Capítulo 3
Meses después…
Con la revelación de los datos sobre la familia perdida de Noah, llegaron las despedidas y el cúmulo de recuerdos de todo lo vivido nos golpeó. Todo tiene un comienzo y un final, penas, alegrías, rabias, enojos, todo concluye. Hermes y los cincuenta no son la excepción.
El lugar para decirnos adiós fue innominado. La isla que sirvió de hogar por más de una década y en donde solíamos festejar nuestro cumpleaños colectivo.
De los últimos solo quedábamos treinta, en esta ocasión y al ser el final de un largo viaje, convocaron a todos aquellos que se fueron alejando a lo largo del camino. Noah bromea con los demás, Akim, Vryzas, Nikolái, Carlos, Vladímir y yo estábamos sentados alrededor de una fogata, cada una con una cerveza en las manos.
—¿Has pensado a dónde ir? —pregunta Nikolái.
—Tengo presente a donde no sería —confieso y Nikolái sonríe al ver a Akim intentándole sacar a Vryzas quien es el jefe. —¿Has meditado en lo que hablamos?
La muerte de nuestros 20 compañeros, en manos de quien lo hicieron y los motivos que lo llevaron a asesinarlos, nos hizo replantear el rumbo de nuestras vidas. Nos dieron la decisión de seguir en el lugar que quisiéramos, se nos ofreció pagar la afrenta o retirarnos. Estos meses en la vida civil, nos permitió soñar en un mundo lejos del vicio.
Toda la mafia era un cardumen de esto.
Nuestra conversación ha llamado la atención de todos y empiezan a opinar. Algunos han decidido regresar a Moscú por ser el punto más obvio. Akim, Nikolái, Noah y yo, queríamos otra cosa. Sobre todo, Noah, que ya tiene mujer y un hijo en camino.
—América —hablamos al tiempo y Vryzas sonríe.
—Jamás podrá librarse de nosotros —bromea Akim.
—¿Es por la chica? —susurra Nikolái y aprieto la lata en mis manos con fuerza —no te preocupes, lo supe por casualidad. Si necesitas de mí, solo dilo.
—Lo haré. —mira a Vryzas y alza la lata, acto que es devuelto por el griego.
—Necesitaré un empleo ¿Crees que puedas hablar con tu suegro?
A Vryzas le incomoda el término suegro, pero ni a Akim o Nikolái parecen importarle. Lo que sigue son las bromas de costumbre, esta vez tienen como protagonista al exjefe y su nueva familia.
El próximo pariente del griego tiene una empresa de seguridad en la que podemos trabajar. Nuestro principal objetivo era hallar diferencias entre lo que se hacía en la legalidad y dentro de los cincuenta. El griego creía que le robaríamos clientes a su suegro, cuando la realidad era otra.
—Puedo ayudarle a organizarse —se ofrece —tengo experiencia basándonos en la empresa de Estambul. —se encoge de hombros indiferente y el recuerdo de la empresa que su mujer vendió nos golpea.
Aydey Vryzas vendió la empresa de seguridad que su esposo compró en Estambul. El dinero de la venta se lo entregó a su amante y gracias a ello Kanoe tuvo los medios para asaltar, asesinar y destruir a Persépolis.
Nunca tuve roces con Aydey Müller, la esposa de Vryzas. Siempre tuve especial cuidado de no estar cerca y no por qué le temiera. Me conocía lo suficiente para entender, que estar lejos era la mejor decisión.
Su mujer nos odiaba; aunque, no en el mismo grado en que yo lo hacía y eso me hacía guardar distancias. Su odio podría ser, veía en nosotros algo que ella se empeñaba en ocultar y que al final no pudo.
Con la diferencia que nosotros nunca traicionamos a los nuestros.
—Socio o nada —Declaro cuando he logrado obtener voz.
—Podemos ampliar un poco y no quedarnos en seguridad—sigue Akim y el griego parece inmerso en sus pensamientos.
De la nada alguien pasa una hoja, un bolígrafo y Akim empieza a tejer como estaría conformada la empresa. Lo que reveló la lista de Akim, es que, salvo un par de cosas, la empresa del posible suegro del griego no hace algo distinto a lo que los cincuenta realizaban.
—Sin ocultarnos o ser señalados. —declaramos.
—¿Te imaginas? —pregunta Akim —ser nuestro propio jefe.
—Alguien debe ser el jefe o no llegaremos a ningún puerto seguro.
—Solo necesitamos una fachada para sustentar el dinero que gastaremos y ya tenemos —comenta Akim —¿Lo saben verdad? —insiste y me ve a mí —¿Qué es lo primero que compraras?
—Una casa, bastante lejos de ti —respondo sin dejar de verle —has sido un dolor de muelas desde los ocho años, es hora de que vueles solo.
Es un buen chico, que lleva en hombros traumas de su niñez intacta. Sin embargo, confío en que lejos de este ambiente puede lograrlo. Mi comentario, lejos de ofenderle, le hace reír y en un descuido Vladímir toma la hoja y la hace trizas.
Una pequeña tormenta de pequeños papeles es dispersada en medio de patadas y manotazos y risas. Al final del día, quedamos solos, Vryzas ha partido en búsqueda de su hijo. Antes de irse nos hizo prometer que nos reuniríamos para el próximo cumpleaños.
—¿Te quedarás? —pregunta Akim al ver que todos se levantan menos yo.
—En un rato voy —lanza las llaves de la motocicleta que suele conducir en la isla, se aleja.
—Hay zorros aquí —le escucho decir luego de alejarse—compraré cervezas.
Innominado es una isla que inició con cuarenta y nueve habitantes esporádicos, es decir, nosotros. Nos fue entregada como premio por uno de nuestros trabajos por Alexis Ivannov, el viejo consideró que los cincuenta debían tener su propio espacio. Los constantes roces con los hombres de Sergey ayudaron en gran medida.
Con el tiempo se fue poblando con clientes que al ser rescatado no querían volver a uno u otro lado, otros cuya vida peligraba, por lo que sabía sobre las elites y un pequeño grupo que se había aburrido de la fama y poder.
Hoy día conserva un poco menos de dos cientos habitantes, todos mayores de edad (el de menos edad tiene 50), las casas son idénticas, el amoblado igual y nadie tiene más que este o aquel. Posee su propia moneda, tiendas de ropa, abarrotes y todo lo necesario para subsistir. No se tiene claro lo que sucederá cuando el último de sus habitantes se muera, e imagino que la naturaleza acabará tragándosela.
Posee todo lo que se necesita para vivir siendo lo único que no es permitido, cometer un delito y móviles.
Ninguno de sus habitantes desea tener contacto con la sociedad. Sin embargo, y para evitar tentaciones, al llegar a la isla apagamos los nuestros y los mantenemos ocultos. Si deseas comunicarte con alguien, debes asegurarte de que estés lejos y ninguno de sus habitantes te vea.
Saco el móvil de mi bolsillo y lo enciendo mientras espero que lo haga contemplo el cielo despejado en mitad del bosque. Este lugar sería un sitio excelente para acabar mis días.
—Podría ser el alcalde, gobernador o hasta rey de este lugar —río de solo pensar a esos ancianos saber que les gobernaré.
Mi sonrisa se esfuma cuando al marcar al hotel la recepcionista hace el saludo habitual y me presento como Estanislav Borch. Luego de solicitarle, lea los mensajes recibidos y ella pedirme esperar, me deja escuchando la música fastidiosa de espera.
—¿Quién se relaja con Beethoven?—pregunto a la nada mientras espero.
—Dos mensajes, señor Borch, ninguno dio remitente. —habla tras una larga pausa —el primero solo dice que puede pasar por la mercancía.
—¿Y el segundo? —la recepcionista guarda silencio y empiezo a impacientarme —¿Señorita?
—Lo siento, señor, es que el mensaje es ambiguo —se excusa
—Para usted, no para mí. ¿Podría leerlo?
—Dice y abro comillas “Sin estirpe al que recurrir, ni tierra donde habitar”
Cuelgo la llamada al entender lo que significa y de repente la noche no es tan mágica como creí. ¿Qué pasará con ella? Apago el móvil y espero que algo me ilumine.
—Compré una casa —La voz de Nikolái no me sorprende y suelto el aire derrotado —pensé que sería buena idea tener un sitio para que Dante corriera.
—¿No me digas que asesinaste al perro? —su risa viene acompañada de un golpe en mi cabeza y se sienta a mi lado.
Por largos minutos no decimos nada y nos limitamos a ver la fogata que empieza a apagarse. Nikolái lanza un trozo de madera que aviva el fuego antes de decir algo.
—Sé qué piensas, nadie puede reemplazar a Anoushka, es posible que tengas razón. Si tienes la posibilidad de ser feliz, no la desaproveches. —estoy por decirle que no es lo que está imaginando, pero me pide escucharle — Es la respuesta a todas las preguntas que te has hecho todos estos años.
Guardo silencio sin saber qué decirle y me muestra un juego de llaves. El sonido propio del metal al ser golpeada unas con otras me distrae y el rostro de quien aseguró amarme por siempre llega a mí.
—Es tuya —dice dejándola en mis manos —Posee la seguridad acostumbrada y las claves son las de siempre. Anoushka no volverá y si lo hace, no será lo que recuerdas.
—Lo tengo claro, pero la chica no es lo que opinas —confieso y en respuesta sonríe, toma dos cervezas del paquete, destapa una que me ofrece admirando los destellos dorados de la fogata.
—Disfruta la equivocada, mientras llega la indicada —aconseja con una media sonrisa —dale techo, comida y seguridad. Te aseguro que atesorara esas dos cosas y serás un príncipe para ella. Si es atractiva y lo hace bien —sonríe llevándose la lata a los labios haciéndome un guiño—habrás hecho una buena inversión. Toma lo que la vida te obsequia y no lo sueltes hasta que no tengas otra mejor.
—¿Cómo siempre?
—¿No funciona mejor las cosas de esa manera?
Mi sonrisa le hace asentir y ambos nos quedamos en silencio en medio del claro del bosque.
****
Traerla a la casa no figuró problema, el animal me olfateo y tras reconocerme movió su cola. Me la entregaron sedada y ayudaron a llevarla hasta la casa, con bruna atenta a mis movimientos. En este instante y con su mascota a mis pies, ambos vigilando su sueño, espero que despierte.
Y lo hace.
Sus ojos verdes miran en todas las direcciones y se sienta con la sorpresa reflejada en su rostro. Bruna se lanza a la cama y lame su rostro, lo que le saca una sonrisa.
—¿Dónde nos trajo ese imbécil ahora? ¿Quién será esta vez?
—Yo —le digo.
Noto como su cuerpo brinca al escuchar mi voz. Me busca en la habitación y al verme aprieta a Bruna contra ella, entre curiosa y asustada.
—¿Tú? —reacciona al reconocerme lanzándose hacia mí. —ibas a dañar a Bruna.
Soy un tipo que aprende de mis errores y esta vez si la veo venir. Me incorporo de la silla y evito su llegada al tomarla por el cuello manteniendo su cuerpo lejos del mio.
Aprieto su cuello viendo como su cuello palpita. Sus ojos lanzan fuego puro y brillan de una manera que me atrae. Se queda quieta viendo mi rostro e inclino la cabeza mientras le sonrío, gesto que no le agrada.
—Necesito saber no serás un problema —le digo acercando su rostro hacia mí —tú permanecía en este lugar, estilo y forma de vivir depende de como te portes.
—¿Qué …?
—Pagué por ti. —le interrumpo —te saqué de la basura, lugar en el que encajas bien.
Sus ojos se humedecen y mira a todos lados en un gesto de indefensión que por un instante me veo divagando entre cambiar de táctica o no, pensamiento que desecho. Si algo la mantendrá lejos de ventanas o puertas, eso será el miedo.
Los ladridos de su perra van en aumento, la amenaza de alertar a los vecinos o explotar mis oídos me obliga a soltarla un poco. Lo suficiente para calmar al animal y no alertar a los vecinos.
—Estarás dentro de esta casa, no en el jardín, no en la azotea…. Sin trucos y obedecerás mis órdenes—describo y siento como su rostro se enrojece producto de la furia.
—No me acostaré con usted—gruñe —no me importa lo que le prometieron o compró… no lo haré. Lo mataré si se acerca con esas intensiones....lo juro.
Y no lo dudo, toda ella es salvajismo puro.
—No me interesa tu cuerpo, tengo mujeres de verdad a quien recurrir.
La lanzo lejos de mí y observo como cae a mis pies. Se lleva la mano al cuello y su mascota se acerca lamiendo su rostro. He visto el odio y desprecio en todos lados, pero en ella puede incluso palparse.
¡Lo he logrado! Pienso al empezar a retroceder sin dejar de sonreír.
—Hijo de puta.
—La que me trajo al mundo, lo era —respondo al llegar a la puerta —no tienes idea de cuánto.
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