Capítulo 6
Mía
¿Era un sueño? Si lo era, no quería despertar, aunque debía hacerlo. Abro los ojos y sonrío descubriendo que no los es. Había encontrado un empleo, en una casa que parecía sacada de un cuento de hadas y podía quedarme con Bruna. La nube gris era trabajar con el señor Borch y en estos últimos días me evadía.
Permanecíamos solas, Bruna y yo, desde un tiempo era así. Nos dejaba la despensa llena, refrigerador en igual de condiciones, toda la casa para mí y dinero. Esto último creo que en caso de que quisiera irme durante su ausencia.
Salto de la cama sin rastros de Bruna en la habitación, la puerta abierta da muestras que se ha ido a explorar. Voy directo al cuarto de baño, como dios me trajo al mundo. Solo tengo la ropa que uso, en la noche la lavo y cuelgo en la habitación. Una de las tantas bondades de estar sola, otra sin duda era, poder asearme cuantas veces lo deseará. Durante mi estadía con Fellon, una de las mujeres que estaban allí, la más antigua, me dio un truco para mantener a los hombres lejos.
"—Olvídate del agua y cualquier tipo de aseo. Son todos maleantes y asesinos que desees, pero odian sentir el mal olor y se mantendrán lejos de ti. Sus chicas deben oler a rosas y jazmines, no a perro muerto."
Los primeros días fueron difíciles adaptarme, soportar la traspiración de mi piel y los malos olores, no era fácil. Ver los frutos me hizo soportarlo y con el tiempo me acostumbré. Y, aunque Estanislav, no parecía interesado en mí, no quería correr riesgos.
—Hoy me apetece la tina —hablo en voz alta fingiendo la voz de esas mujeres elegantes de la TV —¿Qué esencia usaré? Evitaré decir que me las robé y que esta no es mi habitación —sigo en mi discurso viendo los pequeños envases y rio en voz alta.
La casa es tan hermosa que es un pecado, esté sola todo el tiempo ¿Qué clase de persona compra algo que no va a utilizar? No dejo de pensar ingresando a la tina varios minutos después.
La habitación de la casa de mi padre poseía tina, jacuzzi y hasta sauna. Durante sus borracheras lloraba diciendo que era lo único que le dejó mi madre. Alejo esos pensamientos de mi cabeza y me concentro en el presente. Sin importar que me depare el futuro, hoy soy feliz y libre de miedo.
Y es todo lo que interesa.
El agua caliente y fragante relaja mis músculos me hace cerrar los ojos con una sonrisa en mis labios. Sin duda, los dueños de este hogar no sabe de lo que se pierde. El ruido de la puerta azotarse me hace abrir los ojos y levantarme asustada al ver de quien se trata.
Por unos segundos observa mi desnudez y sus labios se curvan en una sonrisa cuando nota mis nulos intentos por cubrirme. La espuma evita que me vea del todo, pero la intensidad de sus ojos me hace creer, posee el poder de verme a través de ella.
—Te espero abajo. —toma la salida de baño y la lanza en mi dirección antes de partir.
Su voz tiene el mismo tono autoritario acostumbrado y de no estar tan abochornada por mi desnudez hubiera podido reaccionar. En adelante, tendré que usar seguro esté sola o no.
Me visto veloz y salgo de la habitación a toda prisa, ya en los pasillos mi valentía se esfuma y los siguientes pasos son lentos. Él me acaba de ver desnuda, utilizando cosas que tomé de otras habitaciones. Es el encargado de mantener la casa y la seguridad. Yo le he dado una buena oportunidad para despedirme.
Al llegar al primer piso lo veo detrás del buró de la cocina, con las manos apoyadas en él y varias bolsas de comida a su alrededor. Alza el rostro al verme llegar y no despega su intensa mirada en todo el recorrido hacia él. Cada paso que doy al acercarme me hace sentir más vulnerable y las ganas extrañas de llorar me obligan a parpadear.
—¿Por qué siempre traes puesto lo mismo? —me pregunta señalando los viejos vaqueros y la remera ya casi transparente.
—Es todo lo único que tengo—paso saliva llenándome de valor antes de excusarme —sobre lo que vio...
—Estoy acostumbrado a una mujer desnuda Mía —mi nombre en sus labios suena a música y las ganas incontrolables de llorar se apoderan de mí —no saltaré encima de ti, los he visto mejores.
La última frase rompe el hechizo en que parezco haber caído y su rostro burlón me hace alzar el mentón desafiante. No va a ofenderme porque no resulte atrayente a un holgazán como él, de ninguna manera. Todo lo contrario, me siento feliz por ello.
—¿Ves todo esto? —señala las bolsas —están vencidas, dañadas y/o podridas —manifiesta molesto.
—Yo se lo hice saber —me defiendo —se lo dejé escrito en una nota en el refri —le señalo detrás de él, pero no sigue mi mirada.
Lo hice todos los días, junto con el agradecimiento por permitirme quedarme, darme de comer y un hogar. En la mañana la nota no estaba y asumí que él la leía, pero que de alguna manera no le importaba mis agradecimientos. Dejaba además la pregunta sobre lo que quería comer y para cuantas personas.
—La fruta no está, ni los cereales o la leche —a ante su mirada acusadora, bajo el rostro —no tocaste el filete, las verduras, el pescado, pollo, patatas —no sé por qué me siento como si hubiera hecho algo muy malo —las cacerolas no fueron usadas, ni la hornilla, el micro, vasos, tampoco el lavamanos o el agua.
—Es imposible que sepa todo eso...
—No has lavado nada de lo que comes —continúa ignorándome —ya no estás en las calles ¿Sabes cocinar?
—Si ...
—¿No te gusta lo que traigo? —me interrumpe y afirmo alzando el rostro —¿Te da pereza cocinar?
Sus palabras salen fuertes, rudas y llenas de odio, lo que ocasiona opresión en mi pecho. Entiendo que he ocasionado un gasto que sale de sus bolsillos, pero estoy dispuesta a pagarlo. ¡Puedo pagarlo! Aquella revelación me hace sonreír.
—Siempre preguntaba que iba a comer, que deseaba y para cuantas raciones —me animo a defenderme alzando el rostro hacia él, sus cejas se juntan en un gesto de fastidio —lo dejaba en la nota, nunca respondía...
—¿No se te ocurrió preguntarme de frente?
¡Nunca estaba! Salía cuando estaba dormida y llegaba bastante tarde. Yo no quería enfrentarme a su enojo o golpes, había encontrado cierta paz en estar lejos de él.
—Sé que es dinero y puede descontarlo de mi primer salario —resopla dando media vuelta y diciendo algo en un idioma extranjero.
—No se trata de dinero Mia —habla y mira algo en su móvil, rueda los ojos en un gesto divertido que relaja sus facciones y por un instante fugaz parece humano—¿Sabes cuantas personas se han ido sin comer?
—Soy consciente de ello, le recuerdo estuve en las calles —burla, es lo que hay en sus ojos color violeta y eso es un insulto para mí —contrario a usted, no tengo amigos con dinero.
Lo que sale de sus labios lo dice en un idioma que no entiendo, ni podría decir cuál es. Solo que su rostro luce rígido y sus cejas están fruncidas, también que no parece hablar conmigo. Retrocedo al darme cuenta de que su comportamiento intimida y choco con algo o alguien.
Giro para encontrarme de frente con una camisa negra y al alzar el rostro un hombre de facciones asiáticas me sonríe. El señor Borch sale despotricando en aquel idioma extraño y el recién llegado sonríe al verle partir por las escaleras.
—Tiene mal carácter, pero no es un mal hombre —se excusa —¿Qué le hiciste? —alzo una ceja intrigada y su sonrisa se amplía —debiste hacerle algo linda, no se enoja así sin más.
—No usé la comida que dejó, la hornilla, los vasos. —la ceja del hombre se enarca con cada descripción divertida —tampoco lavé las frutas y no comí verduras —miro mi ropa y niego —creo que mi ropa también le enoja.
—Soy Akim, hermano de Stan —estira su mano que veo curiosa, luego a él. —Somos tres hermanos, Nikolái, Noah y yo. Noah, tardará en llegar, Nikolái, si está en la ciudad —señala ingresando ambas manos en su pantalón y viéndome directo a los ojos —¿Quién eres tú y de dónde saliste?
—Me encontró en la basura —la sorpresa cruza sus ojos negros y su risa acaba en una carcajada —hablo en serio...
—Y yo soy Bruce lee —apoya una mano en su barriga alejándose por el sitio en que se ha ido su hermano —la próxima vez solo dime "Métete en tus asuntos."
****
Permanecieron encerrados toda la mañana y la novedad del día es que a Bruna el tal Akim también le caía bien. Empiezo a pensar que mi perra es una coqueta y solo se va con ellos para impresionar. Tomé todo que había dejado en el buró, guardé lo que no estaba vencido y tiré lo que estaba dañado. Arriesgándome a otra reprimenda o golpe con ese gesto.
Me arriesgué a cocinar y en este instante me debato entre subir la comida o llamarlos. Busco dentro de la cocina algo que usar como bandeja y no encuentro nada que se le parezca.
Sentada en el piso escucho el timbre sonar y estoy por ir a abrir cuando las puertas se abren. Me asomo por debajo de los muros, unas botas masculinas dejan varias bolsas en un mueble y avanzan hacia mí. Al seguir el camino de piernas encuentro que el hombre es bastante alto, fornido y de ojos avellanas.
—¿Qué es ese olor? —pregunta apoyando las manos en el buró, para luego hacer lo mismo con su cuerpo. —A ti no te conozco —me hace un guiño y sonríe. —Soy Nikolái y espero que hayas lanzado un par de presas extra.
—El otro hermano del señor Estanislav —recuerdo y afirma divertido.
—Llámalo Stan —sugiere —alguien que cocine como huele esto, merece ser venerado ¿Tu nombre cielo? Odio esa posición en los seres humanos, sobre todo cuando la dueña tiene ojos tan hermosos.
—Mia Dekker —le digo viéndolo rodear el muro y posarse frente a mí.
Inclina su cuerpo, extendiendo su enorme mano me levanta de un salto y sonríe cuando ya en pie me llevo las manos a mi pecho. Avanza hacia la estancia sin soltar mis manos y nos detenemos frente a varias bolsas.
—Son para ti —señala las bolsas y toma una que me entrega —no tengo idea de que usas o tu talla, me basé en la descripción de Akim y en la poca participación de Stan.
Abro la bolsa con cuidado dispuesta a encontrar en el interior un artefacto explosivo. Un hermoso vestido rosa sale mágicamente de allí y suelto la bolsa para tomarlo completo. En segundos estoy vaciando cada bolsa y sonriendo cada vez más. Nunca había visto tantas cosas nuevas juntas, menos si eran para mí.
En un instante la realidad me hace detener y alejo mis manos de las bolsas. No hay forma que alguien de tantas cosas gratis, cobijo, protección y no pida nada a cambio.
—¿No te gusta?
—¿Por qué?
—¿Por qué no? —su pregunta es con una mano en su bolsillo y estira todo su enorme cuerpo. —trabajaras en esta casa ¿No pretenderás atender así todo el tiempo? —señala mi ropa y luego mis pies —lo pagaras con tu salario, no es gratis.
Aquel comentario me hace relajar, pero sigo sin querer ver el resto de las cosas por más atractivas que se vean. Alguna de ellas me quedas grandes, pero pretendo llenar mi cuerpo y dejar este cuerpo de desnutrida para siempre.
—¿Es el dueño de esto? —pregunto y me ve intrigado —es mi jefe —insisto segura y en respuesta solo sonríe entregándome una tarjeta.
—Estaremos por fuera un par de días, si conozco bien a esa bestia se largará sin decírtelo —mi risa es por el calificativo que le da a su hermano y sus ojos avellanas brillan joviales —si necesitas algo puedes llamar a este número...
—No tengo permitido usar el teléfono...
—En algún lugar de todo eso hay uno —describe indiferente y mira hacia la cocina —¿Falta mucho para ese almuerzo?
—En realidad no —confieso —buscaba algo para llevarlos a ellos —señalo las escaleras —subieron hace cuatro horas y no han bajado.
—En ese caso, comeré primero y luego los llamas a ellos —señala avanzando hacia la cocina —lo que quede será de ellos, primero tú y yo.
No dejo de reír al ver su rostro, descubrir cada cosa y sonreír como si fuera un niño pequeño. En algunos momentos es como estar frente a uno cuando busca en los cajones un plato y lo extiende hacia mí. Es enorme y el semblante de alguien peligroso, pero la sonrisa que me brinda me transmite tranquilidad.
—Hay que hacer algo con ese cabello —me señala la cabeza — Demi Moore o Pamela Anderson, tú decides.
Y aunque, se refiere a mi tono de cabello, no dejo de dudar al pasar mis manos por mi cabeza. Me gustaría volver a ser Mía Dekker, pero estoy convencida de que hay riesgos afuera. Hasta ellos peligran solo por darme ayuda. En silencio sirvo el plato sin dejar de sorprenderme cuando insiste en otra ración de esto y aquello.
—Hice zumo...
—Mi época de crecimiento ya pasó criatura... mantener este cuerpo no es fácil —señala — Stan no es tan imbécil para no tener algo fuerte, pero si lo suficientemente listo para mantenerlo alejado de tu alcance —abre varias puertas, las más altas y observo su comportamiento al investigar, cuando sonríe entiendo que ha encontrado algo de su interés —aquí estás...
—Nos trajo el olor —habla el más chico de todos y sonríe al ver a su compañero con una botella de licor en sus manos y el plato en otra — ¿Nos dejaste algo? ¿Qué es ese olor?
No espera respuesta y se lanza a la hornilla para verificar por sí solo, yo tengo una lucha interna con la opresión en mi pecho causada por la mirada que me da ese hombre y las extrañas ganas de llorar que su mirada me provoca
—Iré a subir las cosas —les digo nerviosa retrocediendo y sigue en silencio—gracias por todo...
—Baja a comer —me ordena y estoy por negar cuando insiste —En cinco minutos no lo has hecho y voy por ti.
La orden dada es vista por sus compañeros con curiosidad y hasta diversión al darse miradas cómplices. Avanza hacia la taza de Bruna y luego a la despensa ignorando las miradas de sus hermanos.
—Aprovecha y usas algo de allí —Nikolái señala las bolsas tomando un muslo entre sus dientes —y vemos si te queda o hay que cambiarlos —me dice entre masticada —vuelve rápido o no encontraras nada —señala a Akim que tiene la cabeza enterrada en la cacerola.
Afirmo dando media vuelta y sintiéndome torpe al sentir la mirada de ese hombre puesta en mí.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro