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Capítulo 6: Cerca del pecado

La condesa sorprendida de llegar sana y salva al reino de Ewigenacht logró ver el entorno de éste, el sol se encontró detrás de inmensas nubes otorgando una luminosidad gris, todos vestían ropas oscuras y las casas eran grandes y elegantes, a pesar de esas características inusuales del reino, Ekaterina sintió cierta admiración en lugar de miedo como quienes decían haber ido allí que rumoreaban cosas terribles de que estaba infestado de criminales y que los demonios corrían con total libertad en sus calles; una vez mas la condesa quedo incredula al comprobar una mentira mas y mas aun al ver el majestuoso palacio. A diferencia de otros que había visto durante su vida este era negro y rojo junto con elegantes caballeros de armaduras de los mismos colores con melenas saliendo de sus cascos en una cola de caballo, a los ojos de la condesa resaltaba un hermoso panorama que no la aterraba en lo absoluto especialmente en compañía del príncipe. Ella contemplaba la belleza oscura que la rodeaba hasta que por fin llegaron al interior del palacio donde las jóvenes sirvientas la resivieron con mucha amabilidad y la llevaron a bañarse, la condesa no pudo evitar desconfiar de ellas, los rumores aún rondaban en su cabeza inclinándola a creer que en algún momento la matarían de la forma más salvaje posible sin embargo todo fue lo contrario al llegar a los baños, las jóvenes llevaron sus ropas a lavar mientras que las demás vertieron suavemente la tibia agua sobre la manchada piel de la condesa quien se sorprendía al resivir muchos cuidados de parte de mujeres de Ewigenacht, al finalizar el baño le entregaron un hermoso vestido negro de seda, lo amó a primera vista sin embargo no quería demostrar sus sentimientos ante ellas, aún les temía. La llevaron a sus hermosos aposentos donde contempló las artesanías y los detalles que la rodeaban además de la cómoda cama de pieles recordándole a su castillo en Rusia, la semejanza de su hogar en ese palacio la aliviaba hasta que para su sorpresa la reina de Ewigenacht la visitó.

Era una elegante señora que al igual que su esposo su seriedad y belleza imponían poder maravillando a la condesa casi boquiabierta al verla ante ella, de todas las reinas que había conocido ésta era la mas majestuosa que había visto, ella le sonrió y le dió la bienvenida, Ekaterina inmediatamente realizó una reverencia, el miedo no sería una excusa para perder sus modales de mujer noble.

- Es usted admirable, usted sí se comporta como alguien de la realeza no como otros que no me tratan con respeto al igual que a mi esposo - dijo con una dulce sonrisa transmitiendo confianza en la condesa quien también le devolvió la sonrisa.

- Mi vestido le queda hermoso - expresó sorprendiendo a Ekaterina quien le pidió disculpas explicando como terminó en el palacio cosa que la reina ya estaba enterada y no veía necesidad de disculparse mas que no temerle ni a ella ni al rey quienes le brindarían buen hospedaje, la condesa aún continuaba con su desconfianza, no quería llegar a tenerla con la gente que todo cristiano aborrece a pesar del buen modo en que la tratan; una vez mas se sentía una traidora. La reina sse marchó alabándola una vez mas por su belleza y se marchó de sus aposentos, Ekaterina intentaba conseguir afecto en las pieles sin embargo la soledad la inquietó y decidió salir de allí a explorar mas el lugar.

La condesa aún desconfiaba del lugar además de que aún la carcomían los recuerdos recientes del ataque que recibió en el camino y la muerte despiadada de sus sirvientes mientras recorría los oscuros pasillos intentando distraer su mente admirando los cuadros maravillosos que decoraban las inmensas paredes cuando de pronto uno de ellos le llamó mucho la atención; se trató del retrato de un hombre y una mujer con ropas tradicionales de Rusia, ella por supuesto conocía cada detalle de su región no se equivocaba de lo que veía, continuó analizando la pintura hasta que la voz suave del rey la interrumpió.

- Condesa Ekaterina, usted se ve hermosa - la alagó contemplando el vestido de su esposa en ella, quien notándose su ansiedad no precisar responderle de forma respetuosa, sin embargo eso no molestó al rey al comprender a su huésped; fijó su mirada al retrato de la pareja misteriosa con una agradable sonrisa dibujándose en su rostro.

- Ellos son mis padres, él ruso y ella ucraniana - expresó en ruso dejando atónita a la condesa ante esta gran coincidencia, no podía creer que los hombres seguramente culpables de su ataque llegaran a tener mayor cercanía pero este solo era el comienzo de un posible gran lazo entre ellos. Ekaterina estaba en duda de sentirse cómoda o asustada por ello cuando de repente vió en el margen de la puerta principal a un enorme felino, era un leopardo observándola fijamente provocando aterrorizándola mas de lo que estaba, la pobre retrocedió lo mas lejos posible chocando contra el rey quién no podía evitar reírse; en ese momento llegó el príncipe detrás del animal posando suavemente sus manos tatuadas sobre la piel de éste dejando incrédula a la condesa, él al ver su reacción la llamó para acercarse jurándole que no le haría ningún daño, ella por supuesto no quería sin embargo tanto la curiosidad como la confianza y el aliento que le brindaban ambos hombres la vencieron empujándola a caminar hacia el príncipe. La condesa tragaba saliva viendo la mirada salvaje del felino pero el príncipe logró darle valor ante él sosteniendo una de sus heladas manos; Ekaterina volvía a sentir el calor y la suavidad de su piel la cual con anterioridad habría añorado suponiendo que sería la última vez que se verían.

- No tenga miedo, confíe en mi - dijo tranquilamente Teulfesgott mientras llevaba muy lento la mano de la condesa hacia el hermoso pelaje del leopardo, éste a su vez lanzaba bajos gruñidos al sentir el calor de la mujer que pronto se desvanecieron convirtiéndose en profundas respiraciones de relajación a tal punto que se echó al suelo impresionándola con esa buena reacción, la condesa perdió el miedo dando lugar a la alegría de acariciar a un ser considerado peligroso que ronroneaba con sus caricias, ahora ella se consideraba afortunada, no solo de haber sido rescatada sino también de estar a lado de maravillosos hombres.

Además de tener a ese leorpado como fiel compañero, el rey tenía todo tipo de animales salvajes en su palacio; dos leones, un oso y numerosas águilas, estos animales recibía los mismos cuidados que una mascota común y corriente incluso el amor del rey y de los pequeños príncipes que jugaban con los cachorros que al apenas notar la presencia de su padre corrieron felices hacia él, la condesa le enternecía ese amor paternal del hombre mas odiado de todo el mundo y mas aún cuando los niños se dirigieron al príncipe que poseía el mismo comportamiento de su rey, ambos eran los padres mas tiernos que la condesa nunca había visto quien a su vez recordaba los momentos que pasó a lado de su padre. Famoso cristiano luchando contra pecadores en su rojiza tierra que irónicamente a pesar de ser un fiel a su señor la sometía a su propia hija a sufrir un calvario, sus golpes, insultos y humillaciones se volcaban en la pobre desde que era una niña hasta el día de su muerte que fue para ella salida del infierno, pero su madre era la siguiente en continuarlo. Los ojos de la condesa se inundaban solo que de ninguna manera dejaría correr ni una sola lágrima, un hombre como su padre no debe merecer el mar de las lágrimas de su hija a quien a torturado desde que tenía la edad de las princesas de Ewigenacht, el dolor de su alma tras esos recuerdos de esfumó al sentir los pequeños brazos de los niños rodeándola, los tres a pesar de ser hijos de los demonios sus miradas estaban llenas de inocencia y al mismo tiempo el mismo poder del rey y la reina.

- Príncipes, ella es la condesa Ekaterina Roxelana Ivanov - le dijo el rey a sus hijos quienes quedaron boquiabiertos al darse cuenta de que ella era rusa como su abuelo paterno, los tres se arrodillaron y besaron cada uno la mano de la condesa como digna reverencia a tan especial mujer, ella por su parte su corazón se derretía al ver la gran formalidad de ellos siendo tan jóvenes. Teulfesgott se los presentó, las niñas tenían 10 y 7 años el príncipe tenía 4 años, ahora en Ekaterina se despertó la curiosidad del parentesco entre el rey y el príncipe mayor, ¿porqué ocultar a un hijo mayor hasta ahora? Esa pregunta se mantuvo en la mente de la condesa que aún sin tener la total confianza dudaba en preguntar.

Su estadía en el palacio se convertía en una bella experiencia que disfrutaba cada vez mas, especialmente junto al príncipe Teulfesgott El Anticristo quien se ganaba la confianza de la condesa con su amabilidad y simpatía incluso en compañía de sus caballeros de confianza quienes eran sus mejores amigos le brindaban esa misma actitud a ella. Sin embargo esta alegría que sentía devoraba su ser creyendo darle la espalda poco a poco a su creador por lo que debía negarse a admitir que su felicidad se incrementó allí, en el reino de Ewigenacht.

Durante la noche después de una deliciosa cena el rey conversó con Teulfesgott solo para demostrarle sin la presencia de su familia al supuesto rival de la condesa a quien intentaron arrebatarle la vida en medio del camino de regreso a su hogar. Mientras los caballeros de confianza de Teulfesgott llevaban a la condesa al carruaje el rey se detuvo entre los bandidos muertos para revisar bajo las vestiduras de campesino de ellos el mismo atuendo que llevaban los guardias del rey Jacob.

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