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Capítulo 22

—¿Qué tal le fue? —le pregunto al entrenador recibiendo a Aquila.

El hombre sonríe jugando con la correa del animal. Aquila, por su parte, tiene su gordo trasero en el césped y está en calma. El cachorro es un holgazán, interesado más en comer y jugar, que en cuidar de algo. No dudaba en la destreza de sus padres, pero sin dudas, los Doyle enviaron al peor de sus especímenes.

Aquila era una vergüenza para su estirpe.

—Está madurando —niego incrédulo —nadie le sigue en sus juegos y acaba por obedecer.

Me entrega la correa insistiendo en que, a futuro, tendré un perro excelente para el cuidado de mi propiedad. Decido no decirle que no es mío, es muy posible no veré ese milagro. Dentro de poco, el capítulo de mi vida con Emma llegará a su fin.

Recibo la correa y avanzo a la salida con Aquila a mi lado. Observo al animal que parece dar saltos de felicidad.

—Es una vergüenza que acabe siendo tu escolta, antes de ti creí estar en trabajos humillantes.

Él me ignora, su interés es llegar al auto, sabe que ese objeto lo lleva a casa. Abro la puerta trasera conteniendo las ganas de lanzarlo al maletero cuando empieza a ladrar. Azoto la puerta ahogando sus ladridos, el silencio que produce ese gesto me saca una sonrisa.

Si no conociera a Bruna y Dante, es muy posible que odiara a los perros. Me dirijo a la zona este, lugar en que debe estar Bruna en este instante. Lograr que Mía aceptara que la llevara a revisión fue toda una odisea. Sobre todo desde el último ataque de pánico que Madeline me comentó, pero del que ella se niega a hablar.

Fue Madeline la que hizo posible aceptar, dentro de poco ella se iría y estaría sola con Bruna. Unas clases extras no le venían mal. Ambas habían labrado una amistad, desde el evento en donde ella perdió el control. Aquel día la llevó a casa de Noah y no se despegó de ella hasta que no se calmó. Sobre todo, porque Bruna se perdió con Dante y la dejó sola.

Es tanta la camaradería y lo bien que llevan que creaban planes juntas de los que yo me enteraba a horas de efectuarse. La mujer ha logrado de poco que ella se abra y las pesadillas son menos frecuentes.

Encuentro al entrenador en mitad del campo y a ella saltar los obstáculos de la mano de otro instructor. Avanzo hacia él sin dejar de ver la destreza de Bruna y como parece saber qué hacer en cada sitio.

—Lo iba a buscar —me dice al acercarme —¿Es posible que pase por ella más tarde?

Sonrió, por lo irónico de la solicitud. Justo le iba a sugerir, si era posible pasar por ella más tarde. Mi casa y la mansión Frederick están de polo a polo. No podría llegar a tiempo por más que pisara ese acelerador.

—Imagino ya se ha dado cuenta—señala a Bruna antes de seguir —había un GPS en la correa, pero está desconectado.

Evito mostrar sorpresa a ese comentario y finjo tener idea de lo que me habla. Uno de los encargados de esos dispositivos asegura puede arreglarlo. Bruna tiene todos los registro de un perro oficial, por lo menos en adiestramiento. Hasta el momento ha delatado todo tipo de alucinógenos y hasta explosivos.

—¿Dónde dice que la encontró?

—Es lo que deseo saber —confieso.

—Verificaremos si guarda algún registro —me sonríe y afirmo —eso le ayudará a encontrar algo sobre los padres de su prometida —me mira un instante y luego vuelve la vista a la cancha —si no se ha arruinado.

—¿Me dará esa información esta tarde?

La risa que suelta es una no, espero a que se calme y lo confirme. Lo que hace y hasta explica los motivos por los cuales necesita estar con ella un par de horas más. Se requería adaptarle un dispositivo nuevo, el viejo estaría en revisión.

—Pero, si no desea un dispositivo y solo necesita los datos, el antiguo. Puede llevársela.

—No es mala idea ese dispositivo —confirmo —si su mascota se pierde Mia le da un infarto —el hombre sonríe y promete enviarán todo lo que encuentren a la mansión Frederick.

Sin otra opción más que aceptar, estrecho su mano y salgo del lugar

Rumbo a mi trabajo, recuerdo las tantas veces que comentó se escapó y como fue encontrada con facilidad. Incluso, aseguraba, era pillada casi en las puertas de la libertad.

La explicación era muy sencilla.

Era vigilada, la pregunta que me hacía era si desde que fue entregada o mucho antes por su supuesto padre. La maraña de contrariedad que es la vida de Mía acaba sacándome un grito de frustración y golpeo con fuerza el volante al cruzar el jardín.

Lo único bueno e importante en todo esto, es que ahora es una mujer libre. Nadie la dañará y podrá rehacer su vida de la mejor forma que pueda. Fue lo que soñé desde que supe de su vida, solo que ahora deseo que sea a mi lado.

Cruzo la puerta del salón principal viendo a la feliz pareja bajar las escaleras. Con Emma y Alexis, he aprendido que el matrimonio es hallar un equilibrio entre el amor y el odio. Ambos estados son muy comunes en esa pareja, aunque no son tan violentos como las discusiones entre Vryzas y su primera esposa.

Lo que sea que hablaran lo interrumpen al verme llegar. Sostengo fuerte al ruidoso chico al ver su deseo de saludar a su dueña.

—¿Puedes enviar a alguien a pasar por el ático? —pregunta Emma.

En respuesta, alzo una ceja interrogante, espero que no haya habido problemas. Akim está allí desde hace un par de días. Ella rueda los ojos y aprieta los labios por tener que explicar los motivos. Puedo hacerlo sin que los den, pero amo la libertad que me da pedirlos siempre.

Por sobre toda las cosas enojarla, toda ella parece lanzar fuego cuando lo hace. Verla así me recuerda a la pintura del ave fénix y esa similitud me saca una sonrisa.

—Escuché ruidos, pero me encargo al regresar. — gruñe su esposo bastante aburrido por la situación.

—Necesitan control anti-plagas, Aquila traía hace unas horas una rata casi tan grande como él —me mofo y ambos sonríen.

En realidad, el suceso fue ayer, pero me viene bien que sea hoy. La sonrisa aumenta al verle tirar de la correa en un inútil intento de llegar hasta su dueña, que parece sufrir con cada tirón y la presión que ejerce en su cuello.

—He trabajado en casi cualquier cosa, jamás haciendo de niñera de un sarnoso... Es humillante —me quejo.

Suelto al perro cuando sus ladridos alcanzan un nivel molesto en mis tímpanos. Sus dueños sonríen al verlo olfatearlos y mover la cola. Emma se ha negado a cortarla, las orejas las sigue llevando iguales. Entiendo los motivos, su experiencia le permite no querer dañarlo; aunque con la cola y orejas reales es un perro más.

—Solo te faltan dos semanas, después solo quedan una amistad y las clases si aún la necesitas.

La amistad entre una mujer con un nivel social y cultural tan alto y alguien insignificante como yo, es difícil, si no imposible. Emma ha dado muestras de no ser prejuiciosa, su esposo ha aprendido a soportarme. Aun así, hablar de amistad es una quimera.

En lo que se refiere a las clases, las seguiré necesitando. Yo aprendo a escribir inglés, esa misma clase hemos notado Mía y yo que le facilita a ella aprender mi idioma. Sí, se usa de manera correcta.

—Mientras eso sucede, recordaré viejos tiempos cazando ratas. —comento avanzando a las escaleras—pueda que me coma alguna y veré si aquel sabor exquisito era real o producto del hambre.

Lo último que noto es su rostro horrorizado y a su esposo abrazándola para calmarla. En toda confesión de mi parte, hay siempre algo de verdad y un poco de mentiras. El tema de las ratas era cierto, lo aprendí con Jarek. Cuando me enseñaba como sobrevivir en las calles. Insistió en eso al enterarse de que tenía cáncer terminal. Sacudo la cabeza por lo doloroso que es ese recuerdo y cruzo el largo pasillo.

El ruido escuchado fue de Akim, me resulta extraño que haya sucedido. Es bastante infantil entre nosotros, pero muy profesional en su entorno laboral. Doy varios toques en la puerta antes de empujar y abrirla.

Lo encuentro apoyado en la pared, su pierna izquierda reposa en el muro y el fusil en su muslo. Limpia la mirilla con movimientos bruscos, no hay nada delicado en ese gesto y eso me preocupa.

—No puedes estar aquí.

Habla al notar mi presencia sin alzar la mirada. A un costado, encima de una caja, está su móvil con la pantalla iluminada.

—Me alertaron la presencia de ratas, me han pedido verificar. —la sonrisa que me brinda no tiene rastros de humor y entiendo algo le pasa —¿Qué sucede?

—Apareció un tío de Ava, solicita su custodia —pasa saliva antes de seguir y solo entonces me mira —a su madre la van a desconectar.

Su dolor es el mío, puede que sea a que lo conozco desde niño y he sido protagonista de todas su proceso de crecimiento. En el fondo, también se debe a que lo veo como a un hijo.

—Hablaremos con Wells o Ivannov —le digo avanzando y afirma. —no van a quitarte a la niña.

—¿Y si sucede? —pregunta viéndome con los ojos vidriosos —soy un delincuente.

Se yergue y abre sus brazos mostrando en ese gesto, en el hombre que se ha convertido. Si de algo estoy orgulloso de esta vida es de él. No suelta el fusil, ni hace intentos de acercarse, sigo respetando su espacio. Sé lo que le cuesta cruzarlo, sobre todo cuando se siente tan vulnerable.

—No va a suceder... La adopción fue legal. Emma me prometió que algo así no sucedería.

—¿Qué hay de su madre? —cuestiona tomando el fusil con la otra mano —no tengo el poder sobre ella, adopté a su hija, ella no va en el paquete.

—Algo se me ocurrirá —prometo y él me ve de reojo —¿Cuándo te he fallado?

—Esto es diferente... Es la vida real.

—Es la misma porquería, bajo la fachada de legalidad. —exploto en furia.

—Es mi hija, la he tratado mejor que nadie y no hablo solo de dinero.

—Lo sabemos...

—Deseo ser yo quien la proteja —me pide y afirmo —permíteme eso, no puedo estar siempre a la sombra de ustedes, como cuando era un niño y...

—Está bien —le interrumpo —si no deseas mi ayuda, así será.

Él no parece escucharme, el discurso se lo da la persona que desea lo crea. Él, necesita convencerse de que es un buen padre y lo hace bien. Ha demostrado ambas cosas, la chica ha logrado salir de ese aire de miedo y ahora le resulta más fácil hacer amigos.

— Resulta que, puedo dar dinero para gastos de salud de zafiro, pero no tengo autoridad para decidir que viva ¿Qué les importa? Pago bien por ello. Le he prometido a Ava que estará allí cuando ella despierte ¿Cómo le diré que su madre debe morir? —me dice apretando su fusil en su pecho en un gesto de protección.

—De ser necesario, te largas con ellas. El método de extracción ya lo conoces.

Afirma y deja el fusil a un lado y quedarse con la cabeza baja en silencio. Se ve como quien necesita un abrazo, pero lo conozco lo suficiente para saber que no se lo tomará a bien.

—Madeline ingresó la carta de renuncia. No aceptó el traslado.

El cambio de conversación era evidente, y no me sorprende la decisión tomada por la mujer. Mía me comentó algo sobre ello, se iría a otro estado con una hermana. Encontró un empleo mejor y el niño estaría con familiares distintos a ella.

—Fue el jueves a primera hora cuando le hice ese pedido. —suspira. —James me entregó la investigación de Mia—alza el rostro y me ve preocupado —Esa organización era de un amigo de Sergey.

—¿Dónde dejaste los documentos?

—En la caja de seguridad de la casa, me aseguré que nadie me viera —me alivia saberlo —deberías hablar con ella, decirle quienes somos.

—Lo haré —prometo —antes que esto acabe.

—Será mejor si te vas, has estado mucho tiempo en este lugar.

Retrocedo sobre mis pies y salgo del sitio cerrando tras de mí. Busco en mi mente a quien pueda ayudarnos para sacar a Zafiro de ese hospital y no se me ocurre nadie. Antes de tomar una decisión, debo hablar con Wells y ver qué probabilidades tenemos de ganar.

Si Akim cree que lo dejaré solo en esto es que no me conoce.

Días después...

Madeline renunció hace un par días, su despedida fue una cena que Mía hizo y a la que me obligó a asistir. Esa misma noche le dije lo que hubo entre ella y yo, demostró su madurez al aceptar, no había sido en nuestro tiempo. No obstante, le aliviaba saber que ella ya no estaba a mi lado.

Arropo su cuerpo con mis brazos y sonríe haciéndose en ovillo en mi costado. Vemos una de las películas obsequiadas por mi profesora de inglés, es decir, Emma Frederick. Me ha abastecido de filmes, canciones y documentales, con motivos instructivos.

Insistió en verla antes que me fuera, se levantó temprano y dispuso todo para ello. A Mía le gustan las de misterio y terror, exige que tengan subtítulos en polaco, idioma que suplica aprender. De vez en cuando detiene la película y me pide ayudarle con alguna frase.

—¿Cuántos idiomas hablas?

—Fluido, seis —nuestras miradas se chocan y sonríe —los demás, son frases obligatorias si eres turista.

—¿Viajaste mucho? —afirmo y suelta el aire —¿En tu trabajo? —vuelvo a afirmar, esta vez viendo la hora. —¿Qué tipo de trabajo era? Nunca me lo has dicho.

Suspiro deteniendo la película, giro mi cuerpo quedando frente a ella y tomo sus manos. Dentro de poco mi trabajo con Emma acabará y saldremos de vacaciones. Lo he pensado mucho y Akim tiene razón, es necesario decirle la verdad y sea decisión de ella seguir conmigo o marcharse.

—¿Qué sucede? —quiere saber y su voz sale ansiosa.

Suelto sus manos y desabrocho cada uno de los botones de mi camisa con ella como testigo. Una vez la parte superior de mi cuerpo está desnudo y consciente que conoce solo la parte frontal, me levanto para mostrarle los de la espalda.

Una rosa de quince centímetros debajo del hombro izquierdo, en el derecho una cruz de diez, en mitad de la espalda una iglesia con tres cúpulas, entre otros muchos cuyo significada abarca todo lo que soy. Estar de espaldas a ella me permite no ver su rostro, cuando le explico cada uno de ellos.

Odiaría ver el terror que le produce mi confesión.

—¿Trabajabas con Fellon? —me reprocha.

—No. Mi trabajo inició en Moscú, ejecutamos a muchos como Fellón.

—Fellón rendía cuenta a Moscú —insiste a los gritos y cierro los ojos —todo lo que decía ese documento era real, ¡Eres como ellos!

No hay manera, entienda, no pertenezco a esa clase de escorias, pero que de una u otra forma estoy mezclado con ella. Con todo, le explico lo mejor que puedo, apaga la TV levantándose del sillón con las lágrimas deslizando por su rostro. Miedo, odio, terror, asco, son tantas las emociones que pasan por su rostro que mi deseo es que ella sepa, no soy como los que la dañaron.

—Viajé por todo el mundo con cincuenta hombres, entre ellos mi jefe —sigo y se limpia las lágrimas con fuerza —le llamaban Hermes y a nosotros los cincuenta. Nuestro trabajo —niego algo aturdido —creo que puedo llamarlo así —sonrío irónico por la situación de querer defender lo indefendible —se basaba en rescatar a personas de diversos lugares, arreglar situaciones, liquidar, limpiar, entre otras.

—Es lo mismo que Fellon—insiste y tuerzo los labios.

—Se podría decir que sí ...

Muerde sus labios y su cuerpo tiembla. Yo estaría dispuesto a morir si con eso le ahorro el dolor que debe estar sintiendo. De una u otra forma hago parte del mismo grupo que la dañó, que ellos estén en una escala más oscura no me hace inocente.

—Yo ...—alza el rostro hacia mí y niega con sus mejillas mojadas—necesito procesar esto.

Hay tanta soledad en ella que debo apretar los puños y contener las ganas de abrazarla, llevarla con Vryzas y que él le explique lo que hacíamos. Era su guerra, su sueño, él sabía decirlo de tal forma que no se veía tan mal o desastroso.

—Lo entiendo, también que, si deseas irte de esta casa, no te detendré.

Reviso el móvil enviado por Vryzas y me saca una sonrisa en medio de la porquería que es en este instante mi vida. Su hija está a punto de nacer. Vuelvo a guardar el móvil y la veo a ella en mitad de la casa, sin hacer pie por acercarse. Su rostro lleno de terror y hasta asco me impiden abrazarla.

Saber que soy yo el que produce ambos sentimientos me paraliza.

—Esto es lo que soy —abro los brazos y girando todo mi cuerpo —si deseas seguir conmigo me harías muy feliz, si, por el contrario, tu decisión es otra... también seré feliz. —ella no hace comentarios y muerde sus labios viendo todo el lugar, aterrada —Si no estás al volver, lo entenderé.

Doy media vuelta recogiendo la camisa, saco y corbata a mi paso.

Rumbo a mi sitio de trabajo, las cámaras la mostraron entrando a un taxi con equipaje y Bruna. Ella había tomado una decisión y tal como se lo prometí, la respeté y me alegre por ella. Le había brindado su libertad, era más de lo que los miserables que la tuvieron a su lado, hicieron por ella.

Detengo el auto frente a las rejas de la mansión, detrás de ellas puedo ver varios autos, incluido el de Jason Frederick, padre. Varios de sus escoltas corren en una dirección y la alarma se activa en mi cuerpo al escuchar un disparo, segundos después un par más.

Salgo del vehículo una vez me han permitido el ingreso y me lanzo hacia el lugar del sonido. Jason Frederick tiene en brazos a su hija, herida y sangrante, mientras sus escoltas atrapan a Kamil.

—Es superficial —me dice al llegar, ella que se abraza a su padre mientras llora.

—¿Te encuentras bien? —no puedo evitar preguntar y no por dudar de las palabras del anciano, es que no luce bien.

—Ya lo estaré —me sonríe y sus ojos viajan a un punto encima de mi cabeza.

Una mirada al ático me muestra a Akim en pie viendo la escena. El viejo sigue mi mirada y al ver de quien se trata inclina la cabeza, acto seguido hace lo mismo conmigo.

—Te debo mi vida...

—Me han pagado por ello —recalco levantándome.

Escucho las sirenas cuando voy rumbo al encuentro con Akim. Me narra lo sucedido, incluido errar el blanco y ante mi rostro de perplejidad sonríe.

—La musa me llegó en un mal momento —golpea mis hombros de buen humor—¿Todo bien? —afirmo —cada vez estás más cerca de esas vacaciones. Solo nos falta decir lo que tenemos, a quien tenemos y que ellos señalen al culpable.

—Seguí tu consejo —le interrumpo y su sonrisa se esfuma.

—Un mal consejo por lo que veo... ¿No lo tomó bien?

—Hace media hora se fue de casa... lo vi en cámaras —suelta una maldición y cubre su rostro viéndome culpable.

—Lo siento, no creí... es decir...

—Era necesario que ella lo supiera, en eso tenías razón —le calmo.

—Ella necesita un tiempo a solas...

—O estar lejos de todo lo que la ha dañado —sigo por él —hacemos parte de la misma en menor o gran medida es así —concluyo.

—No es verdad y lo sabes —niego —la prueba de ello es que no regresamos a Moscú.

—Ya no importa Akim.

Al final, me basta con saber que le di su libertad y puede caminar por las calles sin deberle nada a nadie. Es posible que la vida nos vuelva a encontrar o quizás no lo haga.

Si es así, me basta con saber que es libre gracias a mí. 

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