Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 5: Traición a nuestro señor.

El rey y el príncipe de Ewigenacht partieron en su majestuoso carruaje negro mientras la condesa disimulando su nostalgia firmó acuerdos de compartir sus bienes económicos al rey Jacob ya que como bien lo había mencionado él, su reino sufrió cambios catastróficos y hacer negocios con una importante mujer de una tierra muy lejana le convenía bastante debido a que si algún otro señor feudal descubría que el magnífico rey Jacob caía lentamente arruinaría su reputación a tal punto de creer que estaba maldito. Los acuerdos fueron concluidos a la brevedad, dentro de muy poco tiempo el rey vería a sus súbditos y a él mismo sobreviviendo al hambre y la escasez de sus recursos gracias a la condesa, sin embargo el quería dejar en claro un detalle importante antes de que ella se marchara.

— Condesa Ekaterina, debo decirle que su estadía de anoche me mantuvo a salvo tras la presencia de esos dos demonios sin embargo como le imploré ayer y se lo repito, no le hable de lo que vió ayer a absolutamente a nadie ni mucho menos a nadie de su país — pidió el rey de un tono autoritario a uno amenazante que inquietó a la condesa quien lo recordaba como un legítimo vocero de dios que se convirtió ante sus ojos en una decepción por lo que sin importarle estar dialogando con un rey cristiano decidió refutarlo.

— Usted está ofendiendo a nuestro señor con sus acciones, aún no puedo creer que se haya prestado a aceptar a los demonios de los que tanto nos han advertido a su palacio, usted me ha decepcionado al igual que a la iglesia que representa — expresó con valor lista para la ira del rey.

— ¡¿Cómo se atreve a responderme de esa forma, condesa?! ¡¿Quién cree que es para juzgar al Rey Jacob Williams el Justiciero y en mi propio palacio?! — preguntó explotando de rabia, por supuesto la mujer estaba asustada pero eso no la haría callar.

— Una fiel creyente, su majestad — respondió con firmeza.

— Vayase ahora mismo de mi palacio — ordenó con furia en su mirada, la condesa obedeció caminando junto a los guardias hacia la salida, al rey no le preocupaba que su comportamiento perjudicase los acuerdos, ya fueron firmados y nada podría evitar que la condesa se niegue a ayudarlo. Luego de ese tenso momento ordenó a que trajesen delante suyo al escolta de la puerta que lo acusó y en unos instantes así lo tuvo, el muchacho llegó a arrastras al salón y lo obligaron a arrodillarse brutalmente, él temía por el castigo que se le ocurriera al rey el cual lo miraba con sus ojos llenos de furia atemorizándole aún mas.

— ¿Cómo te atreviste a traicionarme? — preguntó en un tono que estremeció al aterrado muchacho que al principio no tenía palabras para el espeluznante rey más en unos momentos de incómodo silencio logró tomar valor.

— Su majestad... Yo sólo consideré que no era digno de un cristiano mentirle a otro... — respondió con la voz temblorosa sin poder ver a los ojos al rey que simplemente se mantuvo en silencio infundiendo miedo en el joven que para su desgracia el rey ordenó una de las torturas mas temidas en su reino.

— Empalen a este traidor, que se hunda en su deshonra — ordenó mirándolo fijamente, el joven comenzó a suplicar entre llantos y gritos mientras los guardias se lo llevaban al patio donde su amo y todos los sirvientes admirasen lo que gana un traidor.

Los criados y escoltas festejaban y admiraban a su rey por ese castigo llenando de aplausos el inmenso patio de tortura donde el cuerpo del joven estaba travesado desde el sitio en que fue deshonrado hasta su boca derramando cantidades enormes de sangre mientras su rey desde su balcón lo contemplaba victorioso.

Ignorante a lo que sucedía, Ekaterina se marchó en su hermoso carruaje con el temor desvaneciendo poco a poco alejándose del palacio del rey que la decepcionó, sus sirvientes deseaban nunca volver a ver al príncipe ni al rey de Ewigenacht y admiraban el supuesto valor de su condesa al habérseles enfrentado sin embargo ella no deseaba lo mismo que ellos, la nostalgia volvió a apoderarse de su ser tras la posibilidad de no encontrarse con el príncipe nunca más. Por dentro sentía que perdía la cordura nuevamente al recordar sin repudio a ese hombre pero de igual manera recordaba al rey que ayudó a una sirvienta a recoger lo que se le cayó, de una manera en la que se arrepentiría de creer para ella fue como estar ante dos ángeles. A punto de sumergirse en el dolor sujetó el rosario que colgaba de su largo cuello y dió comienzo a una oración con la esperanza de olvidarse de ambos, cuando de pronto el carruaje se detuvo bruscamente, la condesa molesta y confundida le pidió una explicación al conductor de su atrevimiento sin embargo no recibió respuesta alguna mas que el espeluznante sonido de sables impactando contra la carne junto a un quejido y el galope de mas caballos, Ekaterina y sus sirvientes se dieron cuenta de lo que significaba entrando en pánico hasta que numerosos hombres armados con espadas cubiertas de la sangre del conductor abrieron las puertas y sacaron a arrastras a la mujer y los demás entre gritos de ayuda y piedad aventando a cada uno al suelo.

La condesa continuaba gritando con la esperanza de que ellos se detuvieran al ver que delante suyo les quitaban la vida despiadadamente a sus sirvientes, ella no podía creer que estos serían sus últimos momentos, ellos la sostuvieron de los brazos y la golpearon para callar sus suplicas, culpaba al rey y al príncipe como el resultado de la maldición de haberlos tenido cerca creyendo también que sería su castigo por no repudiar a éste último como buena cristiana, a pesar del forcejeo con el fin de zafar del agarre sabiendo que era totalmente en vano no podía convencerse de que este sería su fin mientras la inclinaban preparándola para decapitarla alzando uno de ellos su sable hacia su nuca, la condesa lo único que deseaba era la piedad de su señor con un milagro el cual se cumplió. Docenas de flechas travesaron a cada uno de esos hombres exceptuando a Ekaterina quien de inmediato se cubrió acurrucandose cuando por fin terminó la masacre, asustada levantó lentamente la mirada buscando a su salvador agradeciéndole a dios su piedad que tanto deseó hasta que para su sorpresa se encontró detrás suyo al rey y al príncipe de Ewigenacht junto a sus caballeros bajando sus flechas y arcos brindando confianza a la confundida mujer que los acusaba de su desgracia.


La llevaron a su carruaje y emprendieron su viaje tratando de aliviarla, estaba con la mirada perdida respirando profundo cubierta con la cálida capa que el rey le cedió sin importarle que ella lo ensuciara con el lodo pegado a su vestido, Ekaterina no sabía si sentirse agradecida o temerosa al marchar con ellos más no sabía a donde iban de todas formas por lo que asomó su rostro a la entreabierta ventana descubriendo que no iban por el sendero rumbo a Rusia.

— ¿Qué significa esto? ¿Adónde me llevan? — preguntó inquieta.

— Lamento si la asustamos, su excelencia, pero iremos a nuestro reino — respondió el rey Angstvorgott con una suave sonrisa tratando nuevamente de brindarle confianza a pesar de que la condesa continuara asustada.

— ¿Porqué? ¿Qué es lo que quieren? — replicó temerosa lo pensando en que su tortura no había terminado.

— Mi condesa, no dejaríamos que una mujer como usted vuelva a su país llena de lodo y con el rostro sangrando — respondió el príncipe quien estaba delante suyo tomándola con suavidad del mentón para ver los golpes que le habían propinado los bandidos, la condesa sintió esa misma perdición en sus excéntricos ojos como en el palacio del rey Jacob desapareciendo el temor de aquél ataque, Teulfesgott se dió cuenta de ese afortunado cambio por lo que la soltó. Ekaterina bajó lentamente la mirada ignorando el hecho de que él estaba delante suyo, solo se enfocó en esperar y rezar hasta llegar a su destino, por el momento se sentía a salvo más no podía confiar del todo en ellos, los numerosos rumores que corrían de aquél reino dejaban a cualquier fiel con deseos de que desapareciera para siempre con el poder de dios, la condesa solo sostenía su rosario mientras rezaba.

En el reino Strengthofchrist las criadas limpiaban el suelo donde aquél desdichado muchacho perdió la vida a manos de su rey, su cuerpo de todas formas sirvió como alimento a los despiadados perros de caza, entre las muchachas que limpiaban la sangre que parecía eterna a cada pasada de los trapos se encontraba la muchacha que el rey Angstvorgott había ayudado, ella al igual que la condesa recordaba tanto la cortesía del mismo como la normalidad de ambos ya que como bien decía todo el mundo ellos eran demonios solo que para ella fue extraño que hombres como ellos incluso se rebajasen a ayudar a una simple criada, comenzaba a dudar de aquellos rumores algo que no sería bien visto en un fiel pero a diferencia de la condesa ella no se resignaba a dudar hasta que una enorme sombra interrumpe su pensamientos, la muchacha volteó a ver solo para descubrir que se trataba del rey Jacob que la observaba fijamente como si hubiera leído sus pensamientos, la muchacha aterrada continuó limpiando la sangre mientras recordaba como castigaron al joven por traición.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro