Capítulo 5
Llevaba con ella dos meses, tiempo durante el cual no hacía otra cosa, más que llevar la contraria en todo. El primer mes entendí que no compaginábamos y lo mejor era evadirla.
Llevo veinte días felices sin tener que soportar su violencia y mal carácter.
La casa era bastante amplia y pude evadirla sin problemas. No comía en casa, pero me encargaba que la despensa estuviera llena. Nunca verificaba si ella lo hacía o no. Me limitaba a cumplir con el mínimo acto humano de dar comer al necesitado y lo hago solo por las veces en que estuve en la misma condición que ella.
Salir temprano y regresar tarde, fue la rutina. La formación de la empresa ocupaba nuestro tiempo y adaptarnos a la sociedad, nuestro principal objetivo. En este instante estábamos tocando casi el cielo al ver nuestro sueño a puertas de convertirse en realidad.
Salir temprano y volver a altas horas de la madrugada se volvió rutina, durante veinte gloriosos días. Sin importar la hora, encontraba al pie de la puerta a Bruna, esperando por mí. Tras asegurarse estaba en casa, subía a la habitación de su dueña a quien no me interesaba ver.
Mia Dekker, era un dolor en los testículos, igual de fastidioso y doloroso. Su renuencia a acatar las mínimas reglas, me estaban llevando al límite de mi paciencia. No dormía en la cama, lo hacía en la terraza o cualquier otro lugar de la casa, abrazada a su perra. Odiaba bañarse, peinarse o hacer algo productivo para ella misma. En las pocas veces en que tuve la desgracia de verla u olerla, le ordenaba asearse.
Su respuesta era insultos o lanzar lo que estuviera a su paso.
Odiaba sus insultos, sin poder entender el motivo, ya que no era la primera vez que alguien me ofendía, tampoco la última. Aun así, los de ella sí me afectaban y eso ocasiona enojo. Un bofetón, apretón de brazos o una mirada enojada, era correspondido con el mentón en alto y una sonrisa triunfante.
Aquel gesto era visto por mí como un "Te Gané."
Era mi ese, el mecanismo de defensa en las calles de Varsovia, hacía parte de la forma de protegerme y que nada me dañara. Si no demuestras dolor al ser golpeado u ofendido, tendrán que buscar otras tácticas.
Hoy, cuando el último de los documentos es radicado y solo cuesta esperar la respectiva revisión para tener nuestra propia empresa legal, entiendo que Mía es un problema que no me corresponde a mí lidiar o solucionar.
Es necesario buscarle un hogar y bastante lejos de mí o acabaré haciendo una locura. No podía quedarse encerrada todo el tiempo y de ninguna manera, yo soportar su altanero comportamiento. Debe haber alguien dispuesto a hacerse cargo a esa asquerosa.
Pero no me ayudaba. Se negaba a dar detalles del porqué se tiñó el cabello, si fue voluntario o no, cómo salió herida y quien quiso rescatarla. Dio indicios de algo al respecto, pero fue ambigua y cuando pedí especificarse, se negó a ayudar.
En resumen, estaba ocultando cosas solo para fastidiar. Es posible que eso cambiara si le decía que era para salir de mi casa. Mi siguiente movimiento sería ese, dejarle claro que requería su colaboración para que se largara de mi casa.
El caso no era tan difícil, si no hubiera asesinado a ese hombre. Un acto de irresponsabilidad que podía traer problemas en cuanto a crear la empresa se trataba. Ya no era parte de los cincuenta, no podía por más que lo quisiera deshacerme de problemas de esa manera. Tarea difícil, cuando solo tropiezas con tarados que te hacen pensar en ello de manera constante.
—Este es el último Señor Borch. En adelante, es mi responsabilidad llevar a tierra firme este sueño, vigilar y triplicar sus ingresos.
El abogado a cargo de nuestros negocios y dinero golpea el folio repleto de documentos al tiempo que sonríe. Dejar en manos de terceros toda nuestra fortuna y medio de vida, lo considero un riesgo alto.
William Ivannov, considera que es necesario y hasta libera estrés dejar en otras manos esa tarea. Hace parte de las cosas que debo adaptarme de la vida civil.
—¿Están todos los registros? —afirmo —¿No han comprado nada más?
¿Qué otra cosa queríamos? Un techo, un auto y despensa llena. El único lujo sería el auto y no lo era tanto teniendo en cuenta la manera en que conseguimos nuestro dinero. Entrar al metro o autobús, repleto de personas desconocidas, era un riesgo que no estábamos dispuestos a correr.
—Tres casas, tres autos y tres motos. Una despensa llena y varias facturas de bares, putas y demás. —describo y sonríe ante mi respuesta.
—¿Personas a cargo?
—Ninguna que conozca — miro el móvil al sentir la vibración y me encuentro con un mensaje del viejo William —empleados para el mantenimiento y cuidado—regreso la vista a él quien sonríe. —¿Sabes por qué debo ir a Moscú?
Niega ajustándose la corbata, luego los gemelos y el saco. Si no fuera gran amigo de William, no le daría tanto poder. El viejo insiste en dejar en manos expertas la creación de la empresa y legalizar el dinero.
Yo sigo pensando en que es peligroso.
—Lo llamaré más tarde para darle la dirección del local —su voz rompe el silencio y me obliga a verlo a los ojos.
Es un hombre joven, de cabello rubio y ojos marrones. Su comportamiento era el de alguien con muchos enemigos. Vigilaba cada paso que daba y jamás sus ojos se quedaban en un solo lugar. Desde que llegó a casa no ha dejado de ver a todos lados y al menor ruido, revisar de forma persistente.
La reunión de hoy insistió fuera en casa. Al respecto, solo aseguró nos visitarían las autoridades y algún miembro del gobierno. Conformar una empresa de esa índole requería de extensos requisitos y uno de ellos era el sitio de vivienda.
—¿Hacemos ese recorrido? —afirmo dando un paso al costado e indicándole avanzar.
—Le invito a hacerlo por su cuenta —sugiero viendo la duda pasar por sus ojos, lo que me ocasiona una sonrisa —no hay algo oculto en este abogado, deseo darle la tranquilidad que imagino requiere. Yo debo reparar las cámaras. Aun así, si desea, mi compañía...
—No en el momento —se apresura a decir.
La casa es más de lo que yo alguna pude soñar, demasiado lujosa y grande para alguien que vivirá sin compañía. Que Nikolái haya comprado algo tan gigante, solo para beneficio de Dante, es y será motivo de burlas para todos.
—En ese caso, lo dejo solo.
—Agradezco la confianza —acomoda el nudo de su corbata por enésima vez y su molesta manía de proyectar perfección empiezan a molestarme.
Lo dejo solo en mitad de la sala saliendo al jardín. Mía ha estado toda la mañana encerrada, si escuchó visita es muy probable que no saliera. Quizás lo haga para llevar la contraria, el día de hoy no tengo ganas de discutir.
En el jardín, la presencia de Bruna olfateando el césped es señal que su dueña está cerca y aquello me lleva al segundo pensamiento sobre ella. Estará dispuesta a fastidiarme hasta que no la deje libre. Contrario a lo que ocurre siempre, no se lanza al verle, ella parece haber captado un olor conocido y está investigando.
—Ese que llegó —la voz de la chica se escucha detrás de mí —¿Es el dueño de esto?
Doy media vuelta al no entender, pueda que si lo haga y necesite de ver su rostro para certificar que haya escuchado lo que creo. Contrario a todos los días, está limpia, no hay mugre a la vista, huele bien y hasta se ha peinado. Lo malo sigue siendo ese tinte negro y raíces rubias, pero por lo menos se ve humana.
—¿Qué, si lo es?
Deseo saber a donde le llevará su curiosidad y me ve directo a los ojos. Su perra sigue olfateando, entrando a la casa sin dejar de oler el suelo.
—Necesito un empleo —señala la casa y enarco una ceja, ese cambio de actitud es sospechosa —estoy dispuesta a hacerme cargo de lo que requiera, pero no gratis.
—Lo que comes tú y Bruna, ¿No es suficiente? —alza el mentón desafiante y aguardo lo que dirá.
—No pienso hablar con un empleado...
—¿Qué te hace pensar que lo soy?
Avanzo hacia la caseta de seguridad con ella siguiendo mis pasos. La situación es bastante divertida, tanta, que decido seguirle el juego. Ella no ve como dueño de nada y me imagino, se basa en mi apariencia sencilla al vestir. La moto de segunda o el auto en igual de condiciones.
Aún me costaba asimilar que era poseedor de tanto dinero y siempre había vivido con lo básico ¿Por qué eso debe cambiar?
—Porque es obvio —insiste con seguridad —¿Me dirá quién es?
—Es abogado. —respondo avanzando hacia la caseta del control —Está verificando, la casa este en las condiciones que el dueño me la entregó. —miento.
—¿Cuándo viene el dueño? ¿Usted lo conoce?
El anhelo en su voz me divierte e ingreso a la pequeña habitación. Ella espera por respuesta y yo divago entre que siga pensando no soy el dueño o decir la verdad. Gana lo primero, no es alguien que conozco y menos digna de confianza.
Ha demostrado ser muy voluble para confiarle algo tan delicado.
—No creo que venga por estos días —le aclaro viendo las cámaras en la pantalla —puedes hablar con él y ver si tienes suerte.
—¿Usted cree que tenga suerte? —insiste y sonrío —Bruna necesita medicamentos y yo dinero...
—Si no corres riesgos, jamás avanzarás —le digo indiferente sentándome frente al PC —déjame solo...
—¿Cuál es su nombre? —suspiro. No sé que es peor, sus insultos o su curiosidad.
La cámara del cuarto de servicio no enfoca al pasillo y el de los jardines está rodada, vigilo cada una de ellas antes de empezar el recorrido. Son nuevas e instaladas por Nikolái y Akim, pero no tuvieron el tiempo de dejarla enfocando lo que se requiere.
—¿Señor?
—Sergio Wells...
—El suyo —susurra en un hilo de voz y me incorporo de la silla, lo que la hace dar un paso atrás y a mí sonreír.
—Estanislav Borch. —la veo directo a los ojos y el acto que sigue no lo veo venir.
Ella alarga su mano derecha hacia mí, al tiempo que me lanza una sonrisa bastante genuina. Ambos actos lo veo con sospechas, pero se ve genuina y no aparenta tener terceras intenciones. Solo que nada en ella es normal, bueno o delicado.
—Gracias por salvarme la vida, señor Borch. —sigue cuando he estrechado su mano —¿Podemos hacer una tregua? —comenta y sigo en silencio —seremos compañeros de trabajo.
—Aún no sabe si le darán un puesto, la casa está siempre vacía —guarda silencio y decido seguir. —¿Cómo va a convencerles de un empleado que no se necesita?
—Usted puede hablar por mí —sugiere y entiendo el cambio de comportamiento —estoy segura aquí, puedo ocupar la casa de empleados y ya verificó que Bruna no es un problema, todo lo contrario.
—¿Tienes algún familiar? —niega y continuo —tus padres no eran de aquí, quizás allí...
—Eran muy humildes, papá decía que lo más seguro es que hubieran muerto de hambre —su voz se rompe un instante, pero se repone rápido. —de todas formas, buscarlos es costoso...
—Ve con él, si no puedes convencerle... Hablaré con el jefe —le digo y sonríe dando un paso atrás perdiéndose de mi vista.
*****
La última cámara que revisar era las rejas, en ese sitio me encontró el abogado que traía por escolta a Bruna. El animal olía su pantalón con tanta insistencia que tenía al hombre nervioso.
—Es el segundo perro que me ataca en menos de tres horas. —habla un Wells, pálido y en una pieza.
—Ella no es agresiva, no a propósito. —habla ella, que viene detrás del hombre e intenta retirarla de su lado —lo siento.
La excusa su dueña que ha captado la atención del abogado y la mira interrogante, acto seguido me ve a mí. Sus ojos son de intriga, aleja los ojos de ella y los posa en mí, parece buscar respuestas que de ante mano sabe no daré.
—¿Tienes problemas en tener un compañero de trabajo?
Señala a Mía que me mira a la expectativa de lo que diré, su rostro ansioso contrasta con el divertido de Wells. En el fondo sé que el abogado requiere de mi aceptación para seguir y decido jugar con ella antes de decidirme. Me aclaro la garganta y miro a la chica al hacerlo.
—¿Qué haría exactamente? —pregunto y Wells enarca una ceja interrogante —los dueños no están y mi trabajo es solo seguridad.
—Me encargaré del polvo y tener todo limpio —se apresura a decir ella y mira a Wells —dijo que si podía trabajar.
Por el momento, mi interés es en la perra y el comportamiento que tiene con el abogado. He visto eso en otros sabuesos y rara vez están equivocados.
—Creo que podemos ponerla a prueba —afirmo a Wells viendo a bruna y como el pelaje del lomo se eriza.
—Tendré que viajar en unos días a Moscú —alzo el rostro encontrándome con los suyos —Si no te encuentro aquí entenderé que te quedo grande —finalizo y sonríe altiva.
—Necesitaré tus documentos —habla el abogado.
—Yo los tengo —recuerdo el maletín del desgraciado y Wells me ve preocupado. —déjanos solos.
—Después hablamos del salario y esas cosas —le calma Wells y solo entonces ella retrocede, pero no se va.
—Ve a tu habitación —le ordeno.
La sorpresa es obedece a la primera, lanza un silbido y la perra le acompaña. Mía no pasa por mi lado, se regresa y a toda prisa la siento perderse al interior de la casa. Todo esto ante la mirada atenta de Wells.
—¿Qué quieres hacer con ella? —responde una vez estamos solos. —¿De dónde la sacaste Borch?
—De la basura —mi respuesta le hace verme preocupado —asegúrate que no quiera salir de esta casa.
— ¿Qué buscas con eso?
—No tengo por qué darte explicaciones...
—Soy tu abogado Borch y eres nuevo en este país, recién salido de un ambiente hostil ¿Debo recordárselos siempre? —me advierte y libera el aire antes de seguir —necesito saber cada uno de tus pasos.
—Y yo tener privacidad —insisto.
Saca de su bolsillo la llave del auto y la acaricia con sus dedos en un acto perturbador para muchos. Estos ojos han visto cosas que pocos seres humanos son capaces de soportar.
—Admito que es una belleza y puedo entender que la desees cerca. Pero, eso te traerá problemas.
No hay temor en su voz, eso lo haría inocente si no fuera abogado y miembro de la mafia. Gira hacia la casa y se retrae por largos minutos antes de decirme algo.
—¿Dónde estabas antes? —le increpo —la perra estaba nerviosa.
—Captó el olor a otros perros... Es normal en esa raza. —me calma—nada raro.
—Supongo que sí. — me encojo de hombros y él se relaja. —¿Algo que corregir en casa?
—Todo parece marchar bien por aquí. Falta verificar lo de tus amigos...
—Te están esperando —me hago a un lado y señalo las rejas —te acompaño a la salida.
—No es necesario —me indica pasando por mi lado.
Me quedo allí viéndolo alejar y aguardo hasta que ha llegado al auto. Acepto que no pueda hablar de sus clientes, por aquello de la discreción. Sin embargo, el comportamiento de la perra seguía sin gustarme.
—¿Alguna vez te separaron de Bruna? —le pregunto a la presencia detrás de mí.
—Lo intentaron en dos oportunidades, pero no la soportaron —es evidente el orgullo al decirlo y aguardo hasta que el abogado se aleja. —¿Por qué?
—¿Reconocerías los sitios en los que estuviste?
—Algunos...
—¿Nombres de quienes trataste? —insisto.
—Solo hablé con Fellón y un asistente del que llamaban jefe y al que nunca conocí o supe su nombre... —responde con duda en su voz —¿Qué sucede?
—Si vas a trabajar en esta casa, necesito que me digas todo cuanto recuerdes o sepas —digo enfrentándola y se nota ansiosa —no puedo hacer nada para que no te contraten, pero mi labor es que todo esté en orden.
No me gusta el cambio de actitud, ha demostrado ser bastante astuta, aceptó huir de todos los lugares a los que la llevaron. Eso le da cierta experiencia si se tiene en cuenta que fue vendida hace dos años.
—Fellón es solo un empleado, no sé que le dijo o como lograste comprarme, es imposible —inicia bajando el rostro —lo único que sé es que el hombre a quien le servía era peligroso y no había un precio a pagar por mi rescate. —pero, él me dijo otra cosa antes de morir y eso me hace querer saber más.
—¿Quién te tiñó el cabello? ¿Cómo resultaste herida? —cuestiono y baja el rostro—¿Cómo acabaste en la basura?
—Se llamaba Jeff y era el encargado de llevarnos la comida —sigue y baja el rostro —mi trabajo era el de la cocina, así que me hice su amiga, después llegamos a algo más fuerte.
—¿Te refieres a novia? —afirma bajando el rostro e imagino lo que sucedió con ese infeliz.
—La última vez que lo vi me aseguró que había encontrado la forma de comprarme... Me dejó varias cosas, el lugar por donde debía salir, el día y hora —señala. —al otro día me daría mis documentos, esos que me fueron quitados el día que papá me entregó.
No lo vio al otro día como había prometido, en su reemplazo trajeron a otro hombre que sería el encargado en adelante. Nadie le dio razón de Jeff, por más que preguntó, los rumores es que había muerto por querer liberarla a ella.
—Fellón me dijo que no había un precio por liberarme, que el jefe tenía planes altos conmigo. —sorbe su nariz y entonces capto sus lágrimas —esa misma noche, tomé las cosas que Jeff me dejó, las usé.
Tiñó su cabello, rescató a la perra que dormía en la azotea e intentó huir, pero resultó herida en el intento. No se detuvo, en ese punto estaba claro que morir sería el paraíso comparado con el lugar descrito por Fellon. Su relato me recuerda al mío y en unos momentos siento que soy yo de doce años narrando mi experiencia al viejo.
—El día que lo conocí —alza el rostro hacia mí y limpia sus lágrimas con violencias —diez minutos o menos de usted irse, ellos llegaron. Me hice la muerta para lograr que dejaran de golpearme, me lanzaron a la basura. Antes de eso escuché lo que dijeron. Los planes habían cambiado y que culpara a lo que Jeff había dicho. Era mercancía de segunda y al jefe no le gustaban así.
—Mercancía de segunda —repito y ella afirma —¿tuviste sexo con él? —me ve bastante indignada por mi comentario —es lo que significa esa frase. Se les llaman "Mercancías" a las mujeres captadas —le explico y ella abre los ojos —de primera o segunda mano, es decir, si son o no virgen.
Las vírgenes suelen ser estrenadas por el teniente (la persona a cargo del grupo que las roba o capta) si son hermosas, llegan a agradar o son fieles dependerá su futuro.
—Que es, —hago una pausa al ver su rostro palidecer —pasar a ser parte de sus amantes o de sus soldados.
—¿Qué intenta decir?
—Deshilo los hechos —comento indiferente —tu novio pudo regodearse con algún amigo sobre ti, llegó a oídos de su jefe y este actuó "En defensa de sus intereses."
No hace comentarios, se limita a verme y sé que intenta hallar en mi rostro si le miento o no. Puede que las cosas no ocurrieran de esa forma, incluso que el tal Jeff fuera enviado por su jefe para vigilar la mercancía. Al conocerla le gustó y quiso jugárselas por ella. El final seguía siendo el mismo.
Muerto, por fijar los ojos en un punto demasiado alto para él. Lo que resulta extraño en todo esto es que el tal Fellon aseguró, la finalidad de Mia nunca fue sexual. No era lo que ellos buscaban, además que quiso venderla y eso me llega al sitio de antes.
No era virgen y no poseía el mismo valor.
—Debo hacer una llamada —le digo pasando por su lado.
—¿Por qué sabe tanto? —solloza y me detengo observando a Bruna corretear a una rata.
Necesito un control anti-plagas urgente.
—Cultura general —respondo empezando a avanzar.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro