Capítulo 1: Rebeldía
En un inmenso bosque de Alemania un joven corría desesperadamente de las garras de una sanguinaria muchedumbre acompañada de antorchas, tridentes y biblias, decididos a acabar con su pecadora vida de forma despiadada en nombre de Dios. Él tropezando y llenando de heridas su cuerpo con cada obstáculo de aquél bosque trataba de alejarse lo mas rápido posible de ellos, quienes ya estaban tan cerca de sus pasos hasta que llegó a un sector inundado de absoluta oscuridad que vencían las luces de las llamas. La muchedumbre horrorizada se detuvo ante tal inquietante niebla negra que casi consumía al joven dando a entender que era el final de un misterioso camino que podría esconder algo peor que ellos pero para él no daba importancia, morir devorado por alguna criatura o animal salvaje que se escondiese en ella era mas preferible que ser torturado lentamente por las manos de fieles a su bondadoso señor, sin embargo el sacerdote que los acompañaba no daría la oportunidad de vivir a quien esparse corrupción sobre los cristianos mas fieles por lo que sin pensarlo dos veces exclamó.
— ¡Quien deje vivir a un brujo no es digno de ser ciervo de nuestro señor! ¡Piedra pesada y certera al demonio que está ante nosotros! —.
El muchacho volteó a verlo directo a los ojos con una mirada llena de ira para responderle tanto a él como al resto de sus seguidores.
— ¡Sacerdote! ¡Ocultase debajo de su sucia sotana empapada de la sangre del mas puro de sus monaguillos! ¡Arrastrese como la serpiente que es a rezar sus adoradas plegarias para fingir ser el buen cristiano que nunca podrá ser si sigue poniendo sus sucias manos lujuriosas sobre las novicias más ingenuas a usted! —.
El padre desconcertado y lleno de vergüenza tomó la primera piedra que tenía a su alcance y la impactó sobre la mejilla del joven quien inmediatamente procedió a cubrirse al ver que la muchedumbre copiaba la misma acción.
La despiadada muchedumbre tomó las piedras mas cercanas comenzando a impactarlas contra el muchacho que se cubría como pudiese. Entre risas y gritos de victoria el sacerdote observaba satisfecho su sufrimiento cuando de pronto un pequeño temblor interrumpió el momento de gloria y decenas de enormes árboles cayeron sobre cada uno de los cristianos partiendo sus huesos y esparciendo sus vísceras sobre el abundante musgo dejando al sacerdote atrapado entre los troncos aún con vida y con algunos huesos rotos. El joven con heridas visibles en sus brazos y rostro alargado se acercó a él dándole falsas esperanzas de salvarlo a lo que le respondió con una sonrisa llena de alivio que en poco tiempo se convirtió en una expresión desesperada al ver que el muchacho tomo una enorme roca que iba directo al cráneo del desdichado.
Golpeó su cabeza las veces necesarias hasta partirla en dos y sus sesos salpicasen mientras recordaba la razón por la que ansiaban asesinarlo. Su mente se centró en el momento en que se enfrentó a sus propios padres para explicarles que ya no quería ser un fiel creyente ya que decidió quitarse la venda de los ojos y no ser parte de un mundo en el que los que se hacen llamar decentes y bondadosos se matan unos a otros si no seguían al pie de la letra sus reglas, siendo que fue testigo de ver a varios hipócritas poniendo sus pies en la iglesia, por lo que optó por huir de su reino para irse a otro donde individuos como él también se dieron cuenta de tal bajeza de su gente sin embargo para su desgracia una vecina oyó todo lo que dijo con su oreja pegada a la puerta de su casa mientras que una anciana lo veía todo desde una pequeña abertura de la ventana, lo que desató el alboroto llevando al joven a donde llegó por su libertad.
Él seguía recordando lo peor de ellos hasta que sintió unos pasos detrás suyo, volteó lo más rápido posible solo para encontrarse con un macho cabrío negro que para él era señal de algo muy bueno.
— Entonces estoy cerca — Susurró con alivió poniéndose de pie, el animal dió la vuelta y siguió su recorrido mientras el muchacho procedió a seguirlo metiéndose ambos en la niebla negra.
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