Capítulo 27
Mia se encontraba en cuidados intensivos, las probabilidades de que superara la crisis eran de diez, dos. Quería creer que era mejor dos que cero, nadie hablaba de desconectarla. Mientras ella estuviera respirando, mi sueño de verla despertar y sonreír no morirían.
Noah, Nikolái, Akim, Vryzas, su esposa y hasta el pequeño Anker se turnaban para hacerme compañía, insistí en que no era necesario, pero nada parecía hacerles entender. En este instante me acompañan, Noah y Nikolái. Akim está finiquitando lo del juicio, Vryzas y su familia se fueron hace un par de minutos.
—Iremos por un café
—¿Deseas que algo?
Con los brazos en mis piernas y la cabeza cubriendo mis manos, niego a ambos. Odio los hospitales, estar en ellos me obliga a recordar la época en que pensé podría ser un niño común. Dos cuerpos se sientan a lado y lado, sin abrir los ojos, sé quiénes son, también lo que dirán.
—¿Te sientes valiente para saber la verdad?
—Dudo que esto pueda empeorar. —confieso y Carlo apoya su mano en mi pierna —es demasiado joven y toda una vida por delante.
—No llames la mala suerte —me reprende Vladímir —ella está viva, es en todo lo que debes creer.
Alzo mi cuerpo apoyándome en la silla esperando que empiecen con su relato. Lo más importante ya lo sé. Están muertos y su hermano no será un problema, tiene suficiente con apaciguar la furia del viejo Ivannov.
—Empezaré por lo delicado —inicia Carlos —irá disminuyendo en peligro y daño.
—Los escucho.
—Fue adoptada por el parecido con Miabella, la niña que el hombre perdió. —Carlo suspira y cruza sus piernas en actitud relajada.
Me gustaría tener la mitad de su tranquilidad, que la historia que estoy por escuchar sea de una mujer equis, sin importancia. No de la mujer que amo y estoy a punto de perder.
—Una vez legalizan la adopción, descubre que en persona no se parece tanto. Eso y el comportamiento de la niña le hizo dejarla en manos de niñeras. —guarda silencio un instante, eso me obliga a verlo. —Lo que de alguna manera la alejó de algo peor, si es que eso es posible.
—¿Hay fotos de ella desnuda en la web?—afirma y suspiro —lo imaginé.
—Hay miles de maneras de dañar a un niño. Tú y yo lo sabemos, si no por experiencia, por nuestro trabajo.
Los recuerdos que ella tiene de su niñez estaban mezclados, con los de su verdadero padre y los vividos con Dekker. El conejo que recordaba en sueños era el hombre que tomaba las fotos, usaba una máscara de conejo para no ser reconocido.
—Algún toque ilegal existió, que ella le tomó terror —Carlos y Vladímir afirmar, yo aprieto una mano impotente. —Ella recordó que solía buscar a su padre a media noche. ¡Un maldito pedófilo!
—A sus ojos era su padre Stan. —Me recuerda Vladimir —¿A quien más recurriría?
La dejó en manos de empleados y se sumergió en la bebida, juegos y diversos vicios. Mismos que pagaban sus socios y que él daba como aval sus posesiones, que fue perdiendo poco a poco.
Las veces que iba a psicólogo, lo hacían para verificar que la niña no recordara su pasado, se aseguraron de mantenerla dopada y lejos de sus recuerdos. Uno que de alguna manera su pequeño cerebro bloqueó, pero que dejó secuelas.
No por mucho tiempo.
La adolescencia le trajo pequeños extractos de ellos y ocurrió el primer intento de suicidio. Su mente le decía que había algo malo en ella, los psicólogos buscados por Dekker, no lograron anularlos del todo.
—Fueron tres intentos en total, siendo el último es más delicado y que la llevó al borde de la muerte —menciona Vladímir —la muerte de la niña lograría que Dekker saliera del anonimato que tanto ostentaba.
—Abandonó el psicólogo de su grupo y le pagó por uno legal —Carlo sonríe —con poca ética y moral dudosa. Este le sugiere un Perro de apoyo, le da varias alternativas y Kevin White le consigue a Bruna.
—En ese tiempo ya ella era una adolescente y daba muestras de la mujer que seria. —Vladímir se cruza de brazos y me ve directo a los ojos sin pestañear —para Dekker, ella ya había dejado la edad de su interés. Pero, para alguien como Kevin, la chica era perfecta.
—En ese tiempo empiezan a traficar con otro tipo de mercancías.
—Niños. —menciono y ambos afirman.
—Conocían su debilidad y se hicieron a su pasado, eso le obligó a pagar sumas cada vez más grandes por su silencio. Formó una bola de nieve, que en no pudo sostener, ni manejar y acabó por entregar a Mia. —Carlo suspira viendo la puerta en donde la tienen a ella y me ve preocupado.
—Pueden seguir —les insto —no han dicho nada, que ya no haya encontrado o sospechado.
Afirman en silencio y siguen detallando. El objetivo de White era hacerse a los negocios de Dekker, pero también de su hija, que para ese entonces tenía 23 años. Algo que logra tras Dekker jugarse lo último que poseía (su casa) y poner como aval a su hija adoptiva.
—La entrega a manos de Fellón y le exige cuidarla —sigue Carlo —este a su vez le ordena a Jeff que lo haga y le pide mezclarse con el grupo. Jeff se enamora de ella y el sentimiento es mutuo, nace una relación que el hombre intenta controlar y ocultar.
—No es necesario que sepas todo...
—Lo es —le interrumpo a Vladímir —¿Qué siguió?
—Todas las veces en que la policía llegó al lugar coincidió con la orden de White de entregarle a la chica —explica Carlo —Jeff dañaba la entrega, bajo la amenaza de que eran fichados. Así pasaron dos años y la relación avanzó hasta que quiso huir con ella.
Lukas White, que para ese entonces empezaba a sospechar algo ocurría, pidió un control excesivo de todo cuanto ocurría. Así descubre su hermano no trafica solo con mujeres, sino que usa niños, de la chica que tiene en su poder.
—La presencia de Mia coincidía con la llegada de la policía y de Jeff. Tras enfrentarlo, acepta su culpa y le escupe a Kevin White que Mia era mercancía de segunda.
Dando a entender que él había sido el primero y estaba dispuesto a pagar muy bien por su liberación. Estaba preparado a entregar su parte del negocio, solo si lo dejaban libre y pudo resultar.
—Si no estuviera casado y su esposa no fuera Madeline White —continuo por ellos.
—Fue asesinado por órdenes de Lukas y Mia correría la misma suerte. Había escapado herida, pero era fácil encontrarla. Solo que el collar de su mascota se averió y la búsqueda tardó un poco.
Hasta que yo la encontré en ese callejón y minutos después de dejarla allí fue encontrada por los hombres de Fellon que la dejaron en ese contenedor creyéndola muerta.
—¿Señor Borch?
Ante la voz del doctor y su presencia frente a nosotros, los tres nos levantamos de nuestros lugares. Nikolái y Akim llegan en ese instante y nos siguen. Por el rostro del hombre, sé que no deben ser buenas noticias.
Y lo confirmo segundos después.
Me habían pedido si deseaba, despedirme de ella, me preguntaron si necesitaba la compañía de un guía espiritual. No supe que responder a ambas cosas, yo no estaba preparado para decirle adiós.
En ese instante, recordé las palabras de Jarek.
"Cuando tengas que tomar una decisión importante, que marcará el rumbo de tu vida. Hazlo, no importa que estés, asustado, roto, cansado o que vayas solo. Hazlo y no mires atrás."
—Le daremos privacidad.
Escucho lejano la voz del doctor y la de todos que posan sus manos sobre mis hombros. Ella estaba en ese sitio por mi indiferencia, esa certeza me impedía tener paz. Todo lo sentía estrecho, la casa, el hospital, mi piel y hasta el corazón.
Lo que acabo de escuchar de los chicos y lo que me piden. Es imposible de realizar, para mí. Mi reacción es alejarme de ellos y apoyar mis manos en la cabeza. La habitación frente a mí no tiene puertas blancas, son negras y marcadas de sangre. Una fuerza desconocida me impidió llegar hacia ella.
—Debo salir de aquí —mi voz se ahoga en medio de un llanto que no sabía derramaba.
—Stan...
La oscuridad me rodea, mi piel ha dejado de arder por el enojo y en estos momentos se siente fría. Niego sin ver a Nikolái y me alejo de allí. Alguien se cruza en mi camino y mi reacción es empujarlo a un lado con fuerza.
¡La muerte y yo no nos llevamos bien! Nos odiamos desde que me arrebató a Jarek. Mi compañero, amigo y hermano retrocede un par de pasos, pero se niega a hacerse a un lado.
—No te dejaré salir —me advierte.
—Déjalo solo —ordena Carlos.
—No —insiste.
—¡Hazte a un lado!
—Yo me encargo —una voz femenina muy conocida para mí viene acompañada de otra masculina.
—¿Familiares de la señorita Mia Dekker? —un par de oficiales se instalan frente a mí y yo decido tengo suficiente.
—Yo hablaré con ellos —dice Noah y mira a la recién llegada.
Nikolái lo duda un par de minutos, después de lo cual se hacen a un lado. Suelto el aire y abro mis manos que permanecían en un puño. No espero a ella me siga el paso acelero, los pasos alejándome de ese lugar infernal. Pese a si escapada, logra alcanzarme y se atraviesa en mi camino.
—No voy A poder pedirte calma, porque no puedes controlarla. —inicia y de nuevo empuño mis manos —lo que sí, es que nos permitas estar a tu lado. —ruega —no puedes huir toda la vida Stan.
—Tú no sabes nada —le digo y sonríe viendo en dirección a su esposo que junto a Noah hablan con los oficiales.
—A lo mejor tengas razón —Emma Frederick sonríe cuando sus ojos hacen contacto con los de su esposo —No sé lo que sientes, pero estoy segura de conocer lo que ella espera.
Afirmo sin poder formular palabra y observando su mano extenderse hacia mí. Alzo la mía con lentitud, estrecho la suya en silencio. Ella me recuerda la vez que Jaz perdió a su primer hijo, me quedé con ella y la cuidé.
—Antes de eso, la cuidaste en esa discoteca, evitaste que cayera en redes de prostitución. Akim le diste un hogar, cuidaste y velaste porque sanará. —ella continúa con mi mano sostenida y mi infierno crece cada minuto que pasa —no debo recordarte todo lo que hiciste por Mí —sonríe ante mi rostro de contrariedad —te he investigado un poco.
—No puedo decirle adiós —logro decir —no puedo...
—En veinte horas vi a mi vida y la de mi hijo se apagaba. En ese tiempo yo deseé muchas cosas, una de ellas era tener a alguien al lado que sostuviera mi mano.
—Pensé que venías a decirme, te lo dije —me sonríe y niega con rostro ofendido.
—Vine en cuanto papá me lo dijo —confiesa —¿Podemos sentarnos? —infla mejillas y las suelta de manera lenta, ella luce exhausta.
Caminamos a un lado del pasillo y se sienta en una silla, su enorme vientre le impide movimientos rápidos. Con todo, sigue pareciéndome la embaraza más hermosa que he visto.
Permanecemos allí en silencio, de todas las compañías que pude tener en este instante la de ella es la más acertada. De pocas palabras y sabe cuándo callar. De ninguna manera, quiere esto decir que los demás sean malos compañeros. Sin embargo, su parloteo, me haría sentir peor.
—No le tuve miedo a morir, pero si a hacerlo sola —sonríe de forma triste y aprieta mis manos al ver que estoy por soltarlas —eso y que a nadie parecía notar mi presencia, me atormentaban.—me mira y aprieta los labios molesta convirtiéndolos en una fina línea —Vas a ir a allí y serás valiente —señala la puerta. —sostendrás su mano y de ser necesario cerrarás sus ojos.
Me incorporo de la silla y contrario a lo que creí, no se queda allí sentada. Toma mis manos cuando estoy por alejarme y me lleva hasta la puerta. Me detengo en ella con la certeza que estoy haciendo algo que no deseo, hasta que la escucho hablar.
— Ser valiente es mucho más que cargar un arma, ser diestro en ella o aplicar venganzas. —mueve la cabeza instándome avanzar —Es lícito tener miedo Stan, la valentía está bordeada de ellos —sonríe tomando el pomo de la puerta y empujándola —ve.
—Gracias por estar aquí —digo y su respuesta es hacerme un guiño.
—Estaba segura de que necesitabas de los poderes de una diosa —sonrió ante su falsa modestia y avanzo hacia la habitación.
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Sin saber por qué lo hago, he estado narrándole en los siguientes minutos los motivos por los cuales odio los hospitales. Apoyo mi cabeza en mano y recuerdo la última vez que hice esto con alguien que amaba. No fue sorpresa para mí descubrir que había planeado su sepelio y hasta el traslado de su cuerpo a Berlín.
—Me pidió que no me fuera, que un hermano suyo. Mi tío, vendría por mí, estaba todo acordado. —continuó—le creí.
Alzo el rostro y la observo, pálida. Se desconoce poco de su cautiverio, salvo que su alimentación fue escasa y hasta nula. Suspiro largo y pesado, guardando silencio. Jarek, aseguró, le había entregado todo a su hermano para mi cuidado y estudios. Hasta cierto tiempo, estaba tan seguro de mi capacidad de avanzar y mis ganas de no revolcarme en la mierda que quiso darme un poco de ayuda.
—Llegó, pidió el cuerpo de su hermano para llevarlo a Berlín. —hoy día lo puedo decir sin que duela o me ocasione rabia.
Sonrío con ironía al recordar mi rostro ansioso al ver al hombre distinguido avanzar hacia mí. Él era mi tío, hermano del hombre que por tres años se esforzó en ser y que lo viera como padre.
—Estoy aquí conmigo, eso te dice que no cumplió. Hizo algo peor que eso.
En realidad, si el hombre hubiera hecho menos daño en mí, si me ignorara y se largara. Pero no, el tipo tenía que recordarme quien era, de donde venía y que jamás saldría.
—Me dijo entre otras cosas que no era su familia. Puso en duda la cordura de su hermano y hasta insinuó que yo era su amante. Fue la primera vez que apliqué una de sus tantas enseñanzas. —recuerdo cerrando los ojos —la de irme de donde no me quieren y no mirar atrás.
Guardo silencio viendo su rostro tan sereno y alzo su mano hasta mis labios en donde dejo un beso. Descubro que no puedo despedirme de ella. La presencia de una enfermera detrás indicándome que mi tiempo ha acabado me obliga a levantar, pero no a retirar mi mano de la suya.
—Quien se ama, nunca muere en realidad, vive latente en tus pensamientos y recuerdos —le digo entrelazando nuestros dedos y viendo su mano delgada contrastando con la mia —y yo te amaré hasta que el último suspiro Mia, no es un adiós y nunca lo será.
—Lo lamento señor Borch...
—Deme un segundo —me escucho rogarle — Mía Dekker ¿Te gustaría ser mi esposa? —pregunto a su cuerpo inerte —debí decírtelo ese día antes de narrarte quien soy. Y no habrá un día de mi vida en que no lo lamente.
Dejo su mano en su pecho con cuidado e intento retirar la mía de sus dedos, pero encuentro una presión que me lo impide. Es pequeña y casi imperceptible, abro las manos viendo sorprendido hacia la enfermera, para ver si es real o una alucinación.
No lo es, ella se ha quedado con sus dedos entrelazados entre los míos. La sonrisa de la mujer que me acompaña lo dice todo y su salida apresurada igual. Al regresar la vista hacia ella encuentro sus ojos abiertos y una lágrima deslizándose por su hermoso rostro.
—¡Perdóname! —alcanzo a decir regresando mi cuerpo a la silla y viendo en respuesta una media sonrisa.
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