyos dedos se entrelazaban y descruzaban entre sí, signo del nerviosismo que lo atenazaba―. Pero fui tonto al pensarlo. Me lo volvió a pedir, cada vez más encargos.

»Hace unas semanas me invitó a la primera timba. Ya viste que no solo se juega al póker, pero se llama así porque los comienzos del club secreto fueron en unas partidas de cartas entre amigos. Decidieron montar una montaña de naipes, haciendo que más peces gordos como ellos se unieran a su sociedad para, digamos, fidelizar a los integrantes y que, de alguna forma, dependieran de ellos.

―Pero, si es cosa de tu padre, ¿tú que tienes que ver? ¿No puedes simplemente negarte?

Compuso una mueca de hastío, muy al estilo Mike.

―Esa no es una opción. Yo soy su único hijo varón (sí, puedes decirlo, es una sociedad machista), y me quiere dejar su legado. De hecho, no le queda otra, porque la Hiena lo presionaría si quisiera que escapara de la sociedad. Aunque pienso que él tampoco quiere que lo haga. He intentado negarme y solo he recibido palos por su parte, mental y físicamente hablando. ―Una punzada de dolor me atravesó; no quería que lo hirieran, pero lo que no lograba entender era que su propio padre le hiciera eso―. Nuestra riqueza depende de ellos, si los traicionamos, o nos vamos, el castillo de naipes que tenemos caerá en picado. Nos veremos en la calle o... en la cárcel. Y eso en el mejor de los casos, en el peor... la gente que queremos podría salir herida.

Deseaba hacerle más preguntas, pero lo cierto es que la voz no me salía del cuerpo. La trama que subyacía a una simple partida de cartas ahora me parecía muy compleja, en todos los sentidos.

―Una vez que se entra, no se sale. ―Agachó la cabeza desanimado―. Y tu apellido se convierte en una puta maldición.

―¿Y qué... tengo yo que ver con esto? Sigo sin comprender lo que ha dicho tu padre sobre un trato.

Se irguió como un resorte y avanzó unos pasos hacia el frente, dándome la espalda.

―Mira, puedo aceptar lo que pida, excepto que te meta a ti en medio.

Yo también me erguí y me dirigí hacia él, buscando su mirada.

―¿Es por lo que dijiste en el pub? ¿La Hiena... quiere verme?

Cerró los ojos, derrotado, y asintió.

―Ese tipo es un sociópata, Nonni. Trata a la gente como si fueran basura. Si quiere algo, lo coge y ya está. Se ha encaprichado contigo.

―¿Por qué? Solo soy una cría de diecisiete años normal y corriente.

Me miró con intensidad.

―No estoy seguro, pero creo que es por mí. Él sabe que yo no quiero pertenecer a su club de socios, o vasallos, más bien. Quiere amenazarme con lo que más me importa. Y se ha dado cuenta de que siento algo por ti. Me está poniendo a prueba.

―Aún así, no entiendo...

―Quiere que vengas a la siguiente timba, para ponerme nervioso y que por fin acepte sus condiciones. Yo aún no soy un miembro oficial.

Tragué saliva con dificultad.

―¿Y qué pasa si no voy?

Se encogió de hombros.

―Me da igual ―lo dijo tan normal, como si no le importara lo más mínimo―. Que se desquite conmigo si lo desea.

Esa idea me asustó.

Le cogí la camiseta con las dos manos, aterrada.

―¡No! No quiero que haga eso.

Su rostro se dulcificó. Colocó sus manos sobre las mías con suavidad.

―No te quiero cerca de él, Nonni. Me da igual que me torture. Si te toca otra vez... ―Inspiró hondo mientras cerraba los ojos, apelando a la calma―. Soy capaz de lo que sea.

―Yo... No sé qué decir.

Abrió sus preciosos ojos marrones y me contempló con adoración. Sonrió, pero esa sonrisa no le llegó a los ojos.

―No tienes nada que decir. Ya está decidido. ―Besó mi frente y me envolvió en un cálido abrazo―. Quería alejarte de todo esto, de mí, pero el destino es caprichoso y no ha querido. Mi padre no quería que me uniera a nadie de una forma romántica. Sabe que es un talón de Aquiles.

»Cuando nos vio esa noche, lo supo al instante. Me conoce de sobra, sabe que, si hubieras sido una scort cualquiera, jamás me hubiera marchado contigo. Que eres más importante para mí de lo que he dejado caer.

Emití un gemido entrecortado entre sus brazos. Nunca se había sincerado así conmigo, de esa forma tan abierta y pasional.

―¿Y ahora... qué hacemos?

Me estrechó con más fuerza entre sus brazos.

―Ahora solo sé que no voy a dejar que te ocurra nada. No mientras yo pueda evitarlo. Mientras tenga un resquicio de aliento, voy a protegerte, aunque todo esté en contra. No sé qué intenciones tiene la Hiena, pero no pienso dejar que te lastime. ―Alcé la mirada y nuestros ojos se encontraron. Vi la determinación en los suyos―. Te lo juro, Nonni, aunque me cueste la vida.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro