Capítulo 21
Mía dormía plácidamente abrazada al oso de peluche cuando salí de la habitación. Fue difícil abandonar sus brazos esa mañana, ella lo figuró un problema reemplazándolos por un oso de felpa. Dormir con ella y no tocarla, era un acto raro para mí. La presencia de una mujer en mi cama era por un encuentro sexual.
Mía cambió todos mis esquemas y se sentía bien.
Le doy un último vistazo y me aventuro por el pasillo rumbo a las escaleras. He visto a Madeline ingresar a la casa desde las cámaras del móvil. Ser responsable, acta y puntual la mantiene en el empleo.
Akim, solo espera un error para despedirla y no lo juzgo.
La conocí en la barra de un bar, sostenía en una mano una cerveza, en la otra un currículo, lloraba de forma amarga a al pasar cada trago. Fue en el tiempo en que estábamos conformando la empresa, cuando Mía ocasionaba solo problemas y yo requería distracción.
Una mujer hermosa, de larga cabellera y ojos azules pícaros, siempre lo sería. Madeline, llegó en el momento adecuado. Le pagué una cerveza, lo agradeció con una sonrisa y entablamos una conversación, acabó narrándome su infortunada vida.
Era madre soltera, con un niño de diez años, un padre descuidado en las mesadas. Había sido oficial de policía, una lesión la dejó por fuera y consiguió trabajo como guarda de seguridad. La empresa en la que trabajaba desde hace varios años le despidió y buscaba trabajo desde entonces.
Su empleador le condicionó su permanencia con noches de placer. Su negativa fue acompañada de una bofetada y ambos actos en un despido justificado como conducta inapropiada. No contento con eso circuló en el medio su foto, se aprovechó de su posición para impedir que fuera contratada.
En la empresa de los O'hurn, no había cupo. Recibieron su hoja de vida y prometieron llamarla cuando hubiera alguna vacante, pero su hijo necesitaba comer, ella estabilidad.
Intercambiamos números y nos vimos una semana después. Tuvimos un par de encuentros, nada comprometedores, que acabó con la promesa de darle empleo. Siempre fuimos honestos, ninguno de los dos buscaba algo más que satisfacción en esos encuentros.
Todo acabó con un estrechón de manos y lo más parecido a una amistad. Me llevé su currículo entregándoselo a los chicos de la mano de su historia. Los datos escritos allí fueron corroborados. Se toparon con buenas referencia con sus compañeros oficiales de policía que aseguraban, la institución se perdió un gran elemento.
El primer conflicto lo encontraron en la empresa de seguridad en que tuvo el incidente. Fueron escuetos en la información y se negaron a dar detalles de su trabajo. Para Nikolái y Akim, aquello podía verse como una confirmación de lo contado por la mujer, pero necesitaban estar seguros.
El currículo de Madeline estaba incompleto, faltaba información personal y presentar los documentos originales. Los datos de ella como oficial, su lesión, documentos de su hijo y exesposo, no se estaban en ellos. Y Akim, no estaba dispuesto a dejarlo pasar.
Fue llamada a una entrevista y se le pidió llevar la documentación faltante. Yo me mantuve al margen de esa situación, me bastaba saber que le había ayudado y tenía mis propios conflictos con los Frederick.
Sin mencionar que Mía, ya ocupaba todos mis pensamientos.
Durante la entrevista, notó que Akim no se veía convencido. Es un chico risueño, de buen humor, pero quisquilloso y se fija en pequeños detalles. Madeline no le gustaba, había algo en ella que la hacía sospechar.
Percibiendo el comportamiento de su posible empleador y lo que ella llama desespero por obtener un empleo, decidió tocar el tema que ella y yo tuvimos algo. El pequeño detalle es que no habló en pasado, no describió los encuentros como esporádicos e insinuó que éramos "novios".
Un término que nunca hemos empleado por considerarlo fuera de nuestra forma de vivir. La verdad fueron dos encuentros "placenteros" pero no lo suficiente para que acabara en un tercero, cuarto o quinto.
Akim lo sabía, captó su astucia y en adelante, ha hecho gala de todo su antagonismo hacia ella atacándola de todas la formas posibles. Su enojo ha ido en ascenso y las disputas han terminado en insultos de parte y parte. Si no ha sido despedida es por el contrato que firmó para trabajar como escolta de Mía.
Akim, quería que ella renunciara, la estaba obligando a ello.
Su contrató acabará en unos meses, pero será traslada antes cuando encuentre a Kamil Slora y revelé cuál de los Frederick, le ayudó a que Emma sufriera ese accidente en donde perdió la pierna y a su primer hijo.
Detengo mis pasos en el inicio de las escaleras viendo a la Madeline sirviendo un líquido caliente en tres tazas de espaldas a mí y enfrascada en una discusión por teléfono.
—¡No te atrevas a cuestionarme García! ¿Qué mierdas quieres que haga? —su explosión se detiene y vuelve la mirada a las escaleras.
Ella tiene en sus manos el móvil desde donde puede ver todos los puntos, por eso supo mi presencia. Se vuelve del todo y cuelga sin despedirse con la sonrisa que le caracteriza viéndome llegar a hasta ella. Guarda el móvil en la parte trasera de su pantalón y me entrega el café.
—¿Problemas? —sonríe —buenos días.
—Buenos días, Stan. —saluda—es el padre de mi hijo —suspira —el niño no desea pasar vacaciones con él y me acusa.
Afirmo en silencio recibiendo la taza y capto el nerviosismo. El padre de su hijo la golpeaba, dejándola en algunas ocasiones inconscientes. La lesión que la hizo salirse empeoró su comportamiento e hizo difícil de sostener su hogar.
—¿Necesitas apoyo con él? —pregunto con cautela —Wells, puede ayudarte. —Sonríe negando y apoyando su cuerpo en el buró.
—No soy la chiquilla que solía usar como saco de box —ríe victoriosa y mira por él encima del hombro —espero no te moleste que ocupe la cocina.
—A quien le debes excusas es a Mía. —le interrumpo y calla de forma abrupta —es su cocina y su casa —respondo distraído.
Con la taza de café en manos me dirijo al comedor y me siento en una de las sillas de frente a las escaleras que Mía suele utilizar. No pierdo de vista los movimientos de la mujer que me acompaña. Olfateo el café, una costumbre aprendida por Jarek y emulada en mí.
"—Si no huele a café, no es café. No lo tomes." Me parece estar escuchándolo y al no captar el olor lo dejó en la mesa viendo el humo salir de la taza.
Madeline, me observa apoyada en el buró, en actitud relajada; aunque, su pierna izquierda me diga otra cosa. La mueve de tal manera que el talón no alcanza a llegar al suelo y todo su cuerpo vibra. Sin mencionar que la mano que sostiene la bebida sigue con ese leve temblor.
—¿Llevaste la documentación que te exigen?
—Aún no.
A regañadientes alejo la mirada de las escaleras. No hago comentarios y percibo cierta inquietud que me disgusta.
—Espero se lo hagas y sin ningún inconveniente...—recalco cada frase —te aconsejo llevar la fiesta en paz y entregar lo que te pide. Lo requiere para entregárselos a quien estará a cargo. Estoy hastiado de tu insensatez Madeline...
Suspira largo y aprieta la taza en sus manos. Si no es su ex maltratador ¿Qué mierdas es?
—Es él quien no entiende, ni se deja explicar. —se defiende alzando el mentón desafiante—Le pedí disculpas.
Eso solo sería posible si llamarlo "hijo de puta, elitista", figurara como tal. Pero, no estoy de humor para los roces entre esos dos y el alivio que solo estará en casa un mes, me permiten soportar todo esto.
—Fue un error.
—Qué no supiste manejar—abre sus labios para protestar y niego levantándome de la silla —no me interesa tus excusas, no es a mí a quien has ofendido.
—El de las disputas es siempre Akim. No entiendo a dónde quiere llegar.
A la verdad. Pienso notando que se ha calmado.
Akim, cuenta con una manera de hallarla. Retorcida para unos, pero efectiva para él. Sus estadísticas, (que asegura habla por sí solas, dan cuenta de su efectividad). Llevar a las personas al extremo saca lo peor de ellas, dando como resultado la verdad, insiste en que el ambiente hostil revela rostro.
—Algo ocultas y no descansará hasta que lo descubra. —una mirada fortuita me hace sonreír.
—Le he proporcionado todo, Dios sabe que he intentado de todo para agradarle —niega desesperada — Está al pendiente de cada uno de mis pasos en esta casa, es difícil trabajar cuando se desconfía de esa manera.
Los nudillos de la mano que sostiene la taza de café están blancos. Sus labios se han perdido y su cuerpo luce tan tenso como las cuerdas de un violín. Ella, de verdad, le afecta el comportamiento de su jefe y eso no hace más que divertirme.
¿Quién podría imaginarlo? Que el impertinente chico acosador, cuya manía de seguirme a todos lados me enojaba, sacaría aquel temperamento digno de satanás.
—No te sientas tan importante Madeline. Akim está en la oficina, eso facilita que controle nuestros hogares, este, el de Nikolái, de Noah y el suyo. —describo estirando mis piernas para incorporarme—No veo por qué te molesta estar vigilada.
La veo a los ojos y baja el rostro. Akim vigila todas las casas, estar en la oficina se presta para hacerlo sin conflictos. Nosotros lo hacemos, pero no como lo deseáramos. La experiencia nos dice que basta solo unos minutos para que el caos suceda.
Si no lo dudan, solo deben recordar a Persépolis, el fuerte cuando fue atacado por Payman y aquel hotel donde secuestraron a Tarasov.
—Hablaré con él —prometo —pero, solo si te cortas las uñas.
Sonríe afirmando y me digo que lo hago por ese niño. Ella lo tiene como protector de pantalla, un chico de cabello oscuro poblado y mirada destruida. Si hay una víctima en todo esto es el hijo de Madeline en donde me veo reflejado y me recuerda lo que sufrí a esa edad, cada que ella muestra orgullosa su protector de pantalla.
—Te agradezco la ayuda. —dice al fin bajando la guardia. —también cubrirme ese día, nunca te lo agradecí.
Sonrío al recordarlo.
—No me dejaste opción, le dijiste que eras mi novia. Un término que no es nuestro, jamás lo usamos, por eso no te creyó ni media palabra.
Él desea saber el motivo que la llevó a mentir, asegurando que no tiene que ver con ser madre soltera o desempleada. No he tenido tiempo de sentarme con él y comprobar sus dudas. Trabajar con Emma Frederick y todo el caos que es su vida, resultaba agotador.
—Sabes lo que le molesta. —su voz me trae de vuelta a la realidad —No somos los primeros ni los últimos en tener una relación sexual, antes, durante o después de ser compañeros de labores. Hemos sido lo suficientemente adultos para saber que no hubo sentimientos mezclados —Sonríe, llevándose la taza de café a los labios y haciéndome un guiño —fue solo sexo y él no lo entiende.
—Mía es un tema delicado para todos. —comento —para Akim y para mí, todo lo que pueda dañarla nos afectará. Ella no sabe lo que hubo entre los dos y deseo ser yo quien lo diga.
—¿Crees que no lo sé? Es una buena chica, dulce y cariñosa. Jamás podría hacerle daño. Me ha contado su vida, es una pena que sufriera tanto y un alivio que tú la rescataras—suspira —necesito el empleo Stan, no soy tan estúpida para estropearlo.
—Eso espero...
Me incorporo de la silla alejando la taza de café en el proceso. La siento alejarse del buró y permanecer a un par de metros de mí, pero no lo suficiente para calmarme ¿Por qué esa manía de estar siempre cerca?
—No has probado el café...
—Menos azúcar, más café... —describo y veo el fondo de la taza—mucho más café —recalco. —odio el té y es lo esto parece.
En realidad, es el de Mía el que me gusta. Ella ha logrado captar el punto exacto de ambas cosas y disfruto de su presencia, sobre todo por su presencia atenta a mis movimientos.
—¿En serio hablarás con él? —ruega y suspira —llegó hace unas semanas y me encontró en fuera de mi lugar, con el cabello suelto.
—Lo supe y ya te lo prometí Madeline... en cuanto salga de todo esto—interrumpo tomando el saco y la funda de mis armas. —la historia sería distinta si en lugar de decir que eras mi novia, hubieras dicho la verdad.
Me calzo la funda y hago lo mismo con el saco, rumbo a la puerta. La dejo en pie, sumergida en sus pensamientos. Cruzo a pasos rápidos el jardín repitiendo en mi cabeza el itinerario del día. Llegar a la oficina, recoger a Akim e ingresarlo a la casa de Emma y Alexis para asegurarnos que todo está controlado.
Kamil Slora, hizo parte de la armada de su país. Y, aunque, todos hablan de su mediocridad, torpeza y poca capacidad dentro de la misma. Está llena de odio y por experiencia sé que es suficiente para destruir a un par de bichos que consideras te joden la vida.
—¡Stan!
El grito de Mía viene acompañado de ladridos de la perra y me detengo a pasos del auto, regresando a donde he escuchado su voz y la veo correr hacia mí. Agitada, con el cabello mojado y toda la muestra que se ha vestido a las carreras, se detiene, sonriente y con las mejillas coloradas. Alza a la altura de mi rostro su mano de donde pende un juego de llaves sin dejar de sonreír.
—Esto es tuyo —lo mueve de un lado a otro divertida y los oculta detrás de su espalda cuando estoy por tomarlas—si me das un beso te las entrego.
Sonríe de forma pícara y ruedo los ojos, lo que hace su sonrisa aumente.
—¿Consideras que soy así de fácil? —mi comentario la hace alzar una ceja y cruzar sus brazos.—quizás lo sea, solo un poco —acerco el dedo pulgar e índice viéndola reír.
Detrás de nosotros, Madeline camina hasta el cuarto de seguridad con una sonrisa en los labios viéndonos discutir. Tomo el rostro entre mis manos y planto en sus labios un beso casto, muy a pesar de que lo que deseo es otra cosa.
La falta de tiempo y premura por llegar me lo impiden. Si he sobrevivido todos estos días es por las vacaciones prometidas. El cansancio al llegar a casa y sus pesadillas me han impedido verla en el plano sexual.
—Es tuyo —confieso alejándome de ella que me ve decepcionada por ese beso que le di, retiro el exceso de cabello en su rostro. —no me pidas besos cuando debo trabajar en veinte. —le riño y sonríe — son las llaves de la casa...—mira las llaves en sus manos, luego a mi emocionada —debajo de donde la encontraste estaba un sobre y la laptop.
Allí encontraría, al lado del nombre de cada uno de nosotros, las claves de nuestras casas. Esos datos podría usarlos y ver en tiempo real todo lo que ocurría. Una manera que no se aburriera esperándome.
—Madeline, me dio las de la casa y las...
—La clave de Madeline, tiene límites —interrumpo y le sonrío apretando sus mejillas —está no los tienes. No le digas nada a nadie de esto.
—No lo haré —salta el juego de llaves al aire y lo atrapa a medio camino —será nuestro secreto.
Inca sus pies y deja un beso en mis labios, acto seguido da media vuelta y se pierde en el interior de la casa. Segundos después la veo correr en mi dirección y esta vez soy yo el que cruzo mis brazos.
—¿Puedo ir con Josephine? —me pide —llevaré a Bruna y solo será la mañana.
—¿Quién te llevará? —señala a Madeline y afirmo —me envías la hora de salida y la ruta —afirma lanzando un beso y perdiéndose si al interior de la casa.
Mía
—¿Lista? —me pregunta Madeline al verme salir de la casa y afirmo —dijiste que eran unas horas —señala el maletín que llevo cruzado en mi espalda.
—Stan me prestó la laptop, necesito ver unos videos de postres —miento y al parecer me cree, ya que sonríe entrando al auto.
Antes de ingresar a su lado, le abro a Bruna que salta al asiento trasero y se echa en el sillón a sus anchas. La conducta de mi mascota divierte a Madeline, que sonríe y niega divertida.
—¿Deseas que te lleve a algún lugar antes?
—No.
Distraída le envío la ubicación a Stan y recibo segundos después el emoticón de la mano mostrando el dedo índice. Debo enviar otro al llegar y guardo el móvil en la americana ingresando en el puesto del copiloto.
Madeline y yo, no somos las mejores amigas, pero he aprendido a soportar su presencia. Es lista y tiene variedad de historias, las suficientes para no sentirme sola.
—¿La tienes desde hace mucho? —alejo la vista de la vía y Madeline señala a mi perra.
—Fue un regalo de mi padre —confieso—es una mascota de apoyo emocional.
—Lo siento —su voz sale afectada y me alzo de hombros —¿Cómo conociste a Stan?
—Por un amigo en común —respondo indiferente con la mirada en las casas —me preguntó por él, Bruna lo mordió por creerlo una amenaza. Intentó golpearla, la defendí y descubrió que estaba herida. Me llevó a un hospital y desde entonces es mi protector —sonrío al ver que es la historia, pero desde una perspectiva romántica.
—Suena emocionante cruzarse con el amor así.
¿Amor? Pienso apoyando la cabeza en la ventana ¿Era amor esto que sentía?
—¿Te has enamorado alguna vez?
—Un par, sí. —sonríe viéndome de forma fortuita y regresando a la vía.
—¿Qué se siente? —me observa un instante y sonríe con las manos en el volante.
Se queda en silencio por largo tiempo y antes de responder se aclara la garganta. No sé si lo imagino, pero su voz sale a punto de llorar o como si controlara ese sentimiento.
—Lo tienes en la cabeza todo el tiempo, deseas estar a su lado, las horas de no verlo te parecen eternas —se queda pensativa y se muerde los labios —te asusta —apoya su mano en el corazón y sonríe sus ojos brillan ante ese gesto —tu corazón galopa asustado, te tiembla la voz, sientes un vacío en las vísceras. Algunos le llaman mariposas a esa sensación. Sientes que flotas en una nube y para ti es el hombre más perfecto del mundo. —me ve de reojo antes de seguir con una sonrisa — tu temperatura sube cuando estás cerca
—¿Cómo cuando tienes fiebre?
—Ajá —la mirada divertida que me brinda es correspondida y mueve sus cejas —¿Y bien?
—¿Qué? —pregunto confundida.
—¿No me dirás si es amor o no?
—Tengo un par de ellas —le miento, porque lo que describe es todo lo que siento por Stan y capto el sitio por el que vamos —este no es el lugar correcto...
Mi reacción es tomar el móvil de forma mecánica, pero me detiene las palabras que siguen.
—Es la forma más larga de llegar—se excusa y veo las calles por donde vamos.
No quiso asustarme, pero imaginó que me gustaría. Si supiera que odio salir y si hoy lo hago es porque Nikolái insistió en que Josephine quería verme.
—Tu amor tiene el GPS de este auto —señala algo frente a ella y veo la pantalla de un monitor con un punto rojo en el centro del mapa —tú le enviaste la ubicación al salir, desde ese instante controla que te lleve sana y salva.
Jamás he estado en esta zona de la ciudad, sin embargo, hay detalles que se me hacen conocidos. Ese parque y el sauce en mitad de él, el columpio verde y azul, la pequeña vía por donde transita en este instante un par de chicas en bici rosa.
Las imágenes mías montando una bici por ese mismo sendero me golpean y dejan sin respiración. Un frío intenso recorre mi cuerpo cuando el auto pasa lento por una casa en particular.
—Detén el auto —el pedido llega acompañada de un temblor en mi voz.
—Aún no hemos llegado. La casa de los Tarasov es más adelante.
Ignoro a Madeline dirigiendo la mano a la manija de la puerta y la vista fija en la mansión frente a nosotros. Madeline, detiene el auto, me pide esperar y la ignoro ¿De dónde conozco esta mansión?
—¿Es la casa de tu niñez?
—No. —respondo con un nudo en mi garganta. Pero, estoy segura de que conozco este lugar...
Yo he estado en esta casa, visité ese parque y monté en bici. Aunque, tenga la certeza que nunca tuve una con mi padre.
—¿Mía? —pregunta ella tomando mi brazo —llamaré a Stan...
—No es necesario, me equivoqué, lo creí conocido.
Yo no sé ustedes, pero estoy emocionadísima con esto.
Hace mucho tiempo no disfrutaba tanto de escribir así, desde Los Doyle.
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