Carroñeros - Luna
Después del incidente con Neville, todo el grupo comenzó a andar con más cuidado, aunque era algo casi imposible, los castigos aumentaban cada día, a los Carrow no les importaba demasiado el motivo solo el hecho de aplicar el castigo, el grupo se vio forzado a aprender hechizos de curación y a abastecerse de pociones curativas de todo tipo, madame Pomfrey se aseguraba de preparar y dejarles, todo tipo de pociones, a mano para que ellos las tomaran, pero los Carrow comenzaron a revisar y administrar los suministros de la enfermera, para que esta no ayudara a los "rebeldes", desde ese momento las cosas se les hicieron más difíciles.
Ya se acercaban las vacaciones navideñas y Luna se encontraba bastante estresada, era una de las pocas a las que mejor le salían los hechizos de curación, Theo le había enseñado unos cuantos conjuros simples, pero día a día eran tantos los heridos que nada les alcanzaba.
Cuando recibió la nota de Theo donde le decía que tenía un permiso para irse unos días antes del colegio y que ella se iría con él, en verdad no sabía que sentir, por un lado estaba feliz, deseaba poder estar tranquila junto a Theo y descansar, pero por otro lado no sabía si dejar solos a sus amigos.
―Luna no seas tonta, ve con él, no te preocupes nosotros nos ocuparemos ―le decía Neville mientras se ubicaba a su lado en la mesa que ocupaban en la biblioteca.
―Además tampoco es que te vas por una semana, son solo dos días antes ―agregó Ginny.
―Ustedes saben cómo van los niveles de castigados y heridos... no sé...
―No, nada... deja de darle vueltas Looney, te mereces un descanso...
―Sí, ya se te notan unas bolsitas en los ojos ―soltó la pelirroja entre risas.
Después de un poco de insistencia de sus amigos, de Theo y de pensarlo, accedió, en verdad lo necesitaba, estaba durmiendo muy pocas horas y encima se despertaba a cada rato con extraños sueños, y alguna que otra visión.
Esa mañana después del desayuno se encontraría con Theo en el bosque prohibido, ya hacia un rato que todos se habían retirado, la verdad era que no se había fijado en Theo esa mañana, su noche no había sido de lo mejor, casi no había dormido. Se encamino hacia el punto de encuentro, sabía que estaba haciendo mucho ruido, pero ya le daba igual. Theo apareció detrás de un árbol, dándole un pequeño susto y después de saludarse se desaparecieron.
Aparecieron en un hermoso jardín, la casa estaba a unos metros de la playa. Luna se quedó un rato viendo como las olas se deshacían en la arena, una sonrisa se instaló en su rostro y en su mente apareció su madre recibiendo aquel hechizo que le quito la vida, ¿Por qué veía eso en este momento? Theo la abrazó por detrás, y ella se acurruco pegándose más a él, eso la hacía sentirse mejor, en verdad necesitaba estar entre sus brazos.
Una vez que se acomodaron dentro de la casa la rubia comenzó a observar todo lo que la rodeaba, la casa era realmente hermosa, en verdad no le molestaría vivir allí. Había varias fotos mágicas en el lugar y ella no pudo evitar inspeccionarlas, una mujer de cabello negro y largo aparecía en la mayoría de ellas, seguramente sería la madre de Theo, este le estaba hablando de la casa cuando vio una fotografía mágica donde aparecían dos mujeres, ambas, llevaban vestidos de gala largos y antifaces haciendo juego con sus respectivos vestidos, posaban y luego giraban entre risas, ella conocía esa imagen, la había visto muchas veces, es más estaba en una de las paredes de su habitación. Sintió que Theo la abrazaba por la espalda.
―La de cabello negro es mi madre, la otra debe de ser una amiga... no sé muchos detalles ―Luna no sabía si decirle o no, esa era su madre... se giró entre los brazos de Theo hasta quedar frente a su pecho donde escondió su rostro mientras lo abrazaba fuerte―. Luna... amor... ¿qué te pasa? ―preguntó Theo mientras con una mano acariciaba su cabello y con la otra la apretaba más contra su cuerpo. La rubia en verdad se estaba sintiendo mal, venia acumulando muchas cosas... recordar la muerte de su madre y verla allí en una foto, termino de mover todo en su interior, su mente era un lio, pero no quería preocupar a Theo, él se había esforzado para que pudieran estar juntos, así que solo decidió omitir algunos detalles, pues sabía que no la iba a dejar si no le respondía.
―Nada, solo estoy algo cansada... y en verdad deseaba poder estar a solas contigo y abrasarte ―sonrió lo mejor que pudo y levantó su rostro para verlo.
―¿En verdad es eso? ―ella asintió y se cubrió la boca al bostezar. Insistió para convencerlo, y al parecer funciono... y como quien no quiere la cosa, comenzaron con algunos besos y caricias, hasta terminar en la cama.
Era increíble lo que ese chico le hacía sentir solo con rozarle la piel, verdaderamente la enloquecía, y en esa cama volvieron a entregarse el uno al otro hasta terminar completamente dormidos. Y por primera vez en meses la rubia durmió tranquilamente, sin visiones o pesadillas, realmente se sentía segura entre los brazos de Theo.
Esa noche el pelinegro le hizo una pregunta que se quedó grabada en su mente "¿será posible que nos conociéramos desde antes de Hogwarts?" ella no estaba segura pero algo le decía que si... pero si era así, porque no lo recordaba desde antes.
Ya hacía unas semanas que había vuelto a Hogwarts, sus amigos estaban allí pero su Theo no, lo que la tenía bastante preocupada, Neville y Ginny trataban de mantenerla distraída, cosa que no era demasiado difícil, pues ahora era ella la que más se ocupaba de los heridos por los castigos, pero a pesar de todo era evidente que la rubia no estaba bien, casi no comía, en más de una ocasión terminaba descompuesta y su humor era más que evidente sobre todo los días que estaba triste, pues no podía parar de llorar.
Su estado llego a tal punto que Neville y Ginny terminaron hablando con la profesora Mc Gonagall para que intercediera ante el director Snape pidiéndole permiso para que la rubia pudiera volver esa fin de semana a su casa. Y contra todo lo que pensaron el director le dio autorización.
El viernes por la mañana la rubia se fue del colegio, usando un traslador. Apareció frente a su casa, camino hasta la puerta que al instante fue abierta por su padre, su cabello estaba revuelto, su túnica manchada de tinta y su sonrisa le decía bienvenida a casa, ni bien lo vio la rubia se lanzó a sus brazos, sentía una gran angustia en su interior y necesitaba un abrazo de alguien que la amara, su padre noto que algo le pasaba y la abrazó fuerte sin decir nada, cuando ella se sintiera mejor le diría que le pasaba... la trató como cuando era una niña, manteniéndola abrazada mientras acariciaba su cabello con una mano y cada tanto le daba un beso en la coronilla... no importaba cuanto creciera, siempre seria su niña, y después de un rato la rubia por fin hablo.
―¿Papá los piquicups se metieron en mí? ―su voz era un susurro y sentía como sus ojos se llenaban de lágrimas.
―Eso no es del todo bueno...
―¿Qué estén en mí?
―No amor, que no lo sepas con certeza ―la muchacha se separó un poco de él para verle el rostro, y esos ojos grises se clavaron en los suyos―... seguro que Theo está bien Looney.
Era increíble que su padre pudiera hacer eso, de mirar a alguien a los ojos y saber que siente esa persona y porque, en más de una ocasión la rubia pensó que había sacado eso de él y no de su madre, y sus habilidades especiales.
―¿Cómo sabes?
―Porque ya he visto estos ojos así de tristes, por el mismo motivo, hace unos cuantos años ―dijo su padre acariciando la mejilla de la rubia, que al escuchar aquello lo miró con intriga, generalmente ella comprendía de que le hablaba su padre, pero ahora...
―¿Qué quieres decir con eso?
―Looney... creo que debo decírtelo, aunque no sé todos los detalles ―Xenophilius soltó a su hija, se sentó en un sillón y le hizo una seña para que tomara asiento a su lado, cosa que la rubia hizo al instante―. Theodore Nott es hijo de la mejor amiga de tu madre, ustedes se conocieron hace años y se llevaban muy bien, pero a medida que se conocían se hacía más difícil separarlos... por lo que sé ambos solían estar tristes...
―Y... ¿Qué hicieron? ¿Por qué no lo recuerdo?
―Bueno, pensaron que lo mejor era separarlos por el momento, y para que no sufrieran por ello les borraron la memoria... creímos que cuándo crecieran podría ser más fácil para ustedes.
―Sabía que había algo... algo siempre me llevaba a chocar con él, algo hacia que estuviera pendiente de él...
―Si... lo quieres desde hace mucho tiempo... debo confesarte hija que me sentí muy feliz al saber que se habían vuelto a encontrar y que sus sentimientos habían crecido tanto como ustedes ―dijo el hombre dándole un beso en la mejilla a esa rubia que comenzaba a sonreír.
Pasó un buen rato hablando con su padre y por un momento se sintió bien, era como si hubiera vuelto en el tiempo, a esos días en los que podía hablar por horas con su padre sobre cualquier cosa, más que nada de criaturas mágicas... en verdad necesitaba dejar todo lo que estaba pasando fuera de su mente por un rato... su padre lo sabía y estaba haciendo todo lo posible por distraerla con cualquier cosa.
Pasó un buen fin de semana con su padre, cocinando, paseando por los jardines y hablando sobre su madre, hacía mucho que no hablaba con él sobre ella, pero ahora lo necesitaba, algo en su interior quería saber más de ella. Así se le pasaron los días, y otra vez se encontró guardando las pocas cosas que había llevado para volver a la mañana siguiente a Hogwarts.
"Escuchaba una risa desquiciada, no necesitaba verla para saber quién era, Bellatrix Lestrange. Sentía como la arrastraban, no podía distinguir casi nada había varias siluetas y allí estaba ella, con su cabello totalmente enmarañado y sus ojos dementes escrutándola, sentía otros ojos sobre ella y con un vistazo rápido los encontró, ¿Cómo no verlos? Si eran los ojos más llamativos y hermosos del lugar, ese azul eléctrico que le quitaba suspiros, podía reconocerlos donde fuera... pero su expresión era triste y algo desesperada, pero esa mirada no se alejaba de ella por nada.
Su corazón comenzó a latir más rápido y todo lo que podía hacer era rogar para que Theo, su pelinegro, no explotara delante de todos... pues si lo hacía no sobrevivirían ninguno de los dos... y ese ruego pasó por sus ojos al rubio de ojos grises que estaba al lado de su amor, quien solo le dio una mirada comprensiva.
Bellatrix le hablaba, pero la rubia no se enteró de ello y volvían a arrastrarla, bajaron unas escaleras, y la tiraron en una celda."
La rubia se despertó agitada, se sentía mal, la cabeza le daba vueltas, estaba bañada en sudor, y sentía que algo subía en su interior, corrió al baño y vomito... se sentía realmente terrible.
Su padre se levantó al escucharla, la rubia se veía realmente pálida y tenía algo de fiebre. Xeno la hizo volver a la cama y le dio una poción para la fiebre, escucho a Luna que le relato su visión y recordó que a su amada Amelia solía pasarle lo mismo.
Por la mañana el aspecto de Luna no había mejorado casi nada por lo que el hombre decidió que lo mejor sería que se quedara en la casa con él hasta que estuviera mejor, y la rubia no tenía ánimo para discutir. Ya por la tarde se sentía mucho mejor y tenía ganas de cocinar, se levantó y se dispuso a ayudar a su padre a preparar la cena.
―Looney que bueno que estés mejor.
―Todo gracias a ti, eres el mejor papá ―dijo dejando un beso en la mejilla de su padre, con una de sus hermosas sonrisas.
―Esa es mi niña la de la sonrisa más hermosa ―dijo acariciando la mejilla de la rubia, y sin más ambos se pusieron a pelar papas, mientras hablaban de los artículos de la próxima edición de "el quisquilloso".
Cuando ya estaban terminando de cocinar escucharon que golpeaban la puerta, la rubia dejo lo que estaba haciendo y se acercó para ver quién era, le pareció un poco extraño, pero su padre solía recibir a personas, que algunos calificarían de extrañas, que le llevaban información para el quisquilloso.
Estaba a punto de abrir, cuando se escuchó un fuerte ruido sobre la puerta, que al instante se repitió, estaban lanzando hechizos... la madera no tardo en ceder al tercer hechizo, la puerta se partió a la mitad y por ella entraron tres hombres bastante sucios... carroñeros, la mente de la rubia trabajaba lo más rápido que podía... "mi varita" fue lo primero que pensó con el segundo golpe, pero la situación no le dio ni tiempo de alejarse demasiado de la puerta, la varita estaba sobre la mesa de la cocina a varios metros de ella, y esos hombres con sonrisas macabras se acercaban, con sus varitas en la mano... todo lo que atino a hacer fue tomar lo que tenía cerca, una escoba, no era voladora, pero le podía servir, la apretó fuerte en sus manos y comenzó a agitarla en dirección a los hombres que se acercaban a ella, al primero lo tomó desprevenido y con un golde de la escoba logro sacarle la varita de la mano, pero ya estaba sobre ella, mientras ese le quitaba la escoba otro le lanzaba un hechizo a su padre... «bien, si me van a llevar con ellos no les va a ser tan fácil» pensó Luna mientras recordaba algunas de las cosas que Theo le había enseñado mientras jugaban cuando habían estado en Francia...
Las manos de aquel hombre ya casi estaban sobre ella, era mucho más alto, la muchacha dio un pequeño salto extendió la palma de su mano y la hizo chocar con fuerza contra la nariz del hombre, que al instante gritó de dolor y se alejó un paso cubriéndose la nariz, Luna sintió que otro la atrapaba rodeándola con sus brazos por detrás y la levantaba unos centímetros del piso, pegó un cabezazo hacia atrás y escuchó el quejido del hombre mientras la apretaba más... veía que los otros dos se acercaban y su mente pensó con más fuerza en su varita, que repentinamente salió disparada hacia su mano... pero ni bien Luna la sujeto sintió una mano sobre su muñeca que apretó hasta que no le quedó más remedio que soltar la varita.
Vio un puño acercarse a su rostro y sintió el golpe en su mandíbula y la sangre que comenzaba a emanar de su labio, después de ese vinieron varios golpes más, era evidente que no les había gustado nada que ella los golpeara... se detuvieron y le permitieron ver a su padre que estaba petrificado junto a la mesa.
―Bien, Lovegood será la única vez que te demos este mensaje así que escucha muy bien ―dijo uno de ellos tomando un cuchillo que había sobre la mesa―, el señor tenebroso es nuestro nuevo líder no puedes estar diciendo todo lo que dices en tu maldita publicación ―dijo clavando la punta del cuchillo en el hombro izquierdo de la rubia, mientras el que la sujetaba le tapaba la boca para que no se escucharan sus gritos, el cuchillo bajo unos cuantos centímetros sobre el brazo de la chica―, harás lo que se te ordene... escribirás lo que se te diga... o tu hijita morirá.
Sin más arrojo el cuchillo al suelo y salió de la casa seguido por los otros dos que llevaban a una rubia que no dejaba de moverse y forcejear... el carroñero se volvió hacia ella la apuntó con su varita y le lanzó un hechizo aturdidor.
Luna sentía que la cabeza le daba vueltas, de repente una sensación extraña, como si la jalaran desde sus entrañas, que la hizo querer vomitar, casi no veía nada... estaban en un bosque, un patio, una plaza, en realidad no lo sabía solo podía decir que estaban en el exterior, por la poca luz... sentía que la arrastraban, habían intentado ponerla de pie pero no podían, escuchó que alguien se quejaban regañando a otro diciéndole que no debió aturdirla, luego más rumores... la claridad volvía a hacerse presente, estaban en una casa o algo por el estilo, se sentía la calidez del interior.
Algo le sucedía, en verdad no se sentía bien, estaba muy mareada parece que ese había sido un hechizo fuerte... volvía a escuchar voces, vio varias siluetas, y sintió que aquello era un déjà vu... sus ojos buscaron entre lo poco que podían distinguir y allí estaban esos ojos azul eléctrico que tanto amaba.
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